Capitolo nove: Ancora.
El humillo que salía de la taza de café lograba cautivarla, estaba ahí sentada sin poder pensar en nada que no fuera ese olor tan suyo y a la vez tan ordinario. No quería levantar la mirada, no estaba preparada para esa guerra que había dejado en pausa. Sin embargo ahí estaba él firme cual soldado, preparado para comenzar.
-Sabes bien por qué fui a buscarte, ¿verdad? - sus palabras se sintieron como la primera bomba.- No quiero preguntar el por qué decidiste hacer lo que hiciste pero no puedo perdonarte, creí que esta vez sería todo diferente.
-¿A qué te refieres?- fue casi un susurro.
-Estoy cansado de tratar contigo, ¿Qué mierda quieres de mí?- sus ojos mostraban cansancio pero sus palabras eran fuego desbocado- ¿es acaso que el musiquito es mejor que yo?
Ella solo se limitó a mirarle.
-¿Dónde está mi madre?
-Se fue, dejó tus cosas fuera y dijo que no podía cargar contigo- Megara se removió incómoda en la silla- no la culpes, ella ya cargo con esto por años.
-No estoy pensando en eso, creí que podía regresar y que tendría la vida que siempre quisieron para mí. Pero vuelvo y todos deciden abandonarme. No lo entiendo, Dante.
Dante tomó un sorbo enorme antes de pasarse las manos por el cabello desesperado.
-¿Cómo es que llegamos a esto? - se llevó las manos a la cara mientras respiraba con dificultad- tu deberías ser mi esposa en este momento, vivir aquí , tener mis hijos y ser todo lo que me prometieron desde pequeño. Pero en cambio, huiste un día antes de nuestra boda, me humillaste a pesar de aceptarte con toda la mierda que cargabas- la cólera que había guardado durante años estalló, lo rompió- todo el mundo te rechazaba y yo te defendí. Terminé siendo una burla durante años, ¿acaso pensaste en eso?
-Estoy sobria ahora, por eso volví.
-Ya es muy tarde. Quieres casarte, ¿y para qué? Tu padre está muerto y tu madre perdió todo.
-Entonces, ¿por qué me dijiste que viniera?- de pronto los ojos de Dante eran tristes, sentía los cortes de su soledad en su corazón mientras le miraba- ¿por qué me salvaste de ahogarme y por qué te acostaste conmigo?
-Porque el corazón quiere lo que quiere. Nuestro futuro aún puede salvarse, ¿no?
Las palabras flotaban a su alrededor mientras intentaba ordenarlas. Todo parecía haberse detenido, podía escuchar sus latidos con dureza. Sólo lo miraba pero sabía bien que no tenía escapatoria, necesitaba arreglar todo el desastre que había dejado años atrás.
-Me engañé creyendo que podía ser otra persona, lamento haberte dañado. Pero no sé cómo salvar algo que no existió. Cuando te conocí te dije que no era la indicada para ti, eso es lo que ellos te dijeron.
-No hay nada que puedas rescatar de ese fuego que ya calcinó todo. Puedes quedarte hasta que te recuperes, Meg.
***
Los recuerdos del pasado comenzaban a atormentarla por las noches, las pesadillas volvían y esta vez Gian no estaba para despertarla. Una de esas largas noches se quedó viendo el vestido de novia que Dante le había comprado, fue un reproche. A ella no le importó pero recordó con viveza esos años de su vida, creyó haber olvidado gran parte de ellos pero no fue así. Pronto comenzó a escribir cada recuerdo con la esperanza de encontrar una solución al desastre de su vida.
Recuerdo que tuve un sueño donde moría pero no había nadie ahí para mi. Desperté agitada y sintiendo mi cuerpo en pedazos pero todo parecía estar en su lugar. Estaba sudorosa y asqueada, corrí a fumar. Me lancé a las drogas como solía hacer cada vez que sentía que no era yo. Me tiré en cama otra vez esperando entumecerme , mientras mis preocupaciones flotaban a mi alrededor sin poder siquiera tocarme.
Esa noche no soñé más, amaba cuando eso sucedía.
Pasé la tarde descifrando la actitud de mi madre. Parecía distante pero de vez en cuando se portaba amorosa, como si algo le preocupara por momentos. La ausencia de mi padre le estaba afectando seguramente. Cada vez que él se iba por temporadas largas mi madre enloquecía un poco, supongo que también yo lo hacía. Recuerdo llegar a casa esa tarde con el estómago revuelto y encontrármela en el comedor con las manos entrelazadas y un cigarro consumiéndose en el cenicero. Su mirada estaba perdida en el café humeante a su lado. Esa fue la tarde en la que me confeso que mi destino estaba sellado, pactado desde mi nacimiento tal y como se hacía en la antigüedad. Al principio me reí pues me pareció absurdo pero mi madre no era de las que bromean. Aún recuerdo sus palabras como si fuera ayer y me calan como ese mismo día.
"Tienes suerte de que hayan aceptado."
Mi adicción era un secreto, de esos que todos saben pero nadie se atreve a reconocer. La familia que había pactado con la nuestra se había enterado entre los rumores de las calles y los cotilleos de azoteas como teléfono descompuesto. Mi madre mintió advirtiéndoles de sus enemigos tratando de desprestigiar a una chica tan brillante como lo era su hija. Para convencerles de ello los había invitado a cenar y tenía que lucir impecable, sobria.
Desde que recuerdo he tenido un odio por los espejos, especialmente en la noche. Durante el día era capaz de mirarme de manera rápida pero en la noche los cubría con mantas, pues no podía ver a quien sea que fuese la persona que estaba ahí. Esa noche tuve que quitar la manta de mi espejo principal para poder arreglarme y descubrí a una chica demacrada, con ojeras rojizas y mejillas hundidas mirándome con sorpresa. No había manera de que esa persona fuera yo: El cabello alborotado, ojos hundidos y piel pálida. Tuve una crisis.
Un frío recorrió mi espina dorsal, juro que la vi sonreír y deformarse. Golpeé el espejo y salí corriendo de la habitación. Tropecé con mi madre a media escalera y vi en su rostro un gesto de angustia, me tomó del antebrazo y me llevo a su habitación escaleras abajo. No podía articular palabra alguna y solo veía movimientos bruscos, cuando me tranquilicé logre ver mi mano vendada, me había cortado y mi madre estaba frenética porque faltaba muy poco para la llegada de los Damato.
Ya no se me permitió subir a arreglarme y mi madre se las ingenió para hacerme lucir decente.
No recuerdo mucho de la noche en sí, sólo se que estaba temblando y que necesitaba poder fumar o tomar alguna pastilla. Pero lo que realmente quería eran polvos de hada.
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