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Capitolo cinque: Tristezza(Carta de Gianluca).

Pasarón dos semanas en Latina desde aquel canto que rompía corazones. Y la cordura estaba abandonando al músico. El acohol era un consejero terrible y las noches sin sueño le volvieron amargado, enojado. Estaba gastando todo el dinero que poseía en alcohol, el dinero que recolectaba en los conciertos callejeros en cigarros. Estaba degradando su buena disposición y Megara comenzaba a lucir como un imposible.

Mantenerse era difícil, necesitaba un trabajo que le solventara aquella nueva adicción. Sin embargo estaba perdido. Todas las noches escribía en su diario y lentamente en cada escrito se veía el dolor, el amor parecía desaparecer aunque resurgía por momentos entre el mar de incoherencias que se plasmaban en papel. Aquella noche no fue la excepción, y con una botella en mano comenzó a escribir con furia sobre el papel con tientas a romperlo por el coraje de sus palabras.

Los deseos obstruyen la dirección de mis acciones, me encuentro buscando la manera de sobresalir de la tristeza que he asumido. Debo dejarla ir. Pero sé que me es imposible, mis deseos se han fundido con cada célula de mi cuerpo y ahora soy incapaz de retroceder.

El dolor que me golpeó aquella noche no ha disminuido, sin embargo siento los hombros fríos y en el estomago un profundo hoyo negro que amenaza mi salud. Tengo miedo a cada instante de algo que no es palpable, de algo que existe en mi imaginación, temo de las palabras de aquella carta, ruego que no sean verdad pero no puedo evitar pensar que me dedique a perderla. Que cada acción era poca cosa para ella, aunque no comprendo la maldad de mis actos, sé que Megara no diría todo aquello sin un motivo y quizá eso es mi motor, tal vez eso sea lo único que mantiene a mi orgullo preso en algún lugar que me niego a liberar.

El amor es un maldito oportunista que sin darte cuenta te atrapa, y te pone una venda en los ojos, comienza a cambiar el olor a mierda por el de rosa y a las mentiras las transforma en verdades. Te hace feliz por un tiempo pero después decide dejarte, inesperado y doloroso. Sin embargo quieres aferrarte a ello y comienzas a hacerte daño, a perderte. Tu cordura se reduce a canciones de un amor que jugó contigo. A recuerdos que te arañan el alma y justo ahí cuando estás sangrando llega de nuevo a recordarte lo bueno que era todo, la felicidad que ese fugazi  te proporcionó. Sin embargo anhelas tenerlo de nuevo, que repare tu jodida alma y que sólo así puedas dormir. Descansar sin todo ese ruido despertando los sentimientos más nefastos dentro tuyo.

A pesar todo eso, arriesgas y das todo de ti porque crees que fue tu error porque todos allá fuera te dicen que no fuiste suficiente y todos tus actos fueron mediocres. Llegas a un punto sin retorno, todos son felices menos tú y no lo entiendes. Arrancarías tu corazón para dejar de existir, para aclamar un poco de esa alegría que inunda habitaciones, de esa felicidad pura que puede hacer que el mundo cambie, pero no puedes y eso es un problema que guardas dentro de ti.  Todo está bien, te aman y finges hacerlo, te convences "no hay nada más importante en el mundo" y así es porque no piensas en ti. Tú no importas. Sólo el mundo que creaste a tu alrededor a costa de tu salud mental, cachos de tu corazón y trozo de tu alma.

¿Qué clase de vida es esa? De verdad será que estoy ebrio, que estoy molesto con la vida o simplemente ahora puedo ver todo con claridad. Me abandonó porque mi mundo fue débil, porque mis ataduras se volvieron flojas, y mírenme ahora. Odio todo, lo que hice, lo que di, la historia que nos unió pero a ella... jamás podría hacer tal cosa. Porque pese a todo la quiero devuelta. Quiero mi ruina, quiero mi salvación. Te quiero a ti Megara.

Las palabras eran duras, cargadas de todo el sentimiento de rabia que había suprimido ante su perdida.  De tanto alcohol en su sangre. Las lágrimas sellaron aquellas palabras mientras él maldecía al amor abiertamente y comenzaba a mofarse de su propia desdicha.

-¿Qué quieres de mi? - exclamaba resignado.

La botella rodó de su mano y comenzó a sentirse inútil una vez más. El saco cayó sobre la silla cerca del balcón mientras sentado en el borde de la cama miraba a la nada completamente vacío. Después de descargar lo que llevaba dentro.

Sólo así cayó dormido.


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