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IV. El precio de la venganza

Sugiero leer mientras escuchan el audio que dejé en multimedia.

     La luna brilló una vez más en todo su esplendor, iluminando las bellas aguas. Un constante burbujeo se formó mientras emergía. Pude ver perfectamente al Cacique, a sus consejeros, a los chamanes, a Tupaq y a algunos hombres dispuestos a atacarme, me estaban esperando.

Me acerqué lentamente a ellos con una mirada pícara, pero de las piedras salieron trampas que apresaron a algunos de mis tentáculos, luego los Wayú empezaron a apedrearme, pero no afectaban a mi resistente piel verde; sin ninguna resistencia reventé las trampas y me protegí de las piedras con mis tentáculos.

—¡Volveré y esta no será la última vez que nos veamos! Es una promesa y siempre me aseguro de comprarlas — Sin decir más, me sumergí nuevamente en el agua y desaparecí con el movimiento de las olas.

—Hemos logrado que Medusa Acuática se fuera —murmuró mi hermano—, pero volverá y más fuerte que antes.

—Reconocería su voz desde lejos —comentó Tupaq, no hallaba las palabras para expresar su miedo—. Es ella.

* * *

Los hombres del clan se encontraban preparados para mi próximo ataque. Desde lo lejos, Tupaq corría hacia ellos con mucha velocidad, al parecer llevaba una buena noticia.

—Cacique Llulah —dijo tras recobrar el aire—, creo que puedo transformar a Medusa Acuática nuevamente en Amara, pero no lo puedo hacer como una persona normal.

—¿A qué te refieres, Tupaq?

—Necesito volver a ser nombrado Piachi'.

—Está bien, Tupaq, si se trata de Amara, tráela de vuelta. Chamanes, devuélvanle el cayado.

Ellos asintieron y emprendieron camino hacia el Templo, el Cacique lo invitó a seguirlos con un ademán.

Los dos soldados que custodiaban la choza que servía de Templo, le abrieron paso a los chamanes y al Piachi'. Entre todas las reliquias que custodiaban allí dentro, entre ellas el Libro Legendario, tomaron el cayado y se lo entregaron a Tupaq.

Él lo tomó con mucha confianza y lo levantó, rápidamente un aura luminosa resplandeció a su alrededor, al cerrar los ojos sintió como su poder espiritual regresaba.

—Seyuu —dijo de repente—. Él me ayudará a traer de vuelta a Amara a la normalidad, si alguien puede ayudarnos en esto, es el Espíritu Protector.

Los chamanes asintieron con conformidad, se sentaron junto a Tupaq en forma de triángulo y comenzaron a meditar. En el proceso sintieron como sus almas se desprendían de sus cuerpos, habían logrado entrar al plano astral, donde contactaron a Seyuu, él le otorgó el poder que tanto necesitaba.

Tupaq salió del Templo y volvió junto a los demás hombres del clan.

Al primer rayo de luz de la luna, todos se organizaron, listos para recibirme, esta vez se encontraban muy cerca a la orilla, que gran error.

Una gran ola chocó con la orilla y el agua comenzó a expandirse cada vez más, hasta el punto de llegarles por debajo de la cintura. Una ola más grande impactó en la arena y allí aparecí.

Esta vez no estaba sola, estaba acompañada de animales marinos dispuestos a ayudarme y a defenderme, era otra nueva habilidad. Entre ellos: pulpos, tiburones, peces espada, peces martillo y pirañas.

—¡Ataquen! —ordené sin rasgo de humanidad alguno y los animales marinos se lanzaron contra los hombres.

Un baño de sangre se inundaba el mar, el agua se tintaba de rojo vino al tiempo en que algunos cuerpos flotaban, los hombres presenciaron la furia marina.

Mi hermano, sus consejeros, los chamanes y Tupaq habían escapado en cuanto tuvieron oportunidad, yo no dudé en perseguirlos.

Mis tentáculos me permitían ir rápido por el lugar, dejé la playa para adentrarme en lo que quedaba de la aldea, entonces los vi. Estiré mi cabello y atrapé a los cuatro consejeros y a los dos chamanes, colgaban de mi cabello como los hilos de una marioneta.

Suplicaban piedad y maltrataban a mis bebés tratando de liberarse, así que los ahorqué sin pensarlo dos veces, sus cuerpos cayeron desde lo alto e impactaron con las cenizas. Sólo me hacía falta el Cacique y Tupaq.

Mientras mi hermano corría, se tropezó e impactó su rostro contra la arena, había perdido el rastro de Tupaq, pero tenía a mi hermano enfrente, era el momento.

Prolongué mis tentáculos con mucha cautela. Fui estirando dos con suavidad y delicadeza por sus piernas, seguidamente lo hice con sus brazos. Mis extremidades corrían por su cuerpo y estaba lista para acabar con su vida.

—De...dete...detente, Amara —suplicaba en susurro apenas pudiendo respirar, pero yo sólo fulminé con mi mirada—. Sé que eres tú, Amara, no lo hagas, aún hay bondad en ti.

—¡Mi bondad se terminó cuando me desterraste! —contesté con brusquedad—. ¡Ahora pagarás el precio! — Estaba lista para estrangularlo, pero Tupaq apareció frente a mí.

—Por el dios creador, Maleiea y por el Espíritu Protector, Seyuu — De su bastón salió una cegadora luz que me obligó a detenerme—, te ordeno abandonar la oscuridad que te ha consumido y liberarte de la venganza de la que se alimenta tu ser.

Pude ver como mis tentáculos se retiraban del cuerpo de mi hermano, se fueron encogiendo hasta convertirse nuevamente en piernas, mi piel verde se desvanecía para mostrar mi tez morena clara, mi cabello oscuro volvió a la normalidad, mi ropa se encontraba rasgada y una gran cantidad de bruma oscura abandonó mi cuerpo.

—Inka —susurré mientras mi hermano se levantaba —, perdóname, Inka— Mis ojos se aguaron—. No era yo... nunca fui yo — Mi hermano me abrazó y caí desmayada en sus brazos.

* * *

Al abrir los ojos al primero que vi fue a Tupaq dedicándome una mirada triste, Inka mantenía su vista fija hacia el mar. Miré hacia mi alrededor, me hallaba en una de las pocas chozas que quedaban.

—Ha despertado, Cacique —avisó Tupaq.

Mi hermano se dirigió hacia mí y me besó en la frente.

—Amara —dijo con tristeza—, todo está acabado, casi todas las chozas están hechas cenizas, gran parte de nuestro pueblo está muerto... las aves, nuestro símbolo representativo, no han venido desde tu destierro... los dioses nos han abandonado.

—Lo siento, Inka —bajé el rostro—. No había sido yo, ella estaba dentro mí tratando de salir, ella me ha controlado, ella me ha hecho hacer todo esto, no permitas que lo haga de nuevo — Tomé sus manos, logrando verme desesperada—, por favor. ¡No dejes que me vuelva a hacer daño!

—Tranquila, Amara, no volverá a pasar, estamos aquí para protegerte — Me abrazó con fuerza mientras una lágrima bajaba de su rostro.

—Tupaq, te debo disculpas, como ya lo he dicho antes, no había sido yo, era ella dentro de mí.

—Todo estará bien, Amara — Tras escuchar sus palabras noté que no me creía, Tupaq sospechaba algo y no se atrevía a decirlo.

—¿Qué haremos ahora? —pregunté con delicadeza.

Tupaq se dio media vuelta al igual que mi hermano, los dos fijaron su mirada al mar y evitaron darme la cara.

—Iremos al clan más cercano y allí buscaremos a nuestra gente refugiada —respondió Inka, sus palabras inspiraban esperanza—. Volveremos y construiremos nuevamente nuestra civilización, lo haremos juntos.

Mientras Inka hablaba, saqué un cuchillo que había guardado en mi pierna, bajo mi rasgado vestido y me le acerqué lentamente por detrás.

—Mándele saludos de mi parte a los Wayús muertos, querido hermano — Clavé el cuchillo en su cabeza, su cuerpo se tensó de inmediato, la sangre empezó a brotar de su herida y corrió por su cuerpo, luego cayó al suelo—. Me desterraste del clan, ahora yo te destierro de este mundo.

Tupaq se volteó y al ver a mi hermano muerto se llenó de terror.

Cada vez estaba más cerca, solo me hacía falta matar a Tupaq y mi venganza terminaría.

—Amara, no lo hagas — Retrocedió temeroso, sus ojos suplicaban perdón—. Te lo ruego, no lo hagas, Amara — Verlo suplicarme me traía diversión.

Mi risa retumbó en la choza mientras la oscuridad regresaba a mi cuerpo, cual hijo regresa a casa de su madre. Mi piel se tornaba verde, mi cabello se ondulaba y mis tentáculos emergían, hasta que poco a poco me fui transformando nuevamente en lo que decidí ser, me convertí en Medusa Acuática.

Estiré mis tentáculos por su cuerpo, lo tenía apresado totalmente, luego estiré mi cabello e hice que rodeara su cuello, le di un apasionado beso mientras lo ahorcaba a paso lento, hasta que Tupaq cayó muerto al suelo; había cobrado venganza.

Salí de allí y terminé de destruir todo, las chozas ardían en fuego, todos estaban muertos y los dioses habían abandonado a mi gente.

Sólo el Templo quedaba en pie, entré allí y vi el Libro Legendario, lo único que restaba de mi clan, si destruía el libro, acabaría con todo lo que quedaba de nosotros, y aunque había más Wayús por la zona, repartidos en diferentes clanes, me desharía de quienes alguna vez se burlaron de la mujer que una vez fui.

No lo pensé más, tomé el libro con mi cabello y derribé el Templo con mis tentáculos, al salir, arrojé el Libro Legendario al fuego y me quedé allí hasta ver todo hecho cenizas.

Mi venganza había terminado, acabé con todos y con todo, no me arrepentía de nada.

Las llamas y el humo se propagaron por el lugar mientras volvía a la playa. Me sumergí lentamente en el mar. Ya todo había terminado y era momento de un descanso.

Poco a poco nadé hacia el fondo del mar, confundiéndome con la oscuridad de lo profundo.

* * *

Amara, ¿por qué lo has hecho? —preguntó él en mi cabeza, no lo veía, pero sabía que era él y se estaba contactando conmigo.

El poder me ha corrompido, Poseidón —contesté con brusquedad—, y no me arrepiento de nada de lo que hice.

Traté de salvarte...

Pero no lo hiciste, dejaste que eso me llevara y me convirtiera en Medusa Acuática. Ahora la oscuridad es parte de mí y yo soy una con ella. Tu enemigo se convirtió en mi creador. No vuelvas a hablarme, ni a buscarme, esto se ha terminado.

Mis palabras silenciaron la conversación, él obedeció y no hubo más rastro de su voz en mi cabeza. Me sentía libre y debía sobrevivir, él una vez me había dicho que Atlas ocultaba muchos secretos y peligros. Ahora lo sabía, yo era uno de esos peligros y permanecería en secreto por un largo tiempo.

* * *

Desperté una vez más en la oscura cueva, como ya se estaba haciendo costumbre en mi vida. Sentía que era momento de masacrar una vez más a un pueblo y asentí para mí misma, decidida.

Salí de la cueva y nadé hasta llegar a la superficie, vi a muchas personas bañándose en la playa, al parecer el tiempo había pasado y yo dormí mientras lo hacía.

Las personas ya no vestían de la misma manera de antes, no noté chozas, veía grandes construcciones. Era muy notorio, la civilización había avanzado y yo dormí durante todo ese tiempo.

Mientras salía del agua las personas gritaban y corrían escandalizadas. Alcancé a atrapar a algunas personas y las estrangulé con mis tentáculos, dejando caer sus cuerpos en el agua, pude destruir algunas construcciones que se hallaban en la playa, pero esa vez costó más trabajo.

Los minutos pasaban y yo seguía destruyéndolo todo, ya no había nadie, los que huían se habían ido y el resto estaban muertos, me dirigía a volver a mi cueva, cuando sentí una presencia extraña.

Di media vuelta y volví a salir del agua, me acercaba cada vez más a algo extraño que se formaba en el aire.

La luz blanca cada vez se hacía más grande, hasta que se convirtió en lo que podría describir como un portal de otro mundo, era extraño, hombres con trajes de metal y vestidos de blanco salieron de allí con unas especies de armas. Me tenían rodeada.

Me apuntaron con sus armas y quien parecía ser su líder dio un paso adelante.

—¡Deténgase, queda arrestada en nombre Reino Mágico! — Lucía imponente—. De ahora en adelante, ya no volverá a atormentar ni a matar a más personas. La humanidad estará a salvo de seres como usted.

—Jamás me atraparán sin luchar.

Estiré mis tentáculos hacia aquel hombre, pero él sólo alzó su mano y lo que parecía un escudo de energía chocó con mis extremidades.

Los hombres dispararon bolas de energía de sus armas, las contraataqué con mis tentáculos, pero eran demasiados. Estiré mi cabello y alcancé a derribar a algunos de ellos.

El hombre pronunció algunas palabras que no alcancé a entender y de sus manos lanzó un gran rayo que me derribó y me dejó inconsciente.

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