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"Todavía estoy aguantando
Sigues siendo el número uno.
Recuerdo el olor de tu piel,
lo recuerdo todo.
Recuerdo todos tus movimientos.
Te recuerdo".
— Please Forgive Me - Bryan Adams.
Era una fría mañana de invierno de 1970 cuando Kim Taehyung nació en medio de la habitación de sus padres y asistido por sus dos abuelas. Como cualquier niño, él creció, se educó y vivió una vida plena, llena del amor que tanto sus padres como el resto de su familia le entregaban cada día. Sin embargo, existía algo en él que para su familia no tenía explicación... Taehyung era capaz de comunicarse con sus antepasados y espíritus del más allá.
Al principio, su familia no lo tomó demasiado bien ya que, con diez años, Taehyung les comentaba a sus padres que su fallecido abuelo estaba allí en las reuniones familiares o se reía cada vez que mencionaba a algún espíritu juguetón que pasaba por allí. Para ese entonces, él no le veía nada malo sino hasta que cumplió la mayoría de edad y fue el inicio de sus pesadillas.
Taehyung había visto entes malignos, claro que sí, más nunca les dio importancia. Incluso siendo un infante jugaba con ellos o les ofrecía sus camiones de madera que su abuelo le hizo meses antes de que naciera.
Estos entes jamás le hicieron algún daño y él quería creer que se trataba de un niño pequeño y que su amabilidad los enterneció en su momento.
Cuando cumplió los catorce años, él comenzó a ser perseguido por lo entes malignos de su infancia. Aquellos que alguna vez los consideró una buena compañía, al crecer pretendían hacerle daño. Para ese entonces, Taehyung estaba acostumbrado a ese "don" que se le fue dado, según su madre, él era privilegiado.
Había perdido el control, Taehyung realmente quería que pararan y lo dejaran en paz y fue por eso que se limitó a ignorarlos luego de unos consejos que tomó de su abuela materna, quien también poseía su mismo don.
Él era un médium y serlo en los años noventa aún era algo mal visto por las personas, peor por los científicos o psicólogos de la época.
Y así fue como Taehyung continuó su vida, tomando la decisión de ignorar a cualquier espíritu o ente que quisiera acercarse a él, ocultando así también lo que era.
Ninguno de sus amigos lo sabía, exceptuando a Seokjin. Su hyung era un fanático del mundo espiritual, del matrimonio Warren, una pareja de investigadores de lo paranormal muy famosa en los Estados Unidos, y de alguna manera siempre sospechó que Taehyung tenía una facilidad enorme para conectarse con el más allá. Cuando lo descubrió, quiso actuar de asombro y el más bajo lo captó al instante, pidiéndole que dejara de ser ridículo con su actuación.
Fueron algunos años los que le tomaron para aprender a controlar ese pequeño impulso que nacía de él al presentarse un espíritu o a ignorarlos cuando lo perseguían a todas partes después de que descubrían que tenía el don de poder verlos sin problema. Este último fue difícil, pero no imposible para el pelinegro.
Era el invierno de 1991 cuando despertó el día de su cumpleaños, un 30 de diciembre. Ese día había decidido tomar un café y quizá visitar su museo favorito, tenía deseos de tener un día tranquilo y sin el alboroto que sus amigos o sus propios familiares armaban cada año para aquellas fechas.
Tan pronto como procuró abrigarse bien para la nevada, salió de su apartamento. Caminó un par de calles hasta la cafetería que Namjoon, ex compañero de la universidad y mejor amigo, había abierto hacía unos días. Oyó de bocas ajenas que el lugar era excelente y quería comprobarlo.
Todo el trayecto a la cafetería mantuvo sus manos con sus guantes puestos y descansando en los bolsillos de su tapado. A veces temblaba al sentir la brisa fría chocando contra su cuerpo y los copos de nieve cayendo justo sobre sus ondulados cabellos negros.
Media hora después, Namjoon mismo fue quien lo atendió, recibiéndolo con un café y unos panqueques pequeños. Soltó un gemido de gusto mientras su boca disfrutaba de ese delicioso desayuno al que el mayor lo había invitado únicamente por su cumpleaños.
— Disfrútalo, pequeño Tae.
Miró a su alrededor, observó a la gente huyendo de la tormenta de nieve que se formó en el momento justo que Taehyung ingresó al local, salvándolo de una posible tragedia. Las campanas de la puerta sonaron una vez más, anunciando a otro ciudadano neoyorquino escapando del fuerte temporal afuera.
— ¡Kim! —Un hombre de unos cuarenta años, de apariencia encantadora abrazó a Namjoon.
— Hola, Jimin. Un gusto verte —sonrió su mejor amigo, Taehyung os veía con curiosidad y aún más por el chico que venía a su lado, el cual no había abierto su boca en ningún momento—. ¿Lo de la semana pasada, hyung? —El tal Jimin asintió y se sentó frente a la barra. El chico a su lado, un chico de cara pálida y expresión divertida se colocó frente al hombre.
Taehyung analizó la situación y su cabeza se aclaró, tuvo sentido cuando Namjoon le sirvió a Jimin su comida y se retiró, ignorando la otra presencia que parecía custodiar al castaño.
Y sin quererlo, aquel pálido y Taehyung conectaron miradas, este último quiso pasar desapercibido y beber su café, pero era demasiado tarde. Ese espíritu ya se encontraba a su lado, con los ojos muy abierto y parpadeaba seguido.
— ¿Puedes verme? —No contestó—. Mmm... Eres asiático —El chico rascó su barbilla y seguido le habló en coreano, porque un presentimiento lo llevó a creer que Taehyung tenía ascendencia coreana—. ¿Eres de Corea? ¿Puedes entenderme? —De nuevo, Taehyung lo ignoró y eso enfadó al pobre muchacho—. ¡Oye! ¿Me puedes ver? Claro que puedes, nadie ha logrado en años, exceptuando a los niños. ¡E-eso no importa! ¿Eres algo así como un brujo o médium?
— Te invito a que te vayas —Le susurró sin mirarle—. Espíritu, ente maligno o lo que seas, vete de aquí. Como dice la gente ignorante de aquí: Camina hacia la luz.
— Yo no soy malo —dijo—. Bueno, eso me dijeron por allá arriba —Esta vez, el pelinegro levantó la vista, percatándose del puchero en los labios ajenos.
Él se había prometido no volver a interactuar con ninguna alma, nunca más. Y en ese momento sintió la enorme necesidad de ayudar a ese chico que veía al tal Jimin sentado frente a la barra, saboreando muy feliz su desayuno.
— Si puedo verte y oírte también, ¿y eso qué?
— Qué humor —susurró el chico—. Ayúdame —pidió con amabilidad y Taehyung negó—. Solo... Quiero decirle algo a Jimin. Por favor.
— Eso no pasará. Vete a la luz y descansa en paz, déjalo tranquilo.
— Quiero despedirme. Esperé más de veinte años por esto. —El pelinegro suspiró e hizo a un lado su plato de panqueques y café ya vacío.
— De acuerdo. ¿Cuál es tu nombre?
— ¿Mi nombre? ¡Min Yoongi! ¿Tú... vas a ayudarme? —Lo miró con inseguridad, el chico se veía muy tierno ante la mirada del médium. Asintió y aquel espíritu sonrió—. Gracias. Uh... Jiminnie es este de aquí —señaló donde efectivamente se encontraba el hombre que, al parecer, era amigo de Namjoon—. Es bonito, ¿verdad? Yo le dije que cuanto más envejeciera, más hermoso sería con el tiempo.
Oh, al pelinegro le brillaron los ojos por un momento cuando oyó esas dulces palabras y decidió acercarse a Jimin con precaución, tampoco quería que ese hombre lo viera como un atrevido.
Con los nervios casi arruinándolo y con Yoongi a su lado, carraspeó para llamar la atención del castaño.
— Hola. Uhm... Soy Taehyung. —Jimin alzó sus cejas y luego le sonrió.
— Su sonrisa es encantadora, ¿cierto? —Yoongi habló.
— Cállate. —le respondió Taehyung con el ceño fruncido, pero no podía negar que el chico tenía razón.
— ¿Perdón? —El pelinegro entendió que debió haber ignorado a ese paliducho en vez de prestarse a pasar semejante vergüenza.
— Lo siento. Este... Sonará ¿raro? Y quizá me tome como un loco, pero... —respiró profundo—. Soy médium. Yo puedo comunicarme con el más allá.
— Yo no creo en esas cosas, querido Taehyung.
— ¡Mentiroso! —Yoongi exclamó, golpeando con su palma la cabeza de Jimin. Taehyung lo miró acusatoriamente, queriendo que se comportara, aunque nadie en ese lugar pudiera verlo exceptuándolo a él.
— Puede que usted no crea y lo esté molestando en su desayuno, pero un espíritu, su nombre es Yoongi. Ha estado molestándome desde hace rato y, siendo sincero con usted, me está hartando. Tal vez no me conozca ni yo a usted, pero Yoongi si lo hace y por eso estoy hablándole. —Le explicó, tratando de no verse demasiado loco.
— ¿Me puedes explicar cómo conoces a Yoongi? Si estás jugando conmigo, te juro que-
— Yoongi está aquí conmigo —interrumpió—. Me ha dado a entender que murió hace más de veinte años. —Esta vez, a quien le brillaron los ojos fue a Jimin. El castaño dejó su desayuno de lado para prestarle toda su atención al chico extraño que decía conocer a su difunta pareja.
— Stonewall, 1969. Eso fue hace veintiséis años atrás. Estamos en los noventa, creo que puedo decirlo con algo de tranquilidad... Yoongi fue mi novio.
Jimin, después de años aún podía escuchar los gritos de horror, los estruendos que no hacían más que dejarlo sordo mientras él intentaba escapar, los policías causando problemas. Fue el día más aterrador de su vida, sufrió y vio casi al borde la muerte a inocentes solo porque no eran considerados personas normales; para la sociedad, ellos eran animales o bichos raros que no debieron salir de sus casas, jamás. Odió que ese 28 de junio de 1969 la vida de Min Yoongi, con el que creyó iba a vivir una historia de amor para toda su eternidad, se le fue arrebatada de la manera más monstruosa e injusta posible. Y tan solo por... amarlo. Y nunca oyó su nombre en la televisión, nunca nadie hizo justicia por esa muerte, solo pasó a ser... basura.
Sólo eran dos personas queriéndose como las parejas en las películas viejas, con la única diferencia de que lo de ellos tendía a ser diferente. Eran hombres. Y un masculino con otro masculino no estaba bien. Los dos pecaban.
Nadie fue el mismo desde aquél día. Jimin no fue la excepción, porque su alma había partido el mismo día que tuvo que ver como su Yoongi hyung era enterrado.
Stonewall había dejado huella en él y en cada uno que luchó por sus propios derechos durante tres interminables y duros días. La sociedad era malvada en ese entonces y la revuelta dejó marcas en su piel, en su corazón y en su alma.
«Ustedes son enfermos. Esto es terrible». Fue una frase de su madre que lo acompañó por muchos años desde aquél día de comienzos de verano.
Y Taehyung tuvo muchos sentimientos encontrados al encontrarse con la mirada de Jimin y luego la de Yoongi, quien ahora parecía entregarle varios besos en la mejilla a su... novio. Porque para ese pálido con la expresión más seria que el pelinegro podía haber visto en su vida, la palabra "novio" permanecería por siempre aun él no estuviera presente de manera física.
— Dile que lo siento. Por todo. Por haberme dejado manipular por mis padres e ignorarlo tanto tiempo, por haber aceptado que yo lo amaba a tan solo dos meses antes de que me asesinaran injustamente por amar a un hombre como él. Taehyung, dile también que lo he visto crecer como persona, que estoy feliz de verlo frente a las marchas LGBTQ+ que hemos soñado asistir en el tiempo que estuvimos juntos. Dile que lamento haber llegado casi treinta años tarde para decirle que lo amo y que odio haberlo abandonado tan pronto.
El pelinegro repitió palabra por palabra de ese chico, Jimin mientras tanto no podía contener sus lágrimas. Le parecía increíble que el amor de su vida lo hubiera acompañado durante esos largos y dolorosos años, porque a pesar de haberse ido hace veintiséis años atrás, Jimin lo sentía como si hubiese sido ayer mismo. Su primer y último amor significó mucho, tanto que jamás se enamoró de la misma manera, jamás amó a otra persona de la misma forma o al menos parecida como alguna vez lo hizo con Yoongi.
Él continuaba su vida con mucha felicidad, yendo a las marchas por sus derechos, haciendo donaciones a centros que atendían a pacientes con SIDA, él siendo uno de ellos hacía pocos años atrás. Y así era su vida día a día, ayudando a los demás, como siempre se imaginó haciéndolo, como su Yoongi hyung lo imaginó desde el instante que aceptó que amar a Jimin era tan normal como amar a una mujer. Y aunque luchó por sobrevivir a los golpes que la policía le daba en aquel bar, su cuerpo ya no podía y se le fue de las manos. Su Jiminnie se le fue de las manos.
— Continúa diciéndole que lo amo y seguiré entregándole mi corazón en nuestras próximas vidas. Y que lo veré en unos cuatro años, Él ya me dijo su destino. —susurró, aunque Taehyung lo escuchó y decidió que lo último dicho por Yoongi no lo diría. Sabía a lo que se refería, el Él era Dios y su destino daba referencia a su próxima reencarnación. Entonces, con mayor razón no le diría algo así a ese hombre. No estaba en sus manos y tampoco le correspondía.
— Él repitió que lo ama y dice que seguirá... oh, mierda —tragó saliva, tratando de quitar el nudo que se había formado en su garganta. Todo lo que Yoongi le decía hería a Taehyung y le daba paz a Jimin—. Lo siento. Yoongi seguirá entregando su corazón a usted en las próximas vidas que tengan juntos.
El pelinegro pudo observar como Yoongi dejaba un último beso en la mejilla a Jimin, se giraba a él y le daba una reverencia corta, diciéndole cuán agradecido estaba por haberlo ayudado y que ya podía irse tranquilo.
Taehyung jamás se vio en la necesidad de dar mensajes del más allá, él era muy tímido para comunicarse con las personas, pero quiso creer que ese paliducho lo impulsó a hablar con Jimin de alguna forma que no comprendería ni leyendo muchos libros del mundo espiritual.
Claro que tampoco esperó que Yoongi le enseñara unas margaritas tendidas en el suelo antes de irse. Miró a Jimin, lucía un poco mejor que minutos antes y eso le provocó una sonrisa.
— Me enseñó unas margaritas, ¿tiene algo que ver con usted?
— Un día antes de su muerte, Yoongi y yo fuimos a un campo repleto de margaritas. Son mis flores favoritas.
— Ya veo. En serio lamento esto, pero me vi algo obligado.
— Tienes un don que cuidar, querido Taehyung. Sin que te des cuenta puedes hacer feliz a mucha gente, nunca te avergüences de lo que eres, ¿de acuerdo?
— De acuerdo.
— Y gracias por hacerme saber que nunca estuve loco cuando sentía a Yoongi cerca todos los días.
— Fue un placer. El mundo espiritual es algo complejo y maravilloso. Y disculpe mi atrevimiento, pero ¿Yoongi le daba muchos besos en sus mejillas?
— Le encantaba hacerlo. ¿Por qué?
— Porque antes de irse, sonará gracioso, le dio un par de besos en su mejilla.
— Lo sé. Créeme que sí, querido Taehyung.
Lloré mucho haciendo esto y más hablando sobre Stonewall, pero valió la pena porque me encantó el resultado. Lo hice en un día muy lluvioso así que es bastante especial para mí. Agrego que nadie falleció el día de la revuelta, así que por obvias razones la muerte de Yoongi es ficticia.
ALEX 🧊
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