Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

MÉDIUM

------------📜------------

Nuestro ligero equipaje de mano se encontraba en la posada y precisamente allí nos dirigíamos Luciel y yo.

Mi trabajo como médium me trajo hasta un pequeño pueblo junto al pie del gigantesco castillo en este basto reino.

Lo que el tabernero creía que era una maldición, resultó ser su propio gato que se encargaba de arruinar su cocina por las noches y romper todo objeto de vidrio a su paso.

Una vez el descubrimiento fue hecho me sorprendí por la facilidad con la que todo se solucionó, mis trabajos nunca son tan sencillos y mi intuición me termina arrastrando a resolver conflictos mucho más... prioritarios que un simple gato rebelde.

Pero estábamos felices de la facilidad con la que se resolvió todo.

—¿Trajiste el dinero, Nara? —preguntó Luciel frente a un puesto de comida ambulante.

Cierto... sabía que algo olvidaba.

—Lo dejé en mi bolsa... carajo.

—Por eso insistí en llevarlo yo, pero no, tuviste que ser la persona más obstinada de la tierra —dijo acomodando sus anteojos, casi rozando con sus dedos ese largo flequillo que llegaba a sus oscuras cejas.

—Así me quieres, Luciel.

—Todos sabemos que estoy contigo por la paga, no seas impertinente —aseguró con falsa seguridad y me observó hacia abajo ya que es ligeramente más alta que yo.

—Impertinente tú, tengo un año más de vida y deberías tener un gramo de respeto. —me quejé abanicando mi rostro y sonriendo pícaramente al final— ¿Hoy sí dejarás que adivine tu futuro?

Mi acompañante y más fiel compañera de trabajo me clavó su usual mirada de desagrado ante la idea.

—Después de tantos años trabajando juntas no puedes decirme que no crees que pueda acertar a cuál será tu destino. —Me jacté cruzando mis brazos sobre mi pecho y ella apartó la vista con una expresión seria, volviendo a acomodar sus gafas y abriendo su confiable libreta de anotaciones.

—Es todo lo contrario, estoy tan segura de tus habilidades, que no quiero arruinar las sorpresas por venir en mi vida. No me gusta saber el final antes de leer la obra, por eso mismo no permitiré jamás que leas mi fortuna. Además, no "trabajamos juntas", solo soy una insulsa secretaria para ti.

—Una secretaria bien remunerada.

—Debería empujarte dentro de la primer zanja que vea —pensó en alto y ambas reímos.

—Ya, ya, era broma... Es solo que... No lo sé, no eres solo unq ayudante, eres mi fiel compañera.

—Sinónimos.

—¿Y qué puedo hacer? ¿Qué deseas? —pregunté seriamente y esa delgada figura me miró fijamente.

—No es algo que puedas darme...

Llevó una mano a un mechón de mi cabello rebelde y en ese instante me detuve a observar sus facciones: tes clara, labios finos casi siempre en una línea recta y pensativa. Esa delgadez prominente sin atributos deseables por la sociedad. Ojos de un celeste particularmente claros, ocultos por sus gafas y cabello oscuro hasta sus hombros.

Todo acompañado de ese latente aire de desinterés a cualquier cosa que no sea relacionado a nuestro trabajo o mi bienestar, con ese poco agraciado andar como si contonear sus huesudas caderas no fuese algo que nos enseñaron desde niñas como algo necesario al andar, simplemente un pie delante del otro igual que cualquier hombre sin clase, olvidando nuestros años de estricta educación.

Gracias a ello y los peligros de dos mujeres viajando solas, que por más que pudiéramos defendernos no dejaba de ser algo que atraía los problemas, Luciel se vestía como hombre.

Bueno, no es que fuese masculina, ya que no era el caso. Pero su rostro como tal era realmente simple y pasaba tan desapercibida su presencia que nadie ponía atención realmente a qué o quién era.

A Luciel no le importaba su atuendo o qué pronombre usasen en ella, ya que el cómo la vieran los demás no afectaba en absoluto su forma de verse a sí misma y como ella se definía. Así que simplemente seguimos durante meses de ese modo hasta acostumbrarme a verla y tratarla como jóven frente a extraños.

—Intenta explicarte.

Soltó un bufido bajo y rodó los ojos:

—Todos conocen tu nombre: la asombrosa Narán Rød. —Frunció ambas finas cejas detrás de las grandes gafas— ¿Sabes cuántos conocen el mío? Creo que ni mi madre sabe que me llamo Luciel Cyanide.

«Yo sé cómo te llamas, siempre lo he sabido» pensé, restándole importancia a sus absurdos comentarios.

Era una persona simple y sin nada en particular llamativo o memorable, por lo que era habitual que las personas se olvidaran de que siquiera está conmigo, a pesar de que siempre vamos juntas a realizar casi cualquier trabajo.

No veo relevancia en ello, mis acciones no son por fama, sino porque es mi deber. No todos los días nacen personas con habilidades singulares y en algunas regiones en vez de otorgarle elogios, las queman vivas, por lo que mi posición siempre varia entre las rosas o las brasas, dependiendo de a dónde fuésemos.

Pero es mi deber hacerlo, los espíritus no poseen voz que sea bien escuchada por los vivos, las presencias malignas no escuchan de razón, debo hacerlo porque nadie más puede. Quizá unos pocos más como yo, pero no los suficientes y las coronas más brillantes son las más pesadas de cargar.

No me desagrada del todo, porque cada ser humano tiene un propósito y pude pasar el resto de mi vida buscando el mío, en cambio, lo descubrí muy joven y (aunque es duro a veces) eso me ahorró tiempo e hizo que pudiera ayudar a muchas personas en el proceso.

—¡Narán Rød! —Giré mi rostro en dirección al llamado y para mí sorpresa no era nada paranormal, ya que Luciel también vio en esa dirección.

El carruaje más lujoso que he visto desde que llegué a la región acababa de detenerse de repente y una exageradamente efusiva mujer agitaba su abanico a modo de saludo.

—¿Esa es...?

—Sí —afirmó Luciel en un rápido análisis a sus vestimentas y adornos—: la reina de Osira.

—Su majestad. —Hicimos una reverencia al saludarla y ésta, restándole importancia a las formalidades, nos invitó a subir a su carruaje.

—La boda de mi bella hija se celebra hoy y no habría mejor regalo que su presencia en el banquete, Lady Rød.

Respiré hondo, cerré mis ojos y esperé alguna clase de señal. No obtuve nada en particular, miré a Luciel y me escogí de hombros.

—¿Iremos? —preguntó cerca de mi oído.

—¿No tenías hambre? Si algo tienen los reyes es: sífilis y comida a montones.

—Sobre todo en sus pretenciosos banquetes...

Las dos asentimos como buenas vagabundas muertas de hambre y extendiéndome la mano Luciel me ayudó a subir como un buen caballero, seguido se sentó a mi lado.

—Su alteza, no contamos con trajes adecuados a la ocasión.

—Les proporcionaré todo lo que necesiten —ofreció y una sonrisa se formó en mis labios.

—Dos vestidos, entonces —solicité y se asombró, después miró a Luciel por primera vez y se encogió de hombros.

Agradezco estar en esta parte del mundo ahora mismo, en otras, vestir ropa masculina es considerado un pecado si eres mujer y viceversa.

Una vez ambas nos encontramos listas, es decir, yo estuve lista después de lo que parecieron horas de preparativos, recordé nuestro primer encuentro, donde ella tenía un vestido color gris. Menos vida imposible. Parecía un fantasma y como estoy acostumbrada a verlos me sorprendió cuando otros también pudieron verla, hasta que entendí que era un ser de carne y hueso.

En cambio ahora usaba uno plateado y gris con detalles en negro de alta costura... Realmente hermoso. Luciel lucía espléndida... pero se negó a dejarse arreglar exageradamente el cabello y simplemente se colocó una orquídea planteada en su costado.

Yo por mi parte tenía uno rojo con detalles negros bordados e incrustaciones de joyas en las terminaciones de las flores. Maquillaje suave y un peinado recogido con ligeros mechones ondulados que se revelaban ante el orden.

—Extrañaba verte usando vestidos —dije casual antes de sonreír y llevó dos de sus dedos a su flequillo sobre su frente, acomodándolo.

—Es solo ropa, sigo siendo la misma —contestó con simpleza y un ligero rubor— Y no pienso maquillarme o arreglar mi cabello tanto tiempo como tú, en vez de gastar tiempo en eso pude traer deliciosos bocadillos casi reventar.

—Algunas cosas nunca cambian —aseguré negando con la cabeza y tomé su mano de improviso—. Vamos.

Extrañamente quedó en silencio y presionó sus dedos contra la tapa de su vieja libreta de anotaciones que cargaba en su mano contraria.

Sin duda ese objeto debe ser una reliquia familiar o algo, ya que lo tiene siempre consigo.

                                          💭💭💭

Después de comer hasta estar satisfechas y ver a Luciel tomar notas como siempre, comencé a deambular por el castillo.

A veces hago cosas que no sé si son por iniciativa propia de querer solo caminar o si es algo paranormal lo que me incentiva a ir en tal dirección.

Me detuve frente a un gran salón secundario con varias puertas que supuse eran las habitaciones de invitados.

Allí en medio de absolutamente nada, joven de cabello rojo ir de un lado a otro frente a una puerta, casi desesperada queriendo abrirla, ansiosa y nerviosa.

—Yo también camino y me muevo de acá para allá cuando estoy inquieta, es normal —dije y se asustó por mi voz.

No dijo nada, solo se quedó paralizada.

Le devolví la mirada enarcando una ceja por mi evidente confusión y de nuevo: nada.

«Ok... Que incómodo»

Inquieta por su silencio me giré a ver a mi alrededor, «tal vez algo detrás de mí la aterró» pero cuando volví la vista al frente, ella no estaba.

No pasaron ni cinco minutos que escuché a una voz ya conocida chillar desesperada: la reina.

—Esta boda es más singular que al resto que hemos asistido—susurré en el oído de Luciel y atrapando mi rostro con sus largos dedos me hizo mirar al frente con su sería expresión. 

—Algo sucedió.

—¡Secuestraron a la dama de honor, la princesa Lían de Bershka! —alertó la mujer portadora de la corona y fruncí mis cejas.

Alguien había secuestrado a una dama de honor y asesinado a sus escoltas de manera extraña, ya que sus heridas no eran en absoluto graves como para morir de ese modo, asumiendo que fueron envenenados.

No tenía sentido para mí, hasta que Luciel me informó la situación general: esa niña, amiga de la infancia se la princesa de este reino, era una importante princesa de un país vecino y aliado.

Un lugar conocido por concebir feroces e implacables guerreros. Una nación fuerte tanto política como socialmente, con un pueblo que amaba a su justo rey y un rey que atesoraba a sus súbditos.

En otras palabras: la guerra se desataría si algo le sucede a esa joven en tierras vecinas. Era deber de este reino proteger a sus invitados, pero como es un país próspero y pacífico nadie sospechó que algo así podría ocurrir.

Luciel describió físicamente a la muchacha y al instante supe que ese cabello rojizo era algo que vi recientemente.

¿Por qué la vi en el castillo si claramente la raptaron?

—¿Quién haría semejante cosa? —sollozaba Mía, la dulce princesa de cabello castaño y tes morena, afligida por la incertidumbre y el pánico.

—Los ayudaré a encontrarla —me ofrecí y Luciel abrió sus ojos, mas no se asombró, así eran nuestros viajes después de todo.

Quizá por esto el destino me trajo hasta aquí.

Pudo ser una visión.

Puede seguir con vida... todavía.

Las voces de la gran cantidad de invitados nerviosos, curiosos y alterados no me permitían ver lo que estaba buscando.

—Nara, despeja tu mente y búscala —dijo Luciel con su tono de voz neutro, a pocos pasos de mí.

Ella siempre me tranquilizaba.

Me concentré cerrando los ojos en el mismo lugar donde la vi anteriormente y le rogué a lo que fuese que me otorgaba estas visiones, que me concediera un poco de su fuerza para ver a la princesa otra vez.

—La veo —afirmé abriendo mis ojos de repente.

El lujoso entorno donde me encontraba físicamente empezó a cambiar, viendo como una precaria vivienda tomaba lugar a medida que esa neblina similar al humo se esparcía hasta esclarecer la imágen ante mis pupilas.

Donde estaba se volvía más claro a medida que me concentraba, aunque lo percibía como estar medio dormida, esa sensación de un estado semiconsciente. De repente se me mezclaban las realidades y me centré en no dejar de enfocarme en dónde estaba ella.

La llamé a gritos, todos los invitados del gran salón frente a las puertas me miraban mientras caminaba esquivando sillas que ellos no podían ver, ya que claramente eran objetos que se encontraban dónde fuese que estuviese y me movía como si estuviese en la cabaña donde estaba cautiva, eso explica por qué no me contestó cuando le hablé por primera vez.

Quizá ni siquiera me vio a mí realmente en esa situación.

Pero tenía una pista, ella estaba viva y la reina la quería de vuelta, felicitándome frente a todos los presentes al dar detalles como sus rasgos, lunares particulares y vestimenta de esa princesa la cual no había conocido con anterioridad y comprobaban que efectivamente la estaba viendo.

Cuando mi entorno regresó a la normalidad, todos los nobles e incluso la servidumbre a mi alrededor estaban aplaudiendo cómo su fuese un maldito espectáculo. Es la vida de una persona la que está en juego. Además, una persona muy importante políticamente.

Les sonreí forzadamente, aunque un poco emocionada por los cumplidos, halagos y palabras de aliento.

Mis ojos se encontraron con los de Luciel y la vi hacer una mueca de enfado cuando la empujaron para rodearme, siendo excluida completamente de los vitoreos.

Yo le dije que todo estaba bien moviendo los labios sin emitir sonido, pero no encontré palabras adecuadas para aliviar su irritación, porque tampoco la comprendía.

Los dos condes a mi derecha la vieron e hicieron comentarios despectivos con respecto a su apariencia sin gracia ni porte. Alegando que era muy poca cosa para ser siquiera mi "sirvienta".

Ella no era mi sirvienta, era mi compañera, pero no pude defenderla. La trataron como una basura en mi presencia y no dije nada al respecto. Me sentí abrumada por toda la situación, contrariada por sus posiciones y en el fondo, una parte de mí odiaría admitir que incluso yo alguna vez pensé "Luciel es bastante común".

Estúpido pensamiento arrogante, sin duda ella estaba muy alejada de lo "común", pero en ese instante no supe valorarla como correspondía.

—¿En serio vas a hacer un show de esto? No puedo creerlo —maldijo una vez frente a mí y fruncí mis castañas cejas.

—No hice nada más que mi trabajo.

—Y como siempre dejándome atrás —sentenció entrenando su rostro tan cerca del mío que percibí el calor que emanaban de su piel—. Eres un desastre sin mí.

—¡No te necesito! —contesté igual de altanera.

—¡Sí, claro! Siempre estoy ayudándote y tú pasas de mí por completo.

—¡Cállate y madura de una vez!

Ambas nos callamos al ver que las personas a nuestro alrededor nos estaban mirando.

Rescatar a esa joven era lo primordial, después vería qué hacer para arreglar mi situación con Luciel.

Siempre nos arreglábamos, después de tantos años juntas pelear de vez en cuando era inevitable, del mismo modo que no podía imaginarme más de un día enojada con ella.

De repente pude distinguir en la actual imagen que apareció en mi campo de visión, a la jóven Lían la mantenía cautiva un hombre con sobrepeso y sudor sobre precaria ropa.

Oí cómo la sometía y no pude hacer nada. Sus gritos eran abrumadores, esta es una de las peores partes del trabajo, poder ver y oír atrocidades o aberraciones. Para la suerte de la jóven, antes de que mancillara su virtud y manchara su honor, consiguió golpearlo y correr lejos de él.

La seguí, preocupada. Aliviándome cuando la vi adentrarse en una abertura en la pared. La casa estaba construída utilizando a la pequeña ladera más prominente de una colina como soporte. Su vestido se rasgó porque la abertura se iba estrechando y no se detuvo hasta estar lo más adentro que pudo.

Fue difícil ignorar sus gritos de auxilio, ese llanto que se aferraba a la vida y a su vez se creía pronta a morir en manos de ese hombre. Oírla y saber que ella, a pesar de creer que nadie la podía escuchar, no dejó de intentarlo. Se sentía sola, herida y aterrada por primera vez en su corta vida y nadie la encontraría si yo no encontraba el modo de hacerlo.

Necesitaba detalles, pistas, lo que fuese que me diera un indicio. Pero como siempre, las visiones son borrosas y enfocar la vista es difícil.

Debía ser fuerte y seguir viendo, aunque mis manos temblaran por la impotencia.

Me moví y memoricé cada sector, pedía por favor algo, lo que fuera, para poder empezar a buscar y milagrosamente pensé en algo bastante lógico: ¿Cómo entraron y salieron del castillo sin ser vistos en primer lugar?

Entiendo que el ajetreo pudo abrir brechas en la seguridad, pero llevarse a un ser humano sin ser visto por nadie ya era demasiado.

Mi entorno cambió de nuevo, dándome cuenta que cada vez se volvía más lujoso, ahora me mostraba un ala diferente y desconocida del castillo, como una sala donde había niños.

Salí de mi trance y caminé orgullosamente hasta Luciel. Le mencioné esto y me comentó (todavía con su cara de pocos amigos) que del otro extremo del gigantesco complejo había un salón como el que mencioné, ya que era conocida como la habitación de los huérfanos del rey.

No son hijos del rey, sino un proyecto orquestado por el monarca para los huérfanos, tanto de de nobles como de fieles sirvientes del castillo fallecidos en la antigua guerra. Después de esa masacre y la amena paz posterior, siguió en funcionamiento para los pequeños sin tutores dentro del círculo alrededor del castillo y zonas cercanas.

Era prácticamente un orfanato lujoso que cuenta con un terreno exterior y un ala especial donde se educaba a estos niños para que fuesen útiles en la sociedad y casi siempre se les encontrara una buena familia adoptiva a edad temprana.

Caminando rápido llegamos allí, el sujeto que cuidaba de ellos se vio fastidiado cuando empecé a hablar y al parecer no era amigable o tal vez un religioso extremista.

Después de hablar con dos niños sobre qué habían visto, cómo, cuándo y si recordaban algún rostro en particular, el tercero se vio inquieto.

Lo llevé a una habitación con tres espaciosas camas, a solas, lejos de los demás infantes y el ruido constante.

—¿Algo inusual ocurrió hoy?

Sintió y sentí que algo no estaba bien, en otras palabras, iba por el camino correcto hacia la solución.

Por la puerta entró el antipático cuidador y rodé los ojos.

—Lady Rød, ese niño no habla, no debería perder su tiempo con él —aseguró y observé al menor.

Era verdad, no hablaba... pero no era necesario que lo hiciera.

—¿Podrías señalarme qué cosa inusual se presentó hoy? —pestañeó una vez antes de levantar temblorosamente la mirada y señalar con su pequeño dedo al sujeto que se acercaba hacia nosotros.

Mi piel se erizó y podría jurar que el color de mi cara también desapareció.

Cuando levantó aquel objeto en punta, el cual identifiqué como una especie de daga, ya era tarde, iba a enterrarse en mi carne y empujé al pequeño niño sobre la cama.

Sin que pudiese preverlo Luciel entró en escena y le dió un derechazo en la mandíbula, haciéndolo tambalear y colocándose frente a mí. En su próximo movimiento Luciel le quitó la daga y la enterró en su estómago, soltando alaridos de dolor.

Cielos, eso fue jodidamente heroico de su parte.

Creí que era el fin y casi llegué a suspirar, pero el desquiciado sacó de su propia carne el puñal y a medida que caía al suelo inerte se lo enterró en el pie a mi compañera.

El hombre cayó a piso muerto y mi ayudante estaba de espaldas a mí en la cama, el niño estaba en un rincón escondido y yo sobre esta, mi compañero amado se sentó en la cama y suspiró.

—No es nada, no llegó a traspasar por completo el cuero del zapato, así que no hay riesgo.

—P-Pero, la sangre, vi sangre...

—Es de él, Nara. —susurró y acarició mi cabello, tranquilizándome—. Te dije que estaré bien, no pienso morir antes de resolver este caso, no olvides que esa chica sigue...

Abracé su delgada cintura por detrás presa del pánico de casi perderla y froté mi rostro contra su espalda, todavía con la mitad de mi cuerpo recostado en la cama, no podía siquiera esperar a sentarme correctamente para abrazarla y me aferré con fuerza a Luciel.

—Oh Dios, que susto, si algo te hubiese pasado... Realmente lamento haber discutido contigo, no quise gritarte, lo siento. Nada es más importante para mí, fue una sensación de vértigo indescriptible, no noté lo jodidamente asombrosa que eres hasta que...

—Deberías ponerlo por escrito, cuando pase tu crisis emocional te retractarás —bromeó y llena de lágrimas fruncí mis cejas en su dirección.

—Oye, estoy siendo honesta contigo, es solo que... Cielos, no puedo explicarlo, lo eres todo para mí, Luciel —finalicé sorbiendo mi nariz y cerré mis ojos cuando acarició mi mejilla.

—No me ilusiones —contestó seriamente.

Apreté mis manos entre la tela de su vestido e intenté respirar con normalidad.

—No lo hago, en los milisegundos que estuviste frente a ese hombre solo podía pensar en ti y todas las veces que me hiciste feliz... También en todas las ocasiones que no te valoré y te hice sentir mal sin darme cuenta. Lo lamento, por querer terminar este trabajo y poner a esa joven como prioridad corriste peligro y...

—Es tu deber ¿Recuerdas? Siempre dices eso y es la verdad. Cualquiera puede pelear contra un lunático homicida, pero no todos podemos hablar con fantasmas, ayudar a personas sufriendo, mucho menos exorcizar y tener visiones... Nunca pienses que eso es malo, porque es algo que nadie más puede hacer.

—Te amo, Luciel. Tanto que no lo puedo explicar... perdón, seguro te asusté semejante desastre de confesiones que solté, pero todo es verdad —admití, dejando salir sentimientos que ni yo sabía que se escondían en mi corazón.

Luciel solo atinó a soltar una pequeña risita, un poco por su nerviosismo ante mi torbellino de confesiones y otro poco por mi estado delirante por el miedo de perderla.

—Vaya, mi dulce Nara... —susurró— El mundo es muy injusto justo ahora, porque decidiste confesarte en un momento tan inoportuno, no tenemos tiempo para dejarnos llevar justo ahora —dijo suavemente y parecía que el tiempo se detenía para nosotras.

Pero obviamente eso no era posible y noté la presencia del chico en la esquina de la cama.

Parecía sorprendido, asustado y cohibido. Me separé de mi compañera cuando el niño miró a un costado. «Pobre, debe estar aterrado por todo lo que vio y mi extraño comportamiento indecoroso con una mujer frente a sus ojos»

—Lo siento, cariño. Vámonos —le dije a menor y me siguió fuera de la habitación igual que mi compañera.

¿Siempre tuvo esa sonrisa disimulada en su rostro cuando me miraba mientras yo hablaba con alguien más? Cielos, no puedo creer que nunca lo noté.

Mi rostro se ruborizó y tomé su mano mientras me acercaba nuevamente al grupo de menores, acción que a diferencia de las veces que lo hice en el pasado, ahora ella se sorprendió y también entrelazó sus dedos a los míos.

Bajando de mi nube regresé a mi postura profesional retomando el interrogatorio.

Descubrimos gracias a los pequeños restantes y sus descripciones sobre el hombre robusto y grasiento que frecuentaba el castillo con la excusa de llevar donaciones para los niños, que era claramente el secuestrador. Incluso no mucho antes del escándalo del secuestro lo vieron por última vez hablando con el nuevo tétrico cuidador de los pequeños desde que la nana enfermó sospechosamente.

Así que el nauseabundo hombre que raptó a la princesa Lían era cómplice del falso cuidador, seguramente asesinaron a la nana y así pusieron entrar y salir libremente con bolsas y donaciones sin levantar sospechas.

Debe ser algo planeado con antelación.

—Por su color de piel carente de sol constante y su acento cuando despotricaba insultos, no es de este país.

—Tampoco del reino de la princesa Lían Bershka.

Ahí logramos identificarlo y nos dirigíamos a su cabaña junto a un grupo de guardias reales especializados en no llamar la atención.

En el viaje a caballo me asombró lo dulce que estaba siendo Luciel después de mi confesión, ya que a pesar de ser mucho mejor jinete que yo, me incitó a ser la que dirigía al caballo de camino al lugar.

Sin previo aviso sentí su abrazo en mi cintura y cómo dejó un pequeño camino de besos esporádicos desde el escote en mi espalda hasta mi nuca libre gracias a mi cabello recogido. Todo mi cuerpo sufrió una sacudida y después de tantos años siendo médium, los escalofríos eran algo regular, pero este fue diferente. Fue dulce. Amable.

Le dije lo mucho que la amaba durante todo el trayecto. Emocionada porque hallaríamos a la jóven aterrorizada y me tensé por la idea de haber llegado tarde.

Logramos rodear la casa, recordé que la puerta delantera y trasera estaban trabadas según mis visiones anteriores, pero si lográbamos que abriese por propia voluntad, sería la opción menos peligrosa para la princesa y la más rápida.

Como era únicamente él en ese sitio debíamos asegurarnos de que no estuviese intentando alcanzar a la señorita Lían cuando entraran todos los guardias porque si se desesperaban quizá incendiaba la cabaña con todos dentro y la guerra se desataría.

Todos me miraban y esperaban alguna clase de poder místico que les diese un consejo acertado o algo y mis ojos buscaron los de Luciel por acto reflejo. En ese instante se me ocurrió algo: esta vez pediría dejarle a mi amada compañera tener el crédito, cosa que antes no me había puesto a pensar porque para mí esto de ser medium era lo primordial y descuidé por momentos sus sentimientos.

—¡Ya sé! Luciel puede hacerlo —dije señalándola con mi dedo índice y muchos la miraron, luego a mí y de nuevo a ella, seguramente prejuiciosos ante su apariencia desinteresada de todo.

Otros se codearon entre sí y murmuraron.

—¡Luciel es más que capaz! —La defendí y ella, que para ese momento se había quitado los anteojos y frotaba el puente de su nariz, levantó la vista.

Seguido sonrió y soltó un dulce suspiro.

—Cielos, no bromee en momentos como estos —dijo el jefe del escuadrón de soldados y mi compañera tomó mi mano.

Bueno, parecía algo seria, pero sí se lo proponía podía hacer lo que fuese, no la conocían y por eso dudaron.

—Viniendo de ellos, me sorprende que nos dejarán montar y acompañarlos, ya sabes cómo son algunos hombres con nosotras... —le restó importancia y me refugié en su confortable mirada.

—Pero...

—Esta bien, deja que se lleven el crédito, después de todo no han hecho prácticamente nada el día de hoy. Se cómo se siente desear ser importante y no poder ayudar como desearían... estarán llenos de orgullo al regresar a casa con su reina portando la gloria en sus manos. Déjalos, fue suficiente que hablaras tan bien de mí —finalizó besando mi frente y no supe si estar contenta o seguir insistiendo.

Lo pensé mejor y desistí, enviarla allí sería arriesgado y me negaba a ponerla en peligro otra vez.

Mi compañera puso sus manos alrededor de mi cuerpo y dándome un abrazo desde atrás me agradeció, eso era más valioso que cualquier felicitación de la realeza.

¡Logramos rescatarla!

Con algunas heridas superficiales e histérica, pero sana y salva. El hombre fue llevado a interrogar y posteriormente y si tenía suerte: la orca.

Le repetí a Luciel, casi dando saltos de emoción, lo aliviada que estaba y ella únicamente sonrió, como si no pudiese creerlo, con cierto recelo.

La enfrenté lejos de las miradas de los soldados y con ambas manos en sus mejillas deposité un beso en sus amables y fríos labios, sonriendo por su expresión de asombro.

Realmente amo a Luciel. Y creo que ella también. Estoy casi segura. Definitivamente.

Antes de ir a por nuestro caballo y regresar al castillo, Luciel me tomó de la mano y guio a una parte solitaria dónde había mucha vegetación e iluminación.

—O-Oye ¿Estás impaciente? —bromeé— Preferiría hacerlo en la comodidad de una cama, pero si es contigo cualquier lugar suena interesante.

Mi falsa seducción no surtió efecto y cuando enfrenté su rostro sentí una punzada en el pecho. Algo no estaba bien. No. No estaba bien. Un espeluznante sentimiento, como si algo se retorciera y destrozara mi interior de manera intangible me atravesó.

—Me hiciste muy feliz... —confesó y mi rostro con gotas de sudor frío siquiera pestañeó—. Al inicio mi amor por ti se mezclaba con mi envidia y admiración. Me sentí minimizada por tu grandeza y mi falta de confianza, creyendo que podía compensar mis carencias con atención que no obtenía... Era verdaderamente confuso porque quería ser cómo tú, estar contigo, ser tuya, que fueses mía, todo eso se arremolinaba en mi mente y me hacía enfadarme conmigo misma y mis frustraciones inmaduras. Odiaba sentir que era tu sombra, pero a su vez, estaba feliz de estar ahí.

—¿Qué dices...?

—Cuando ese punzor cargado de veneno atravesó mi cuerpo, pensé: "oh no, no quiero dejarla, no puedo abandonarla cuando más me necesita, no puedo dejarla andar por este tenebroso mundo sin su sombra. Amo ser su sombra si eso me permite verla sonreír, la amo para siempre, seré su sombra lo máximo que pueda" y condensé mi alma para permanecer aquí.

Mi corazón dolía, mis oídos parecían estalladar en un agudo pitido que me ensordeció unos instantes mientras la miraba.

—No comprendo...

Mientras más intentaba fijar la mirada en ella, más difícil se volvía, igual que en un sueño...

No podía ser cierto.

—Eras mi asunto pendiente, nunca creí que me besarías, me abrazarías... —sonrió con dulzura y tocó su flequillo como solía hacer— Que amarías como yo a ti. Eso fue... un milagro. Me hiciste tan feliz que ya no tengo excusas para no descansar en paz...

—N-No en... Entien... N-No es... Ha, ha, no estoy comprendiendo —murmuraba en shock, recordando cómo abrazaba el cadáver de mi preciosa Luciel dentro de esa habitación, que al sentarse sobre la cama, dejó de tener pulso.

No lo noté, no quise verlo, me cegó su amor y sus ganas de hacerme pensar hasta el final que todo estaba bien.

Que estaríamos bien.

A partir de allí, solo vi a su fantasma, al ser medium y que Luciel voluntariamente quisiera que yo la viera, que creyera que seguía latiendo su corazón, caí en una esa ilusión que ahora parecía una pesadilla.

Por ello era la única que hablaba de ella como si siguiese con vida ya que nadie más podía verla.

Creí que el niño huérfano nos miraba cohibido y con miedo porque el hombre con el cuchillo lo asustó y que éramos dos mujeres abrazadas de ese modo confesando su amor... En realidad estaba aterrado porque yo hablaba con alguien que dejó de responder físicamente.

Al ser medium, el resto simplemente me tomó como que estaba en algún trance cuando esto sucedía, aunque ahora entiendo a los que se fastidiaban o asustaban al verme con Luciel, es porque para ellos siempre estuve hablando sola y sonreía hacia la nada.

—No diré que fue el día más feliz de mi vida, porque gracias a ti tuve muchísimos días felices, no solo este, hay miles de recuerdos invaluables que pasaron frente a mí mientras moría... Casi todos fueron a tu lado. Gracias por amar a esta simple sombra, mi amada medium solitaria.

—T-Te equivocas, nunca fuiste mi sombra... Eras mi luz —dije mientras ella parecía volverse cada vez más traslúcida y desintegrarse gentilmente.

Llevé ambas manos a mis cabellos y caí de rodillas al suelo. Simplemente empecé a llorar, a desgarrar mi garganta en alaridos de auxilio, que alguien hiciera algo, que alguien me devolviera a mi amada Luciel.

No me rompí cuando mis padres se deshicieron de mí, tampoco cuando vi por primera vez un espíritu maligno sediento de sangre, ni cuando perdí a mis clientes en manos de malhechores, cuando me rompí el brazo... Y hoy lloré por todas las veces que no lloré antes, porque este dolor era incontrolable y desbordaba de mi cuerpo a borbotones.

Me estaba ahogando. Quería morir con ella. No podía imaginarme sin Luciel. Ella era asombrosa, lo era todo y no lo vi a tiempo.

¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo retenerla conmigo? ¿Qué puedo hacer?

—No —decretó y mis ojos rebosantes de lágrimas la observaron—. Esos pensamientos atan a los fantasmas y se terminan volviendo malignos, no me conviertas en algo que pueda dañarte... No me lo perdonaría.

—Pero... Te amo —repetí como si eso fuese a hacer alguna especie de milagro.

—Y eso me hace realmente feliz, porque siempre te he amado... —confesó y sentí la frialdad de sus labios sobre mi frente—. Eres especial, tan especial, que no puedes darte por vencida. Sé que te pido mucho, pero así como conseguiste impedir que se desatara una a causa de la desaparición de la princesa, habrá más ocasiones en las que te necesitarán en este plano interviniendo por el bien de los necesitados.

—No puedo sin ti —sollocé  casi sin voz.

—Sabes que sí, es solo que no querías hacerlo sin mí y eso... me reconforta. Saber que siempre fui valiosa para ti, con nuestros fallos y aciertos, que el amor se camuflaba de amistad entre cada sonrisa evidente... Fue más que suficiente.

—No hice las cosas bien, pude hacerlo mejor, pude haberte hecho realmente feliz y...

—Lo fui. Como dije, nadie es perfecto y no esperaba eso de ti. Yo tampoco lo era. Si sientes que pudiste hacer algo mejor, bien, hazlo mejor la próxima vez, Nara —soltó aquello con su típica mirada de superioridad y a medida que dejaba de poder verla casi enloquezco.

Nunca más tendría su sonrisa arrogante, esa típica costumbre suya de tocarse el cabello, su mirada de hastío, esas risas cómplices. Las aventuras, los sermones, las peleas, todo se irá y... «Basta» me dije q mí misma al darme una fuerte bofetada, seguida de otra y otra más. Incluso Luciel dio un sobresalto.

Lo primero que se aprende al ser médium es que nadie puede revivir e intentar aferrarse a un espíritu solo lo corrompe. No puedo hacer eso. No a ella.

Pude verla sonreír al levantar la vista y mi corazón se congeló dentro de mi pecho.

No lo digas. Por favor no lo digas.

—Ahora debes dejarme ir.

—Oh carajo, eres tan tajante —dije entre risas nerviosas y tantas lágrimas que ya no podía respirar por mi nariz con normalidad—. Bien. Lo haré. Me despediré de ti, Luciel —decreté al ponerme temblorosamente de pie y ver cómo por acto reflejo intentó sostenerme.

Idiota, ya no puedes tocarme, ya nunca más podrás hacerlo. Mierda. Te hubiese besado antes si hubiera sabido lo doloroso que sería jamás volver a hacerlo.

Enderecé mi espalda, tomé mucho aire inflando mi pecho t levantando la cabeza de repente hablé:

—Gracias por permanecer a mi lado hasta el final, mi amada luz.

—Se feliz —susurró ya sin voz, solo moviendo sus perfectos labios.

Y así como vino al mundo en un instante,
en otro fugaz instante desapareció de él.

Regresé en completo silencio, encontrándome con unos nerviosos uniformados que pensaban que me había perdido en la intensidad del bosque.

Después de ello, hablaban sobre el secuestrador y sus motivos, resulta que era un sicario muy temido al que contrataron para algo tan ruin como raptar y matar a la princesa Lían de Bershka, en la boda de la princesa Mía de Osira. Ambos son reinos aliados, pero sí ella moría en tierra de Osira desataría la guerra con Bershka. Resulta que Bershka rechazó un matrimonio arreglado con un reino inferior al suyo y eso los hizo buscar venganza, pero como una invasión era imposible, habían pagado para secuestrarla y luego matarla, así hacer que que el Reino de la boda y el reino guerrero peleasen, de ese modo aprovechar el caos para darle un golpe a la corona y más problemas políticos de por medio que aunque me estuveisen explicando todo a detalle, yo realmente no estaba prestando atención.

Todo se sentía lejano.

Luciel: quizá no tuviste la fama y el esporádico cariño de miles de desconocidos... pero siempre serás mi primer amor.

El recuerdo de su luz sigue ardiendo en mi corazón diariamente, hasta que llegue un amanecer donde la tristeza se haya convertido en esperanza y pueda pensar en ella sin romper en llanto.

Hasta entonces, seguiré mi camino por este basto e impredecible mundo, aguardando mi siguiente trabajo e intentando dar lo mejor de mí.

—¿Quién sabe? Quizá haya cosas buenas aguardando por mí ahí afuera ¿No lo crees, Luciel? —dije en alto, sujetando la liberta que conservé después de la incineración de su cuerpo, observando uno de los cientos de dibujos que ella realizó.

Específicamente éste, donde recreó un viejo retrato que nos hicimos hacía muchos años ya y por lo gastada que se encuentra esta hoja, ella veía con frecuencia.

"La próxima vez, haré las cosas mejor". No. Ahora haré las cosas mejor, no me arriesgaré a repetir mi pensamiento de "la próxima vez" porque aprendí que quizá no haya una próxima ocasión para arreglar las cosas.

Hay que empezar desde ya y no detenerse.
Así, aunque fallemos, sabremos que lo dimos todo de nosotros.

FIN

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro