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VIII. Vida crítica

Título alternativo: Los peligros nocturnos acechan a Kirishima.

[...]

Abrió lentamente los ojos. Los párpados le pesaban como si alguien le hubiese puesto la mano encima para obligarlo a mantenerlos cerrados, así que cada tanto tenía que hacer el esfuerzo de no caer en la inconsciencia. Sentía un dolor hormigueante en todo el cuerpo, con las punzadas invadiendo su cabeza sin descanso. El dolor no le permitía mover un músculo, entumecido entre un punto y otro de la vida y la muerte.

Sentía que estaba recostado sobre una superficie húmeda y no iba a sorprenderse si se encontraba con un charco de su propia sangre.

De hecho, saber que aún no estaba muerto era lo más sorprendente hasta ahora.

Alzó la vista con cansancio y descubrió que allí abajo no había ninguna clase de iluminación en la zona a excepción de los cristales de colores que sobresalían de las piedras, como un lánguido brillo opaco que servía para distinguir únicamente las siluetas del entorno. Cuando trató de alcanzar el borde del acantilado solo descubrió oscuridad, un negro tan profundo que le hizo dudar si en verdad era de noche o solo era la sangre que le brotaba de la cabeza y le nublaba la vista.

Kirishima cerró los ojos un momento para comprobar su estado, deseando tener la fuerza para que no sea la última vez que los cerrara. Los dedos de su mano izquierda se movieron ligeramente, cerrándose sobre la piedra y la sangre esparcida.

En seguida los carteles holográficos asaltaron su cabeza.

[Advertencia: salud crítica]

[Advertencia: posible Bad Ending del personaje]

[Advertencia, Advertencia. Se detecta una amenaza para la trama]

El pitido seguía sonando con insistencia y la luz roja parpadeaba seguidamente como la alarma de una patrulla. A Kirishima le dolía la cabeza y esto no estaba ayudando en nada.

<Sistema... apaga ese sonido, por favor...>

El pitido se volvió nulo y Kirishima pudo relajarse durante unos instantes aunque la luz roja continuara tintineando dentro de su cabeza. Suspiró entonces, exhalando el aire de sus pulmones como si lo estuvieran quemando internamente. Trató de concentrarse y notó que su Barra de Vida estaba en estado crítico, vaciándose poco a poco.

Kirishima se estaba muriendo.

<¿Qué tan mal estoy?> preguntó apenas en un susurro audible al Sistema.

<Cargando datos del personaje, espere por favor...> hubo una pequeña pausa que para Eijiro fue eterna. Al instante, un cartel ocupó la mitad del espacio, mostrando una lista de todos los daños <. El invitado posee un brazo dislocado, hombro izquierdo herido, cortes en las piernas, brazos y abdomen, hematomas en todo el cuerpo y un golpe en la cabeza. Tiempo estimado de vida: dos horas. Causa: pérdida de sangre>

<¿Cómo sobreviví a la caída?>

<Tu cuerpo reaccionó ante el primer golpe sacando sus escamas, sobreviviste gracias a ellas>

Kirishima permaneció con los ojos cerrados, elevando los labios con ironía.

Iba a morir, ¿eh...? Se sentía tan irreal estar ahí echado, muriéndose sobre su propia sangre. Casi pudo verse a sí mismo en la misma posición; la sangre, las heridas... pero no estaba en el fondo del acantilado, estaba en la calle. Estaba en la ciudad concurrida de Tokio, sobre el pavimento junto al semáforo. Las gotas de agua arrastrando la sangre por el desagüe.

Su respiración empezó a volverse cada vez más lenta hasta el punto donde apenas se sentía. Los suspiros escapaban inaudibles por su boca entreabierta, mermando lentamente ante aquella lucha inútil. Eijiro permitió que el manto de oscuridad le rodeara y de ahí que lo llevara a donde lo tenía que llevar.

Aún con la vista entrecerrada distinguió la silueta de quien se acercaba. Sus dedos volvieron a moverse, arrastrándose entre la sangre, y su boca exhaló un último aliento, buscando la forma de decir algo. Si era la muerte entonces no opondría resistencia alguna, se había divertido mucho con los chicos, incluso si tan solo fueron unas semanas, Eijiro sintió que fue el tiempo suficiente para agradecerles por haber entrado en su vida.

Para entonces su consciencia ya se había dormido. Y de ahí, no volvió a sentir o escuchar más nada.

Kirishima despertó lentamente, con los párpados pesados y el cuerpo como si lo hubiera arrollado un camión —algo irónico, ha de admitir—, y no precisamente por la luz solar de un astro. El cerebro le funcionaba demasiado lento, casi exhausto, y los recuerdos de cómo habrá llegado hasta allí parecían nublados.

Intentó sentaste sobre la cama, como un acto estúpido de su parte y, por supuesto, resultó una idea terrible. Su cuerpo chilló en agonía y su cabeza sufrió una puntada dolorosa. Volvió a recostarse con cuidado, echando un suspiro débil por los labios.

Cerró los ojos, tratando de menguar el dolor muscular y fue directamente al menú para comprobar su estado: la Barra de Vida seguía baja, pero al menos había dejado de parpadear en estado crítico, dos de los carteles ya no estaban y tenía dos notificaciones pendientes.

[¡Felicidades! Logro desbloqueado: Protector. Recompensa: 10 gemas]

Esperó un segundo antes de que el segundo cartel emergiera.

[¡Felicidades! Logro desbloqueado: No le temo a la Muerte. Recompensa: 35 gemas]

Que un logro tuviera ese título, siendo que casi muere de una caída, no resultó especialmente gracioso para Kirishima. Sin embargo, no lo discutió con el Sistema. Tenía problemas —e inquietudes— más importantes por el momento. Como la amenaza hacia la trama, por ejemplo. O la razón por la que estaba vivo.

Kirishima recordó las palabras de Sero, en la plaza, cuando le contó sobre la existencia de una tribu viviendo en el acantilado, y sintió un escalofrío atravesar su espalda.

Por el momento no le quedó de otra más que esperar y observar su entorno. Cuando pasó la vista por los alrededores, no solo descubrió que ya no estaba en el fondo del acantilado donde se había caído, sino que estaba en lo que parecía una cabaña pequeña y de aspecto desordenado; habían libros grandes de tapa dura apilados a un lado de una mesa redonda, hojas y papeles sueltos, plumas anchas y tinta. Sobre la mesa, junto a la pila de libros, había una tabla de madera que sostenía un tazón humeante de lo que parecía ser comida y un cuenco más pequeño junto a él.

Kirishima no se sorprendió al bajar la vista y descubrir que estaba casi completamente vendado, cubierto de suciedad y sangre seca por las heridas aún abiertas.

La puerta principal se abrió con un chirrido y no hubo luz que entrara con ella. Kirishima cerró rápidamente los ojos, y los pasos repiqueteando contra el suelo no tardaron en hacerse presentes.

El extraño atravesó la pequeña habitación hasta la mesa, moviendo un par de libros y hojas antes de dejar algo arriba. Kirishima se vio tentado en abrir un ojo y echar un vistazo. Al hacerlo descubrió, llevándose una gran sorpresa, que su piel era de un tono rosa claro, no muy distinguido por la inmensa oscuridad de la cabaña, alumbrada débilmente por un par de velas y cristales.

Cuando el extraño se giró fue demasiado tarde para que Eijiro pudiera volver a cerrar el ojo, por lo que se vio descubierto. Al levantar ambos párpados notó que realmente el sujeto era una mujer.

Ella sonrió amablemente.

—Veo que despertaste —comentó, arrastrando una silla junto a la cama antes de tomar asiento —. No pienso hacerte daño —dijo, y algo en su tono de voz, tan suave y genuino, hizo a Kirishima relajarse un poco y confiar en ella —. ¿Qué tal te encuentras?

Kirishima observó durante unos segundos los rasgos antinaturales de la chica. Su cabello corto, bastante esponjoso y rebelde, ligeramente más oscuro que su piel, y sus ojos negros bastante cuadrados con un par de iris amarillos.

—Creo... —murmuró, raspando un poco la voz contra su garganta. Sus ojos no se despegaron de ella —, creo que vi a Jesús.

La chica de piel extraña se rio levemente.

—¿Quién? —preguntó, negando poco después con la cabeza —. ¿Es la primera vez que ves alguien de mi especie?

Kirishima asintió lentamente.

—Lo siento —murmuró.

—No te preocupes —consoló ella, limpiando unos pliegues sobre su ropa —. Me alegra que estés bien, estaba preocupada de que terminaras muriendo, habías perdido mucha sangre.

Kirishima sintió otro escalofrío cosquillear sobre su espalda, una sensación poco agradable para su cuerpo y mente. Se removió como si la cama ahora le resultara incómoda.

La chica giró el torso sobre la silla y estiró el brazo hasta la tabla de madera, depositando la comida sobre las piernas de Eijiro una vez lo ayudó a incorporarse de forma que su cuerpo no doliera.

—Supuse que tendrías hambre —Kirishima asintió con agradecimiento, tomando la cuchara antes de hundirla en la sopa y llevarla con cuidado a sus labios —. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó finalmente con curiosidad.

—Uhm... —Eijiro dejó la cuchara junto al tazón, su vista desenfocada sobre el líquido y las verduras —, Kirishima.

—¿Kirishima? —preguntó y él asintió. Ella sonrió —, es un lindo nombre. Yo soy Mina Ashido, a su servicio.

Hizo una reverencia torpe y descuidada que le sacó una leve risa al pelirrojo.

Después de pensarlo un momento, Kirishima finalmente habló:

—Ashido, ¿puedo hacerte una pregunta? —empezó con cuidado.

—Claro.

—¿Cómo fue que...?

Vio a Mina echar un suspiro y acomodarse en la silla. Su expresión antes dulce se contrajo con una mezcla de preocupación y amargura. Al parecer no fue necesario terminar de formular la pregunta para que la chica pudiera entenderlo.

—Es mi ruta usual para juntar cristales —empezó, mirando sus dedos entrelazados sobre su regazo —. Al principio creí que estabas muerto: la caída es enorme y había mucha sangre en el suelo. Pero cuando me di cuenta que seguías respirando no pude creerlo, parecía un milagro. No está entre mis principios dejar a un hombre a su suerte de esa forma, así que te arrastré conmigo y te curé.

—Lamento que mi cuerpo tendido te haya asustado —revolvió la comida con la cuchara, sin el ánimo de levantar la vista —, pero en verdad gracias por lo que hiciste.

—No deseo presionarte para que me cuentes cómo fue que terminaste aquí abajo —comenzó ella, tomando la bandeja cuando Kirishima se cansó de comer —, pero ahora debes descansar. Te hará sentir mejor.

Kirishima se volvió a acostar con cuidado, siguiendo las indicaciones de Mina. No esperaba que una siesta fuera a mejorar la condición de su cuerpo, si era sincero consigo mismo, pero en verdad que estaba exhausto.

—¿Cuánto... —Eijiro apretó los labios. Mina se había detenido para escucharlo, pero la curiosidad en el rostro de la chica solo logró arrebatarle la valentía para finalizar. De pronto, una horrible sensación atacó su pecho, oprimido ante el pensamiento a la respuesta a su siguiente pregunta: —, ¿cuánto tiempo llevo inconsciente?

Mina cambió su expresión, dejando la bandeja con suavidad sobre la mesa antes de acariciar la madera de forma distraída. Sonrió con más simpatía, tratando de trasmitirle algo de calma a Kirishima tras entender el miedo reflejado en sus ojos.

—Tranquilo, es mediodía, solo han pasado un par de horas.

Kirishima relajó sus músculos y cerró los ojos con agradecimiento. Solo habían pasado unas cuantas horas, al menos no fueron días.

Cuando despertó por segunda vez —¿o tal vez era la tercera?—, Kirishima sintió que se sentía mejor. Mejor que antes, al menos. Parpadeó dos veces, tratando de adaptar su vista a la oscuridad que parecía rodear la cabaña constantemente, incluso si habían varias velas encendidas repartidas por toda la sala principal, la mesa y junto a la cama.

El estado de su Barra de Vida había aumentado ligeramente desde la última vez que la revisó, comprobando que los cuidados de Mina estaban surtiendo su efecto. Sin embargo, sabía que no debía confiarse ciegamente de su mejora, y prefirió continuar recostado en la cama, sintiendo el ardor agudo cuando hacía algún movimiento brusco con sus extremidades.

Mina estaba sentada en la mesa, cerca del camastro que había armado para él, cuando descubrió la mirada del pelirrojo, sonriendo agradablemente al verlo despierto.

—¿Qué tal te encuentras? —preguntó en voz baja, sosteniendo un par de páginas de un libro con la mano izquierda mientras dejaba la pluma con la que antes se había encontrado escribiendo.

Iba a disponerse a responder cuando escucharon un ruido provenir de afuera.

—No te muevas de ahí —ordenó ella, tomando un cristal de la mesa como arma improvisada. Kirishima contuvo la respiración con el miedo atenazado en la garganta, pero Mina logró hacer que mantuviera la calma antes de levantarse suavemente y asomarse a la puerta sin hacer ruido.

A través de la ventana, la penumbra se abría paso como una enorme cortina de tela negra que impedía la filtración de cualquier rayo de luz. Mina se pegó a la madera de la puerta antes de acercar su mano izquierda y rodear el pomo con fuerza, como si temiera visiblemente por su seguridad tras el extraño ruido.

Tras salir y echar un leve vistazo por toda la zona, Mina hizo una seña hacia el interior de la cabaña comprobando que no había de qué preocuparse. Kirishima suspiró con alivio y, justo en ese mismo instante, un par de siluetas empujaron el cuerpo de Ashido fuera de la vista.

Kirishima se asustó, pero no tuvo el valor de alzar la voz y exaltar a los extraños con su presencia, pues podría ser peligroso tanto para él mismo como por la seguridad de Mina.

Por el momento, necesitaba levantarse y comprobar que Ashido estuviera bien.

Al principio fue difícil, pues casi todos los músculos de su cuerpo emitieron un crujido de agonía ni bien hizo el primer esfuerzo. El dolor se volvió inmenso, en especial en su brazo dislocado, pero tras un par de minutos intentando pudo sentarse en la cama. felicitándose mentalmente por el éxito. Luego tocó apoyar las piernas en el suelo, y aunque gracias a Dios no se rompió ningún hueso ni hubieron fracturas, los golpes recibidos tras la dura caída por el acantilado le pasaron la peor de las facturas.

Llenando su pecho de valor, Kirishima se empujó hacia adelante para sostenerse de la mesa —reprimiendo el ruido de sus quejidos como todo un campeón—, tratando de mantener todo su peso de pie. Luego avanzó con el dolor hormigueando en cada movimiento muscular, apoyando una mano en la puerta para sostenerse, sin cruzar más allá para no ser visto.

—No sé de qué están hablando —escuchó la voz de Mina cuando se asomó lo suficiente. Kirishima prestó atención a la conversación —. No he visto a nadie con esa descripción, así que pueden largarse de una vez de mi casa.

—Está herido, no creo que se haya ido muy lejos —mencionó una de las voces. Kirishima sintió una sensación atemorizante en la boca del estómago, pues estaba seguro que la descripción era la suya. Sin embargo, la oscuridad no le estaba permitiendo distinguir ninguna de las dos siluetas.

—Lo dije antes y lo volveré a decir: lárguense de aquí y déjenme en paz —respondió duramente la chica —. No hay nada de su interés en este lugar.

—Y tú escúchame a mi, maldita perra: si me entero que nos estás mintiendo no dudaré en arrancarte la puta cabeza con mis propias manos —gruñó de forma amenazante. Kirishima arrugó la frente, porque creía haber oído una voz familiar tras aquella silueta difusa en la oscuridad.

Una de las siluetas apoyó la mano sobre el pecho del otro.

—Ya vámonos —le dijo —. No parece que esté aquí. Ya viste ese charco de sangre, su cuerpo no va a soportar otro día sin atención médica.

Kirishima retrocedió un paso, exhalando el alivio de sus pulmones, y se inclinó inconscientemente contra la puerta. La madera emitió un chirrido al empujarse, y los hombres voltearon con curiosidad en dirección de la cabaña. Mina se irguió en una postura más desafiante, observando fijamente cada movimientos de aquellos extraños.

—¿Qué fue eso?

—El viento —respondió rápidamente Ashido.

—¿Piensas que voy a tragarme esa mierda?

—La madera es vieja y rechina —aseguró Mina nuevamente, tratando de lucir infalible de sus palabras —, el viento seguro la empujó.

El extraño no pareció confiar de su respuesta, porque de todas formas caminó en dirección de la puerta. Mina trató de interponerse, pero fue detenida inmediatamente por el sonido metálico de un arma saliendo de su funda. Kirishima no dudó que la estuvieran amenazando.

—¿No había nadie más, no es así? —dijo —. Entonces no te importará que echemos un vistazo, ya que no tienes nada que ocultarnos.

El corazón de Kirishima empezó a latir con rapidez. La adrenalina escaló por cada fibra de su cuerpo a una velocidad vertiginosa. Se ocultó tras la pared y apretó los ojos para calmar el nerviosismo de sus manos, pensando seriamente en lo que estaba a punto de hacer. Después de todo, si salía mal, Eijiro estaba seguro que los matarían a ambos.

Cuando el extraño pasó bajo el umbral de la puerta, Kirishima se lanzó desde un costado para derribarlo, tomándolo por sorpresa. Ambos cayeron al suelo de madera ante el peso del impacto, y el intruso rodó hasta posicionarse sobre el pelirrojo. Kirishima gimió ante el impacto, sintiendo el dolor hormigueante recorrer enteramente su brazo. Cuando abrió los ojos, pestañeando contra la feble luz de las velas, fue capaz de reconocer el cabello rubio cenizo crispado en varias direcciones y las facciones ahora nítidas de su adversario.

Kirishima frunció las cejas con extrañeza.

—¿Bakugo? —pronunció, y el hecho que revelaran su nombre hizo al cenizo alejar el sable y levantarse rápidamente. Bakugo arrugó las cejas y observó más a detalle a la persona a la que había estado dispuesto a matar.

—¿Kirishima? —preguntó con extrañeza. Bakugo le tendió la mano para ayudarlo a levantarse, paseando la vista por su cuerpo lastimado, cubierto de vendajes y las pequeñas manchas de sangre que estaban empezando a formarse sobre ellas —. ¿Estás bien?

Kirishima entreabrió los labios. Sin embargo, no fue capaz de responder cuando Bakugo alzó su sable directamente hasta la garganta de Mina, misma quien había ingresado a la cabaña tras escuchar el estruendo, comprobando el estado de salud del pelirrojo. Kirishima le hizo una seña con las manos para transmitirle a la chica que todo estaba bien entre ellos, pues Bakugo era un conocido.

—Bakugo... —intentó pero fue interrumpido nuevamente.

—Si estaba contigo, maldita bastarda —Bakugo apretó el sable en su mano y la punta se presionó contra la piel sensible de la garganta de Mina. Kirishima empezaba a sentirse nervioso por la situación.

—Por Dios, ¡Kirishima! —Kaminari ingresó con la expresión desdibujada entre la preocupación y el alivio tras ver a su amigo, tomándolo suavemente de sus hombros para comprobar su estado. Eijiro le dedicó una leve sonrisa con el único propósito de tranquilizar los evidentes nervios que poseía el rubio. «Estoy bien» intentó trasmitirle, y pareció funcionar, porque los músculos tensos de Kaminari al fin se relajaron.

Mina intentó moverse, pero al instante Bakugo reafirmó su agarre, en una advertencia muda para la chica. Ella alzó las palmas desnudas de sus manos, tratando de demostrar que estaba desarmada y que no haría nada estúpido contra ellos.

—Bakugo, baja el arma —trató Eijiro con cuidado, Katsuki no le hizo caso —. Por favor.

—¿Por qué nos mentiste? —interrogó Bakugo dirigiéndose a la chica.

—¿Los conoces? —cuestionó Mina al mirarlos, ignorando por completo la pregunta de Bakugo.

—Responde la maldita pregunta.

—Chicos... —Kaminari intentó interponerse para no generar más tensión sobre el ambiente. Estaba claro que también quería conocer las razones de Mina, pero él creía que podían solucionarse de otras formas menos agresivas.

—Los conozco, ¿bien? —Kirishima se apoyó contra la pared de atrás cuando la fatiga empezó a tomar posesión en su cuerpo, impidiéndole estar mucho rato más de pie —. Él es mi amigo Kaminari —lo señaló. Luego apretó los labios y señaló al cenizo —...y él es Bakugo.

Bakugo no flaqueó en su postura, así que la presentó:

—Ella es Mina —dijo —, fue quien me salvó la vida.

Bakugo bajó lentamente el sable y lo guardó en su funda, su ceño seguía fruncido pero con una leve disminución en su expresión de desconfianza. Kaminari miró intermitentemente entre ambos, con los pulmones aplastados por el delgado hilo de tensión que se había tejido entre ellos desde que cruzaron miradas.

—Pasemos —intervino Ashido con la expresión igual de endurecida que antes. Los gestos corporales y el tono severo en su voz detonaba que, al igual que Bakugo, ella tampoco parecía confiar en ellos. Eijiro suspiró —, Kirishima aún debe descansar.

Kirishima caminó con cuidado y tomó asiento en el camastro con ayuda de Kaminari, quien ocupó un espacio a su lado, mirando de vez en cuando las vendas sobre su cuerpo. Kirishima apretó los labios y sonrío de forma plana a su amigo, algo incómodo por los ojos puestos en su cuerpo. Al notarlo, el rubio apartó la vista y se dedicó a observar el resto de la desordenada cabaña.

Mina había seguido hasta la mesa para tomar los libros y librar algo de espacio para que pudieran sentarse con más comodidad. Sin embargo, Bakugo decidió permanecer de pie entre la mesa y el camastro donde se encontraba el híbrido, negándose ante cualquier muestra de hospitalidad.

Mina observó al cazador un largo rato antes de sentarse.

—Vas a acalambrarte por estar parado —le dijo en un tono hosco; no es que Mina estuviera muy preocupada por él. 

—¿Por qué ocultaste a Kirishima de nosotros? —Bakugo se cruzó de brazos, flexionando los músculos de forma en la que se vieron más pronunciados, más amenazante. 

Mina echó una risa por la nariz y negó para ambos lados.

—Esa pregunta se responde sola, ¿no crees? —dijo ella. Bakugo apretó la mandíbula y Kirishima juraba haber sentido el enojo creciendo en su interior, por lo que se giró hacia Mina y señaló al cenizo con la cabeza. La chica suspiró —. Pensé que fueron ustedes quienes le hicieron eso —señaló las múltiples heridas —. Tampoco lucían muy amigables cuando se metieron aquí y comenzaron a amenazar.

Kaminari se removió sombre la cama y e inclinó el sombrero en su cabeza para cubrir su rostro, algo avergonzado de la situación anterior.

Kirishima sonrió levemente, pensando que Mina se había arriesgado a mentir solo para protegerlo, incluso si no lo conocía de nada.

—Pues creíste mal —escupió Bakugo —. De quererlo muerto no estaría respirando desde hace semanas.

—Lo importante —empezó Kaminari interponiéndose entre ambos para que no se mataran— es que Kirishima está bien y no tieso bajo un barranco horrible —bromeó sutilmente para calmar la tensión sobre el ambiente, riéndose con nerviosismo hasta que notó las expresiones del resto. Se aclaró la garganta con incomodidad —. Nos tomó todo el día bajar hasta aquí, nos preocupamos cuando vimos que solo estaba el charco de sangre —contó con más seriedad —. Pensamos que de seguir vivo a como estabas no podías andar muy lejos, así que empezamos por los alrededores y te buscamos. 

Kirishima sonrió en dirección de su amigo con agradecimiento. Kaminari le devolvió el gesto cuando lo vio.

—No hables por ambos, idiota —masculló Bakugo en voz baja, apretando la mirada sobre su cuerpo. Kirishima observó esto con cierta intriga, pues había logrado apreciar la pequeña mentira cuando alzó la vista y pudo ver la Barra de Afecto sobre su cabeza al 5%, un porcentaje mayor del que tenía antes de todo ese asunto.

—No quise preguntar antes pero... —empezó Mina con algo de duda, buscando las palabras adecuadas —, ¿cómo fue que sobreviviste a la caída?

Luego de hacer aquella pregunta, la habitación entera entra en silencio. Kirishima está nervioso, porque no sabe exactamente qué responder a eso. ¿Debería mentir o simplemente decirle la verdad? Mira a ambos rubios en espera de su aprobación para hablar, al menos una ayuda. Kaminari primero permanece quieto, aprieta las cejas y niega lentamente; Bakugo hace un gesto similar. Pero entonces no se siente honesto, no con ella, y eso le hace formar una mueca en su rostro.

Vaya dilema.

Mina miró alternativamente entre los tres hombres en la habitación luego del silencio formado, esperando que alguno dijera algo. Kirishima se inclinó hacia adelante y miró sus propias manos. Decidió por contarle la verdad, sintió que se lo debía. Ella salvó su vida, a fin de cuentas.

—Yo... bueno —no era tan fácil como parecía. A Kirishima aún le costaba asimilar su nueva realidad —. Tienes razón, ningún humano corriente hubiera sobrevivido eso —dijo —. Lo cierto es que soy un... ah, medio dragón.

—Bueno, lo dijo —exclamó Kaminari alzando los brazos.

Mina se sorprendió.

—¿Cómo..., o sea, eres un híbrido de dragón?

—De Quemadura Monstruosa, para ser exactos —añadió el pistolero, aunque su comentario no fue bien visto por el cenizo —. ¿Qué?

—De un... —Mina apretó los labios y sacudió la cabeza, borrando el pensamiento innecesario de su cabeza —. Entonces la herida en tu hombro izquierdo...

El pelirrojo asintió lentamente —. Una flecha. Habían intentado matarme —se estremeció, no le costó nada rememorar el encuentro (no es que lo haya hecho a propósito, simplemente era inevitable); Neito, la forma tan cruel en la que hablaba... Kirishima pudo sentir cómo le atravesaban el hombro por segunda vez y el esfuerzo que tuvo que hacer para quitarse la flecha de la herida para evitarse infecciones. Había sentido miedo, por supuesto. Había estado aterrado. Fue un sentimiento indescriptible que aceleró completamente su corazón, aunque no fue la primera vez que experimentó algo similar desde que cayó en Medieval Love.

—No entiendo —murmuró Kaminari confundido después de un momento —. ¿Qué pasó? ¿Por qué no saliste volando? Monoma no iba a poder alcanzarte.

—Yo...

—Eso mismo me gustaría saber —Bakugo cruzó los brazos y miró directamente al pelirrojo. Kirishima no pudo evitar sentirse pequeño —. Pudiste defenderte perfectamente de ese bastardo pero decidiste meter la cola entre las patas.

—Bakugo —intentó regañarlo el otro rubio.

—Yo... —Kirishima trató de reafirmar su voz otra vez. ¿Por qué no se había defendido? Tenía un cuchillo, entonces, ¿por qué no usarlo? Había sentido tanto miedo a morir que lo único en lo que pudo pensar fue correr, incluso después de que Kaminari hubiera llegado. Solo los abandonó. Prefirió tratar de salvarse a sí mismo que ayudar a sus amigos.

—Ya basta, no fue su culpa —intervino Mina, tomando del brazo al Cazador para apartarlo de la cama, dejando que Kirishima cortara el tren de pensamientos negativos. Ashido se dirigió hacia él entonces, dedicándole una sonrisa dulce que disminuyó la presión en su pecho —. Está bien Kirishima.

Bakugo chasqueó la lengua y movió el brazo para que la chica lo soltara. Rodeó el espacio entre el camastro y la mesa y se dirigió directamente hasta la puerta, la cual dejó abierta antes de voltearse.

—Bien, ya aguanté esta estúpida charla —dijo de mal humor, señalando la salida —. Nos vamos, pelos de mierda.

—Kirishima no puede irse a ningún lado, está lastimado —contradijo Mina mientras señalaba las obvias heridas en el cuerpo del chico —. Casi se desmaya solo por levantarse, ¿y piensas hacerlo subir el maldito risco?

—No pienso dejar al bastardo contigo otro día —renegó Bakugo con molestia.

—Tú puedes hacer lo que quieras, pero si te llevas a Kirishima solo harás que se abran sus heridas y se desangre.

Yo no quiero desangrarme, pensó Kirishima en medio de la discusión.

Bakugo gruñó, empezando a caminar como tigre enjaulado hasta que una idea pareció inundar su cabeza. Se giró rápidamente hacia la chica y dio tres largas zancadas hasta posicionarse frente a ella. La diferencia de altura fue incluso más notoria que la que Bakugo compartía con Kaminari, pero Mina se negó a moverse de la puerta de todas formas.

—Bien, tú ganas, pequeña mierda —aceptó el cenizo, pero hubo algo en su tono del cual Kirishima no se confío, quizás por la forma tan veloz en la que lo había convencido. Porque era Bakugo, ¿entienden? Bakugo Katsuki —. Kirishima se queda, pero supongo que tampoco no tendrás problemas en que nos quedemos hasta que el bastardo se recupere lo suficiente.

—Ehh... de hecho, yo-

—Cierra la puta boca —Kaminari había intentado defenderse de la situación, pero la mirada desafiante del Cazador le hizo cerrar la boca y replantearse sus prioridades.

—Supongo que si digo que no te lo llevarás de todas formas, ¿o me equivoco? —Bakugo esbozó una sonrisa, esa fue toda la respuesta que necesitaba —. Bien —suspiró entonces —, dejaré que se queden, pero Kirishima estará bajo mi cuidado, y viendo que estarán aquí y es mi hogar tendrán que hacer caso a mis órdenes y mis reglas. 

Mina había hecho mucho énfasis en sus palabras, resaltando especialmente que era ella quien iba a estar a cargo de todo allí abajo y que no aceptaba ninguna objeción al respecto.

Bakugo exhaló una risa, cruzando los brazos y mirando a la chica como si le hubieran crecido un par de cuernos en la cabeza —tal vez porque si tenía un par sobre ella.

—Debes estar jodiendo.

—La puerta está ahí —señaló ella, echando un paso al costado en caso de que quisiera irse —. ¿Estamos de acuerdo?

El cenizo soltó un último gruñido, más profundo y amenazante que el anterior, y masculló un «bien» casi inaudible, alejándose de la puerta de nuevo hasta la mesa para tomar asiento. Mina sonrió con orgullo hacia sí misma y tomó la perilla para cerrar la puerta de madera, dejando que se escuche el leve rechinar producto del desgaste y el óxido.

Kirishima suspiró sin mucho remedio, pidiéndole suavemente a Kaminari que le dejara el espacio para recostarse cuando el cansancio empezó a vencerlo. No era ingenuo al respecto, y esperaba que la decisión de Mina tampoco lo haya sido, porque como iban las cosas entre ellos, no se iba a sorprender si su recuperación se veía envuelta en un torbellino de caos y dolores de cabeza. 

La edición no fue difícil, de vdd, hasta que llegué a las últimas 1000 palabras del capítulo y todo se fue a la mierda. De repente ya no supe qupe escribir, a pesar de que tenía la versión original justo debajo para releer y editar. Igual una cosa siempre lleva a la otra, ¿no? Primero me olvido, después llega la pereza, luego el vicio con el dbd, el nuevo evento, bla bla bla.

A veces no sé si quiero terminar las cosas que tengo pendientes o sacar cosas nuevas al perfil. Me he convertido en lo que juré destruir (los remastered) AHHHHHHHHHH qué feo amigo. Una falta de respeto.

Fin en. Me empezaron a llegar notis nuevas de una personita comentando en ML y me dije "loca, terminate esta cosa que lleva como un mes estancado en el mismo sitio, ya aburre" y pues prendí la pc y estuve desde las ¿19:44? fue la última vez que vi el reloj hasta recién las 01:23 del día siguiente. Hoy. 6 de junio, 2024.

Voy a empezar a dejar algunas fechas puestas, a ver si así recuerdo cuándo se me ocurren estas ideas raras y tan gays de mis historias.

Como siempre, espero les haya gustado el capítulo, hayan disfrutado la lectura y nos estaremos viendo próximamente en el capítulo 9, Recuperación.

Mis más sincero pésame al kiri...

Un saludo enorme a todos, chau chau!! —Kirishi365




Pd.: ando con sueño, hambre y una suerte de mierda en el mudae (mentira a mi hermana le salió kuai liang y lo metí dentro de mi super harem) así que si ven alguna falta o lo que sea envien como 3 mensajes, así sé que tengo que editarlo cuando me levante más tarde.

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