3.-
Un Rolls-Royce negro Phantom Extended Serie II, un auto muy llamativo y costoso, se deslizaba elegantemente por las concurridas calles de la ciudad costera de Busan. Desde el asiento trasero, Daemon contemplaba absorto las luces parpadeantes de los edificios, las siluetas de las personas caminando por las aceras y, poco a poco, las luces deslumbrantes del Puente Gwangan que se acercaban.
- Felix, busca una cafetería cercana. Necesito tomar un poco de café antes de partir a Seúl.- le dijo a su guardaespaldas.
- Claro, jefe. Hay una a solo 8 minutos de aquí. Me dirijo para allá.- , respondió Felix mientras se adentraba en el tráfico.
Daemon sacó su móvil personal del bolsillo de su elegante saco y, respirando profundamente, marcó el número de su padre. .-Padre, ¿cómo va su viaje por Japón?.-, preguntó, observando por la ventana el vertiginoso paisaje urbano.
-.Hijo... ¡todo va muy bien! Hoy cerré un nuevo contrato para la empresa, así que es posible que tú o tu hermano deban venir a ver los terrenos donde se construirá el nuevo hotel.- , exclamó su padre, Jeon Chang-wook, con entusiasmo.
- Felicitaciones, padre. Yo también tengo buenas noticias. Vine a Busan hace 3 días y estuve supervisando la construcción del hotel. A este ritmo, creo que en unos 5 meses estará listo.-, informó Daemon, con una sonrisa de satisfacción.
-Es bueno saberlo, hijo.- respondió su padre, lleno de alegría. -Siempre confío en tu criterio y aprecio que vayas personalmente a ver las edificaciones. Confío ciegamente en ti.-
Daemon contuvo una pequeña sonrisa mientras su mente vagaba por sus pensamientos oscuros y retorcidos. Sabía que su padre confiaba en él, pero no tenía idea de las verdaderas acciones y decisiones que llevaba a cabo.
- Sabes que disfruto mucho ver las construcciones y aportar reformas que hagan que nuestros hoteles sean los mejores en Corea y Japón.- agregó Daemon, mientras sus dedos acariciaban sus labios. Aún podía sentir el tenue olor a óxido impregnado en sus manos. Cerró los ojos y aspiró profundamente, deseando ese exquisito sabor metálico en su lengua.
- Lo sé, hijo. Tienes un talento innegable. Serás un gran presidente cuando me retire. Y también tengo grandes expectativas para tu hermano menor, aunque aún no sabe qué quiere hacer al graduarse. Estoy seguro de que tomará una buena decisión en su momento, al igual que ustedes dos.- expresó su padre orgullosamente.
Daemon rodo los ojos ante las expectativas depositadas en él y su hermano mayor. -Pones mucha esperanza en nosotros.- murmuró, con cierto desdén en su voz.
- Ustedes son mi mayor orgullo, y tienes el potencial para llevar nuestra compañía a nuevos lugares y hacerla aún más grande de lo que ya es.- dijo su padre, sin percatarse de las oscuras intenciones y acciones de sus hijos mayores.
Daemon se mordió el labio inferior, conteniendo una risa perversa. Si supieras, padre, de las decisiones y actos que llevan a cabo tus dos hijos mayores, pensó para sí mismo mientras escuchaba las palabras de su padre.
El auto se detuvo frente a una cafetería cercana al paseo marítimo. Mientras esperaba a que Felix trajera su café, Daemon aprovechó para observar detenidamente el entorno, una costumbre que siempre había tenido. Y algo en particular llamó su atención.
- Muy bien, padre. Luego hablamos. Ya estoy llegando al hotel y necesito descansar antes de partir hacia Seúl.- informó a su padre antes de finalizar la llamada.
Sus ojos no abandonaron a esa persona que había captado su atención. Parecía tener alrededor de treinta años, con el cabello negro ligeramente desordenado que le cubría parte del rostro. Sostenía su teléfono con ambas manos, encorvado en una posición que delataba cierto dolor. Con años de experiencia en la tortura y la lectura del cuerpo humano, Daemon era experto en identificar el sufrimiento y las señales de dolor en los demás.
Cerró los ojos y se imaginó a sí mismo infligiéndole dolor a aquel hombre. Divagó sobre cómo serían sus gestos, sus súplicas y cómo sabría cuando su sangre carmesí manchara sus manos. Abrió los ojos de golpe, volviendo a enfocar su mirada en el hombre. La puerta del conductor se abrió y Felix le entregó su café.
Daemon continuaba ensimismado, sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor, su mirada fija en la cafetería. Pero Felix, intrigado por la insistencia de su jefe en observar hacia ese punto, decidió mirar también, percatándose de que Daemon estaba observando a un hombre moreno que estaba sentado cerca de la ventana. Preocupado por la aparente tristeza del hombre, Felix no pudo contenerse y le comentó a Daemon:
- Por lo poco que escuché, parece que ha estado llorando durante bastante tiempo.
La atención de Daemon se desvió hacia Felix, sorprendido por sus palabras. -¿Llorando?-, preguntó Daemon, con una pequeña sonrisa que se dibujó en sus labios. Un nuevo pensamiento retorcido llegó a su mente: ¿cómo se vería ese hombre llorando por el dolor que él mismo podría infligirle?
Sin apartar la vista del hombre, Daemon pudo observar mejor su rostro. Estaba hablando con una mujer que se encontraba a su lado. Sus ojos estaban hinchados, su nariz era grande pero bien definida, y sus labios rojos eran constantemente mordidos. Un nuevo pensamiento aún más perturbador llegó de repente a la mente de Daemon: ¿cómo se verían esos labios rojos cereza envolviendo su miembro, mientras observaba su rostro desfigurado por las lágrimas? Una pizca de excitación recorrió su cuerpo ante esta perturbadora fantasía.
El hombre, aún sentado, llevó sus manos hacia su rostro y al quitarlas, le dirigió una sonrisa cuadrada a la mujer. Algo se removió dentro de Daemon al presenciar esa interacción. El hombre se levantó, caminando hacia la salida de la cafetería. Fuera, el viento movía su cabello, y con los ojos cerrados, lágrimas caían por su rostro. Daemon notó cómo el hombre pasaba una mano por su cara y comenzaba a caminar en dirección al malecón.
- Felix, quiero que sigas a esa persona.-, ordenó Daemon, su voz cargada de anticipación y deseo.
- ¡Si, jefe!- , exclamó Felix, arrancando el auto y dirigiéndose hacia la dirección que había tomado aquel hombre.
Daemon sacó nuevamente su teléfono y envió un mensaje.
Yoon: Quizás no salga de Busan esta noche, mantén todo en orden hasta mi llegada.
La respuesta llegó casi de inmediato. Gruñón: Ok, se leyó en la pantalla, confirmando que todo seguiría en orden en su ausencia.
Con una sonrisa siniestra en su rostro, Daemon se dejó llevar por la excitación que le proporcionaba sus oscuras fantasías mientras seguía al hombre desconocido. Sabía que esta noche prometía ser interesante.
El auto se deslizaba por las calles iluminadas de Busan, mostrando el vibrante paisaje nocturno de la ciudad. Bajando la ventana trasera la brisa marina acariciaba ligeramente su rostro.
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