2.-
** En otra parte de la ciudad, horas antes...**
Jefe, ¿qué deberíamos hacer con él? - preguntó Felix.
Daemon, con gesto pensativo, se limpiaba las manos manchadas de sangre, miró hacia el frente.
El teléfono sonaba insistente.
-¿Quién está llamando a ese número? - inquirió con curiosidad.
-Es August, señor, ¿desea que le pase la llamada? – respondió Felix.
-Contesta y pásamelo, debe ser importante si me llama por ahí - ordenó con desinterés mientras encendía un cigarro.
-Que diablos quieres August.-
Al otro lado de la línea, August habló apresuradamente: ¡Jefe, siempre es un placer hablar con usted!
-Vamos al grano. Estoy ocupado en este momento - interrumpió, dando una larga calada al cigarrillo.
Bueno, hay un problema en Seúl que requiere tu presencia - informó August con precaución.
-¿Qué diablos ha pasado? ¡Ni siquiera han pasado tres días desde que dejé Seúl! - exclamó, apretando la mandíbula.
-Los Wang pensaron que sería una jugada inteligente secuestrar a nuestro hermano menor mientras te encontrabas fuera - dijo August con cierta satisfacción en su voz. - Pero no te preocupes, me encargué de esos idiotas que intentaron llevárselo.
Daemon con cierta molestia y una pizca de diversión en sus ojos oscuros, tiro el cigarrillo al suelo y comenzó a caminar lentamente dentro del contenedor donde se encontraban. Buscó el objeto que necesitaba.
-Entiendo. ¿Dejaste alguno vivo, August? - preguntó, su sonrisa retorcida apareciendo en su rostro.
-Tengo a uno en el sótano de la casa de seguridad, pero no sé cuánto más durará, lo siento. - respondió August.
Una risa profunda salió de su pecho. - No te disculpes, August. Sé muy bien que no lo sientes.
-Me conoces demasiado bien. No puedo mentirte. Disfruté mucho torturando a esas basuras que pensaron que sería una buena idea llevarse a Sobin - replicó August, riendo roncamente.
-Y, sin embargo, dejaste uno con vida - murmuró, volviendo su vista hacia el hombre tirado en el suelo. Una sonrisa siniestra se formó en sus labios carnosos.
- Te lo deje, sabia que te iba a gustar mi regalo.
- Pero en mal estado, supongo - suspiró Daemon pesadamente. - Ahora tendré que drenar un poco de mi frustración por todo esto - añadió con un toque sarcástico.
- Está bien, pequeño. Ve y desestrésate. Esperaré aquí hasta tu regreso - respondió August, riendo.
-August, pones a prueba mi paciencia. No porque seas mi mano derecha y hermano significa que estás a salvo. No vuelvas a llamarme así - advirtió él, su tono frío y amenazante.
-Oh, siempre serás mi pequeño. No me importa cómo te hagas llamar delante de los demás, eso es para tus peones - respondió August con una pizca de burla.
-No entiendo cómo he permitido que sigas con vida todos estos años - murmuró, sonriendo sádicamente. - Un tapete con tu piel se vería hermoso en mi pared.
-Oh, ¿quieres mantenerme siempre a tu lado, hermanito? Pero sabes que ya estoy tomado. No creo que mi novio quiera compartirme con una persona tan amargada como tú - contraatacó August, desafiante.
-Eso es porque él no sabe quién eres realmente - respondió, volteando los ojos.
- Ni lo sabrá tampoco. - gruño en respuesta- Quisiera ver que harás cuando te llegues a enamorar.
-Tu entre todas las personas deberías de saber que esa estupidez no va conmigo.- volteando los ojos.
Caminado se posiciona frente al hombre en el piso, ladea la cabeza y escanea su cuerpo. – August sabes que lo único que disfruto es mi pequeño pasatiempo.- dice con una sonrisa.
Un grito ahogado se escucha en el contenedor, huesos siendo partidos repetidamente es lo único que se puede escuchar entre los gritos de dolor.
- ahhhhhh nooo por favor.
-se lo suplico no mas.
- lo siento, lo siento.- gime
Daemon levanta nuevamente su brazo y deja caer en las piernas del hombre un mazo de hierro, partiéndole los huesos, la adrenalina recorre su cuerpo, ver la expresión de dolor del hombre es su mejor droga, sus gritos un bálsamo calmante y su sangre salpicando su cuerpo una obra de arte.
- Tratare de llegar mañana a Seul, mientras tanto espero que te ocupes de nuestro invitado y que se mantenga despierto hasta que llegue.
- Ummm me encargare de ello.
Con un movimiento lanza el móvil a su guardaespaldas, y su mirada se vuelve a fijar en el hombre.
- Que hare contigo- dice tocándose el mentón.
- Felix, creo que a nuestro amigo le va a gustar estar en el área de la alberca.- se voltea a ver a verlo.
- Ya hago los preparativos.
- Ummm y felix que este despierto, no quiero que nuestro próximo huésped no pueda disfrutar de su nuevo alojamiento, seria mal educado de nuestra parte.
- Como ordene- felix hace una reverencia y se marcha a dar las instrucciones dadas.
- poooor favooor, de de de meee- cof cof cof tose.- otraaa oportunidad.- cof cof cof gime mientras tose.
Daemon caminó hacia el hombre en el suelo con una mirada siniestra, agarrando su rostro y provocando un gemido de dolor. El hombre, temblando de miedo y desesperación, balbuceó una disculpa.
-Por favor... lo siento. - suplicó el hombre con voz temblorosa.
Daemon soltó una risa fría y sádica. -Deberías haber pensado en eso antes de morder la mano que te alimenta. -, susurró con una sonrisa maliciosa.
Sus lágrimas se mezclaron con la sangre que fluía de su boca, mientras sus ojos reflejaban su angustia y sufrimiento. Sabía que su codicia lo había llevado a este punto, y ahora su verdugo se aseguraría de que pagara hasta el último segundo de su vida. No había escapatoria para él.
El hombre bajó la mirada, soportando el dolor en su cuerpo y respirando con dificultad.
Veo que no tienes nada más que decirme. Lástima, estaba disfrutando de tus súplicas - dijo Daemon mientras su mano se deslizaba por la cara del hombre, manchándose con su sangre, hasta sus piernas sintiendo los huesos astillados y su piel desgarrada a su paso.
Un nuevo grito de dolor salen de los labios del hombre tirado en el piso. -Ooh creo que esta vez no calcule la fuerza.- hace una mueca con la cara.- va a ser difícil que te mantengas de pie.- se toca el mentón.
Felix llega nuevamente. - Jefe está todo listo.
Daemon se levanta y aplaude.- Maravilloso, lleven a nuestro invitado.
Felix le hace señas a dos hombres que estaban la puerta. - llévenlo adentro, y bájenlo a donde se está construyendo la alberca.
Si señor, es escucha al unisono.
Un nuevo grito de agonía escapó de los labios del hombre mientras era arrastrado fuera del contenedor. Sus ojos se llenaron de terror mientras intentaba encontrar una salida desesperadamente, pero era inútil. Su destino estaba sellado.
- Felix cuando salgamos de aquí, debemos irnos a Seul, alista todo, no quiero contratiempos.
Felix hace una reverencia. - Como ordene.- y con eso sale.
Daemon observaba todo con indiferencia, manteniendo su rostro inexpresivo. Había presenciado escenas como esta muchas veces antes y conocía bien el lado oscuro de la vida. Sin embargo, había un atisbo de curiosidad en sus ojos, una curiosidad que solo la muerte y el sufrimiento podían despertar en él.
El hombre, ya casi sin fuerzas, volvió la mirada hacia Felix, suplicándole ayuda. -Por favor... ayúdame-, murmuró con voz entrecortada.
Felix se encogió de hombros, mostrando indiferencia. -No es personal. Eres solo un obstáculo que el jefe quiere eliminar. Así es como funciona nuestro mundo-, respondió sin emoción.
El hombre soltó un gemido débil y cerró los ojos, resignándose a su destino. Sabía que no habría salvación para él. El dolor se intensificaba y la oscuridad se apoderaba de su mente, arrastrándolo hacia un abismo del que nunca regresaría.
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