Prólogo
Los pájaros cantan, y las flores florecen, dando por empezada la primavera.
En esta época, donde la temperatura empieza a subir, las personas visten prendas finas u holgadas. Nada de abrigos.
Aún era abril, hacía pocos meses que el año anterior había acabado. Los adolescentes ya se estaban estresando por el trabajo acumulado y los exámenes finales, y los universitarios en su último año de carrera estaban preparando sus tesis con la esperanza de finalmente graduarse.
En una clase, entre las cabezas agachadas que tomaban nota sobre de las explicaciones de su profesor, una chica de cabellera castaña se encontraba escribiendo un fragmento de una de las novelas que estaba escribiendo. Mientras trazaba las letras, se le escapaban murmullos de lo que plasmaba en las hojas de su libreta.
— ...y con sus fuertes brazos, la agarra por la cintura. Al estar seguro de que ella no podía escapar, le alza su mentón y acerca sus labios, rozándole la mandíbula. Ella podía sentir su aliento contra su cuello, y la grave voz del que parecía más bestia que hombre retumbaba placenteramente por sus oídos. "Eres mía, y sólo mía" dice él prácticamente rugiendo, para luego estampar sus labios y comenzar con un apasionado y feroz beso francés...– piensa, y cada tanto, murmura.
Acabada la clase, le pide las anotaciones a una amiga, sacando unas fotos a la libreta que le ofreció. Le da las gracias con un abrazo para luego recoger sus cosas y salir del aula, al igual que el resto de sus compañeros. Dando por acabado otro día más, se dirige a la salida para finalmente volver a su hogar.
En el camino, ve a un grupo de niños jugando en un parque. Parecían estar divirtiéndose un montón. Las risas, junto al lindo clima y las flores saludando a la primavera, le dieron inspiración, por lo que decidió acercarse para sentarse en un banco para mirar a los niños y la bella composición que creaban. Abrió su mochila para sacar una libreta de hojas blancas, que ya iba por la mitad, junto a un lápiz un tanto pequeño y una goma muy usada, y se dispuso a dibujar la adorable escena de un grupo de niños de entre cinco a siete años jugando bajo el sol y rodeados por flores
Después de terminar el boceto del dibujo que seguiría en su habitación, rápidamente guardó lo que sacó y se levantó para volver a su apartamento; no quería tardar más de lo que ya había hecho.
Fueron cerca de unos veinte minutos de caminata. Cuando finalmente llegó al edificio de su apartamento y entró al ascensor, tocó el botón del sexto piso, mientras oía música a través de los auriculares que se puso en el camino. Para cuando se abrieron las puertas metálicas, chirriando de forma espantosa, ella había estado disfrutando de una canción con los ojos cerrados y marcando el ritmo con sus dedos, como si fueran las paletas de una batería. Dándose cuenta de que estaba en su piso, salió del ascensor, deteniéndose para parar la música y guardar los auriculares, para entonces girar a la derecha y caminar hacia la última puerta del pasillo. Se sacó la mochila y la dejó en el suelo, agachándose para escarbar hasta el fondo en busca de sus llaves, cuando repentinamente oyó unos pasos apresurados. Al levantar la cabeza y mirar hacia la puerta en frente suya, ahora entreabierta, se encontró con un par de ojos brillantes.
— ¡Hermana, ya volviste!- exclamó emocionado un pequeño de cabellos negros con su voz infantil, dándole un fuerte abrazo a su hermana rodeando su cuello con sus brazos, aprovechando que ella estaba tan cerca del suelo.– ¿Por qué tardaste tanto...?– Reclama con un puchero, tironeándole un mechón de cabello en escarmiento. Ella se carcajeó, devolviéndole el abrazo, envolviéndolo entre sus brazos mientras se levantaba. De pie, comenzó a mover su mochila, empujándola con sus pies como si fuera un balón de fútbol hacia dentro del apartamento. Una vez dentro, con su hermanito en brazos, cerró la puerta con una patada, sacándole una risita al menor.
— Pasé por el parque y me entró la inspiración.– le responde la mayor, acomodándose para sostenerlo con un brazo y agarrándole la mejilla con su mano libre, enternecida por su carita tan linda.
— ¡No me estires la mejilla!– dijo enfadado el menor, quitándole la mano de encima. Incluso enfadado, para ella él se veía sumamente tierno, con sus cejas fruncidas y las mejillas hinchadas.– ¡No vuelvas a hacer eso!
— Claro, claro...– asiente ella despreocupada, prestándole atención a su pequeño cuerpo, dándose cuenta de una herida debajo de su rodilla izquierda. Él, viendo hacia dónde se dirigía su mirada, empezó a tratar de explicar.
— Me lo hice mientras jugaba con mis amigos, no es nada importante.
Su hermana, en respuesta, lo deja en el suelo y va en busca del botiquín.
— Ve a sentarte en el sillón para que pueda desinfectarlo.–le ordena, volviendo al salón con el botiquín en sus manos.
El pequeño le hace caso y toma asiento. Ella se le acerca, dejando el botiquín a su lado y abriéndolo, agarra un spray desinfectante de heridas. Sacándole la tapa, se arrodilla en frente de él y le rocía con el spray cuatro veces sobre la herida. Su hermanito se queja por el ardor, y ella pasados dos minutos agarra un paquete de tiritas con imágenes de la película Cars y le pone una grande con Macqueen.
— ¿Quieres que prepare espaguetis para que te sientas mejor?– le propone la mayor con una sonrisa brillante.
— ¡Sí! ¡Espaguetis!– acepta con emoción.
• • •
Habían pasado ya varios meses. Ella finalizó su último año de secundaria y por septiembre entró en una universidad online, para poder dedicarle más tiempo a su hermanito y, tal vez, conseguirse un trabajo de medio tiempo. Era invierno, y estando cerca de navidades, la castaña fue al centro comercial en busca del juguete que su hermanito menor había pedido en su carta para Santa Claus, que ella a la noche agarró para asegurarse de que recibiera exactamente el regalo que quería y se merecía.
Después de salir de una tienda de juguetes con una bolsa que dentro tenía el regalo ya empaquetado, fue a otra tienda para comprarse una bufanda roja y auto regalársela en navidad, para que su hermanito no se preocupara por ver a su hermana mayor sin nada.
Llegó a su casa sigilosa y caminó de puntillas hacia su habitación, no vaya a ser que el pequeño venga a recibirla y se de cuenta del regalo en la bolsa, para que su creencia en Santa Claus perdurara unos años más.
Guardando los regalos en lo alto de su armario, fue a revisar a su hermanito el cual ya estaba durmiendo con una sonrisa plasmada en su rostro. Dándole un beso en la frente y arropándolo hasta el cuello, salió de su habitación cerrándole la puerta de forma silenciosa y fue a su propia cama a dormir.
• • •
Unos días después de que se acabaran la vacaciones de Navidad y Año Nuevo, su hermanito u sus amigos decidieron juntarse en el parque, en donde él les mostró el genial coche con mando a distancia que le había regalado Santa Claus este año, mientras sus amigos le mostraban un dinosaurio que hacía sonidos y un reloj de muñeca que brillaba en la oscuridad. La hermana mayor, que miraba todo sentada en un banco, sonríe enternecida, recordando cuando de pequeña también creía que los regalos venían de un viejo bonachón vestido de rojo y blanco con demasiado tiempo libre y con ganas de regalar cosas gratis a diestra y siniestra. Creo que era un invento de Coca-Cola, ¿no?
Una brisa fría la sacó de sus pensamientos, haciendo que se acomodara la bufanda. Bajó la mirada hacia su regazo, viendo su boceto de una pareja abrazada en frente del lago que había visto unas horas atrás. Agarró su lápiz, que había enredado en su cabello, y volvió a retomar su dibujo, trazando con líneas suaves hasta que ve un copo de nieve cayendo en el centro de la hoja. Levantó la mirada y vio como de forma casi mágica, comenzaban a caer copos de nieve.
— Increíble...
Viendo el hermoso paisaje, decide añadirlo al boceto que ya tenía comenzado. Pasada media hora, ya lo tenía terminado: un dibujo con una pareja abrazándose mientras contemplan a personas patinando sobre un lago congelado con copos de nieve cayendo sobre sus hombros.
Con una sonrisa, cierra y guarda su libreta de dibujo en su bolso. Quería seguir un rato más, pero notó que la temperatura decayó bastante y temía que su hermano y sus amigos pudiesen resfriarse. Se levanta y acerca al grupo de niños, quienes estaban en mitad de crear un muñeco de nieve.
— Tomi, hay que volver a casa. No quiero que te resfries...
Los niños, al oír su cálida voz, dejan el muñeco a un lado y se le acercan.
— ¿Puedo quedarme un ratito más?– pidió con ojitos de cachorro el pequeño.
— Pues...– ella, viendo que el muñeco de nieve estaba aún inacabado, decide ceder.– ...Bueno. Pero cuando acabéis el muñeco, todos tenemos que volver a nuestras casas. Mañana tenéis clases, y no quiero que vuestras madres se enojen conmigo. ¿Captaron, soldados?– preguntó de forma juguetona, parada con sus brazos en jarra y el mentón alzado.
Como solía ocurrir, al ser la hermana mayor de Tomi y además una chica muy madura, los padres de los amigos de su hermano solían pedirle que cuidara de sus hijos y hacer de niñera, y más de una vez la regañaron por devolverlos resfriados.
— ¡Entendido, capitán!– gritaron al unísono con el saludo militar, para luego seguir con su muñeco de nieve.
Ella alegre, contempla a los pequeños divertirse con una sonrisa. Mientras miraba, de la nada siente algo frío caer sobre la punta de su nariz. Supuso que era un copo de nieve, pero por alguna extraña razón sintió un subidón y le entraron ganas de hacer algo divertido.
— ¡Hey chicos!– los llamó. Ellos se voltearon a verla, por accidente dejando la nariz del muñeco chueca.– ¿Os gustaría ir a por las tapas?
Ellos, captando a qué se refería, sonrieron a más no poder y asintieron.
...Un rato más tarde, todos se encontraban sobre una pequeña colina cubierta por nieve, todos sentados sobre unos círculos ovalados de plástico, que por su forma hacían recordar a tapas de cubo de basura. Estaban en fila, uno al costado del otro, y se miraban con emoción.
— ¿Listos?– pregunta ella preparada para comenzar un brazo alzado, y al oír los gritos eufóricos de los niños, baja el brazo y grita– ¡Comencemos!
Tomi se tira un poco antes que los demás, riéndose mientras sus amigos le siguen y le dicen tramposo. Todos comienzan a deslizarse por la colina haciendo una carrera y riéndose con júbilo.
— Tomi va en cabeza, seguido de Lee y Marshall, quienes se encuentran empatados– comienza a hablar como comentarista la mayor, que iba deslizándose última, cuando de repente ella empezó a deslizarse más rápido–. ¡Increíble! ¡La comentarista entra en juego, rebasando a todos los competidores y quedando primera!– comenta refiriéndose a ella misma mientras reía oyendo los quejidos de los chicos. Siguieron deslizándose hasta llegar al final de la colina, deteniéndose poco a poco, ella más adelante sorteando un perrito que apareció corriendo de la nada. La carrera había acabado, no había más pendiente y ya tenían ganadora.
— ¡No es justo, pesas más así que caes más rápido!– se quejó Marshall, levantándose y sacándose nieve de encima. Él había quedado segundo.
— ¿Me acabas de llamar gorda?– pregunta con falsa ofensa hacia el menor, oyendo a los demás reír.
Mientras hablaban y reían, la mayor sintió una bola de nieve impactar contra su nuca, y al darse la vuelta, vio a Lee parado detrás suya.
— ¿Así que esas queremos, eh?– comentó burlona.
— ¡Espera! ¡Yo no fu-!
Antes de que pudiera terminar, una bola de nieve se estampó en su cara.
— ¡Guerra de nieveeee!– gritó Tomi mientras agarraba nieve y la aplastaba, para luego tirarle una bola a Marshall.
Tras eso, se había desatado una feroz batalla. No había nuca sin nieve, o manos sin "artillería".
— ¡Necesito más munición!
Jack Frost, sentado a lo alto de la rama de un árbol, miraba con una sonrisa la guerra que había provocado. Vio a la mayor pidiéndole a su hermano más nieve, la cual al tenerla, empezó a lanzarla cual ametralladora hacia los otros dos niños.
Hacia un rato, mientras pasaba volando y hacía nevar por todos lados, notó a un par de niños jugando en un parque. Se acercó a ver cómo les estaba quedando el muñeco de nieve, pero tras oír a la chica decir que debían volver a sus casas, decidió utilizar de su magia para que se divirtieran por un rato más.
La verdad es que tenía muchísimas ganas de bajar y unirse, pero se lo impedía... El que no pudieran verle.
Intentó varias veces hacer que los tres niños lo viesen, que jugasen con él, que se comuniquen con él... pero nada le había funcionado. Era como había sido desde siempre. Con el pasar de los años se había rendido y aguantaba con sólo ver cómo los niños juegan entre ellos, o haciendo como ahora: incitarlos a hacer una guerra de nieve. Después de convertirse en guardián y conocer a Jamie y sus amigos por fin conoció lo que era ser visto y le encantaba, así que estar aquí, con unos niños que ignoraban por completo su existencia, lo hacía sentir un tanto... desolado.
— Ah... ¡Ah...! ¡Achú!
La mayor y el espíritu dirigieron su mirada al más bajito, al que le estaba moqueando la nariz.
— Ay no. ¡Lee!– se preocupó la castaña mientras se le acercaba–. Ahora sí, tus padres me matan.
Jack, viendo la cara preocupada de la chica, comenzó a sentirse ligeramente culpable al ser el posible -claro que fue él- causante del resfrío de Lee.
— Chicos, lo lamento pero ahora sí, tenemos que irnos. Agarren sus cosas– dijo mientras sacaba un pañuelo y se lo pasaba al menor por la nariz, limpiándole–, y vayamos a casa.
Jack se los quedó viendo, oyendo las bromas que hacía la mayor en un intento de aligerar el ambiente, lo cual le hizo sonreír, así que de mejor humor, agarrando fuerte su cayado y con ayuda del viento, se echó a volar para seguir con su trabajo, mientras le deseaba suerte a la castaña mentalmente.
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¡Prólogo acabado!
Espero que os guste mi nueva historia. Escribí los dos primeros capítulos el 24/12/2020, pero por alguna razón no seguí escribiendo. Hoy al mediodía entregué un trabajo de la uni y no tenía idea de qué hacer, así que hice un dibujo, y luego no me encontraba nada para leer, así que decidí ver lo que tenía en borradores, y es ahí donde encontré esta joya olvidada. Sentí que era el destino seguirla por tres razones:
1. Anoche tuve un sueño, donde tenía un hermano menor.
2. El dibujo que hice antes de encontrar la historia es la que luego puse de portada, porque la chica está en medio de una guerra de nieve, tiene cabello marrón y una bufanda roja.
3. Estamos a poco más de un mes de navidad.
Tal vez también influye que hace poco me leí un fanfic de Jack Frost jajaj.
Nos vemos en unos días con el capítulo 1,
Chauuu!!
-Sofia.
11/11/2024
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