Capítulo 7: "El boliche".
Durante toda la semana estuve yendo a la habitación de Albina para no dormir sola. Le temía a la sombra y a la posible existencia de la magia.
He asistido a la escuela con horribles ojeras, y he permanecido la mayor cantidad del tiempo junto a Lucas. Si bien he compartido algunos momentos con Cassandra y hemos intercambiado mensajes por Facebook, prefería evitarla. Desde que ella había llegado a mi vida, me habían llovido un montón de problemas. No sólo por la cuestión de aceptar mi sexualidad, sino también por el extraño asunto de la magia, sus habilidades "especiales" y la sombra que había aparecido en mi pesadilla. Lo único que no estaba relacionado con Haider era el ladrón.
Sin embargo, debo admitir que debía controlarme para no pensar en sus besos, y en cuánto me agradaba tener contacto físico con ella.
Una vez finalizadas mis tareas escolares, mi madre me concedió permiso para salir al boliche con mis amigas.
—Luego de las pesadillas horribles que has tenido, merecés divertirte con tus compañeras de curso.
Me vestí con un pantalón engomado ajustado, un top dorado de mangas largas, unas botas y me coloqué un saco negro. Seguramente tendría frío, pero lo importante era lucir bella. Mi mamá me ayudó a maquillarme, y Agostina pasó a buscarme en taxi junto a Camila y a Macarena.
—¡Hacía un montón que no salíamos todas juntas! —comentó Agos.
—Es verdad —dije—, desde que desaprobé historia.
—¿Te has puesto a estudiar? —preguntó Camila. Ella tenía la costumbre de regañarme cada vez que no hacía mis tareas.
—Claro... ¿Qué otra cosa podía hacer durante las vacaciones? ¡Me aburrí muchísimo! Además, no quiero decepcionar a mis padres —no deseaba generarme más problemas de los que ya tenía.
—Has tomado una buena decisión —agregó Macarena, y cambió de tema—: ¿Cómo conocés a la chica nueva, que se hace llamar Haider?
—Es mi vecina.
—¿Y cómo es? —preguntó Agostina, con evidente interés.
¿Hermosa? ¿Simpática? ¿Misteriosa? ¿Atrevida?
—Buena onda —fue lo único que se me ocurrió decir—. Estamos haciéndonos amigas, aunque ella es bastante cerrada para hablar de sí misma.
—Vos también lo sos —observó Agostina, enarcando una ceja—. Además, no podemos juzgarla, no sabemos qué experiencias tuvo que atravesar. A lo mejor extraña a sus amigos extranjeros.
Continuamos conversando sobre diversas temáticas hasta que llegamos a la discoteca.
Como todo sitio bailable, la luz era tenue y cálida y estaba repleto de adolescentes bailando y bebiendo. Camila fue a comprar tragos para todas, mientras las demás la esperábamos en la pista, moviéndonos al compás de las canciones de Daddy Yankee.
Macarena era muy divertida. Sus pasos de baile eran incoherentes pero pegadizos, Agostina y yo no tuvimos más remedio que imitarla.
Camila trajo las bebidas y estuvimos riendo y moviéndonos todas juntas. Bebí mi cerveza y canté a los gritos. Era agradable distraerme así no pensaba en mis problemas.
Un rato más tarde, alguien me abrazó por detrás y me dio un ligero beso en la mejilla. Mis amigas comenzaron a reír. Su exquisito perfume lo delataba.
—¡Amigo! —exclamé alegremente.
—¡Chicos! —Agostina y las demás se les acercaron a los compañeros de Lucas: Enzo, Nicolás y Tomás.
Bailé con el joven Lee. Nos reímos un largo rato: él era peor que yo en la pista. En un momento, mi mejor amigo dejó su vaso vacío en la barra y me tomó de la cintura repentinamente. Comenzamos a movernos bien pegados el uno al otro, como si fuéramos una pareja.
Lo rodeé con los brazos y me puse en puntitas de pie. Podía ver cómo el sudor chorreaba de su frente de tanto danzar, y sentir su desagradable aliento a alcohol. Probablemente, era esa la razón por la cual él se encontraba tan cariñoso conmigo.
—Sos la chica más tierna y divertida que conozco —me dijo en el oído de repente—. Por eso mis relaciones con otras chicas jamás me duran más de dos meses o tres...
—¡Estás ebrio! —exclamé, negando con la cabeza.
Había un dicho que solía decir mi abuela a menudo (cada vez que Albina exponía alguna de mis travesuras): "Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad". Entonces ¿Lucas estaba diciéndome que no podía mantener un vínculo estable con otra chica porque estaba enamorado de mí?
Recordé que Cassandra se había puesto celosa de él y había dicho que el corazón de Lucas latía muy fuerte cuando estaba a mi lado.
Si nunca me había confesado sus sentimientos debió ser porque tenía el mismo miedo que yo: arruinar nuestra valiosísima amistad.
—Te quiero tanto, Carli... —gritó, para que pudiera escucharlo a pesar del alto volumen de la música, y tomó mi rostro con ambas manos.
Santo Dios.
Sentía que las piernas me temblaban. Miré sus bellos ojos cafés. Brillaban como nunca.
Una vez más, me dejé llevar por un impulso. Lucas inclinó su cabeza hacia mí, y cerré los ojos, deseosa de probar esos labios rosados.
Pero eso nunca sucedió.
Sentí que alguien me tomó de los hombros y me obligó a retroceder, separándome de los brazos de mi mejor amigo.
—¿Qué mierda están haciendo? —aulló alguien. Gritó tan fuerte que pude oírla a pesar de la música.
Di media vuelta, y vi a Haider. Llevaba puesto un vestido rojo apretado, unos tacones altos y una campera de hilo.
¿Por qué impidió que besara a Lucas? ¡Habíamos quedado en que éramos "amigas con derechos"! ¡No era mi pareja para comportarse de ese modo! Sentí que la ira se apoderó de mí: Cassandra había arruinado mi momento con el joven Lee ¿Cuándo tendría una nueva oportunidad para besarlo?
—¿Por qué hiciste eso? —exclamó Lucas. Tenía el entrecejo fruncido y contemplaba a Haider con resentimiento.
—¡Porque ella no es tu novia! ¡No deberías confundirla! —movía las manos histéricamente. Se veía muy molesta.
—¡Tampoco es tu novia! —escupió él—. ¡Tiene derecho de pasar su tiempo con quien le plazca!
—¡Dejen de hablar de mí como si no estuviera presente! —aullé, furiosa.
Decidí alejarme de ellos para no verme obligada a escuchar su absurda discusión.
Me dirigí al sanitario femenino y me miré al espejo. Me lavé las manos con agua fría y me acomodé un poco el cabello.
¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me sentía atraída hacia dos personas? Mi vínculo con Lucas era más sentimental, pero mi relación con Haider era más física ¿Por qué me gustaban ambos? ¿Por qué no era capaz de controlar mis emociones?
Por un momento, me quedé sola en el baño. Era extraño, ya que siempre solía haber una larga fila de chicas esperando para usar el retrete.
Mientras tomaba un poco de papel para secarme, vi que un humo negruzco estaba ingresando por la ventana ¿Acaso habría un incendio fuera del boliche? Sin embargo, pronto supe que no era así.
Retrocedí unos pasos, apoyando mi espalda contra la pared. Esperaba que no se tratara del mismo ente que había visto hacía unos días en mi habitación.
Rápidamente, se formó un corazón enorme en el aire. Dentro de éste había dos seres humanos (o eso parecían) en una situación extraña... La sombra estaba imitando a la ilustración que yo me había robado de la biblioteca.
En ese momento, me empezó a faltar el aire. Temblaba de pies a cabeza. No podía despegar la vista de esa cosa a pesar de que me sentía aterrorizada. Deseaba huir de allí, pero estaba paralizada de terror y apenas podía respirar.
Me eché a llorar mientras intentaba desesperadamente inhalar oxígeno. Me pasé las manos por el cuello, pero no lograba inhalar la suficiente cantidad de aire que necesitaba. La sombra se iba acercando lentamente a mí, como si quisiera darme un mensaje.
Gracias a todos los cielos, Cassandra ingresó en el sanitario justo a tiempo. Me vio apoyada contra la pared sosteniéndome el pecho y luchando por respirar. Desvió la vista hacia la derecha, y percibió cómo la sombra deshacía su forma y huía por la ventana.
Haider me abrazó. Lloré sobre su hombro, me sentía increíblemente asustada. Gracias a ella había vuelto a recibir aire.
Inhalé y exhalé profundamente varias veces, mientras permitía que mi vecina me consolara.
—Carli, tranquila. No estás alucinando —me susurró al oído—. Acabás de ser testigo de un hechizo.
Deshice el abrazo para mirarla.
—¿Qué? —sentía que la cabeza pronto me estallaría.
—Es hora de que descubras la verdad, amiga —musitó.
De pronto, varias personas ingresaron al sanitario, incluyendo a mis amigas. Agostina, Camila y Macarena se acercaron rápidamente a nosotras. Se veían preocupadas por mi aspecto.
—Me siento mal, chicas. Estoy descompuesta —mentí—. Me iré a casa.
—¿Por qué tenés los ojos rojos? ¿Estuviste llorando? —preguntó Camila—. ¿Discutiste con Lucas?
Pobre mi mejor amigo, una vez más, volvía a dejarlo plantado sin darle ningún tipo de explicación.
—No —negué con la cabeza. Tampoco podía contarles lo de la sombra—. La bebida me revolvió el estómago.
—¿Estás segura que es sólo borrachera? —Agostina enarcó una ceja, y le dedicó una mirada inquisitiva a Haider.
—Sí, chicas. Nos vemos el lunes en la escuela —les dije, y me apresuré por alejarme del baño tan rápido como fui capaz.
Una vez fuera de la discoteca, llamé a un taxi. Haider me siguió.
—¿Estás bien? —preguntó, frunciendo el entrecejo.
—No, no lo estoy —me sentía increíblemente abrumada y confundida. Sin embargo, me aliviaba saber que ella también había visto a la sombra, y que no estaba alucinado—. ¿Qué fue todo eso? ¿Por qué decís que es un hechizo? ¡Soñé con ese ente hace unos días y estuvo en mi habitación! ¡Cada vez que lo veía me falta el aire! Aún me temblaban las piernas del mal momento que había pasado.
De sólo pensarlo, comenzaba a respirar con dificultad.
Ella abrió la boca para decir algo, pero se quedó callada. Aproveché para agregar:
—La sombra tomó la forma del dibujo que robé de la escuela ¿Por qué? —por alguna razón, recordé a la mujer fortachona que había llamado a Haider "colega" —. Y quiero saber si esto tiene alguna relación con vos ¿Por qué la gitana te llamó "colega"? ¿Acaso hacés hechizos malignos? ¿Por qué sos la única persona que conozco que habla de la magia?
Me apreté las sienes con los dedos. La situación era absurda: magia y sombras raras formando siluetas en el aire. Nada tenía sentido.
En ese momento, comencé a reírme como si fuera una lunática. Era gracioso pensar que todo aquello se trataba de una obra mágica y que yo no estaba perdiendo la cordura.
—Carla... —Haider apoyó una mano en mi hombro—, creo que lo más sano para vos es que vayamos ahora mismo a ese sitio. Saber la verdad te tranquilizará.
En ese momento, llegó el taxi.
Ella se apresuró para subir antes que yo. Me abrió la puerta, y preguntó:
—¿Vamos a dónde te dije?
Algo en mi interior me gritaba que no lo hiciera, que debía volver a casa. Sin embargo, el refrán decía: "la curiosidad mató al gato".
Entonces me subí al vehículo.
¡Gracias por leer! Espero que les guste la historia ¿A dónde creen que Haider llevará a Carla? :O
Actualizo pronto... ¡Saludos!
Les dejo un gif de nuestra Cassandra:
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