Capítulo 6: "Miedos".
Cuando sonó la campana de salida, quise marcharme lo más rápido que pude para que Lucas no pudiera realizarme un interrogatorio. No podía contarle lo que había sucedido entre Haider y yo. Temía perder toda chance de estar con él en un futuro.
Desafortunadamente, no sólo mi mejor amigo me siguió, sino también mi vecina.
—¡Carla! —exclamaron al unísono, y trotaron hasta alcanzarme.
Intercambiaron un par de miradas desdeñosas. Ni siquiera se conocían y ya tenían prejuicios el uno con el otro.
Genial.
—¿Por qué te vas tan apurada? —reclamó Haider—. ¡Si vivimos en el mismo vecindario!
—Yo también vivo cerca de su casa —intervino Lucas ¿Acaso estaba celoso?
—Caminemos los tres juntos, entonces —repliqué, sintiéndome súper incómoda.
Mi mejor amigo comenzó el interrogatorio que tanto quería evitar:
—¿Cómo se conocieron ustedes? ¿Son amigas?
Cassandra abrió la boca para contestar, pero la interrumpí rápidamente:
—Nos hicimos amigas durante las vacaciones de invierno. Ella se mudó a nuestro barrio. Nos agregamos a Facebook y...
Lucas se volvió hacia mi vecina. Era evidente que no confiaba en ella:
—¿Haider es tu apellido? ¿Y cómo es tu nombre? ¿De dónde sos?
—Tu amigo es peor que el FBI —comentó la extranjera con picardía—. Me llamo Cassandra. Nací en Alemania, pero viví en Uruguay un tiempo y luego me mudé aquí por cuestiones laborales de mi familia ¿Y vos? ¿Quién sos?
Me tapé el rostro con ambas manos. Me avergonzaba cuán hostiles eran el uno con el otro ¿Acaso tenían miedo de perderme? ¡Eran unos estúpidos!
—Lucas Lee. Mi padre es coreano y mi madre, argentina. Carla y yo somos mejores amigos desde comienzos de la escuela primaria.
—Tenemos algo en común: raíces extranjeras —masculló, marcando adrede su acento no nativo.
Decidí que era momento de intervenir.
—¿Lo ven? Pueden ser amigos. Si lo desean, volveremos los tres juntos caminando de la escuela todos los días.
Lucas miró a Haider con desconfianza, y pasó su brazo alrededor de mi hombro.
Por lo general, solía disfrutar de tener contacto físico con él, pero en ese momento, no. Me sentí incómoda.
Haider lo contempló con resentimiento.
Lo que me faltaba: que estos dos ahora se pelearan por mí.
Me sentía muy abrumada. Necesitaba hablar con alguien mayor que pudiera consolarme un poco.
Luego del almuerzo, decidí que sería buena idea ayudar a mi papá a lavar su auto.
—¿Te doy una mano? —pregunté, mientras tomaba un trapo para limpiar los vidrios.
—No te daré dinero, Carla —Arturo aseguró.
—No soy interesada, papá —protesté.
—Tampoco hablaré con tu madre para que te levante el castigo... debés mejorar tus calificaciones.
Ya me estaba poniendo de mal humor ¿Por qué era tan difícil dialogar con mis padres?
Me quedé en silencio, pasando el trapo húmedo sobre el vehículo.
—¿Sobre qué querías hablar?
—Quería escuchar tu punto de vista de adulto. Hay una de mis compañeras que descubrió que es bisexual...
—¿Se te está insinuando?
—¡NO! —me sentía algo irritada, pero traté de ocultar mis verdaderas emociones—. Escuchame: ¿Vos qué harías en lugar de los padres de esta chica? Me preocupa que mi compañera tenga problemas.
—Mm... no haría nada. Honestamente, no me gustaría ver que mi hija tiene novia en lugar de un novio, pero lo más importante es la felicidad de las personas que uno ama ¿No creés?
Su respuesta no me aliviaba del todo.
—¿Y mamá? ¿Qué opinaría?
—Diría que la homosexualidad es una enfermedad, y le costaría muchísimo aceptarlo... si es que alguna vez lo logra. Carmen es muy conservadora.
Sentí una punzada de dolor en mi fuero interno. Que te gustara una persona de tu mismo sexo no era algo malo ¿Por qué la gente mayor de cuarenta años seguía viéndolo como una abominación?
Mi padre notó la preocupación en mi rostro.
—No todas las personas son iguales, hija. A lo mejor los padres de tu compañera no se lo toman a mal, así que no te aflijas.
Me quedé un rato callada, limpiando el auto. No podía dejar de pensar en mi madre: ella no me aceptaría.
Más tarde, Haider salió de su vivienda y me saludó con la mano.
Arturo se quedó viéndola fijamente, y comentó:
—La nueva vecina es muy parecida a alguien que conocí hace mucho tiempo.
—¿Una ex novia? —inquirí, con repentino interés.
—No seas curiosa —replicó, algo ruborizado—. Una amiga de la juventud —explicó.
Continué dialogando un rato más con él hasta que terminamos de lavar el vehículo.
A las once de la noche, cuando mis padres estaban durmiendo, Cassandra me envió un mensaje por Facebook que decía: "Salí a la vereda".
Me vestí, tomé un abrigo e hice lo que ella me pidió.
Me dio un beso en los labios, un abrazo y nos sentamos en el cantero de mi vivienda. Era consciente de que era peligroso para dos muchachas jóvenes estar allí afuera, pero no me sentía intranquila: si veía a alguien sospechoso, correríamos hacia el interior de mi casa.
—¿Cómo estás? —me preguntó.
¿Qué debía decirle? ¿Que todavía me sentía abrumada por lo que sentía por ella? ¿Qué aún no había olvidado el asunto del robo y que todavía conservaba la marca en la muñeca? ¿O que había hablado con mi padre y me había dicho que Carmen jamás aceptaría mi bisexualidad?
—Bien ¿Y vos? Tratá de ser menos hostil con Lucas la próxima vez. Él es mi mejor amigo.
—Él empezó con la mala onda —se excusó—. Además ¿Qué clase de mejor amigo se comporta como un novio celoso? Su corazón latía tan fuerte que hasta podía escucharlo.
—¿En serio? —pregunté ¿Qué clase de habilidades tenía esta chica?
Ella soltó una risotada.
—Es una forma de decir, Carli.
Suspiré. Me encantaría que Lucas sintiera lo mismo por mí, pero sabía que no era así. Cassandra solamente estaba celosa. Si mi mejor amigo me quisiera, ya me habría confesado sus sentimientos. Para él no era difícil decirle a una chica que le gustaba.
—Cambiemos de tema... ¿Podés contarme algo sobre vos? Siempre me ocultás información.
Cassandra asintió. Miró el cielo estrellado, y empezó a narrar su historia:
—Nací en Alemania, el siete de julio de mil novecientos noventa y cinco. Crecí sin mis padres, quienes murieron trágicamente cuando yo era una niñita —se apoyó en mi hombro, acongojada—. No recuerdo cómo me asignaron a mi tutor, pero tengo una relación vacía con él. Sólo recibo dinero de su parte.
—Deberías generar nuevas amistades —le sugerí—. Empezar talleres de algo que te guste hacer ¿No te gusta pintar? ¿Escribir? ¿Bailar?
—No soy buena haciendo amigos.
—¿Y por qué a mí me agregaste en Facebook sin siquiera conocerme?
—Porque sabía que seríamos vecinas. Es distinto.
—¿En qué es diferente? ¡No seas cerrada!
—Para alguien como yo, sólo una persona especial como vos podría hacerla sentir cómoda.
¿A qué se refería con eso? ¿Empezaría a hablar del rollo mágico otra vez?
En ese momento, vi que una figura femenina robusta corría hacia nosotras. Parecía una gitana. Era morena y sus ojos eran azules como el zafiro. Su nariz y sus labios eran anchos. Llevaba un pañuelo naranja en la cabeza y lucía un vestido rojo y un abrigo negro.
Se paró frente a nosotras, y miró a Haider.
—Colega ¡Qué gusto me da verte! —exclamó, algo jadeante—. Te necesitamos.
Cassandra le lanzó una mirada asesina ¿Por qué? ¿Le molestaba que nos interrumpieran? La mujer permaneció en silencio, esperando una respuesta de su parte.
—¿Colega? —repetí aquella palabra. Me sentía completamente confundida.
Ignoró mi pregunta, y le murmuró algo al oído a esa mujer que no fui capaz de oír.
—Tengo que irme con ella, Carla. Nos vemos luego —anunció, y se marchó velozmente detrás de la señora.
Estaba sentada en un descampado. Las estrellas brillaban como nunca. Soplaba una brisa agradable ¿Sería finales de verano? Yo vestía un camisón y andaba descalza sobre el césped.
A mi lado, se encontraba Lucas. Él también estaba en pijama. Me dedicó esa hermosa sonrisa suya y me tomó de la mano, provocándome un cosquilleo en el estómago.
En ese instante, una figura de humo se formó entre nosotros. Tenía silueta de mujer y su sombra se proyectaba en el suelo al contrastar con la luz de la luna.
Mi mejor amigo se colocó protectoramente delante de mí.
—¿Quién sos? —bramó—. ¡Alejate de nosotros!
Tenía mucho miedo. Abracé a Lucas de la cintura, sin dejar de contemplar a aquella tenebrosa aparición.
De repente, "la sombra" deshizo su figura femenina y se convirtió en un conjunto de letras que formaban una palabra aterradora: "MUERTE".
Y en ese instante, empecé a sentir que me faltaba el aire.
Estaba experimentando una especie de disnea en la vida real, pero probablemente por los nervios. Me senté sobre la cama en la oscuridad y me llevé las manos al pecho, tratando de inhalar oxígeno. Como no funcionaba, tanteé la mesita de luz para encender el interruptor del velador. Al hacerlo, vi que una sombra pasó rápidamente frente a la ventana de mi cuarto.
Intenté gritar, pero no tenía aire. Sentía que no podía respirar y que pronto me desmallaría. Tenía miedo y me temblaba el cuerpo.
En ese momento, mi mamá ingresó a mi habitación. Se sentó rápidamente sobre mi cama y pasó uno de sus brazos sobre mi hombro, y con su mano libre me tomó el rostro.
—Tranquila, Carla. Respirá profundamente y exhalá. Fue sólo una pesadilla.
Hice lo que me dijo, y comencé a calmarme. Me secó el sudor de la frente con un pañuelo de seda.
—Te escuché de casualidad porque fui a beber un poco de agua —comentó, al verme más relajada—. ¿Querés que me quede en tu habitación?
Asentí con la cabeza. Le hice un espacio en mi cama, y ella se acostó conmigo. Si ella supiera que yo había besado a una chica ¿Me haría compañía igual? Sentí una punzada de dolor al pensar que la respuesta podría ser negativa.
Traté de dormirme, aunque no pude hacerlo. No podía dejar de pensar en la sombra que había visto en mi cuarto, y en la conversación que había tenido con Haider:
—¿Vos creés en los fantasmas?
—En los fantasmas, no. En la magia, sí.
¿Qué creen que le sucedió a Carla? ¿Acaso ese fue su primer encuentro con lo sobrenatural? Aquí empieza la parte fantasiosa de la historia, espero que estén listos para las aventuras que vive esta adolescente :)
¡Muchas gracias por leer!
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Abril Julio es una adolescente que fue abandonada por su madre y vive sola con su padre. El día de su cumpleaños número dieciséis, es secuestrada fuera de la escuela.
¿Dónde termina? En un zoológico, en Malasia... y es obligada a encontrar una Puerta Dorada. Allí conoce a Jacinto y a su futuro interés amoroso: Ariel.
Luego, los tres jóvenes despiertan en un Mundo Rosado en donde deben robar un anillo para sobrevivir.
Más tarde, se encuentran en un cine con una pantalla gigante... de la cual, saldrán monstruos horripilantes.
Esto no tiene sentido ¿O sí? Y nos preguntamos ¿Por qué ellos?
Fueron elegidos por una razón. Y ellos mismos deben tomar las decisiones acertadas para poder ser libres nuevamente.
¿Cómo harán para salir de la Cabina? ¿Quiénes se ocultan detrás de este juego macabro? ¿Cuál es el objetivo detrás de estos desafíos? ¿Qué tienen que ver sus padres con todo esto?
¿Se atreven a leer esta historia?
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