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Capítulo 49: "El Valle de la Medianoche Plateada".


Medealis.


Ver al hechicero allí, frente a mis narices, me hizo darme cuenta de que todavía no me daba por vencida. No quería morir. Era demasiado joven y deseaba con toda mi alma volver a ver a mi familia.

Enterré la varita mágica en el lago y me concentré en utilizar los elementos que tenía disponibles para defenderme. Tal y como había aprendido en mi entrenamiento, le lancé varias esferas de agua mi enemigo, quien se vio increíblemente sorprendido por mi ataque.

Aproveché para colocarme la pulsera de la invisibilidad y salir corriendo lejos de la orilla del lago.

Mi corazón latía con violencia mientras mi cuerpo se volvía invisible. No quise mirar hacia atrás, pero imaginaba que Máximo debía estar herido. De lo contrario, hubiera reaccionado con mayor rapidez.

—¡Humana! ¡Si venís ahora mismo, prometo asesinarte sin dolor! —una oferta muy tentadora para él—. Si tenemos que jugar a las escondidas ¡No te perdonaré!

Lo ignoré, y corrí tan rápido como fui capaz, jadeando. Sentía ganas de vomitar, el yogurt que me había comido hacía un rato estaba pesándome en el estómago.

Los brujos habían tenido razón, y el entrenamiento me había resultado realmente útil. Si no me hubiesen hecho trotar todos los días, estaría perdida.

Decidí treparme de un árbol y quedarme allí, inmóvil. Era invisible y tenía la piedra de Warlock. Máximo no me encontraría con facilidad. Mi energía mágica estaba camuflada.

—¡Carla Krstch! —aulló—. ¿Sabías que este Valle está prohibido porque, si una criatura que no es hechicero ni brujo ingresa al mismo, no puede salir por sí solo? Es cuestión de tiempo hasta que te encuentre y te corte la garganta.



Kingdom of Blood.


Cuando Lord Crewe regresó a su hogar, la situación de su mundo se había salido de control. Los hechiceros habían aprovechado que los brujos más fuertes no se hallaban en la sala principal, y lograron liberarse con encantamientos poderosos.

Una nueva batalla se había desatado allí mismo.

Volaban por los aires hechizos, objetos, y su tan preciada tecnología estaba siendo utilizada como arma por sus enemigos.

El creador del Kingdom era consciente de que no podía pedirle ayuda a Abigail para controlar la situación, ya que ella se hallaba ocupándose de los hechiceros en la Tierra. Liese debía de estar en Medealis. Amadeo y Brenda se habían ido a torturar prisioneros en las prisiones subterráneas.

Suspiró, e intentó concentrarse. Su cuerpo rebozaba de energía gracias a Javier. Se sentía fuerte y joven.

Separó sus manos, y comenzó a lanzar esferas de energía a su alrededor.

* * *

Dos de seis prisioneros también lograron liberarse. Brenda no se encontraba en su mejor estado físico, por lo tanto, recibió varios golpes. Los mismos la hicieron caer hacia atrás, provocándole un fuerte dolor en sus caderas.

—¡No nos rendiremos tan fácilmente! —exclamó uno de sus enemigos, lanzándole un rayo a Amadeo, quien lo esquivó grácilmente.

La pelea estaba demasiado pareja. Los hechiceros y los brujos se mantenían empatados. Amadeo estaba sudando y frunciendo el entrecejo ¿Qué podía hacer para asesinar a sus contrincantes?

—Plan B —musitó uno de ellos dos, y alzaron sus varitas en el aire.

—No pueden huir —balbuceó el hermano mayor de Francis.

El joven Cuadrado se apresuró para preparar un hechizo complejo de ataque energético, pero pronto, se formó un círculo azul debajo de los seis prisioneros. Amadeo les lanzó el ataque que había estado preparando, sin embargo, el mismo no llegó a destino.

—¡No! —exclamó Brenda. Su cuerpo temblaba a causa de la rabia.

Los hechiceros se habían esfumado ante sus ojos.

Amadeo se sentía increíblemente frustrado. Mientras existiera algún hechicero en algún lugar del universo, los problemas jamás acabarían.

—¡Cobardes hijos de puta! —aulló Brenda, quien, a pesar de los golpes, aún se mantenía en pie—. ¡Los mataré a todos!

—Deja de gritar, por favor —Amadeo la tomó del brazo y la arrastró escaleras arriba—. Debemos avisarle a Lord Crewe de inmediato lo que ha sucedido. Es posible que ellos se hayan ido a Medealis. No usaremos los ascensores por seguridad ¿Podrás caminar?

—Estoy bien. Me gustaría que me soltaras, ex cuñado.

Amadeo hizo lo que ella le pidió. Consecuentemente, ambos se apresuraron para llegar hasta la sala principal.

Desafortunadamente para ellos, se encontraron con decenas de cadáveres y los restos de una sangrienta batalla. Había todo tipo de criaturas degolladas en el suelo.

Amadeo apartó la mirada. No disfrutaba de ese tipo de espectáculos.

Lord Crewe se hallaba apretando los puños a ambos lados de su cuerpo, contemplando cuán destrozada había quedado la tecnología del castillo. Apenas sintió la presencia de los dos jóvenes brujos, ordenó:

—Brenda, ayúdame a limpiar y a proteger mi vivienda. Amadeo, irás a Medealis junto a los mejores guerreros que estén en el Kingdom. Ningún enemigo debe sobrevivir ¿De acuerdo?

El joven Cuadrado asintió, y comentó:

—Los prisioneros han huido.

—Lo sé. Como no pudieron invadir mi mundo, irán a por Medealis. Liese necesita ayuda ¡Rápido!



Medealis.


Tenía miedo. Temblaba de pies a cabeza. Sin embargo, trataba de controlarme para no delatarme. Sabía que algún brujo vendría a por mí...

Y realmente, prefería morir en manos de Liese antes que ser asesinada por un hechicero.

—Prenderé fuego el valle entero hasta encontrarte —aulló Máximo, y cumplió con sus palabras de inmediato.

Pude ver que su varita empezó a desprender llamas anaranjadas, las cuales comenzaron a arder en las copas de los árboles.

Brinqué para no quemarme viva. Mi salto provocó un fuerte sonido que permitió que el hechicero me localizara.

—¡Te encontré! —exclamó Máximo, y arremetió contra mí con unas llamas que parecían salidas del mismísimo infierno.

Me coloqué rápidamente detrás de un árbol, y el mismo recibió el hechizo por mí. Lo lamenté, pero no tuve tiempo para disculparme con la naturaleza: debía proteger mi propia vida.

Máximo se veía golpeado y cansado, quizás había estado en otras batallas. Tenía que entretenerlo hasta que llegaran mis ¿Salvadores o mis asesinos?

Recordé el muro de Tierra que había aprendido a hacer gracias a Amadeo. Enderecé mi abdomen e hice fuerza con mis brazos alzando la varita, la cual era visible ante los ojos de mi enemigo.

—¡No escaparás! —gritó él, al mismo tiempo que yo murmuraba una frase y lograba alzar un muro de tierra contra él.

El mismo estaba hecho con los minerales y raíces que conformaban la superficie de Medealis. Máximo se llevó una gran sorpresa cuando fue empujado hacia atrás y casi cayó sobre las llamas que él mismo había encendido. Me enorgullecí por un instante por haber logrado a la perfección el encantamiento.

Maldijo en un idioma que no fui capaz de reconocer, y trató de ponerse de pie. Me apresuré para ocultar mi varita y echarme a correr.

Las llamas y mi estado físico cansado (ya no sabía hacía cuántas horas que no dormía) me hicieron entrar ganas de toser. La garganta me picaba y sentía que el aire del valle se había vuelto sofocante.

Debía evitar a toda costa hacer ruido si quería sobrevivir.

—¡Carla Krstch! —aulló.

Tenía que pensar en algo, rápido. Necesitaba hacer tiempo. Busqué velozmente con la vista algún objeto que pudiera utilizar como arma.

Decidí mover algunos de los troncos que estaban quemándose hacia mi enemigo. Tuve que hacer mucha fuerza con el abdomen y con los brazos, ya que los mismos pesaban mucho.

Los solté y Máximo los esquivó, aunque ahora se hallaba encerrado en un muro de fuego. Corrí tan lejos como pude hacia un lugar que no estaba quemándose. Me escondí casi a orillas del lago, entre unos arbustos de hojas violáceas.

Mi corazón latía con violencia. Me ardían los ojos y la garganta, y el cuerpo me temblaba de pies a cabeza.

No podría contra él. Los hechizos que había aprendido durante mi entrenamiento servirían únicamente como distracción, porque eran débiles. Mi bruja era fuerte, pero yo no.

¿Qué podía hacer? Me abracé las piernas y apoyé el mentón sobre mis rodillas, mientras les rogaba a las Fuerzas Sobrenaturales que mi enemigo no me hallara.

No sabía cuánto tiempo estuve allí escondida, pero temblé de terror cuando vi que Máximo se deshizo de los troncos y comenzó a liberar llamas nuevamente para asesinarme.

—No puedo verte ni localizarte ¡Pero sé que no podés escapar de este lugar! ¡Hoy morirás! ¡Morirás como el tutor de tu novia, como Ángel y como Dianora!

El corazón me dio un vuelco.

No puede ser. Está nombrándomelos para desestabilizarme y que mi miedo provoque mi rendición.

Tenía mucho miedo y rogaba que lo que el hechicero me había dicho fuera mentira. Si Dianora había muerto, mi papá estaría devastado. No obstante, permanecí inmóvil en el lugar, abrazándome aún más a mis piernas.

—Los Black y yo nos encargamos del guardián de Cassandra y los hermanos Simón se ocuparon de aniquilar a los traidores de Ángel y Dianora... Un pajarito me contó que tu papá estaba allí también...

Mi corazón dio un vuelco.

Papá, papá...

Ese maldito hechicero estaba mintiéndome. No podría haberle ocurrido nada a mi familia ¿Verdad?

Me sentí mareada y descompuesta. Estaba sudando como un cerdo y mi cuerpo no dejaba de temblar de forma involuntaria.

Mi familia...

Dejé escapar lágrimas amargas. El dolor me punzaba el pecho como si fueran cuchillos.

—¿No te interesa saber qué le ocurrió a tu papá?

Deseaba llorar y gritar, pero no podía hacerlo. No era tan ingenua como para caer en la trampa de aquel hechicero.

Por fortuna, un círculo azul se formó frente al lago, a pocos metros de mí. Del mismo, salieron diez criaturas mágicas, y Francis.

—¡Carla! —exclamó el joven Cuadrado—. ¡Vinimos a ayudarte!

Al mismo tiempo, se creó otro círculo de luz. Dos hechiceros que jamás había visto (un hombre y una mujer de cabellos castaños), empezaron a caminar por la orilla del lago.

—Desearía que no le mintieras a Carla —musitó Francis con tranquilidad—. Nada le ha sucedido a su familia. Además, ella es astuta: no podrás manipularla.

Sus palabras me devolvieron el alma. Me sentí realmente agradecida con Francis.

—Me enteré de que vos asesinaste a mis colegas hechiceros —escupió Máximo con odio, cambiando de tema.

Eso comprobaba que mi familia estaba bien.

—Asesiné a quienes se habían encargado de Ángel, de Dianora y que estaban torturando a Alhelí.

Entonces era cierto lo de Dianora y Ángel... pobre papá ¡Debe estar devastado!

Alehí. Javier. ¿Cómo estarían ellos?

—Además —intervino Francis—, Lord ha tomado la sangre de su humano. Deberían rendirse si no quieren ser brutalmente masacrados.

¿Javier... había muerto? Sentí una punzada de dolor en lo más profundo de mi corazón.

Miré la marca en mi muñeca, y la acaricié con mi pulgar, tratando de contener la angustia que me embriagaba. Luego, volví la vista hacia Francis.

Dejaron de dialogar para enrollarse en una violenta batalla. Las criaturas mágicas luchaban todas juntas contra aquellos dos hechiceros desconocidos, mientras Francis y Máximo combatían entre sí, empleando sus mejores hechizos.

Me pregunté qué podía hacer para huir de ese lugar.

De pronto, tuve una idea: podría intentar regresar por donde había venido.

Me dispuse a caminar sobre el césped y/o las plantas —porque si pisaba la arena dejaría rastro y no quería que nadie me encontrara—. Tuve que esquivar los troncos quemados y evitar pasar por el bosque que estaba en llamas. Además, me vi obligada a estar atenta a la batalla, porque volaban objetos y criaturas mágicas por doquier.

Llegué hasta donde se había encontrado la inscripción del nombre del valle, pero ahora eran sólo pisadas. No había nada que pudiera dar indicio de una posible teletransportación.

No podía ser. Tenía que haber algo allí, una luz que me guiara al exterior del Valle... ¿Verdad?

Me pregunté si había alguna forma de llegar a las montañas nevadas, o si serían alguna especie de ilusión.

Necesitaba encontrar la forma de escaparme de allí.

Me dolía el estómago y el pecho y temía descomponerme. Tenía demasiado miedo. No quería terminar del mismo modo que Javier, y me dolía la muerte de Dianora. Sin embargo, traté de pensar en alguna posible solución.

Retrocedí lentamente por el césped y pronto noté que alguien me había tomado del brazo.

—Tengo un detector de aparatos mágicos —dijo la hechicera, arrancándome la pulsera dorada de un tirón. La misma cayó al suelo y se mezcló con la arena que había en el lugar.

En ese instante, pude notar que todas las criaturas que estaban en el valle se giraron para mirarme.

Francis no dudó en teletransportarse a mi lado, y empezar a luchar violentamente contra la hechicera. Tuve que alejarme de ellos para no recibir algún encantamiento de rebote. No pude recuperar el brazalete que había perdido.

Desafortunadamente, Máximo y su colega se apresuraron para venir a atacarme.

Y las criaturas mágicas los siguieron, para defenderme.

—¡Carla Krstch! —aulló el esposo de Luna, quien se detuvo para combatir cuerpo a cuerpo con un vampiro.

La batalla era tan confusa... volaban tantas cosas por el valle, que no sabía qué podía hacer o dónde podría esconderme. Cualquier lugar de Medealis sería peligroso para mí.

De pronto, se me ocurrió una idea.

Apoyé las manos en el suelo y calculé el espacio justo debajo de los hechiceros. Me esforcé y apreté la varita mágica. Murmuré unas palabras, y la superficie de la playa se elevó, con ambos enemigos en la cima de la columna de tierra.

Dos hadas aprovecharon a volar hacia ellos. Máximo se lanzó desde la altura y cayó sobre la arena, pero se quebró un hueso. Maldijo en varios idiomas, pero volvió a ponerse de pie. El otro hechicero fue atacado por las demás criaturas mágicas, quienes, al estar en la altura, poseían ventaja. Lo apuñalaron hasta que él cayó al suelo, perdiendo muchísima sangre.

—¡Bien hecho, Carla! —exclamó Francis, quien aún peleaba con la hechicera.

Máximo, a pesar de tener una pierna quebrada, continuó luchando contra las demás criaturas mágicas, manteniéndose parado sobre un solo pie. Le chorreaba sangre de la cabeza y tenía muy mal aspecto, no duraría mucho tiempo sin desmayarse.

Ahora tenía que pensar en una forma de ayudar al joven Cuadrado. Alcé mi varita, y apunté hacia mi enemiga.

Sin embargo, no fue necesario que hiciera nada. La hechicera y Francis se lanzaron rayos mutuamente...

Ella cayó hacia atrás, sin vida...

Y él tropezó, escupiendo sangre por la boca. Comenzó a toser de rodillas sobre la arena, limpiándose con las manos el líquido rojo. Se veía más pálido que nunca.

—¡Francis! —me agaché a su lado—. ¿Estás bien?

Él me dedicó una sonrisa sincera. Era la primera vez que lo hacía.

—Me lanzó un rayo mortal, Carla. Me ha quemado algunos órganos...

—¡NO! —me llevé las manos a la boca y comencé a sollozar.

¿Por qué me ponía tan triste que él me dijera eso? ¿Acaso era por el tiempo que habíamos compartido juntos? ¿Habíamos generado una especie de amistad? ¿O sería que él representaba mi esperanza de regresar a la Tierra?

—Creo que, en otra vida, podríamos haber sido buenos amigos —él me volvió a sonreír, y me tomó de las manos—. ¿Sabes cómo funcionan las teletransportaciones?

—¿Qué?

Él volvió a toser, sin soltarme las manos. La sangre le chorreaba de los labios. Usé el puño de mi sweater para limpiárselo. Posiblemente era una estúpida, pero me daba mucha pena ver a alguien tan joven morir así, más siendo que habíamos compartido tantas adversidades.

Escuchamos los gritos de Máximo, a quien dos vampiros estaban succionándole la sangre. Moriría.

Eso me aliviaba.

—Carla, te transferiré mis poderes. Sé que es peligroso, pero confío en que recibirás bien mi energía...

—¿Qué?

No podía estar hablándome en serio.

—Con mis poderes, te teletransportarás a la Tierra. Tu sangre será más poderosa, y quizás no debas morir en manos de Liese...

—Francis, es demasiado arriesgado —tenía un nudo en la garganta. No podía creer que él estuviera ofreciéndome su magia.

El joven Cuadrado me ignoró.

—Cuando quieras teletransportarte... —se detuvo para toser más sangre. Volví a limpiarle el rostro con mi sweater—. Visualiza en tu cabeza el sitio al que quieras ir, con lujo de detalles, y luego déjate llevar por la energía mágica. Lo harás bien, no es un encantamiento complejo.

—Francis...

—Dame las manos, y cierra los ojos. Pon tu mente en blanco para recibir mi poder...

No era capaz de dejar de llorar. La angustia me carcomía por dentro. Sin embargo, asentí. Era consciente de que el joven Cuadrado no podría sobrevivir si algunos de sus órganos habían sido quemados.

Apreté las manos del brujo.

—Bien, empecemos.

Y en ese instante, empecé a sentir un calor sofocante.



¡Esta historia casi termina! La próxima actualización será doble, ya que subiré el capítulo final y el epílogo, por lo tanto, me demoraré más días ¿Cómo creen que terminará la historia? ¿La están disfrutando? ¡Espero que sí!

Mil gracias por leer, mientras esperan, les recomiendo que lean mi novela: "Mundos Paralelos" (Completa) que se trata de una chica quien, de manera involuntaria, cae en un agujero negro y es enviada a un mundo paralelo. Allí conoce al amor de su vida, a nuevas amigas, y a personas que querrán asesinarla para mantener el equilibrio del universo.


¡Nos vemos pronto!

Sofi.

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