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Capítulo 39: "La provocación".


La Tierra.

Agosto de 2012.


Esa noche, Máximo y dos compañeros hechiceros, conocidos como "los primos Black", cuya tez era morena y ambos lucían narices aguileñas, se atrevieron a teletransportarse a la vivienda de Cassandra Haider.

—¿Creés que con esto lograremos que ella regrese? —Walter, el mayor de los primos, quien no parecía muy convencido de lo que estaban a punto de hacer.

—No lo sé, pero creará una distracción. La desestabilizará: jamás hubiera esperado este ataque —Máximo parecía seguro de sí mismo—. Mientras nosotros estamos aquí, los demás viajarán al Kingdom.

—Será una batalla feroz —intervino Jonathan, el menor de los Black.

El esposo de Luna alzó su varita en lo alto, y cerró los ojos.

—Tal y como pensaba, la casa está protegida por un hechizo.

—Perdón que interrumpa... —musitó Walter, frotándose el mentón—. ¿No sería mejor que atacáramos a los Krstch?

—No. Sólo perderíamos nuestro tiempo. La joven Krstch, quien es la que nos interesa. ya no está allí. En cambio, si aniquilamos al tutor de Haider... eso sí le dolerá. Y nos llevaremos los objetos de valor que encontremos.

—Espero que no tengamos que pagar caro esa provocación —suspiró Jonathan.

Los tres hechiceros alzaron sus varitas. Pronunciaron unas palabras en un idioma extraño, y en conjunto, lanzaron un rayo blanco contra la puerta de ingreso.

La madera se convirtió rápidamente en cenizas.

—El hechizo de protección no era tan fuerte —observó Máximo, siendo el primero en poner un pie en el interior de la vivienda de Haider.

Su hogar estaba decorado de forma anticuada: alfombras rojas, imitaciones de los cuadros de Da Vinci como la Monalisa o La Última Cena en las paredes, un reloj de pie hecho de madera de algarrobo y algunos adornos de porcelana fina.

Había un par de amplias ventanas en la sala cuyas cortinas eran de color salmón, ambientando cálidamente el sitio. En el fondo, había una chimenea de mármol que tenía esculpido unos hombres desnudos, y un sofá de terciopelo.

Un hombre de mediana edad apareció en pijamas azules en el piso de arriba. Cuando su mirada se encontró con la de los hechiceros, su rostro empalideció. Era un simple humano, pero los había reconocido. Retrocedió lentamente, y luego, volteó y se echó a correr.

—Vayan a por él —ordenó Máximo.

Los primos Black subieron las escaleras a toda velocidad, y atraparon fácilmente a su presa.

—¡Suéltenme! ¡Cassandra los matará si se entera de esto!

—Cállate, inútil.

Lo golpearon brutalmente, mientras el esposo de Luna recorría la vivienda de Haider en búsqueda de objetos mágicos. El hombre aullaba de dolor, pero a los tres hechiceros les importaba un bledo su sufrimiento.

—En el living y en la cocina hay elementos de plata y oro, pero no veo nada que pueda servirme —musitó, y decidió dirigirse escaleras arriba, de donde provenían los gritos del tutor de Cassandra.

Walter sostenía al cincuentón de los brazos mientras Jonathan le propinaba puñetazos y patadas. El rostro del sujeto estaba magullado y le chorreaba sangre de la nariz y de la boca, habiendo ensuciado el suelo notoriamente. Incluso había algunos dientes caídos.

—Él no es nuestro verdadero enemigo. Dejen de jugar y mátenlo de una vez.

—Es...pe...ren... —balbuceó el individuo malherido, pero pronto, lo silenciaron para siempre.

Walter no dudó en sacar una navaja en su bolsillo y clavársela en la yugular al tutor de Haider, quien cayó desplomado sobre la alfombra.

Máximo lo miró con indiferencia y señaló hacia su izquierda.

—Revisen esas habitaciones. Busquen objetos de valor.

El esposo de Luna giró hacia la derecha, y le llamó la atención una puerta plateada cuyo pomo parecía hecho de oro.

—¿Será este el cuarto de Cassandra?

Intentó girar el picaporte, pero vio que había un sello mágico que le impedía mover la perilla.

Alzó su varita mágica, y pensó en las combinaciones moleculares que se necesitaban para lograr una pequeña explosión. Al cabo de unos instantes, logró hacer estallar el pomo de metal. Abrió la puerta de un simple empujón e ingresó a la habitación.

El empapelado del cuarto era beige, con pequeñas flores rosadas. Había un cuadro de Haider en el fondo, con un vestido azul de dama antigua. Lucía como una princesa de un cuento de hadas.

La alfombra que cubría el suelo era bordó. La cama tenía un acolchado de piel de tigre que parecía excesivamente costosa. Había posters sobre mitología, con ángeles cayendo del cielo y brujos. Los malditos brujos chupasangres.

Asimismo, había dos ilustraciones colgadas en un recuadro: un boceto del rostro de Cassandra y un hada. Máximo apuntó con su varita y realizó un hechizo simple, para conocer al dueño de los dibujos. Tuvo que contener una carcajada cuando descubrió que los garabatos los había hecho Carla Krstch ¿Acaso Haider realmente sentía algo por esa mocosa insulsa?

Sobre un chifonier, había variadas reliquias, como arcos y flechas, varitas doradas, dagas de plata, bolas de cristal, y un libro antiguo.

—Hacía prácticamente un siglo que no me encontraba con las barras de oro —musitó, mientras las acariciaba con anhelo.

Abrió el guardarropa de la joven alemana, y se robó una mochila. Colocó las armas, las varitas y las bolas de cristal allí dentro. Se sentía más que satisfecho al haber hallado varios objetos mágicos de valor.

En ese momento, Walter ingresó al cuarto de Haider.

—Hemos conseguido relojes de oro y un cinto mágico.

—Guárdenlo aquí —Máximo le alcanzó el bolso al hechicero Black—. Yo me llevaré algunas joyas y luego nos largaremos. Es probable que los vecinos ya hayan alertado a la policía por los gritos del alemán.

El marido de Luna encontró una cajita musical con joyas de oro blanco, que se veían mágicas. No sabía cuál podría ser su utilidad, pero pensó que su esposa le gustaría recibirlas y ella misma las investigaría.

De pronto, empezaron a oírse sirenas acercándose.

—¡La policía! —exclamó Jonathan.

Los tres no dudaron en alzar sus varitas y teletransportarse a Medealis.



Kingdom of Blood.

Carla Krstch.


—Acá tenés lo que me pediste —me dijo Haider, entregándome el brazalete de la invisibilidad.

—¿Cómo lo conseguiste tan rápido? No me contestes con un "tengo mis métodos" —revoleé los ojos.

—Fue fácil: se lo pedí a Lord Crewe.

—¿QUÉ?

¿Tan fácil había sido?

—Sí —respondió con orgullo—, podría decirse que soy la niña mimada de los brujos.

Sacudí la cabeza. No debería juzgarla si ella acababa de hacerme un favor ¿Verdad?

—Ahora, vayamos a ver al marcado de Lord Crewe... ¿Le has pedido permiso para ello?

—No hace falta. Algunos tenemos acceso ilimitado por el castillo.

—Has venido aquí varias veces ¿Verdad?

Asintió.

Caminamos por la tecnológica instalación tomadas de las manos. Yo llevaba mi anillo, mi varita, la piedra de Warlock y el brazalete. Me generaba mucha ansiedad pensar en qué condiciones hallaría al pobre sujeto que había sido elegido por el sorteo mágico de Crewe.

Haider configuró el ascensor de cristal para que nos trasladara hacia un área subterránea, que se veía más oscura que el resto de la edificación, pero llena de maquinaria innovadora —que no tenía idea para qué serviría—. No me gustaba ese sitio. Era tétrico y aterrador.

—Esto es una especie de calabozo —comentó Cassandra—. Lord está guardando a su humano en este lugar para que nadie logre lastimarlo, hasta que llegue el momento de succionarle la sangre.

—¿Vos defendés este tipo de comportamiento? ¡Dicen que Crewe es súper sanguinario! —de sólo recordar a las criaturas que había visto en el descampado del Kingdom apenas había llegado, me estremecí.

—La moral es subjetiva, Carla. No podés juzgarlo por tomar decisiones difíciles para mantener su mundo a salvo...

—¿Y por qué desangra cruelmente a sus marcados, entonces?

—Porque cree que de esa forma obtiene más energía mágica. Hay varios mitos al respecto.

—He escuchado el que está relacionado conmigo: piensa que, si vivo rodeada de lujos y me alimento bien, le daré más poder.

Haider soltó un largo suspiro.

—Es complicado, Carla. Hay varias leyendas y aún nos queda mucho por descubrir sobre la magia...

—Hablando de eso ¿Quién te trajo hasta el Kingdom?

—Los hermanos Cuadrado ¿Acaso no es obvio? No empieces a desconfiar de mí nuevamente, Carla. De ser así, nuestra relación no funcionará. Sabés que lo único que me importa es que vos estés bien y por esa razón vine a salvarte de tu destino...

¿Acaso intentaba manipularme para que no le hiciera más preguntas? Decidí no protestar. La necesitaba, física y emocionalmente.

Sería buena idea continuar investigando.

—Quiero hablar sobre los mundos mágicos ¿Cómo manejan sus cuestiones políticas? Me imagino que debe ser difícil para una sola persona dirigir un planeta entero...

—Nunca te hablé sobre esto porque no pensé que te interesaría. Hay subdivisiones y reglas. Cada criatura mágica tiene un juez que resuelve problemas de su especie y un mensajero que debe informar a los grandes brujos sobre lo que sucede. Además, todos los mundos mágicos tienen tres importantes reglas, que han servido para mantener la paz. "Número uno: no matarás a un brujo. Número dos: no aniquilarás a nadie que pertenezca a tu especie. Número tres: defenderás tu patria como si fuera tu propia carne".

—¿Siempre cumplen las reglas?

—Casi siempre.

Pensé en el vampiro y el lobo que habían intentado atacarme en Warlock: ellos habían sido un claro ejemplo de que, en algunas ocasiones, las criaturas mágicas desobedecían a sus líderes.

Pronto, nos dirigimos hacia una especie de calabozo híper tecnológico. Pude ver que, detrás de unas rejas hechas con ¿Rayos azules? Se encontraba un joven de unos treinta y tantos años, robusto y con la barba castaña de varias semanas sin afeitar.

Se hallaba encerrado en una especie de habitación con computadoras, cocina, productores de hologramas, máquinas de hacer comidas, etcétera. Nunca en mi vida habría imaginado que un prisionero se encontraría en un sitio tan lujoso.

—Los dejaré solos —Haider me dio un suave apretoncito en el brazo—. Te esperaré aquí.

Asentí. Me alegraba de que ella me diera privacidad.

Me acerqué a los rayos azules sin tocarlos. El hombre había notado mi presencia, entonces se acercó.

—Hola —lo saludé con timidez, sin saber cómo reaccionaría aquel muchacho—. Mi nombre es Carla Krstch. Soy humana, y he sido marcada por el heredero de Medealis.

—Hola, Carla. Conozco tu historia, compañera. Sé cómo te sientes... —habló con acento español—. Mi nombre es Javier, vivo en Madrid junto a mi esposa y mis dos hijos pequeños, pero han decidido traerme aquí a esperar mi muerte —sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¿No hay nada que puedas hacer para ayudarme?

Me encogí de hombros, y negué con la cabeza.

—Yo también soy prisionera, la única diferencia entre vos y yo es que puedo deambular por el edificio. Le pediré a Lord Crewe que...

—No —me interrumpió—, no le hables a él sobre mí. Sólo lograrás que te castiguen...

Imaginé cuán desesperados debían estar los hijos de aquel hombre, esperando su regreso, y no pude evitar estremecerme.

—¿Por qué viniste a verme?

—Porque quería saber si poseías alguna información que pudiera serme de utilidad, algo que nos sirva para sobrevivir...

—Creo que tengo menos conocimientos que tú, Carla. Lo único que sé es que la guerra entre los hechiceros y los brujos está por estallar. De hecho, ha habido batallas últimamente en los mundos mágicos, la situación en las afueras de la Aldea Azul y en Medealis está muy tensa... Es posible que los hechiceros nos invadan en cualquier momento.

Por eso me habían dejado circular libremente por el castillo: porque Javier no sabía absolutamente nada sobre mi brujo o los mundos mágicos, y porque ni él ni yo tendríamos chance de salvarnos de nuestro destino.

—¿Y qué podemos hacer para sobrevivir? —lo miré a los ojos, esforzándome para no soltar unas lágrimas.

En ese instante, escuché un grito femenino ¿Haider?

Volteé, con el corazón en la boca. Ella estaba de rodillas en el suelo, y Amadeo estaba abrazándola por la espalda ¿Por qué él se encontraba encima de MI novia? Sentí que el estómago se me revolvía a causa de los celos.

—Tengo que irme —le dije a Javier, y corrí hasta donde estaba Cassandra.

Tuve que contenerme para no empujar al hermano de Francis de allí. Era consciente de que con ello sólo lograría irritar a mi novia.

—¡Haider! ¿Qué pasó?

La alemana alzó la mirada. Tenía su hermoso rostro empapado en lágrimas: parecía un cachorrito desamparado. Deseé agacharme y abrazarla, pero Amadeo aún la sostenía con fuerza.

—Tengo que volver a la Tierra. Los hechiceros han atacado a mi tutor.



¡Muchas gracias por leer! Espero que les esté gustando la historia :)

Mientras esperan la próxima actualización, les recomiendo "Mundos Paralelos" (obra completa de ciencia ficción, comedia y romance).



Dos mundos paralelos.

Una relación imposible.

Un viaje inolvidable.

Sinopsis:

Helena, una muchacha terrestre, cae accidentalmente en un mundo paralelo. Debido a este error, el equilibrio del universo está en peligro.

Algunos, desean protegerla y así cuidar la dimensión.

Otros, la persiguen, con la intención de destruirlo todo.

En el transcurso de su aventura, conoce gente de su edad, y junto a ellos, vivirá muchas aventuras.

¿Volverá a la Tierra? ¿Podrán, ella y sus amigos, mantener el balance del universo?


¡Nos vemos pronto! 

Sofi.

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