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Capítulo 3: "El beso".

Esa misma noche mi madre me pidió que sacara la basura. Me acordé cuando todos se habían ido a dormir. Si al día siguiente Carmen se levantaba y veía que no le hice caso, volvería a regañarme.

Me apresuré a abrir la puerta silenciosamente y a tirar los desechos.

—¡Qué frío que hace! —protesté, porque había salido en pijama y pantuflas.

Cuando estaba a punto de ingresar a mi vivienda, alguien me tomó del brazo. Me sobresalté y me aparté bruscamente, pero me tranquilicé al ver el hermosísimo rostro de mi vecina extranjera.

Ella llevaba un sweater ajustado de color rojo, unos jeans negros y botas largas ¿A dónde iba a esa hora de la noche, un día de semana, en pleno invierno? ¿Acaso no iba algo desabrigada?

—Hola —me saludó—. ¿Qué hacés aquí afuera?

—¿No me viste sacar la basura? —enarqué una ceja, y me froté los brazos con ambas manos. Estaba tiritando de frío ¡Debería haberme puesto un abrigo!

—Andá a buscar un saco adentro, te espero —hizo una seña con la mano.

Asentí. Tomé prestado un sobretodo negro de mi madre, y salí.

Ahora el frío me molestaba un poco menos.

—¿Qué estás haciendo por acá? —pregunté.

—Tengo que ir a un evento, y justo te vi y pasé a saludarte —su acento no nativo era casi musical. Me agradaba.

—Por lo menos vos podés salir de tu casa —comenté—. Sos muy afortunada.

—¿Por qué lo decís?

—Porque estoy castigada —resoplé—, mis calificaciones no son muy buenas. Es que realmente no me gusta el colegio, siento que nada de lo que nos enseñan allí nos sirve para la vida real ¿Me entendés?

—Claro que te entiendo, y estoy de acuerdo. Si bien lengua, matemática, inglés y ciencias son materias súper importantes, también deberían priorizar los oficios. Tendrían que educarnos en relación a lo que queremos estudiar en el futuro. No tiene sentido que me obliguen a aprender ecuaciones súper complicadas si la carrera que elegiré será turismo ¿No creés?

Pensaba lo mismo que yo.

—Exacto. A mí me encanta dibujar y pintar. Sé que no soy muy buena en ello, pero me gustaría que en la escuela hubiera un taller que me enseñara a mejorar mis habilidades artísticas. En cambio, me obligan a estudiar historia y a memorizar un montón de datos aburridos...

—¿Desaprobaste historia? —preguntó, divertida.

—Sí. Y estoy a punto de reprobar filosofía también.

—Pensalo así —era extraño que usara el dialecto argentino con su acento extranjero, pero sonaba melódico—: la secundaria es tu trabajo, y debés cumplir con el mismo hasta que seas mayor y puedas elegir otra cosa. Cuando cumplas dieciocho, podrás elegir lo que realmente te gusta... ¿Pensás estudiar arte?

—Sí. Artes visuales.

—Fascinante. Me gustaría que me mostraras tus dibujos...

—No soy una buena artista —negué con la cabeza—. Cuando mejore, te enseñaré mis obras.

—¿Y cuánto tiempo tendré que esperar para eso?

—Tengo dieciséis años y medio —hice la cuenta—. Supongo que tres años —me reí.

A pesar del frío, estuvimos hablando alrededor de una hora. Ella y yo teníamos gustos similares. Haider parecía una joven muy simpática.

En ese momento, un viento helado comenzó a soplar con fuerza. Cassandra se acercó a mí y me cerró el abrigo.

Estaba tan cerca que podía sentir su cálida respiración y su exquisito perfume. Sus ojos brillaban como la noche.

—Carla, deberías ir adentro —posó una mano sobre mi hombro, amistosamente—. No quiero que te resfríes.

—Al menos yo tengo un abrigo —repliqué—, vos sólo llevás un sweater.

—Es porque pronto me iré en auto —contestó—. Entrá a casa. Nos vemos luego.

Me dio un beso rápido en la mejilla —porque así nos saludamos en Argentina—, y se marchó.


Lucas entró a mi habitación de repente. Me encontraba en pijama, observando la casa del frente desde mi ventana. No le presté mucha atención a mi mejor amigo, y continué con lo que estaba haciendo. Me gustaba sentir la brisa fresca sobre mi rostro.

Él me rodeó la cintura con sus brazos, y apoyó el mentón sobre mis hombros.

—Te amo, Carli —me susurró al oído—, como nunca he amado a nadie.

—Yo también —aseguré, sin poder ocultar la emoción en mi tono de voz.

Volteé y lo miré a los ojos unos segundos.

Sonrió, y se inclinó para besarme. Al principio, su contacto fue suave y tierno, pero sus manos comenzaron a posarse en mis zonas íntimas. Quería decirle que se detuviera, pero él era más fuerte que yo. Me mordió repetidas veces, y tuve que contener los gritos para que mi familia no corriera hasta mi habitación. Me estaba haciendo daño.

Finalmente, logré apartarlo de un empujón. Sorpresivamente, la persona que se hallaba frente a mí no era Lucas.

Se trataba de Haider.


Me desperté cubierta de sudor.

Eran las diez de la mañana. Me duché, me vestí y bajé las escaleras. Mis padres y mi hermana Albina se habían ido de compras al supermercado, me dejaron una nota pegada en la ventana que rezaba: "Ya volvemos".

Desayuné un café con leche con unas galletitas. Sentía que la cabeza me daba vueltas ¿Por qué había soñado que Haider reemplazaba a Lucas? ¿Acaso temía que eso sucediera?

Debía ser sincera conmigo misma ¿Me asustaba la posibilidad de sentirme atraída hacia una mujer?

La respuesta era que sí. Me daba miedo. Nunca había considerado que podría gustarme alguien que no fuera Lucas, y mucho menos, una chica. Me aterrorizaba lo que pudiera pensar mi madre de mí. No querría avergonzarla, y mucho menos, que me rechazara.

Se me encogió el corazón de sólo imaginarlo, y me sentí realmente preocupada.

En ese momento, sonó el timbre. Abrí la puerta con desánimo —pensando que sería mi padre, Arturo, pidiéndome que ayudara a bajar la mercadería del auto—. Sin embargo, me llevé una agradable sorpresa: era ella.

Hoy lucía ropa deportiva. Su cabello oscuro caía hacia un costado, brilloso como la noche. Hasta completamente desarreglada era muy hermosa.

—¿Puedo pasar? —preguntó con timidez.

Asentí con la cabeza, embobada por la presencia de mi vecina, y le hice un ademán con la mano para que se sentara en el sofá.

—¿Qué tal la pasaste anoche en el evento? —le pregunté, para sacarle conversación.

Recordé que había soñado con ella y con Lucas, y aparté la mirada. Me sentía mal conmigo misma porque no era capaz de controlar mis emociones.

—Me aburrí bastante, y admito que me arrepentí de no haberte pedido tu número de celular... sos la única chica de mi edad que conozco.

—Debe haber sido difícil para vos dejar tu país ¿No?

Ella soltó un largo suspiro, y luego, se puso de pie.

—No quiero hablar sobre mí, me deprime. Quiero ver tus dibujos.

—Te dije que todavía tengo que mejorar bastante... —me encogí de hombros.

—No seas egoísta —puso cara de cachorrito.

¿Por qué no fui capaz de negarme?

Subimos hasta mi habitación. Ella revisó mi escritorio y elogió mis bocetos, aunque yo ya sabía que no eran muy buenos. Pronto encontró el dibujo que había tomado prestado de la biblioteca.

—¿Y esto? —lo contempló con curiosidad—. No parece tu estilo.

—Porque no lo hice yo... Lo tomé por equivocación en la escuela. Tengo que devolverlo cuando terminen las vacaciones.

—Mm... —lo observó unos instantes—. ¿Qué pensás que están haciendo estas personas?

—¿Se están tomando de las manos? —pregunté, pero en realidad no comprendía muy bien el dibujo.

—En mi opinión, uno está alimentándose del otro —señaló un punto específico de la imagen—. ¿Ves aquí? Parece que ella está succionando algo de él.

—Viste demasiadas películas de terror en Alemania —sacudí la cabeza—. Si fuera como vos decís, el boceto no hubiera estado en la escuela.

—¿Por qué no? —inquirió—. Puede haber aparecido mágicamente, sin que los directivos lo supieran.

Solté una carcajada.

—¿Mágicamente? En serio, Haider... ¿Vos creés en los fantasmas?

—En los fantasmas, no. En la magia, sí.

No pude evitar recordar el día anterior, cuando había soñado con ella la primera vez. En aquel mundo irreal, ella me había dicho: "Sólo quería decirte que la magia existe".

Me sentí realmente confundida. ¿Quién era Cassandra? ¿Por qué jugaba con mi mente? ¿Por qué había aparecido de repente en mi vida y sin explicación? ¿Qué quería decir con que la magia existía?

En ese momento, me abrazó. Al principio, me quedé helada, sin saber bien qué hacer. No teníamos confianza para que fuera cariñosa conmigo. Sin embargo, y por alguna extraña razón, no quería apartarme de ella.

—¿No creés que existe una conexión mágica entre nosotras? —me susurró al oído, humedeciéndome la oreja con sus labios.

Comencé a temblar. Sentía que Cassandra irradiaba una energía magnética que impedía que pudiera alejarme de ella. La sensación era embriagadora y a su vez, me aterrorizaba. Me asustaba aquel vínculo tan extraño que nos unía.

—¿Quién... sos? —balbuceé.

No sabía qué me estaba sucediendo exactamente, estaba completamente hipnotizada por sus encantos. Me sentía como si una fuerza externa a mí estuviera dominándome.

Haider tomó mi rostro entre sus manos.

—Sos hermosa —me dijo. Sus ojos se veían sinceros—. Mi primera amiga argentina.

Y en ese instante, apretó sus labios contra los míos.

Nunca en mi vida había besado a una chica. Sin embargo, me dejé llevar por el impulso: por alguna razón que no podía explicar, me sentía irresistiblemente atraída hacia ella.

Abrí la boca y permití que ella enredara su lengua con la mía, mientras nos abrazábamos con fuerza. Le acaricié la espalda, y sentía que una corriente eléctrica recorría mis venas.

No sé por cuánto tiempo estuvimos besándonos... tener contacto físico con ella era exquisito.

De repente, Haider se apartó.

—Están por venir tus papás —anunció, y bajó las escaleras corriendo.

No me dio tiempo a despedirla siquiera. Me quedé allí parada un rato, tratando de comprender qué carajos había sucedido.


¿Qué opinan sobre Haider? Es rara ¿No? ¿Qué piensan que decidirá Carla? 

¡Muchas gracias por leer! Nos espera una historia con un triángulo amoroso bisexual y mucha fantasía ¿Están listos?

¡Nos vemos pronto!

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