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Capítulo 26: "Destino inevitable".


Al regresar, tuve que contarle a papá que Haider era "mi guardiana" y que por eso me había dado la piedra de Warlock. Con ese asunto, olvidó mi mentira sobre "los libros de entrenamiento que me habían dado los procesadores". Además, hablamos sobre la sombra, sobre el esfuerzo excesivo que había realizado el pequeño Eliseo y sobre los cuidados que mi familia debía tomar de ahora en adelante.

Arturo llevó a Lucas hasta su vivienda, y luego nos dirigimos hacia la mía.

Subí a mi cuarto dispuesta a ducharme y acostarme un rato con mi laptop —y hablarles a mis amigas a través de Facebook, para que no sintieran que las había abandonado—, y me llevé una desagradable sorpresa.

Francis estaba sentado en mi cama, con las piernas cruzadas y una expresión malhumorada.

—¿Dónde te encontrabas y por qué llegaste tarde a tu segundo entrenamiento?

—¿No podrías avisarme que vendrías antes de aparecerte así nomás? Existen los celulares ¿Sabías? —mascullé, algo irritada.

Desde que la magia se había introducido en mi vida, había dejado de tener privacidad. Bueno, y también había olvidado lo que era ser normal.

—¿Dónde estabas? —repitió.

—Tuve que acompañar a mi papá a hacer unos mandados ¿O acaso no tengo derecho a seguir con mi rutina cotidiana? —No pensaba contarle que había ido a ver a la hechicera, y que había descubierto quién dirigía la sombra, ya que podría causarle problemas a Dianora.

—Ya, ya —bufó—. Debes entrar en calor. Empieza a trotar.

Lo contemplé con una ceja enarcada.

—¿En serio?

—¡Dale, Carla! ¡Hoy no tenemos mucho tiempo!

Con el cuerpo dolorido y cansado, hice lo que él me pidió. Francis puso un temporizador de cinco minutos ¡Cinco minutos!

—Los músculos necesitan calentarse antes de entrenar... Además, necesitas ir ganando estado físico en caso de que tuvieses que huir.

Era consciente de que él estaba en lo correcto, pero en ese momento me encontraba muy exhausta. No sabría cómo sería capaz de soportar el aprendizaje de hoy.

Mientras trotaba de mala gana, se me ocurrió una pregunta:

—¿Por qué Abigail Weis permitió que los procesadores construyesen su guarida en Warlock, si se sienten invadidos por ellos?

—Lógica básica: porque éstos mantienen a los hechiceros a raya... algunos brujos teletransportan por sí mismos a algunos procesadores para que se ocupen de que nuestros enemigos no causen problemas. Sin embargo, Ángel no es un buen líder y los de su especie están bastante divididos en su forma de pensar. Los brujos no podemos confiar en ellos.

—¿Tienen hogares en los otros mundos? —jadeé, mientras me secaba el sudor de la frente. Odiaba trotar.

—No, sólo tienen una vivienda en Warlock... En los demás mundos mágicos no, ya que están en crisis y sería peligroso para ellos ir hasta allí.

—¿Qué está sucediendo en los otros dos mundos?

—En el Kingdom hay enfrentamientos constantes, ya que muchos hechiceros se instalaron en el planeta a pesar de que lo tienen prohibido. Medealis, por otro lado, es caótico... hay conflictos violentos todos los días entre los invasores y las criaturas mágicas nativas.

Miré el reloj. Tres minutos más. Mierda.

Comenzaba a faltarme el aire.

—Por esa razón es tan importante mantenerte sana y salva hasta que llegue el momento...

Casi tropecé al escuchar sus palabras.

Recordé lo que me había contado Dianora sobre cómo habían muerto cruelmente aquellos humanos marcados por Lord Crewe, y sentí que se me encogía el estómago una vez más.

—¿Me... dolerá? —pregunté, con la voz quebrada, mientras miraba el temporizador rogando que tuviera que dejar de trotar pronto.

Francis negó con la cabeza.

—El heredero de Medealis es piadoso. No ha matado a su último marcado ¿No te has dado cuenta de ello?

Papá. Papá estaba sano y salvo.

—¿Por qué? —me alegraba muchísimo que le hubiera perdonado la vida, pero quería saber el motivo.

—Porque con la sangre que le robó, le bastó para mantener los ecosistemas de Medealis por unos cincuenta años más... Sin embargo, ahora se vio obligado a cambiar sus planes. Hay demasiados conflictos y necesita más poder ¿Me explico?

Quería echarme a llorar. Odiaba todo lo que estaba sucediéndome. Francis acababa de decirme que yo no sobreviviría y que moriría para que un mundo al que no pertenecía fuera salvado.

Desearía poder regresar a mi antigua vida...

—No pongas esa cara —dijo Francis—, no será tan terrible. No te dolerá y...

En ese momento sonó el temporizador. Ya habían pasado los cinco minutos.

Caí de rodillas en el suelo, y me tomé la cabeza con ambas manos. Me sentía exhausta e increíblemente frustrada.

El joven Cuadrado chasqueó los dedos e hizo aparecer una botella de agua y una barra de cereal.

—Hidrátate y come esto —me entregó los alimentos—. El snack es dulce y tiene proteína. Te hará sentir mejor.

Me senté en la cama y le hice caso. Me tomé dos minutos para descansar.

—¿Dónde está Haider?

—Sigue de viaje.

—¿Cuándo regresará?

—Creo que mañana ¿Tanto la extrañás?

Me ruboricé. No quería hablar con él acerca de ese tema.

—Ella es mi guardiana ¿Estará de acuerdo con que el heredero de Medealis me extraiga la sangre? ¿No querrá impedirlo?

Francis soltó una risotada. Su reacción me resultó tan irrespetuosa, que deseé echarlo nuevamente de mi vivienda, pero me contuve.

—No importa lo que quiera Cassandra. Tu destino ha sido marcado desde antes de tu nacimiento —replicó.

Estaba diciéndome que no tendría escapatoria.

Por alguna razón, recordé el momento en el cual herí a Luna.

—La hechicera que lastimé... ¿Realmente perdió la vista?

Francis parecía divertido.

—¡Claro que no! ¡Deben haber curado sus heridas con magia! ¡Una humana no puede lastimarla de gravedad! Sólo debe haberse asustado... ¡Sos la primera marcada que se atreve a utilizar una varita!

Asentí. A pesar de que creía que él estaba diciéndome la verdad, Francis me caía mal. Me parecía burlista y soberbio.

—Cambiá esa cara larga y ponete a hacer abdominales. Luego de eso, moverás objetos más pesados.

Bufé, y me acosté en el suelo para hacer lo que él me había ordenado.

No podía dormir.

Di vueltas en la cama. Me dolía el cuerpo y no podía dejar de pensar en todo lo que había hablado con Dianora.

Eliseo dirigía la sombra ¿Habrá sido él quién me hizo aparecer la ilustración en la escuela?

Los marcados de Crewe y Weis no habían sobrevivido.

Seguía sin descubrir quién era Liese.

¿Mi brujo había asesinado al ladrón?

¿Cuándo moriría?

Francis me había dicho que el heredero de Medealis sería piadoso conmigo... ¡Pero no me perdonaría la vida porque necesitaba salvar a su mundo, tal y como me lo había dicho el hada en mi sueño!

Sentía tanta angustia, que no era capaz de llorar. Añoraba mi rutina antes de la magia: había sido feliz sin saberlo. Tenía una familia amorosa, buenos amigos y problemas de una adolescente corriente ¿Por qué uno aprendía a valorar lo que tenía cuando estaba a punto de perderlo?

En ese momento, alguien golpeó la puerta de mi cuarto.

—¿Puedo pasar? —susurró una vocecita.

Albina.

Prendí la luz del velador.

—Claro.

Entró arrastrando los pies y con los ojos brillosos. Corrí las sábanas y le hice una seña para que se acostara conmigo.

Para mi sorpresa, me abrazó y se echó a llorar.

—¿Qué ocurre? —le devolví el gesto de cariño y le acaricié el cabello.

No acostumbrábamos a ser unidas, porque Albina siempre había sido metiche y controladora. Sin embargo, parecía una niña muy pequeña e indefensa en ese momento.

La angustia se profundizó cuando, al cabo de un rato, no logré tranquilizar a mi hermana.

—¿Qué pasó? —le sequé las lágrimas y apoyé su cabecita en mi pecho.

—Tuve una pesadilla... —balbuceó, con la voz quebrada.

Le di unas palmaditas en la espalda. Estuvimos así varios minutos, hasta que logró dejar de sollozar.

—Fue sólo un sueño, tranquila.

Ella levantó la mirada. Sus ojos húmedos resplandecían.

—No quiero que mueras.

Había soñado que me asesinaban ¡Pobrecilla! El incidente de hacía dos días la había traumatizado. Sentí mucha angustia.

—No moriré ¿Sabés por qué? —tomé la varita mágica que había dejado dentro del cajón de mi mesita de luz—, porque estoy aprendiendo a hacer magia.

Su dolor se convirtió en curiosidad.

—¿De verdad?

—Claro —pude ver que le volvían las esperanzas al cuerpo—. ¡Mirá!

Apunté hacia el acolchado gris.

—¡Volvete de color rosa chicle!

Un calor agradable recorrió mi cuerpo, y una luz centelló desde la punta de la varita. Pronto, el edredón había cambiado de tonalidad.

Albina aplaudió con entusiasmo.

—¡Hacelo otra vez! ¡Quiero que sea de color verde manzana!

Repetí la acción. Ella sonrió y volvió a aplaudir.

—¡Ahora cambiá el color de las paredes! ¡Quiero que sean violetas!

Hice lo que mi hermanita me pidió.

Se veía súper emocionada, y había olvidado la pesadilla que la había perturbado.

No sé cuánto tiempo estuvimos cambiando las tonalidades de los diferentes objetos en mi habitación, pero en algún momento, me cansé de hacerlo. Regresé todo a la normalidad, dejé la varita sobre mi mesa ratona, y me apoyé en la almohada.

—Deberíamos dormir. Mañana tenemos que madrugar.

—No creo que pueda pegar un ojo —bufó Albina, haciéndose un bollito sobre el colchón—. Podemos hablar sobre lo que hacíamos cuando todavía eras una niña.

—¿Por ejemplo?

—¿Te acordás cuando todavía compartíamos la habitación, y te escondías detrás de la puerta para asustarme?

—Sí, adoraba escucharte gritar —confesé, sin poder ocultar una sonrisa.

—A veces me dabas miedo. Eras un poco mala conmigo.

—Pero vos eras insoportable y llorona —retruqué con sinceridad—. ¿Recordás el día que estabas encaprichada con jugar con mis muñecas y yo no te las presté? En venganza, les cortaste el cabello hasta dejarlas prácticamente calvas.

—Me acuerdo. Mamá me obligó a lavar los platos durante una semana por ello.

Estuvimos dialogando un largo rato, hasta que Albina soltó una carcajada.

—¡Chist! —susurré, pero ya era demasiado tarde.

Escuchamos que alguien subía las escaleras. Apagué rápidamente la luz y nos ocultamos debajo de las frazadas.

Carmen ingresó en mi cuarto e iluminó mi cuarto con la linterna de su celular.

—Sé que están despiertas ¿Se puede saber por qué están jugando a las tres de la madrugada? ¡Mañana deben ir a la escuela!

Me senté sobre la cama.

—No podíamos dormir ¡Perdón si te despertamos!

—Mamá —intervino Albina—. ¿Puedo dormir con Carla por esta noche?

—Claro que pueden dormir juntas. Me alegra que estén llevándose mejor ¡Pero no deben conversar a estas horas! ¡Pronto tendrán que madrugar!

—Tenés razón —susurré—. Dormiremos.



Tres horas y media después, sonó el despertador.

Albina se levantó rápidamente y fue corriendo hasta su cuarto para cambiarse ¿De dónde sacaba tanta energía a esa hora de la mañana? ¡Y con el frío que hacía!

Tomé mi celular con pereza. Tenía algunos WhatApps de Lucas y uno de Cassandra.

Abrí el mensaje de mi vecina tan rápido como pude. Éste rezaba:

<< ¿Cómo estás, linda? ¡Nos vemos en la escuela! >>



¡Muchas gracias por leer! Espero que les haya gustado el capítulo de hoy. Les dejo este edit de mi historia: 


Les agradecería mucho si me regalaran una estrellita o me dejaran un comentario, así me ayudan a crecer :)

¡Nos vemos pronto!

Sofi.

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