Capítulo 19: "La guarida de los procesadores".
¿Acaso a nadie le daba miedo volar tan alto y a tanta velocidad sin ningún tipo de protección? Las alas de los unicornios resplandecían cada vez que se movían, y se me revolvía el estómago de sólo verlas de reojo.
Me sostuve de la túnica de Ángel con todas mis fuerzas. Éste gruñó, pero no me dijo nada. Imaginó que debía sentirme descompuesta por lo que estaba sucediendo.
—El bosque de árboles azules —escuché que Lucas comentó, pero no le presté atención. Me daba muchísima impresión cuán alto estábamos ¿Y si me caía? No me arriesgaría a pestañear siquiera.
—Cabalgaremos desde donde termina el bosque —dijo—. No quiero que vomites sobre mi túnica o que te desmayes.
Por un segundo, se lo agradecí.
Cuando Ángel dio la orden de aterrizaje, un terror irracional invadió mi cuerpo. Sentí que se me revolvía el estómago. Lo tomé de los hombros, clavando mis uñas en su carne mientras los unicornios descendían a toda velocidad.
Aterrizamos, y nos echamos a andar. Todavía me sentía mareada, pero trataba de ocultar mis emociones. Lucas lo notó, y se acercó a mi lado.
—¿Estás bien?
Asentí, aunque probablemente me veía súper pálida.
A medida que pasaban los minutos, el cielo se oscurecía cada vez más. Solamente se oían nuestras pisadas apresuradas, y el sonido del viento que acariciaba las copas de los árboles.
Quería llegar a la guarida de los procesadores y sentarme en una silla: temía descomponerme. Aún tenía el estómago revuelto y la espalda me punzaba por haberme golpeado con un muro hacía ¿Veinte horas?
De repente, se oyó un ruido peculiar. Alguien que había caído desde mucha altura y había chocado sus huesos contra el suelo. Me quedé atónita unos instantes, escuchando atentamente lo que sucedía a mi alrededor. Noté que una figura se deslizó entre los árboles.
—No se muevan —susurró Ángel, frunciendo el entrecejo.
Me aferré al brazo de Lucas, y él me rodeó de la cintura de forma protectora.
Mi corazón se aceleró ¿Quién era? ¿Acaso alguien más querría atacarme?
Ramas quebrándose. Pasos.
El sudor empezó a descender de mi frente y de mis mejillas, empapándome toda la cara y el cuello. Lucas también y temblaba de pies a cabeza.
—Es un vampiro, o un lobo —susurró Hernán—. Quietos.
En ese instante, dos figuras aparecieron delante de nosotros. Uno era un hombre con aspecto de vagabundo, que tenía los cabellos largos y negros recogidos en una coleta. Era delgado, de tez canela y nariz aguileña. Iba acompañado de un animal peludo enorme y de color gris, que debía tener un metro sesenta de altura, y era bastante regordete. Éste último nos enseñó sus dientes afilados: se trataba de un lobo.
Tragué saliva, y no pude evitar temblar de miedo.
—Veo que viniste con tu mascota, Alexis —el líder de los procesadores dio un paso adelante, utilizando su cuerpo como escudo—. Espero que no quieras chuparle la sangre a la chica, porque ya ha sido marcada.
¿Alguien más querría desangrarme? Oculté mi rostro detrás de la espalda de Lucas. Él apretó los puños: probablemente se encontraba furioso.
—La sangre humana es venenosa para nuestra especie, ya lo sabés... Sólo vine a acompañar a mi amigo León a dar caza. La tormenta le abre el apetito. Sin embargo, ha sido un error de tu parte decirme que es ella la humana de la cual todos hablan —me contempló con hambre.
Sentí que el terror invadía de pronto mi cuerpo. Deseé que los procesadores nos cargaran en sus unicornios y empezaran a volar, pero los animales alados se veían agotados.
—Alexis —Ángel lo detuvo, y frunció el entrecejo—. Nosotros debemos mantener la paz y...
—Un brujo quiere su sangre —el vampiro se relamió sus colmillos—. ¿Qué pasaría si la tuviera cautiva hasta que llegara el momento...? ¡Podría obtener muchos beneficios!
Lucas temblaba de pies a cabeza, y apretaba la mandíbula. Debía de sentir impotencia: quería golpear a aquella criatura, pero no tenía magia en sus venas para poder hacerlo.
Por otro lado, yo tenía el estómago revuelto ¿Cuándo volvería a la normalidad? ¡De sólo imaginar aquellos colmillos desgarrando mi piel, quería gritar de terror!
León enseñó sus dientes afilados.
—Carla vendrá con nosotros —el líder de los procesadores intentó calmar la tensión—. Ella necesita nuestra ayuda.
—No lo creo —replicó Alexis, y se abalanzó sobre Ángel.
El vampiro y el cabecilla de los psíquicos comenzaron una batalla cuerpo a cuerpo bastante feroz. Hernán, por otro lado, tomó un cuchillo e inició una lucha sangrienta con León.
Yo no perdí el tiempo. Aún recordaba las palabras que me había dicho Brenda: "Luego de atravesar el bosque, hay una pequeña aldea cuyas construcciones son únicamente palacios. Pero deben tener cuidado: allí se encontrarán con muchos vampiros y lobos".
—Huyamos —tomé a Lucas de la muñeca y lo incité a correr—. Cuando lleguemos a la aldea, podremos localizar el escondite de los procesadores.
Él asintió, y ambos nos echamos a correr a toda velocidad.
Mi corazón latía con violencia, me dolía el cuerpo y me sentía increíblemente débil. Quería llorar: aún escuchaba la violenta batalla entre los procesadores y las criaturas mágicas. Tenía miedo. Sin embargo, sólo tenía energía para mover las piernas tan rápido como podía.
Al cabo de unos minutos —no sabría decir cuántos—, encontramos la famosa aldea. Empecé a caminar, jadeando.
—No querrán matarme delante de toda esta gente —le susurré a Lucas en el oído—, ¿Verdad? Descansemos un poco.
Empezamos a movernos lentamente, mientras observábamos nuestro alrededor.
Había varios palacios que parecían imperiales: estaban diseñados de plata y oro y un aura resplandeciente los rodeaba. Había guardias uniformados custodiando las entradas. Tenían enredaderas llenas de flores luminosas de diferentes colores, estanques con varios tipos de animales acuáticos, estatuas de brujos, cupidos y hadas.
—¿Cómo encontraremos la guarida? —preguntó Lucas.
—Cuando finalice la aldea, supongo. Además, su escondite debe ser más humilde que estas construcciones.
—¿Creés que ellos volverán? —mi mejor amigo frunció el entrecejo.
—Ojalá que sobrevivan —me encogí de hombros, y recordé cómo Haider había asesinado a Idan a sangre fría—. De todos modos, aquel sitio era peligroso para nosotros ¡Hubiéramos sido un estorbo! ¡No sabemos luchar y yo no tengo conmigo la varita que me dio Cassandra!
Mientras caminábamos, tratábamos de pasar lo más desapercibidos posible. Decidimos seguir un camino que estaba hecho de piedras de mármol y rodeado de arbustos de color naranja metalizado.
—Hace un rato me dijiste que me explicarías lo de la varita —comentó, mientras observaba de reojo su alrededor. Estaba atento al posible peligro—. ¿Es cierto que podés usarla?
—Sí.
—¿Cómo lo descubriste?
—En la casa de Haider. Había una barra metálica sobre un chifonier, la tomé y me puse a jugar. Quise cambiar el color de la alfombra, y lo logré...
—¿Cuándo fue?
—Luego de volver de tu casa. Es increíble todo lo que me ha sucedido en un día...
—Cassandra asesinó a un sujeto ¿Y fuiste a verla luego de eso? —se apartó, sin dejar de mirar alerta hacia todos lados.
—¡Quería saber la verdad! —protesté—. Además, gracias a eso supe que estoy marcada por un brujo —volví a mostrarle la cicatriz.
Se mostró escéptico.
—¿Ha ocurrido algo entre ustedes?
Apreté los labios ¡Estábamos huyendo de la muerte y él únicamente se preocupaba por asuntos que no eran prioridad en ese momento!
—La besé —contesté, sin darle importancia. No pensaba contarle lo que en verdad habíamos hecho—. No me parece bien discutir esto ahora, Lucas. Además, vos sos mi mejor amigo, no mi novio ¿Te acordás?
—Pero...
—Sin peros —lo interrumpí. Me sentía exhausta—. Busquemos la vivienda de los procesadores y esperemos allí. Ojalá que ellos regresen pronto ¡Tengo hambre y deseo descansar!
Encontramos una edificación que no resplandecía y se veía mucho más humilde que las demás. Estaba rodeada por enredaderas y algunas estatuas de personas encapuchadas ¿Procesadores?
—Creo que hemos encontrado el sitio —dijo Lucas.
Nos sentamos en un cantero de mármol.
Apoyé mi cabeza en su hombro, y me quedé dormida.
Desperté cuando alguien me llamó.
—¡Carla!
Ángel y Hernán habían sobrevivido. Tenían las ropas desgarradas y algunas heridas superficiales en el rostro. Abrí la boca para decirles que lo lamentaba, pero me quedé en silencio.
—Tomaron una buena decisión al huir. No se preocupen por nosotros, luego tendremos tiempo para curarnos. Entren a nuestra vivienda.
Instantes después, nos encontrábamos en el interior de un antiguo castillo gris. Las paredes eran de mármol, había cientos de retratos de personas adornando la sala. Había muchos candelabros y velas, una estantería llena de libros, y un baúl que resplandecía destellos verdes desde su cerradura ¿Qué tendría dentro?
Ángel y su compañero me hicieron una seña con la mano. Los seguí hasta una mesa redonda de bronce —cuyas sillas estaban labradas y diseñadas con el mismo metal—, y nos sentamos. Instantes más tarde, se asomaron otros seres con túnicas oscuras, y ocuparon los tres asientos que quedaban libres. Nunca había visto a esos procesadores.
—Carla, hay un brujo que quiere tu sangre. No podemos decirte quién es, porque sería nuestro fin. Sin embargo, debés saber que nosotros no somos los villanos de esta historia. Si se difunde el nombre del ser mágico que te marcó, puede que sea tu final y el de tus seres queridos. Tu brujo tiene muchos enemigos.
Tragué saliva, y observé las expresiones de los demás procesadores: se veían tan preocupados como yo.
Lucas fue más rápido que yo en preguntar:
—Si ustedes no son los malos ¿Por qué quisieron llevarse a Carla a la fuerza? ¡Secuestrar a una chica no es la solución!
—No justifico las acciones de Idan, pero tampoco su muerte. A su vez, es importante aclarar que no todos los procesadores actuamos del mismo modo:yo no hubiera invadido la vivienda de Haider como hicieron los otros o te hubiera perseguido en un callejón —frunció el entrecejo—. Sin embargo, situaciones extremas requieren de medidas extremas —Ángel se dirigió hacia mí—: me gustaría que me avisaras si algo raro te ocurre o si necesitás ayuda. También si poseés información de utilidad. Somos psíquicos, pero no podemos leer los pensamientos de otras especies...
Asentí lentamente. Estaba tomando consciencia de cuán grave era la situación y de que mi vida pendía de un hilo.
—¿Hace cuánto que me vigilan?
—Más de un mes.
Entonces, en las vacaciones de invierno, el ladrón había muerto a causa de la magia. Además, el dibujo que había robado del colegio...
—Alguien quiso robarme, y el delincuente luego apareció asesinado ¿Quién lo mató?
—Quizás tu brujo —intervino una voz femenina, bajándose la capucha y mostrando su boca fina y ojos enormes y oscuros—. Nosotros no fuimos.
—Si era él... ¿Por qué no me chupó la sangre?
—Porque debe estar esperando el momento indicado. Además, cada víctima tiene sus particularidades...
—Alicia —Ángel le hizo una seña para que dejara de hablar.
Sin darme cuenta, había empezado a sollozar. La situación era realmente grave.
—Haré todo lo que me pidan si protegen a mi familia —le supliqué.
A pesar de que le temía a la mirada prejuiciosa de mi mamá y de que no soportaba mucho a Albina, no podría soportar que alguien les hiciera daño.
—Deberías alejarte de Cassandra —la procesadora frunció el entrecejo—. Ella es manipuladora, no deberías confiar...
—¡Te lo dije! —intervino Lucas.
Decidí ignorarlos a ambos. Luego pensaría en mi relación con Haider.
—Cassandra ¿Es una guardiana?
Silencio. No me respondieron, sólo se limitaron a intercambiar miradas suspicaces.
Probé con otra pregunta:
—La sombra ¿Quién la dirige?
—¿De qué estás hablando? —preguntó Ángel.
Le expliqué lo que había estado soñando, lo que me había ocurrido en el boliche y sobre la ilustración.
Se quedó pensativo un rato, y comentó:
—Parecen advertencias de un hechicero —observó—. Sin embargo, no confíes en ese hechizo, puede ser tramposo...
—Todo en el mundo mágico parece tramposo —mascullé.
¿Por qué mi vida se había vuelto tan complicada de repente?
Volví a hacer otra pregunta. Me sentía muy mal y sudaba frío, pero si iba a morir en algún momento, por lo menos debía saber la verdad. Con los ojos empapados de lágrimas, balbuceé:
—¿Quién es Liese?
Silencio.
—¿Era una bruja?
Silencio.
—¿Es Lord Crewe mi brujo?
Silencio.
—¿Abigail Weis?
Escuché unas risitas por lo bajo, entonces descarté la idea.
—No insistas, Carla —Ángel me detuvo, mirando de soslayo la marca que se encontraba en mi muñeca—. Sólo debés permanecer siempre acompañada y en lugares donde podamos localizarte. No hagas locuras.
—¿Cómo detendrán a su brujo? —intervino Lucas, quien estaba consternado.
—No lo haremos nosotros, y eso no es de tu incumbencia —replicó Hernán, evidentemente malhumorado, y luego miró a Ángel—. ¿No creés que han estado demasiado tiempo aquí? Podría aparecer Cassandra a molestarnos en cualquier momento...
Ángel asintió.
—No acostumbramos a pedirles favores a humanos y mucho menos hablar sobre la magia con ellos. No hay reglas al respecto, pero los procesadores solemos ser bastante reservados. Sin embargo, quería tener una charla privada con vos para estar al tanto de tus conocimientos y que sepas cuál es nuestra función en los mundos mágicos: mantener la paz. No permitiremos que te lastimen.
—Sólo ustedes pueden maltratarla ¿Verdad? —masculló Lucas irónicamente, haciendo referencia al suceso con Idán.
Por algo mi papá me había advertido al respecto: a lo mejor aquel sujeto había tenido la intención de ser violento conmigo.
Alicia le dedicó una mirada asesina.
Me dolía el estómago, la espalda y sentía que estaba a punto de desfallecer. No podía creer todo lo que estaba sucediéndome. El asunto de la magia me había parecido irreal y un juego al principio, pero ahora ya no. La situación se había vuelto realmente peligrosa.
—Protejan a mi familia —les supliqué, con los ojos llenos de lágrimas y las manos temblorosas.
Ángel asintió, y luego le hizo una seña con la mano a los demás.
—Es hora de llamar a Dianora. Deben volver a casa.
¡Muchas gracias por leer! ¿Qué tal les pareció el capítulo y cuáles son sus teorías? :O
Les recuerdo que pueden seguirme en mis redes sociales si les gusta ver contenido literario:
¡Nos vemos pronto!
Sofi.
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