Capítulo 15: "El desayuno".
Mientras nos vestíamos, le envié un mensaje a mi papá para que no se preocupara. Le dije que me había quedado hablando con la madre de Lucas.
—¿Querés desayunar antes de irte?
—Claro —repliqué.
Odiaba que ella fuera capaz de hacerme olvidar mis preocupaciones y mis dolores físicos.
Como si pudiese leerme los pensamientos, se acercó al chifonier y me entregó una de sus varitas.
—No podrás hacer grandes hechizos con esto, pero quizás te sirva para sentirte más segura.
—Gracias.
—Vayamos al comedor.
El salón era enorme. Tenía una mesa larga de madera, candelabros, adornos extravagantes y cuadros en blanco y negro ¿Por qué todo lucía tan antiguo en esa vivienda?
Ella preparó dos cafés y trajo unos sándwiches con queso. Nos sentamos una al lado de la otra.
Mi panza rugió. Mientras comía, mi mente divagaba entre el asesinato del cual había sido testigo... y el encuentro sexual que había tenido con Cassandra. Si mi madre supiera todo aquello, me prohibiría volver a verla.
—Con que... ¿Guardiana? —hablé con la boca llena.
Debía protegerme porque un brujo deseaba mi sangre. Ella lo había sabido desde un principio, pero no me lo había contado. Tampoco me había dicho quién me buscaba exactamente: ¿Lord Crewe?
—Guardiana de los humanos. Habilidosa en artes marciales. Amigas de quienes considera buenas personas, y protectora de mi adorada vecina —me dedicó esa sonrisa cautivadora suya.
"Adorada vecina", pero sólo su "amiga con derechos". No dije nada.
La imagen de Idan todavía daba vueltas en mi cabeza. Me dolía el cuerpo y me sentía increíblemente cansada.
Bebí un poco de café, y de repente, se me ocurrió una nueva pregunta relacionada a los procesadores:
—¿Es lo mismo tener poderes psíquicos que poderes mágicos?
—¡Por supuesto que no! Los poderes psíquicos son habilidades mentales, y sólo pueden usarse en aquellos que también los poseen. Por ejemplo, los procesadores son capaces de leerse las mentes y comunicarse en sueños únicamente entre ellos. No tienen la capacidad de invadir los pensamientos humanos. Sus cualidades psíquicas les permiten únicamente localizar a otras criaturas, nada más. Los poderes mágicos, en cambio son mucho más amplios y a su vez, peligrosos. Con los mismos se pueden realizar curaciones, conversiones, etcétera.
—¿Y por qué los procesadores pueden usar las varitas, entonces?
—Porque los seres que poseen poderes psíquicos llevan un porcentaje de magia en sus venas. Pueden activar los elementos mágicos en todo momento, al igual que vos. Aunque no son capaces de hacer hechizos de teletransportación ni grandes conjuros, ya que esto requiere de una gran cantidad de energía mágica de la cual carecen.
Miré la varita mágica que me había dado Haider.
—¿Qué tipo de hechizos puedo hacer con esto?
—Varios, pero debés ser mentalmente rápida. Tenés que pensar la solución y susurrarla. Por ejemplo, si el día que el ladrón tomó tu cartera en el parque hubieses tenido la varita, podrías haberle bloqueado el paso hechizando las ramas de los árboles.
Bebí un poco más de café y me quedé pensativa unos instantes.
—Es decir, que tendría que usar los materiales que tengo a mi alrededor para defenderme ¿Verdad?
—Claro. Si alguien te atacara en tu cuarto, podrías usar las sábanas de tu cama para atarlo. Sin embargo, tenés que ser consciente de que no tenés la energía mágica suficiente para hacer aparecer objetos y demás.
—Me conformo con poder defenderme.
—Entiendo. Aunque eso puedo hacerlo yo, ya te lo dije.
Suspiré.
—¿Tenés algún libro que puedas prestarme, para estar más informada sobre los asuntos mágicos?
—Sí, tengo. Aunque los libros que deberías leer vos son los de la escuela —replicó, enarcando una ceja.
—¿Ahora hacés lo mismo que mi madre y me regañás por mis calificaciones? Ya te conté que no me gusta el colegio. Sin embargo, trataré de no reprobar ninguna asignatura. No puedo decepcionar aún más a mis padres...
¿Qué dirían ellos si supieran que he dormido con una mujer quien, la noche anterior, había asesinado a un sujeto para defenderme? Sin mencionar toda la información que ella había estado ocultándome...
No quise siquiera imaginarlo.
—¿Por qué los defraudarías? —mordió su sándwich, mientras me contemplaba con curiosidad.
A pesar de que yo aparentaba ser una persona que se "tomaba todo a la ligera", no era así. Tenía demasiadas preocupaciones en mi cabeza.
—Bueno... no sólo por mi desempeño escolar, sino... —hice una breve pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Mis papás no saben que soy bisexual —y Carmen no tenía idea de los asuntos mágicos tampoco.
De sólo pensar cómo podría reaccionar mi madre ante todo lo que me estaba pasando, sentí una punzada de culpa.
Ella asintió.
—Mi tutor tampoco. No tienen por qué saberlo hasta que seas mayor de edad ¿No creés? Tu sexualidad es privada. Nadie debería juzgar a otra persona por ello.
—Tenés razón... aunque todavía hay mucho rechazo hacia los homosexuales. En nuestra escuela hay muchos "niños bien" —hice el gesto de las comillas con los dedos—. Seguramente hablarían mal de mí si supieran que me gusta una mujer.
—Hay gente muy idiota en este mundo —afirmó—, pero uno no tiene la culpa de que le guste una persona del mismo sexo.
Traté de disimular mis emociones. Cuando me detenía a pensar en las posibles consecuencias de mis acciones y de todo lo que estaba sucediendo, se me hacía un nudo en el estómago. Decidí intentar relajarme.
—Yo no tengo la culpa, pero vos sí —bromeé.
Por suerte, no había perdido la capacidad de hacerme la chistosa. Era mi forma de sobrellevar las situaciones dolorosas.
Cassandra sonrió, complacida.
—Volviendo al tema de la magia... ¿Tenés algún libro sobre Liese?
—¿Por qué estás tan obsesionada con ella? Ya te he dicho que no es mi madre.
'Sin embargo, hay algo sobre ella que no me estás contando, y deseo averiguarlo'.
—Pero era amiga de mi papá, y creo que, si consiguiera información sobre esa muchacha, comprendería mejor todo lo que está sucediendo.
Quería dejar de sentirme confundida y abrumada. Cuanto antes obtuviera respuestas, mejor sabría defenderme. Tenía miedo, pero era consciente de que no podía huir de estos problemas.
—Buscaré libros sobre brujos, y entenderás mejor la cuestión del sorteo que marca humanos ¿Te parece?
No hice tiempo a responder. En ese instante, se escuchó un estruendo dentro de la vivienda de Haider, como si alguien hubiera hecho estallar un vidrio.
Mi corazón me dio un vuelco. Me puse de pie, dejando mi desayuno a la mitad, y apreté la varita mágica con fuerza. El brujo que me había marcado ¿Había venido a por mí? No pude evitar temblar de miedo.
Cassandra maldijo en voz alta, tomó rápidamente un cuchillo de cocina y salió disparada hacia la entrada de su hogar.
'Por favor, no vuelvas a matar'.
La razón me gritaba que huyera ya mismo de ese sitio, pero no pude evitar seguir a mi vecina a través de la sala.
Dos hombres con túnicas oscuras y aspecto sombrío habían ingresado por la ventana, la cual se encontraba hecha añicos. Llevaban armas y varitas mágicas.
Tragué saliva. Tenía mucho miedo ¡No quería que esos tipos nos lastimaran!
—¡Encerrate en mi cuarto! —me ordenó Haider con nerviosismo—. ¡Trabá la puerta y no salgas por nada en el mundo!
No quería dejarla sola, pero sabía que una simple humana como yo no tenía chance contra aquellas extrañas criaturas.
Me comporté como una cobarde. Subí los escalones tan rápido como fui capaz, a pesar del dolor que sentía en mi espalda. Ingresé al cuarto de mi vecina. Dejé la puerta entreabierta, para poder escuchar lo que estaba sucediendo. Si ella llegaba a necesitarme, quizás podría realizar algún hechizo...
Busqué la varita mágica que me había dado mi compañera de colegio y apoyé la oreja en la pequeña abertura que separaba la habitación de Haider con el resto de la casa, para poder oír lo que sucedía.
—Nos llevaremos a la humana. Espero que no pongas objeciones, Cassandra —pronunció la última palabra con un dejo de burla.
Apreté la varita con fuerza. Mis manos sudaban. Me sentía increíblemente nerviosa ¿Qué debía hacer? ¡No quería que más sangre fuera derramada por mi culpa!
—No tocarán a Carla.
¿Y si le hacían daño por mí? A pesar de que tenía mucho miedo, supe que tenía que tomar cartas en el asunto.
Decidí abrir la puerta y asomarme. No quería dejarla sola. Quizás, podría servir de distracción para darle una mano a mi vecina.
—La humana... —uno de los sujetos con túnica me señaló con el dedo.
—¡Carla! —gritó Haider con desesperación—. ¡Te dije que te escondieras!
—No hay tiempo que perder —comentó uno de los intrusos—. Vamos a por ella.
Haider comenzó una batalla cuerpo a cuerpo con uno de los individuos, pero el otro, empezó a subir las escaleras trotando.
A pesar de lo nerviosa que me sentía, me vi obligada a pensar con rapidez en alguna solución. Escaneé mi alrededor con la mirada, tratando de encontrar algo que pudiera servirme para atacar a aquel hombre.
—¡Eso es!
Apunté el reloj de pie que se encontraba más cerca de la escalera y le indiqué:
—¡Movete! —con la varita, arrastré el pesado artefacto de madera hasta donde se encontraba el sujeto con túnica, y lo dejé caer sobre él. Sentía que una corriente cálida recorría mis venas mientras llevaba a cabo dicha acción.
El hombre y el reloj rodaron escaleras abajo, y el individuo soltó un chillido cuando el mecanismo que daba la hora cayó con toda la fuerza de gravedad sobre su brazo. Se oyó un "crack". Creo que se había fracturado el hombro.
Mi corazón latía con tanta violencia y me sentía tan asustada, que las piernas me temblaban como una hoja. Yo jamás había atacado a una persona, y mucho menos, a alguien con poderes psíquicos.
—Esto es increíble —el otro sujeto abandonó la pelea con Haider para contemplar la situación—. Una humana corriente...
—Vos sabés perfectamente que su familia fue señalada por el sorteo inicial —lo interrumpió Cassandra, con su acento extranjero casi musical—. Por eso estás acá.
En realidad, ella siempre lo había sabido, pero había intentado ocultármelo. Me preocupaban tantos asuntos simultáneamente que creí que la cabeza pronto me estallaría.
¿Quién había marcado a los Krstch? ¿Quién dirigía la sombra? ¿Quién era Liese?
—No pienso darte explicaciones, Cassandra.
El sujeto usó su varita para ayudar a su compañero herido, y lo obligó a levantarse. Haider lo permitió. Luego, ambos dieron media vuelta, dirigiéndose hacia la ventana rota ¿Pretendían huir?
—¿Tienen miedo de una simple humana? —se burló.
"Simple humana". Sus palabras no me agradaron ¿Acaso eso era para Haider?
Los sujetos no contestaron. Atravesaron torpemente la salida, y se marcharon. Ella los observó con una expresión extraña en el rostro ¿Estaba divirtiéndose?
Yo me encontraba tan anonadada que apenas podía reaccionar. Cada vez me costaba más asimilar todo lo que estaba sucediendo.
—Pasame la varita —Haider rompió el silencio, despertándome de mi parálisis mental.
Se la arrojé, y ella la atrapó. Murmuró unas palabras inaudibles, y rápidamente la habitación se iluminó con destellos de todos colores. Después de unos breves instantes, la ventana estaba como nueva, y ahora tenía rejas negras ¿Cómo le explicaría el cambio a su tutor?
Cassandra subió las escaleras y se colocó a mi lado.
—¿Estás bien? ¡Deberías haberte quedado encerrada en mi cuarto!
—Temía por vos... —me encogí de hombros—. Pensé que necesitarías mi ayuda.
—Tonta —me acarició el rostro con la yema de sus dedos—. Si te pido algo, es para protegerte. Necesito que te cuides ¿De acuerdo?
Asentí. A pesar de que un millón de preguntas latían dentro de mi cabeza, no fui capaz de hacerle un interrogatorio. No sólo no estaba de ánimos, a su vez, era consciente de que Cassandra no acostumbraba a responderme con la verdad completa.
Pronto, sacó de su bolsillo una pequeña piedra roja, que tenía pigmentos de color violeta. Era hermosa ¿En qué momento la había tomado? ¿De dónde la había sacado?
—¿Qué es eso?
—Es una piedra anti-rastreo. Va a evitar que los procesadores te localicen durante una semana aproximadamente.
La tomé. Era liviana y áspera al tacto.
Sentí un profundo alivio al pensar que, por unos días, podría descansar de la locura mágica.
—Es de Warlock —explicó—. Acá en la Tierra no vas a encontrar nunca una igual. Desvía la señal sanguínea del poseedor de la roca hacia otro sitio, confundiendo a su enemigo. Deberás activarla sosteniéndola en tu palma ydándole tres apretones.
—¿Mi señal sanguínea?
—Lo que oíste —movió la cabeza afirmativamente—. Ellos cuentan con instrumentos que localizan a los humanos por su tipo de sangre. El tuyo es A positivo, con un plus mágico... por ende, es bastante fácil encontrarte.
En ese momento, empecé a escuchar que mi teléfono sonaba. Seguramente era mi papá.
—Andá a casa —Haider me dio un apretoncito ligero en la mano—. Cualquier cosa que necesites, no dudes en contactarme. Cuidate mucho.
—¿Y los libros...?
—Luego los busco. Ahora andá.
¡Muchas gracias por leer! En unos días vuelvo a actualizar ¿Ustedes en quién confían en esta historia?
Les recuerdo que pueden seguirme en mis redes sociales, en donde subo contenido literario casi todos los días:
¡Nos vemos pronto!
Sofi.
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