Capítulo 10: "Arturo Krstch".
Dormimos abrazadas y semi desnudas en la cama de Haider. Cuando desperté, estaba acostada sobre su pecho. Ella tenía los ojos cerrados y respiraba tranquilamente.
Me senté en la cama y me puse a pensar en todo lo que había ocurrido la noche anterior: casi había besado a Lucas, me encontré con la sombra, fui a la capilla en donde vivía una hechicera y comprobé la existencia de la magia. Como cereza del postre, había tenido mi primer encuentro sexual con una chica.
Aún me costaba creer que hubieran sucedido tantas cosas.
Busqué mi móvil: casi no tenía batería. Eran las once de la mañana. Tenía un mensaje de mi madre preguntándome si iría a almorzar, y diez WhatsApps de Lucas.
No quería leer lo que él tenía para decirme.
Mientras me vestía, mi amiga se despertó.
—Buenos días —dijo, estirándose—. ¿Cómo amaneciste?
—Muy bien —era cierto. Durmiendo con ella, no había sufrido de pesadillas—. ¿Y vos?
—Excelente —replicó, y observó cómo me ponía mi ropa—. ¿Ya te vas?
—Sí, mis padres me están esperando para almorzar.
Asintió, y agregó:
—Siempre que quieras verme, aquí estoy. Recordá que somos amigas con derechos —me guiñó un ojo.
* * *
El bosque estaba repleto de algarrobos y quebrachos. Cada una de mis pisadas provocaba ruidosos crujidos de hojas secas. Fui caminando lentamente a través de la arboleda. El sol se estaba poniendo, y una tenue luz anaranjada iluminaba el sitio. No había viento, y el aire era fresco y olía a lavanda. Inhalé profundamente: el aroma era muy agradable.
A lo lejos, pude advertir un grupo de personas en reunión. Usaban ropa negra y larga ¿Serían monjes?
Corrí a toda velocidad hacia ellos, jadeando.
—Estoy perdida —les dije, respirando con dificultad—. ¿Alguien podría ayudarme?
Un hombre calvo de ojos saltones me tomó del brazo, y me arrastró hacia adelante. Era muy fuerte, me clavaba las uñas firmemente en la piel, para que no me moviera. Tuve que morderme la lengua para no gritar de dolor.
La multitud formó un círculo, rodeándonos. Nos observaban con mucho interés. Yo estaba increíblemente asustada.
Sacó una daga, y me la colocó sobre la yugular.
—¿Hay algo que quieras decir, criatura del mal?
Estaba aterrorizada ¿Por qué me atacaban si era inocente? ¡Sólo les había pedido ayuda!
El sujeto contempló mi expresión de horror y soltó unas carcajadas.
—Parece que no lo sabe. Muéstrenle su reflejo a la joven, por favor —ordenó, haciendo un ademán con la mano.
Dos mujeres fortachonas cargaron un espejo quebrado bastante largo y lo alzaron a la altura de mi semblante.
Me quedé perpleja. Mi cabello ya no era castaño-dorado sino de un intenso negro azabache, y mis ojos ahora se veían oscuros como la noche. Mi tez era de un blanco frío y cremoso. Mis rasgos eran simplemente perfectos, distribuidos con exacta simetría en mi rostro pálido. Me veía como Haider.
—Esa... no soy... yo... —balbuceé, con la voz temblorosa. Tenía tanto miedo que no era capaz de pensar con claridad.
—Callate, demonio —escupió, y se apresuró para apretar la daga contra mi cuello.
Desperté de la siesta temblando de miedo. El rollo mágico me estaba comiendo el cerebro. Algo dentro de mí todavía desconfiaba de Haider a pesar de cuán atraída me sentía hacia ella.
El ladrón asesinado. La marca en mi muñeca que no desaparecía. Los destellos. La sombra. Era consciente de que mi vecina estaba relacionada con todo aquello, pero ella no quería darme respuestas concretas.
Aún me costaba asimilar todo lo que me había ocurrido, por lo cual sería normal que tuviera pesadillas con ello.
Suspiré.
Miré mi celular, y tenía nuevos mensajes de Lucas, diciéndome que vendría a mi casa para dialogar. Anoche yo le había escrito diciéndole que hoy nos reuniríamos.
Sin embargo, no quería ver a nadie. Cuando había regresado a mi hogar, había almorzado con la cabeza gacha para no mirar a mi madre a los ojos: había intimado con una mujer. Ningún ser humano debía enterarse de ello. No porque fuera algo malo, sino porque temía que mis padres no aceptaran mi bisexualidad. También dudaba de la reacción de mi mejor amigo si se enterara de mi relación con Cassandra.
Además, todavía me sentía muy abrumada con los asuntos mágicos... No estaba de ánimos para nada.
A pesar de ello, me lavé el rostro —que aún tenía restos de maquillaje—, me puse un jean, un sweater púrpura y unas zapatillas. Pronto, escuché que sonó el timbre. Iba a bajar a atender, pero Carmen me ganó de mano.
—¡Lucas! —exclamó—. Es un gusto verte. Carla está en su habitación ¡Espero que la ayudes a mejorar sus calificaciones!
Mi madre era tan metiche...
—Hola, señora ¡Claro que la ayudaré!
Subió las escaleras. Lo esperé con la puerta abierta, sentada en mi escritorio.
—Buenas tardes, querido —le dije.
—Buenas —me dio un beso en la mejilla, y se sentó a mi lado—: ¿Por qué te fuiste anoche? ¡Me preocupé por vos! Pensé que estabas enojada conmigo.
Me miró con esos ojos de cachorrito suyos que siempre hacían que me derritiera.
—No, amigo ¿Por qué estaría molesta?
—Porque discutí con tu vecina...
Sacudí la cabeza, y le expliqué:
—En un principio me sentí molesta solamente con ella, pero luego lo solucionamos.
Él se quedó en silencio unos instantes, vacilando ¿En qué estaría pensando?
—Carli, quiero saber cómo es tu relación con Cassandra. Creo que ella tiene sentimientos homosexuales hacia vos.
Solté una carcajada nerviosa. Lucas era jodidamente observador. Al cabo de unos instantes, lo desafié:
—¿Y por qué te molestaría que ella sintiera algo por mí? ¿Sos homofóbico?
—No, claro que no soy homofóbico...
No pude evitar aprovechar la oportunidad para hacerle un reproche:
—Vos te fuiste de vacaciones y anduviste besándote con una desconocida en un boliche... ¿Y te ponés celoso porque tengo una amiga nueva?
—No estoy celoso... sólo que no confío en ella.
¡Encima me mentía en la cara! ¡Anoche había estado a punto de besarme y ahora negaba sus sentimientos por mí!
Él notó que me había enojado, entonces me tomó las manos y agregó:
—No quiero que nadie te haga daño.
¿Y vos sí podés lastimarme? Quise decirle, pero mis labios se mantuvieron sellados.
—¿A dónde fuiste anoche, luego del boliche?
—Te dije en un mensaje que volví a casa —musité, algo irritada por su cuestionario.
—Viniste con ella ¿Verdad?
No deseaba continuar mintiéndole, por lo cual, me quedé en silencio una vez más.
Él resopló, y se pasó la mano por el cabello.
—No te dejes engañar. Averiguaré sobre Cassandra, y verás que me darás la razón.
—Hacé lo que quieras —contesté, a sabiendas de que él jamás descubriría el asunto mágico.
—No te enojes, sólo estoy cuidándote.
—Sé cuidarme sola.
Bueno, no exactamente. No era capaz de luchar contra la magia ni contra las pesadillas, pero él no tenía por qué saberlo.
Era mi mejor amigo, pero en ocasiones, se comportaba como un novio tóxico.
—No te enojes —me contempló con ojos de cachorrito, y sugirió—. Traje chocolates y podemos ver una comedia romántica...
Asentí, y prendí mi computadora. Al fin y al cabo, no quería pelearme con Lucas por un pequeño desacuerdo.
El domingo a la mañana, mi mamá me pidió que acompañara a Arturo a hacer unas compras. Mientras andábamos en el auto, aproveché a hacerle preguntas sutiles:
—¿Vos tenés alguna creencia fuera de lo común?
—Sé más específica, hija —replicó, sin dejar de prestar atención a la carretera.
Por alguna razón, sentía que podía hablarle de la magia a mi papá. Inhalé profundamente, e inquirí:
—¿Vos creés en la existencia de brujos y hechiceros?
Abrió los ojos como platos, y me miró fijamente.
—¿Por qué me lo preguntás? —se veía preocupado.
—Papi, contéstame.
Arturo se quedó callado unos instantes y luego, frunció el entrecejo.
—Pensé que mi familia nunca sabría de su existencia.
Mi padre acababa de admitir que la magia era real, y que él tenía conocimiento sobre ella. Me quedé atónita unos instantes, tratando de procesar lo que me había dicho. Jamás hubiera imaginado que él me respondería de ese modo.
—Papá... ¿Tenemos ancestros brujos?
Él negó con la cabeza.
—Nuestra familia jamás estuvo vinculada con los seres mágicos, exceptuándome a mí. Por cierto, odio a los brujos... Son adictos a la sangre. Crearon tres mundos para vivir en libertad, pero por suerte están teniendo diferentes crisis. Los hechiceros y los procesadores no van a parar hasta terminar con su reinado.
Estaba boquiabierta. No podía creer que mi padre supiera todo aquello ¿Cómo hizo para ocultar esa información durante años? ¿Se habrá sentido solo?
—Supe de esto debido a una amiga de la juventud a la cual no he vuelto a ver. Ella decidió marcharse y dar caza a esos seres míticos. Era bastante obstinada, cuando se proponía algo, no paraba hasta conseguirlo. Su principal objetivo era terminar con los hechiceros y procesadores, por supuesto.
—En eso no opinaba igual que vos —observé, todavía tratando de asimilar las palabras de mi padre—. ¿Cómo conociste a esa chica? ¿Cómo se llamaba? ¿Qué clase de poderes tenía ella?
—Era compañera del colegio. Su nombre era Liese, y no sé exactamente qué clase de habilidades tenía.
Recordé esa noche en el parque: los destellos y la marca que me había quedado en la muñeca. Pensé en la sombra, en lo que había leído en la capilla y en lo que me había dicho Haider.
Sentí que podía confiar en mi papá.
Vacilé unos segundos, y apreté los puños con fuerza.
—Anoche una figura de humo apareció en el boliche. Parecía haber adoptado una forma de corazón con dos humanos dentro del mismo. Apenas la vi, comencé a quedarme sin aire —confesé. De sólo recordarlo, se me ponía la piel de gallina—. Además, el día que había ido a caminar al parque, fui testigo de una muerte. Vi unos destellos de luces, un tipo muerto y me quedó esta marca en la muñeca —le mostré la línea que tenía en el brazo.
Él detuvo el auto bruscamente. Frunció el entrecejo y luego contempló mi piel con consternación.
—Esto es producto de un hechizo.
Tragué saliva ¿Por qué alguien pondría un encantamiento en mí? Él prosiguió:
—Existen las llamadas "Fuerzas Superiores", las cuales dicen los sabios que han creado el universo y les han dado los poderes a los brujos y hechiceros... Te comento esto porque quizás, tu marca tiene relación con ello...
¿Y por qué? ¿Por qué tendría relación con las fuerzas superiores? Mi papá debía estar equivocado ¿Verdad? ¿O se refería a que la marca estaba vinculada con algún ser mágico? Me sentía confundida.
—¿Tenés libros que pueda leer sobre el tema?
—No lo sé. Debería buscar en el sótano de casa... —dijo, y encendió el motor del auto—. Carli, no le cuentes a tu mamá sobre esto. Ella no creería en nosotros.
Asentí.
Me costaba asimilar que mi padre tuviera relación con la magia y que supiera tantas cosas. Sin embargo, me sentía aliviada: por fin podía hablar con alguien sobre todos los eventos extraños que me habían ocurrido.
En ese momento, Arturo condujo su vehículo frente a la capilla en la que yo había irrumpido el día anterior a la madrugada. Fuera de la misma, había una mujer cuyos cabellos eran largos, grises y rizados. Sus ojos se veían ojerosos y algo tristes. Su piel estaba cubierta de cicatrices. Era muy delgada y se vestía con unas ropas viejas y desgastadas. Junto a ésta se hallaba un pequeño niño de cabello negro y tez morena, que intentaba ocultarse tras la mujer.
Detuvo el vehículo una vez más. Se bajó rápidamente del mismo, y se acercó hasta la señora. Yo lo seguí, sin entender por qué actuó tan precipitadamente.
—¿Qué quieren? —aulló la anciana, apuntándonos con una varita mágica. Se veía bastante asustada.
¿Acaso era una hechicera? La observé con atención.
—¿Dianora? —indagó mi padre, acercándose un metro hacia ella—, ¿Sos vos?
—¿La conocés? —inquirí, pero él no me contestó. Estaba muy concentrado en la mujer que se hallaba frente a nosotros.
No pude evitar preguntarme cuántos aspectos de la vida de Arturo desconocía y cuántos secretos él le había ocultado a mi madre durante años.
Por supuesto, pronto lo averiguaría.
¡Muchas gracias por leer! ¿Qué tal les está pareciendo la historia? ¡Arturo tiene unos cuantos secretillos ocultos!
Vuelvo a actupronto... ¡Medealis está creciendo bien! Ayer llegó al ranking #1 de Fantasía, gracias a ustedes <3
Les dejo mis redes sociales, por si gustan seguirme:
¡Nos vemos en un par de días!
Sofi.
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