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02.

Estuvimos ensayando en un pequeño teatro de las afueras, al cual fuimos en metro y completamos el resto del trayecto a pie.

Era antiguo por fuera, pero lleno de aparatos tecnológicos por dentro, y nosotras fuimos a la sala más apartada de todas. Un gran espejo cubría tres de las cuatro paredes, y una barra de madera estaba colocada a media altura para servir de apoyo a los bailarines.

Leo me explicó que ella solía ir allí a ensayar, puesto que en su casa apenas había espacio y según ella, porque su primo se quejaba diciendo que no se concentraba en sus estudios.

—¿Qué estudia tu primo? —pregunté para romper el hielo una vez hubimos acabado, y ambas nos encontrábamos en el suelo, estirando los músculos para evitar posibles sobrecargas o agujetas posteriores. Era la peor sensación del mundo.

—No es que estudie en un lugar público ni nada... Más bien, es que le gusta estudiar por su cuenta —dijo, haciendo muecas con su cara según hablaba. Parecía que ni ella misma se aclarase con ese tema—. Ni siquiera va a la universidad, ni trabaja.

—Vaya —dije, frunciendo el ceño, estirando ahora los cuadriceps.

¿Iba enserio todo aquello? Es decir, no era raro que alguien no estudiara y tampoco trabajara, pero entonces, ¿por qué estudiaba por su cuenta? No recibiría ningún mérito al acabar esos estudios ni nada por el estilo, y si tampoco trabajaba, acabé preguntándome cómo se apañaban para pagar todos los gastos de la casa con sólo el sueldo de Elionor.

Decidí no seguir preguntando, ya me había quedado pensando en aquello y sinceramente, no me apetecía concentrarme en otra cosa que no fuera el baile.

Cuando terminamos los estiramientos, recogimos la sala y ambas nos cambiamos en el vestuario de allí, cogimos nuestras bolsas y una vez en las escaleras de la salida, Leo paró en seco enmedio de nuestra conversación acerca del vestuario del festival.

—¿Qué pasa? —pregunté girando la cabeza para buscar sus ojos con los míos, pero ella estaba mirando la pantalla de su móvil.

—Es Harry, dice que viene a por mi en coche —respondió, guardando el aparato de nuevo en el bolsillo de su pantalón.

—Oh bueno, en ese caso yo iré a coger el metro —le sonreí, llegando al final de las escaleras, escuchando como daba el último paso hasta colocarse a mi altura.

—No —negó, mirando mis ojos—, te llevaremos a tu casa en el coche, y no acepto un "No" como respuesta, Azu —me dijo, alzando una ceja y señalándome con el dedo índice.

Rodé los ojos sonriendo, aceptando su ofrecimiento a llevarme en su coche —de su primo, más bien— a mi casa. Ella era una buena persona, a decir verdad, una de las pocas chicas que se había acercado a mi cuando llegué a Londres —sin contar a Rose, claro—, puesto que en la academia, la mayoría eran chicas provenientes de familias ricas y estiradas, y por esa razón casi que prefería haber entablado conversación con Elionor y no con las otras chicas, aunque no les iba a rechazar si intentaban hablarme, las personas no son siempre lo que parecen.

El día se había torcido en Londres —cosa normal—, y el cielo ya no estaba soleado y despejado, sino más bien gris y nublado, aunque no parecía que fuera a llover, al menos no de momento, asi que no me preocupé mucho por no llevar paraguas en aquel momento.

Transcurrieron unos minutos hasta que un Alfa Romeo de color blanco —lo supe por el logo de la parte delantera, no entendía mucho de coches— se estacionó delante de nosotras, y al volante del vehículo, un chico de pelo rizado que se escondía tras unas gafas de sol negras, camisa de rayas y por lo que pude percibir, la música a todo volumen.

Ver su cara hizo que me aturdiera un deja-vú.

—Ese es —dijo Leo, señalando con un cabeceo el coche, adelantándose para abrir la puerta delantera y sentarse en el asiento del copiloto tras depositar un beso en la mejilla del tal Harry.

Moví la cabeza saliendo de mi pequeño shock y caminé tras ella. Abrí la puerta de atrás y dejé la mochila en el asiento de al lado.

—Los cinturones, señoritas —dijo una voz ronca pero suave a la vez, pausadamente. No supe si normalmente hablaba así o simplemente estaba sobreactuando, pero me puse el cinturón rápidamente para no recibir ninguna reprimenda. Su acento era notablemente inglés, pero tenía rasgos fuertes, como si fuera un inglés mezclado con algún idioma nórdico.

Y he de decir que me sorprendió el tono de voz del chico. Su rostro era brillante y tenía unos rasgos juveniles y joviales, jamás imaginé que su garganta pudiera emitir una voz tan... peculiar.

Pude ver como Leo se ponía el cinturón también delante mía y reposaba su brazo izquierdo en la puerta, dejando que la suave brisa que corría aquella mañana hiciera que su pelo volara libremente, y es que he de recordar que en Londres, se conducía por la izquierda.

El interior del coche era de un color rojo brillante, y los asientos eran blancos como la pintura del vehículo. Siguiendo mi análisis, fijé la vista en el volante, el cual era de madera barnizada, lo que le daba brillo y suavidad.

Y sus manos. Vaya, sus manos apretaban con fuerza el volante, marcando los tendones sobre éste. Su pelo se sacudía a causa del viento, y las gafas que llevaba puestas no me permitieron ver sus ojos.

Volviendo al coche, la radio y el aire acondicionado parecían algo anticuados, asi que llegué a la conclusión de que el coche era antiguo, sin embargo por fuera estaba limpio, reluciente y sin arañazos ni abolladuras.

—¿Te gusta el coche, Azure? —preguntó Leo desde su asiento, mirándome por el retrovisor.

—Sí —balbuceé—, es un modelo bonito.

El chico mostró una sonrisa que pude ver a través del cristal y Leo asintió conforme dirigiendo su mirada a la carretera, mientras que yo me limité a observar la ciudad a nuestro alrededor: la gente paseando, turistas tomándose fotos y algunos puestos de comida, todos bajo las luces navideñas, apagadas puesto que era de día.

Unos minutos más tarde, entre el tráfico, los semáforos y los peatones, conseguimos llegar a la calle dónde estaba mi casa una vez Leo se la comunicó a Harry, y les agradecí el detalle de haberme traído.

—Nos vemos en la academia, Azu —se despidió Leo una vez hube bajado del vehículo y cerrado la puerta tras de mí, cargando la bolsa sobre mi hombro.

—Claro, hasta el lunes —sonreí, siendo correspondida por ella—. Gracias de nuevo.

—No ha sido nada —sonrió mi amiga de nuevo, acomodándose en su asiento para reanudar la marcha.

—Adiós —dijo la voz de Harry. Pese a ser ronca y grave, se apreciaba perfectamente aún por encima del sonido del motor y la ciudad, y su tono era neutro.

Les lancé una última sonrisa y antes de que pudiera meter la llave en la cerradura del portal, ya se habían ido, creando una pequeña nube de humo proveniente del tubo de escape tras ellos.

Subí al ascensor hasta llegar al quinto piso, dónde estaba situado nuestro pequeño hogar y una vez allí, abrí la puerta de madera color caoba con la llave que me proporcionó Rose cuando me mudé.

Nada más entrar, el delicioso aroma de lo que parecía ser alguna magnífica comida inundó mis fosas nasales, lo que provocó que mis tripas emitieran un rugido desesperado, y es que no había tomado nada a media mañana como solía hacer habitualmente.

Con un par de pasos, ya me encontraba enmedio del salón, y como consecuencia, a mi izquierda quedaba la barra que separaba esta estancia con la cocina, por lo que pude divisar a Rose cocinando.

—Ya estoy aquí anuncié en un tono algo más alto de lo normal para que me escuchara por encima del sonido de los fogones y la campana extractora.

Ella sólo levantó un pulgar sin darse la vuelta, dándome a entender que me había escuchado. Tenía buen oído.

Aún con la bolsa de ropa en el hombro, giré sobre mis talones y atravesé el corto pasillo hasta dar con mi habitación. Dejé la bolsa en el suelo y acto seguido, saqué del cajón un conjunto de ropa interior y entré al aseo a darme una ducha rápida mientras la voz del tal Harry retumbaba en mi cabeza agradablemente.

{ . . . }

—¿Cómo te fue el ensayo, Azu? Antes estaba ocupada con la comida —cuestionó Rose, apagando el fuego mientras retiraba la olla del mismo y limpiaba sus manos con el trapo que llevaba colgado del delantal. Me lanzó una sonrisa mientras realizaba todo aquello y, suspirando, se apoyaba en la encimera.

Tras la ducha, recogí mi cuarto y llevé mi anterior ropa a la lavadora, tendí la que estaba ahí antes de eso y puse la mesa. Todo eso antes de que Rose acabara de cocinar, lo que me dijo que era caldo casero de verduras y pollo. He de decir que jamás destaqué por mi habilidades culinarias puesto que apenas sabía prepararme algo caliente sin acabar rompiendo algo o hacerlo comestible; en cambio Rose tenía una maña innata para la cocina. Una vez, al principio de la mudanza, al verme tan alucinada por sus platos, me contó que su abuela materna fue dueña de un restaurante llamado “The Apple Pie”, y que la razón del nombre era que, efectivamente, la tarta de manzana era su especialidad y lo que le otorgaba al restaurante la fama entre las calles de Londres por aquellos años setenta. Sin embargo, y pese a todas las maravillas que contaba acerca del local, su abuela tuvo que venderlo a una inmobiliaria que quería convertirlo en una tienda de dulces navideños puesto que el dinero comenzaba a escasear en el hogar.

—Bastante bien, espero que la señora Huntington me de a mí el papel protagonista —confesé, sonriendo.

Y vaya si lo esperaba. Lo esperaba desde el momento en que nos enseñó la coreografía por primera vez, el vestuario, la música… realmente me había enamorado del espectáculo y sería un gran honor poder hacer el papel protagonista.

—Seguro que lo consigues —alentó Rose desde su posición—, pero no entiendo por qué ensayas con esa tal Elionor cuando se supone que el papel os lo jugáis las dos —quiso saber, sacando dos platos para la sopa.

—Según la señora Huntington, como bien has dicho, el papel está entre Elionor y yo, y ella misma propuso que ambas comenzásemos a ensayar juntas para así corregirnos mutuamente y esas cosas —respondí, ayudándole a preparar todo.

Emitió un débil “Oh” y juntas, llevamos todo lo necesario para comer a la mesa y nos sentamos tras llevar los platos y la jarra de agua. Comimos contándonos anécdotas de la mañana y Rose me dijo que había estado hablando con Elisabeth, nuestra jefa en la peluquería.

Para mi suerte, Rose consiguió que me aceptaran como peluquera en dicho establecimiento pese a que no tenía ninguna experiencia en trabajos como aquel; sin embargo, al recibir la noticia en boca de mi amiga, comencé a realizar cursillos de estilismo y peluquería para no llegar allí y presentarme como una completa inútil a la que acababan de enchufar, porque sí, se puede decir que me enchufaron al empleo, ¿pero qué iba a hacer yo? ¿Rechazarlo? No hubiera sido lógico ya que necesitaba el trabajo para ayudar económicamente a Rose, y aunque no estuviera del todo bien que yo, teniendo la poca experiencia que tenía, ocupara el puesto por el que seguramente otra gente mejor cualificada estaba rogando por conseguirlo. Pero como bien decía mi madre, o te comes la vida o dejas que te coma.

—Así que, hoy entramos a las seis y no a las siete, Azu —me anunció mi amiga una vez hubimos retirado todo y hubimos programado el lavavajillas para que se encargara él de limpiar la vajilla

Asentí conforme con el aplazamiento de horario y disfruté de una pequeña siesta durante el tiempo libre, dejándome fantasear con el espectáculo próximo, pensando en lo satisfecha que estaría si ganase el papel, y permitiendo que la voz de aquel apuesto chico con nombre Harry danzase en mi cabeza con el más melódico de los ritmos.

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Hii. Omg estoy súper emocionada, ¡sois puro amor! No me esperaba para nada este gran recibimiento :') Y sigo agradeciéndole a @GeorgiaMoon que me apoye tanto y adkchsxb. En multimedia, la patata que me salió. De izquierda a derecha: Astrid Berges-Frisbey, Lily James y Nina Dobrev.

→ Dedicado a @gimmethepower. Si quieres dedicación, pídela en un comentario. ¡Gracias por leer!

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