- CAPITULO V -LA JERINGA DE MERCURIO (PARTE 2)
IV
U n i v e r s o: 2, 5, 5, 5, 4, 6
10:20 pm
Tras haber viajado al pasado, aunque fuesen unos días, Diane, Abby y Pecci dejaron la tortuga en el lugar y momento adecuado.
Pecci no dudo en darles algunas herramientas para generar un escarmiento a Lucas, cosa que las dos entendieron. Pecci le dio a Abby un bolso para colgarse, allí pudo poner el casco que ahora tenía el tamaño de un llavero. En ese mismo bolso habían unas pequeñas esferas de cristal que reflejaban cualquier luz o superficie, haciéndolas invisible ante el ojo humano. Era muy útiles también para generar luz. Las esferas, a pesar de no ser de cristal, eran frágiles, aun y con el hecho de que podían cambiar de forma a la que fuese conveniente a su portador,
También, mientras Diane acomodaba sus herramientas de trabajo, que se resumían en su pistola y una placa falsa que Pecci le había dado y debía usar para fingir ser una oficial Mechathra, Pecci, además, le comentó algo de suma importancia.
-Diane – Dijo Pecci a su vez que, con un ademan de manos, le pedía prestada su pistola – Esta pistola tiene demasiadas funciones, y es necesario que las conozcas bien, antes de hacer algo tan importante como esto ¿De acuerdo?
-Si, Pecci – Respondió Diane.
-Perfecto – Pecci le pidió la caja de sustancias que Diane había guardado. Para sorpresa de Diane, seguían en el mismo lugar que las había guardado; dentro de su saco.
Dándoselas a Pecci, Diane vio como Pecci inoculaba los pequeños frascos adelante del gatillo. Al parecer, cosa que no había notado hasta ese momento, la pistola tenía unos pequeños orificios donde Pecci pudo meter la cabeza de los diminutos tubos de ensayo.
Ya estando cuatro frascos, uno de color verdoso, otro de color morado, otro más de color amarillo y uno ultimo de color naranja, todos con un tono apagado y lúgubre, Pecci les dio las indicaciones a Diane y Abby de que hacer específicamente.
-Bien – Dijo Pecci explicándole a Diane algo importante – Esta arma, sin el uso de ninguna de estas sustancias, puedes disparar balas normales, como una pistola común y corriente. Ahora bien, el frasco amarillo sirve para dejar paralizado a un ser, el que sea, siempre y cuando sea una persona. Ahora bien, si le llegas a disparar a un objeto inanimado, entonces su fuerza gravitacional será aún mayor, por ende no podrá ser fácil moverla. Si se encuentra en movimiento, se quedará estática, como si fuera una fotografía.
-Entonces – Dijo Diane – Sin los sueros es una pistola normal ¿Cierto?
-Si – Dijo Pecci – Hablando de otros sueros, si lo que quieres es mover un objeto pesado, puedes disparar con este suero morado. Para cambiar de sueros, puedes mover este pequeño engranaje de la pistola, se encuentra en la otra cara, no cerca de los botones naranja y verde, con los cuales si recuerdas, puedes llamarme y alterar el tamaño del arma.
-Okey – Dijo Diane.
-Perfecto ¡Ah! Otra cosa – Pecci sacó de su sombrero de azafata dos tiras de plástico traslucido – Estas barras de plástico, inclusive viéndose inofensivas, son unas esposas. Ustedes deben poner una de estas en cada mano de Lucas para sacarle la información de donde tienen la jeringa, así como, si la suerte es exorbitante, para tomar la jeringa de sus manos.
-De acuerdo – Dijo Diane.
-Entonces ¿Solo es eso? – Preguntó algo nerviosa Abby.
-Si – Contestó Pecci.
-¿Sin criaturas?
-No lo sé.
-¿Sin policías entrometidos?
-No lo sé.
-¿Sin peligros?
-Dependerá de ustedes.
-¿Sin muertos?
Pecci tragó algo de saliva, pero fue sincera y tajante.
-Eso ya será su problema; no de nadie más.
Sabiendo que esa era la mejor y más leve forma de decir "Alguien saldrá muerto de aquí", Abby decidió dejar de preguntar por su bien.
-De acuerdo – Dijo Pecci – Ustedes van a estar aquí unas horas.
-¿Horas? – Preguntó Diane.
-Exactamente – Respondió Pecci – Lucas no se va a presentar aquí hasta las 12 de la noche, esto, debido a que su compañera de hogar lo habrá sacado para tener sexo con el hombre que conocieron hacia un viaje antes.
-Se refiere al hombre o criatura con armadura ¿No? – Preguntó Abby.
-No – Dijo Pecci – Me refiero al hombre de traje con ojos rojizos.
-Ah – Dijo Diane – Santiago.
-Exacto – Dijo Pecci mientras veía su reloj y se daba cuenta que tenía que ir rápidamente hacia alguna parte, no se sabe cuál, pero era cuestión personal de ella – Bien, las dejo.
-Espere ¿Y cómo sabremos quién es Lucas?
-Será fácil para ustedes – Dijo Pecci antes de meterse en la tortuga – Confió en ustedes.
Pecci, después de entrar, se desvaneció con un vórtice a través del espacio tiempo y la tortuga dejó de existir.
Ahora, con la idea de no seguir, decidieron esperar tranquilamente sentadas en el lugar en el que se encontraban, que daba cerca de un alamacén.
Siguieron sentadas durante una hora y media, sin rastro alguno de siquiera una persona que fuera normalmente o casualmente caminando.
Todo parecía estar abandonado. Para su desgracia, no había nada que hacer más que platicar entre ellas.
-Entonces ¿Casi estrellas el auto de tu papá? – Preguntó Abby.
-Si – Dijo Diane riendo un poco – Era como si fuéramos en una montaña rusa. Para nuestra fortuna no pasó nada más – Diane tragó saliva.
Metida en su charla, frente a ellas apareció lo que era un hombre moreno, con cabello corto, cadenas en su vestimenta, con una maleta y sumo nerviosismo. Este corría más que nerviosamente a través de las calles. Se había postrado en el suelo, revisando su mochila y de ella, con la atención de Diane y Abby fija, sacó una jeringa con un líquido metálico en ella.
Volvió a guardarla cuando una mujer de cabello pelirrojo, casi naranja, con gafas y saco gris, empezó a hablar con ella. Durante la conversación esta mujer cambió su forma, con un destello rojizo con azul, a la de un hombre con el mismo tono de cabello, aunque ahora con una armadura y con tez pálida en su rostro.
-Lo tenemos – Dijo Diane.
V
Empezaron a caminar cerca de Lucas, sin necesidad de disimular que lo seguían, Lucas se dio cuenta de ello y siguió caminando, después empezó a trotar y terminó por correr. Tanto Diane como Abby siguieron sus pasos y su ritmo.
-Disculpe – Dijo Diane – Debemos hablar con usted.
-No corra – Dijo Abby agobiada – No es necesario. Además es cansado y...
-Deja de decir cosas imprudentes, Abby – Dijo Diane – Necesitamos hablar con usted.
Su ritmo los empezó a guiar hacia el viejo almacén que habían visto antes. Sin pensarlo, ellas entraron. Para su mala fortuna, Lucas había corrido más que ellas, así que tuvo tiempo para ocultarse. El sitio era oscuro y era sencillo para quien sea aguardarse en ese espacio.
No obstante, Diane, pidiéndole a Abby las esferas invisibles, Diane iluminó la habitación con esas esferas, no sin antes taparse los oídos por el ensordecedor sonido que estas esferas producían; era como una alarma sísmica.
Al momento que todo el almacén estuvo iluminado, Diane se dio cuenta de la enorme caja que había frente a ellas. Sin pensarlo, activó su pistola y puso el engranaje en la posición correcta para usar el suero morado.
Cuando disparó con el suero morado, una extraña mano electrificada salió del arma y tomó la caja, como si fuera una mano o garra con las cuales, en algunas máquinas traga monedas, tu puedes obtener un oso de felpa.
Al momento que quitaron la caja, vieron a Lucas, quien tenía unos ojos pálidos, negros y demasiado ojerosos, como si nunca en su vida hubiera dormido.
Diane, sacando de su bolsillo esa extraña placa que le había dado Pecci, se la enseño a Lucas, quien nervioso y a la expectativa, veía a las dos mujeres, con una pluma que sostenía como si fuera un cuchillo.
De todas formas y sabiendo que eso no era gran cosa, Diane empezó a hablar con Lucas (Líneas que Pecci le había pedido que se memorizara).
-La federación Mechathra le inculpa de cargos sobre posesión de objetos alienígenas, viajes ilegales entre dimensiones y asesinato múltiple interdimensional. Tiene derecho a un abogado y todo lo que diga será usado en su contra.
-¿Qué miedra quieren de mí? – Preguntó asustado el pobre Lucas.
-A usted se le han inculpado de varios crímenes – Dijo Diane – y nosotras debemos llevarte a un juicio en el límite de BIclatukth.
Esa última palabra tuvo que ensayarla varias veces, aun sin saber su significado.
-Yo soy la oficial Diane Walls – Prosiguió -, y mi compañera, Abigail Peretti, tenemos el derecho de hacer lo justo y lo necesario conforme al protocolo Mechathra.
-No van a tocarme en lo más mínimo... ¡Putas! - Gritó Lucas.
Al ver la reacción, Diane y Abby, sacando las tiras de plástico que les dio Pecci, juntaron los extremos de cada una entre sí, hasta forma unos aros, los cuales empezaron a brillar de un tono verdoso fluorescente. Lucas, mientras las veía, se preparó para correr. Diane, siendo más rápida que Lucas, sacó su pistola, cambio la sustancia, disparó una bala con tonos amarillos hacia Lucas y, al momento que la bala tocó a este mismo, quedó paralizado y cayó al suelo.
Completamente indefenso, Lucas pedía ayuda a como fuera lugar, sin suerte alguna o respuesta mínima. Diane se acercó a Lucas para taparle la boca con la mano, evitando más alaridos, y Abby se encargó de colocar los anillos verdosos.
En el momento que Abby estuvo a punto de colocar el segundo anillo, las luces del lugar se desvanecieron, junto con ello, una carcajada infernal venía desde dios sabe dónde, en las profundas tinieblas del almacén.
Se dieron cuenta que, las esferas que habían utilizado para iluminar la habitación, fueron perforadas, y ahora no eran más útiles; eran, prácticamente, una suerte de anillos deformes.
Eso no importó para Diane y Abby, si no, el ensordecedor retumbar de aquella risa psicótica, que sonaba repetidamente en la cabeza de Diane y Abby. Ambas se mantenían a la expectativa y no sabían que ocurriría ahora. Lucas, al parecer, reconocía aquella risa y su semblante pasó de desesperado a ser más tranquilo, inclusive con esperanza.
-¿Quién está ahí? – Preguntó Diane, recibiendo una risa, no tanto psicótica como la anterior, sino un poco más humana y cuerda.
-No hay nadie – Dijo una voz masculina, con garganta seca, apagada e irónica en sus expresiones – Ustedes sigan con lo suyo.
-No vengas a joder – Dijo Abby, siguiendo después con varios insultos en italiano, cosa que tanto Diane, como Lucas y tal vez la extraña voz no lograrían entender.
-Abby – Dijo Diane – No creo que eso vaya a lograr algo.
Diane, notó que Abby tenía un anillo verdoso en sus manos, cosa que rápidamente, algo nerviosa, le recriminó.
-¡Mierda Abby! – Dijo Diane asustada - ¿Por qué no le pusiste el otro anillo a Lucas? ¡Maldito hijo de perra! ¿Dónde está ese cabrón?
Diane se dio cuenta que alguien intentaba moverse, arrastrándose, en las penumbras con un anillo verdoso. El efecto paralizante se desvanecía y en cualquier momento, Lucas escaparía.
En el instante que Diane volvió a apuntar a Lucas para paralizarlo con una bala amarilla, pensó en mejor cambiar el engranaje para disparar una bala normal y dejarlo paralizado de verdad con una bala en la espalda.
Iba a disparar y estaba tan enfrascada en cumplir con su labor que no logró escuchar el sonido leve de cadenas moviéndose lentamente, chocando cada eslabón en las paredes, en el suelo y posteriormente, rosando con el aire. Estas cadenas se hacían cada vez más sonoras y en menos de lo que ella pudo imaginar, la cadena salió disparada, con un gancho en la punta de esta y perforó su pecho, dejando su camisa y saco empapados de sangre.
Diane empezó a toser, mientras Abby confundida no pudo reaccionar.
-Ustedes me sorprenden ¿Lo saben? – Dijo la misma voz de hace un momento.
Si no fuera suficiente, la cadena fue arrebatada con furia enfermiza y Diane salió volando de adelante hacia atrás.
Al momento de finalizar su vuelo, fue atrapada por una mano.
Una mano de tacto metálico la tomaba de la nuca, como si fuera un perro y Abby, asustada por no poder hacer nada, solo veía a Diane en las sombras, siendo agarrada por una figura con armadura, cabello desordenado y ojos blancos, que resplandecían inhumanamente en las oscuras fauces del almacén.
-Parece que Lucas no tiene muy buenos amigos ¿Verdad? – La misma silueta con armadura, tras decir esas palabras empezó a carcajear, sin verse nervioso o asustado.
Abby no sabía cómo reaccionar. En parte, ese ser era similar a la enmascarada pelirroja de los periódicos de su mundo, pero no era algo alegre o siquiera heroico como aquella mujer. Esto era más aterrador que cualquier otra cosa en el mundo. No era una máscara normal, si no que esta parecía brillar en la oscuridad, con esos ojos pálidos que miraban fijamente a Abby. No era igual a la familiar Philips que había causado estragos en la estatua de la libertad o en el Empire State.
-¿Quién mierda eres? - Preguntó Abby.
-¿Quién soy? – Respondió la silueta, mientras Diane tocía con sangre en la boca, como si se estuviera asfixiando– Nadie, en realidad. Solo soy un pobre imbécil que vino por acá y atrapó a una suripanta de forma sencilla; nada complejo. Al parecer me fui con premio porque esta vieja está re chichona.
Bajándola de estar colgada, la silueta rompió la camisa de Diane y dejó expuesto su pecho.
-Mira esas tetas – Prosiguió la silueta - ¡Son enormes! ¡Dios mío! Lástima que ustedes son repugnantes. Cuando vi a Lucas, o como ustedes lo han de conocer, Sadot, con nervios y asustado, supe que la causa en realidad eran ustedes ¿O me equivoco?
No podía decirse que allí iban por caridad o cosas así, ya que en verdad fueron para buscar a Lucas y la jeringa de mercurio. Fue una estúpida idea intentar atrapar a Lucas o arrestarlo. Si no hubiera sido ese el plan, todo hubiera terminado antes y Diane no estaría empalada por la cadena y Abby no estaría asustada.
Sintiendo piedad y misericordia, el ser soltó a Diane, quien, al estar sin aquella cosa en su pecho, dejó que su piel se regenerase.
-¿Con que puedes curarte, eh? – Preguntó la extraña silueta.
-Diane ¿Estás bien? – Preguntó Abby
-¿Bien? – Preguntó Diane - ¿Eso acaso importa? Si no conseguimos esa jeringa, Pecci nos va a matar. Así que será mejor que me ayudes, Abby, a acabar con él.
-¿Cómo quieres que te ayude? – Preguntó nerviosa Abby.
-Distráelo – Dijo Diane, después de acercarse a Abby, rápidamente, y tomar el casco con tamaño de llavero.
-Está bien – Dijo Abby tras un leve suspiro – Haré lo mejor que pueda.
Cuando ellas llegaron de el mundo de Hókjék con Pecci, ella le regaló a Abby una pequeña tapa de metal. Jamás explicó el porqué, pero lo hizo y Abby siguió guardando aquella tapa. Al menos, hasta ese momento.
Pensó en tirarle la tapa de metal al ser de la silueta, para llamar su atención, no obstante, en el momento que la tapa tocó el suelo, empezó a emerger de ella, extravagantes protuberancias y fauces con tentáculos.
Aunque fuese algo digno de un paro cardiaco, la silueta se mantuvo estática, inclusive burlesca; tal vez haya visto cosas peores o era idiota, pensó Abby. Tan poco era su asombro que no le importó tocarla. En efecto, inclusive si el regalo de Pecci fue agradable, en realidad era un holograma. Esa criatura indescriptible que pudo distraer al hombre de la armadura, que solo caminaba por las sombras y veía con esos relucientes aunque pálidos ojos blancos, durante unos minutos, dejó de ser espectacular.
Para cuando él se dio cuenta, Abby había escapado del almacén.
-¿Así es como te tratan tus amigas? – Preguntó el hombre de la armadura - ¿Escapando de ti? Vamos Diane ¡Vamos! ¿Por qué Abby escaparía? ¿Acaso eres igual de insoportable que todas las personas con dones que luego se sienten especiales? Vamos, dime. Te abandonó ¿Acaso no vas a llorar por tu ego dañado?
Diane, mientras el hombre de la armadura decía eso, se empezaba a retorcer en el suelo y a perder la coordinación con sus movimientos de las piernas. En el instante que el hombre de la armadura terminó de dar su monologo, ella logró controlar su cuerpo. Al dar la vuelta, vio a ese ser de cabellera pelirroja y pálida tez, con el único ojo del casco que se acababa de colocar. El sonido de una melodía mecánica empezó a retumbar en todo el almacén, mientras Diane hablaba con un tono igual de mecánico, con el casco puesto.
-¡No voy a tolerar estas faltas de respeto! – Gritó Diane con el casco puesto – Tú no vas a salir vivo de esto. Será mejor que aceptes que estás atrapado y que perderás toda autoridad sobre lo que sea.
El hombre de la armadura transformó sus manos metálicas enguantadas en cuchillas, mientras cadenas surgían de su espalda como tentáculos.
-Bien, entonces – La voz del hombre de la armadura empezó a distorsionarse, mientras su boca se extendía más y más, con filosos dientes amarillos y un macabro semblante - ¿Qué estás esperando, zorra inmunda?
Como si fuera un pensamiento de Diane, sus zapatos empezaron a sacar chispas, que después se transformaron en un destello de llamas de colores vivos, con nubes de humo. En ese preciso instante, ella se dejó llevar y los zapatos la empezaron a elevar. Para cuando estuvo a dos metros, se lanzó hacia el hombre de la armadura...
VI
Lo más extraño de todo, para Diane, fue que sus zapatillas no se sentían sin equilibrio. Simplemente se había elevado del suelo y se sentía como si en el aire hubiera una plataforma invisible. Era como si no tuviera gravedad en su cuerpo y vivía en el aire como si estuviera nadando.
Cuando el hombre de la armadura vio a Diane, se asombró un poco, pero eso no lo detuvo. Lanzó una cadena de su mano, eslabón por eslabón, emergía de su guante metálico. Esta cadena iba a chocar con Diane, pero ella la tomó del extremo y con furia legendaria, arrebató la cadena, causando que el hombre de la armadura saliera volando hacia Diane, quien lo remató con un puñetazo en la espalda. Eso no detuvo a el hombre de la armadura que, tras caer en el concreto, generando un cráter, se levantó, con un destello rojizo en la espalda, saltando hacia el techo del almacén. Tomando su pistola, Diane empezó a disparar balas de color amarillo, sin acertar ningún tiro, y viendo como el hombre de la armadura se convertía en un extraño ser de luz rojiza con azul, la cual corría y se movía acrobáticamente en el techo, lleno de estructuras metálicas de varillas..
Los disparos del arma fueron verdaderos destellos de luces de colores, los cuales se mezclaban con el destello del hombre de la armadura, quien intentaba hacer el tiempo suficiente para que Lucas se escapara del lugar.
No obstante, Lucas simplemente veía al hombre de la armadura, mientras sacaba su jeringa y la volvía a guardar en su maleta. Mientras hacía ello, intentaba recordar algún hechizo que tuviera efecto en el plano del mundo despierto; tenía uno en mente, que no afectaba a brujos, magos o vigilantes escarlata, sin embargo, si a humanos.
Lo único inhumano de Diane era el factor regenerativo; por lo demás, era como cualquier otra persona.
Lucas, tomando una hoja de su libreta y escribiendo caracteres extraños, empezó a invocar una criatura, con un lenguaje ya muerto, de lenguas no comprensibles. De repente, de las tinieblas, surgieron ensordecedores rugidos, a su vez que un ser de proporciones bíblicas había emergido de la nada. Lucas sabía que esa criatura no duraría mucho, y de hecho así fue.
Diane, con algunos disparos y golpes al cuerpo, desintegró a la criatura, no sin antes dejarla tendida en el suelo, agotada y sin esperanza de volver a ser invocado. Al momento que esto ocurrió, el manuscrito de Lucas empezó a arder en llamas.
En el instante que Lucas cruzó miradas con Diane, ella fue rápidamente hacia él, con el arma en la mano.
Disparó con su pistola, con el fin de matar a Lucas. Tan concentrada estaba en esto que no se dio cuenta que un destello rojizo se presentó frente a ella y la bala ya no iba hacia Lucas, si no hacía unos tanques de gas.
La bala perforó el tanque y antes de que pudiera hacer algo, Diane se vio envuelta en llamas, con humo y golpes de calor casi mortales.
En el instante que el almacén explotó, Abby notó como Lucas y el hombre de la armadura escapaban intactos. Abby se asustó, así que corrió hacia el edificio en llamas.
Diane salió de las llamas, con el casco en mano, la ropa casi destruida, pero con una mirada triunfante. Sus labios tenían una masa deforme, pero Diane y Abby no prestaron atención.
-Diane – Dijo Abby - ¿Cómo estás?
Diane sacó del casco, una jeringa llena de un metal caliente, burbujeante y líquido, contestándole a Abby jadeando.
-Yo... gané... - Contestó Diane, dejándose caer al suelo y perdiendo el conocimiento...
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