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✧¦ Especial ¦✧


7 años después...





—Jimin, déjame terminar de trabajar —Jungkook se quejó mientras seguía moviendo con agilidad sus dedos sobre las teclas, realmente deseando finalizar con ese documento. Pero, el monstruo había surgido otra vez de su asistente personal y lo andaba molestando para contarle sobre un no sabe qué.

—¡Estoy embarazado! —gritó para conseguir la atención de su pésimo amigo, quien no giraba ni a mirarlo ante sus constantes llamadas.

Jimin había conseguido exitosamente que dejara de teclear. —¿Qué dijiste?

—Mentira piadosa, no es cierto, sin panza. —Se sentó y arrastró la silla cerca del imponente escritorio de la oficina—. Tan sólo quería que me hicieras caso.

—Ah, ya veo. —El pendiente en su oreja se balanceó cuando enderezó su postura. Bajo la atenta mirada del contrario rebuscó entre sus hojas—. ¿Dónde puse tu carta de renuncia que me entregaste en el día de los inocentes? Creo que ahora podré sacar un buen provecho de tu también piadosa broma.

—¡Jungkook, no! ¡Vamos, no seas así! ¡Escúchame!

—No tengo tiempo para jugar a ser la víctima de tus malos chistes. —De todas maneras, ya no tenía otra opción, cuando Jimin se ponía especial sus berrinches eran peores que las de su pequeño cachorro tirándose en pleno centro comercial. Había sido una sola vez, y Yeonjun casi se queda como la nueva mascota de la tienda de ropa. Desde ahí, era un precioso niño bien portado en la calle.

Sin embargo, si hablaba de Jimin, es definitivamente una completa causa perdida.

¿Desde cuándo había adoptado otro hijo con fijación a ser payaso?

—¡Es medianamente importante!

Resopló verdaderamente divertido, había confirmado que su asunto no era para nada importante, cada que Jimin utilizaba "medianamente" en el mismo párrafo es casi imposible que algo saliera bien.

Como la vez que le organizó una cita a ciegas con un petulante alfa; también aquel día que conoció a Taehyung y le agradeció por no dejarlo morir solo en una tina con billetes verdes; sin mencionar la ocasión que expuso sin querer su loco romance en una reunión de oficina; aunque la noche de su boda fue inolvidable. Después de todo terminó llorando en medio de su discurso y lo invitó -obligó- a bailar una ridícula coreografía que danzó en su oscuro pasado de la secundaria. En conclusión, Jimin tenía una extraña adherencia por dejarlo en vergüenza

—Habla fiera, no vas a morderme esta vez. —Apagó su computador, preparado.

—Antes, quiero que me escuches como mi amigo, no como mi jefe —frunció el ceño ante la petición, pero igual asintió—. Bien, básicamente ¿no te ha pasado que no deseas seguir trabajando, pero anhelas comer en grandes restaurantes, perderte en el Océano Pacífico, tomarte fotos con el rey de Inglaterra y disfrutar todo eso con la persona que más quieres?

—No me pasa —confundido intentó comprender lo que le estaba tratando de decir—. ¿Quieres que te de vacaciones pagadas? ¿Aumento de sueldo y menos trabajo?

Jimin bufó, agitando la mano en negación sin urgencia—. No todo se trata de trabajo y dinero, Jungkook. Pensé que ya habíamos superado ese otro pasado oscuro.

—¿Estás buscando quedarte viviendo del aire y sin amigo que te soporte?

—¡Piensa con más seriedad! —Miró con intensidad a su mejor amigo, alentándolo para que hiciera funcionar su brillante cerebro—. Vamos, Jungkook, nos conocemos hace mucho tiempo.

Hizo para un lado los hilos castaños que se resbalaron por su rostro, mientras intentaba descifrar la repentina extraña actitud del omega frente suyo. ¿Qué podría ser? Expuso una pequeña idea que comenzaba a ser lógica en su mente—. Quieres... ¿construir tu propia empresa?, ¿ser tu propio jefe? —La idea en cuestión lo hizo apenarse de sí mismo al sentir tristeza. Jimin era su más preciado amigo, así que sentía que le debía apoyo en cada paso que anhelara dar para crecer. Y es cierto, estaba tan acostumbrado a su presencia que no pensó en sus posibles deseos de emprender...

Jimin carcajeó como si le hubieran contado el chiste más gracioso que jamás había escuchado.

—¡Por supuesto que no! ¡Qué locura dices! —La risa no se le iba y ver la seria cara de su jefe omega lo único que desataba era el aumento de la gracia que lo invadía—. ¡Yo quiero un Sugar Daddy, Jungkook! ¡Un Sugar!

Las hojas fueron aventadas directo al cuerpo del asistente mientras Jungkook se paraba sin ganas de desperdiciar su vida con el Jimin vulgar—. Eres un descarado. No puedo creerlo. No, espera, fue mi error, debí suponerlo.

—¿Qué quiero un buen hombre mayor que me atienda y complazca?

—¡Jimin deja de hablar! —Miró cauteloso la puerta, deseando que nadie haya sido capaz de escuchar las palabras tan desvergonzadas de su mejor amigo soltaba en plena compañía.

Sin embargo, el omega mayor seguía divagando, feliz de lograr escandalizarlo con palabras tan usadas—. ¿No quieres ser mi Sugar Daddy?

—Sí, y la primera cosa que te regalaré si te callas es un viaje eterno al Océano Atlántico para que recolectes los restos del Titanic.

Tal parece, que los ángeles se apiadaron de la noble alma de Jungkook, porque a su buena suerte la conversación fue interrumpida y terminada ante el girar del pomo de la puerta; donde casi inmediatamente después cruzó su pequeño niño de cinco años con los cabellos negros adornando delicadamente su cabeza y luciendo una sonrisa tan dulce que Jungkook bien lo vio quiso tenerlo entre sus brazos acurrucado.

Más el desgraciado de Jimin se le adelantó, corriendo contento para alzar a Yeonjun, quien aceptó sus manos para cargarlo y empezó a reír también feliz de verlo. Por supuesto, Jungkook podía esperar y dejar deslizar la esquina de su labio ante la risueña vocecita de su hijo.

—¡Yeon-ye! Ángel de los cielos, ¿puedo demandar a tus padres por dejarme verte cada mil años estelares? ¿Dónde quedan mis derechos como padrino? —Se quejaba pobremente delante del niño que parecía acostumbrado a sus lloriqueos cada que lo veía y aplicaba su consuelo, darle un abrazo mientras le palmeaba la cabeza como si compartiera el sentimiento. Aunque la verdad es que no lo comprendía del todo—. Eres tan bonito, Yeon-ye, ¿puedo quedarme contigo?

Las expresiones de Yeonjun tal vez debido a su noble edad eran demasiado honestas o inocentes, por lo que, cuando estiró los párpados ampliamente negando y tratando de imitar a su padre omega cuando le explicaba lo más dulce posible que no podía comprarle más golosinas, habló con los abultados labios sobresaliendo casi como si anduviera formando pucheros, más no era del todo intencional—. No puedo, yo y mis papás nos iremos de viaje. —Y recordó una frase que su padre aplicaba con su abuela. Por lo que muy entusiasmado alzó los manos—. ¡Nos tomaremos muchas fotos!

Indudablemente, Jimin necesitaba recargarse del cariño desmesurado que libera cada minuto su niño. Así que, aprovechando la oportunidad, recuperó el cuidado del pequeño al liberarlo de los brazos ajenos—. Yeonjun, se dice "mis papás y yo"; siempre es primero el nombre de los demás y luego, el "yo"--...

—¡Papi! —Evidentemente en ese instante a él no le podría importar menos quién va primero o después, no si su querido papá omega se halla a la altura justa para que sus besos tiernos lleguen a las níveas mejillas—. ¡Te estamos esperando! —De la nada, el gesto en su rostro se tiñó en ligera tristeza—. Pero no llegabas... y te extrañé, y subí.

Quitándole la importancia a su alrededor, pasó suavemente la palma en modo de caricia por su rostro tibio, halando sin fuerza los delgados hilos negros que se cruzaban por el camino, a final terminó despejando la piel pintada de un rosado saludable al colocar los cabellos detrás de la diminuta oreja. Su instinto, específicamente su lado lobo, en el último mes no le permitía despegarse demasiado de su cachorro, le costaba más dejarlo para trabajar y al parecer, había creado en Yeonjun una mayor necesidad de su presencia. El viaje sería un perfecto desestresante y respiro que su reducida familia en crecimiento necesitaba—. ¿Dónde está papá?

—Abajo. —Casi ni escuchó la palabra gracias a lo bajo que lo pronunció.

La astucia brilló en la mirada del omega—. ¿Te dijo que no subieras?

—Uh. — Por supuesto, andaba poniendo aquellos ojitos, los de tierno corderito degollado—. Es que te demorabas... y...

—Sí, bebé, pero tienes que hacerle caso a tu papá. ¿Prometes obedecer? —A pesar que es consciente del poco hilo de vida que existía para el cumplimiento de aquella promesa, igual mencionó la pregunta. Como todo un inocente, su cachorro asintió ante las palabras que dijo, y bajo una sensación frágil de cariño irreprochable cerró los ojos instintivamente cuando depositó un cálido beso en su diminuta frente. Los orbes del omega estaban empañados de amor y entrega pura cada que miraba o recordaba la carita alegre de Yeonjun. Esta ocasión no fue una excepción y en el instante que Jungkook salió de su mundo se dio cuenta de la mirada burlona de su asistente—. ¿Qué? Es mi hijo. —Casi le gruñó.

—Hace ocho años no hubiera pensado que te enamorarías de un alfa, te casarías, y formarías una familia tan bonita. Pensé que toda mi vida me dedicaría a presentarte pretendientes y luego resignarme a encontrarte un perro. ¡Mírate ahora! —Señaló al delgado cuerpo que se aferraba a su pecho, el niño daba la impresión de emitir corazones mientras se acurrucaba en los brazos de Jungkook—. Con niños amándote y un esposo esperando por ti. Por supuesto, no olvidemos el gran profesional que eres y la empresa que montaste a pesar de las expectativas sobre nuestro género. —Jimin le sonrió realmente orgulloso, como si fuese el hermano que nunca tuvo. Guiñandole lo guía a la puerta, la seguridad emanando de su elegante porte—. Vayan, disfruten de estos días, sabes que la empresa está en buenas manos.

Es innegable la gran confianza que le deposita a Jimin, siendo mucho más que un simple amigo o algún otro sencillo empleado. Realmente se experimentaba agradecido de contar con alguien -exceptuando a su pareja- en la que puede extenderle las manos y dejarlo dirigirlo teniendo los ojos vendados. La profesionalidad del omega mayor es impecable, por lo que obtener unas pequeñas vacaciones no le preocupaba tanto y se podía permitir el gusto de olvidarse del trabajo por unos contados días.

—Si alguna vez quieres formar algo propio, sabes que puedes decírmelo. Te apoyaré —le aseguró Jungkook antes de salir de su oficina. Yeon agitaba sus palmas y dedos en despedida.

—Gracias, pero ¿sabes?, estoy muy feliz trabajando para ti.

Satisfecho de igualmente demostrar su disponibilidad salió, llevando en brazos al pequeño sin aún identificación de género.

Grácil fue como percibió el cosquilleo alrededor de la marca en su cuello, la cicatriz que ha sido reabierta incontables veces y todas, producto de la unión inquebrantable que poseía con Taehyung. Durante su ida a la salida de la compañía, sentir el agradable peso de Yeonjun contra su físico y los delgados cabellos revoloteando cerca de su nariz, hizo que recordara lo especial e increíble que es su vida ahora. Dulce y sin complicaciones. Las sonrisas y los abrazos rebosantes de apego, carente de aquel miedo de entregar más que el otro como sus primeros meses saliendo.

Al punto actual, mientras bajaba las escaleras y ambos ojos suyos visualizaban los de su pareja, aún el sentimiento que se hinchaba dentro de su pecho permanecía ardiendo, aunque con mayor seguridad para expresarse. Jungkook le dedicó el estirar de sus dos belfos, pintando una sonrisa verdaderamente encantadora; no pasando desapercibido el acto consecuente del alfa, que ya los empezaba a envolver en su aroma terrenal.

—Te demoraste mucho, ¿hubo inconvenientes? —Fue lo primero que Taehyung mencionó después de palpar con sus labios la frente despejada de su pareja y besarlo en la boca como un dulce saludo.

El omega sonrió, agradecido de la familiaridad con la que ahora se trataban. Delicadeza y cariño sincero es lo que su pareja le transmitía al tan solo pasarle un dedo por el borde de la mejilla—. Ninguno, solo Jimin me entretuvo demasiado. Quizás deberíamos conseguirle algún gato para que le cuente sus imparables ingenios.

En un gesto extrañado y divertido, el alfa soltó una risa porque sencillamente no comprendía el nuevo lío que se había montado con su amigo, el cual ya no le sorprendía y disfrutaba de sus anécdotas cuando su esposo le contaba en el calor de su hogar—. ¿Está bien? Podemos visitar algunos refugios y adoptar a un gatito para él y quizás también uno para nosotros.

—¡Un perrito! —exclamó emocionado el pequeño Yeonjun, alzando entusiasmado una mano para que su pedido sea tomado en cuenta y chilló alegre al escuchar la positiva de su papá alfa.

—Un perrito suena bien, así evitamos que alguien se coma a bola —bromeó juguetonamente esperando la reacción impactada de su hijo, que ya empezaba a balbucear ante la posible amenaza de que "bola" el pez rojizo que adoraba y quién mantenía honorablemente ese nombre inmortalizando su primera palabra; se hallara en posible peligro. Más se acordó de un diminuto hecho y merecía mención; por lo que cargó en brazos a su cachorro—. Miren a quién tenemos aquí, ¿no es el mismo niño que se fue solo a un sitio desconocido y sin mi permiso?

Yeonjun bajó la cabeza, marcando arrepentido un puchero ligeramente nervioso por su travesura y mientras jugueteaba con el tercer botón cosido de la negra camisa de su progenitor; empezó a excusarse—: pero, pero el trabajo de papi no es desconocido y quería verlo... —sus pobladas cejas se levantaron cuando curiosos sus ojos intentaron ver el gesto de su padre, y al notar que seguía serio volvió a bajar la cabeza y a su botón— Yo no volveré a irme, y esperaré con papá, y no te soltaré la mano; te lo prometo... ¿me perdonas? —preguntó antes de ponerse a llorar, porque no le gustaba que se molestaran con él.

Inmediatamente Jungkook y Taehyung se sobresaltaron, su niño no solía llorar de forma tan repentina.

El omega contuvo sus manos, dejando que su esposo se encargara de calmar el triste sollozo—. Claro que te perdono, cariño —secó el camino frío que las lágrimas dejaron en la tersa mejilla, levantándole el mentón con uno de sus largos dedos rodeándolo—. No estoy molesto contigo, pero si estaba muy preocupado por ti. Aunque la compañía de papi sea segura, no conocemos a todas las personas dentro de ella, y ninguno de los dos queremos que te pase algo malo. ¿Lo entiendes?

Yeonjun asintió con la cabeza, conciliando tranquilidad por el tono sereno del mayor—. Entonces, ¿me sigues queriendo?

Taehyung abrazó a su cachorro cuando este inició a parpadear seguido, signo de que iba a derramar más lágrimas y lo confirmó al sentir su mojado rostro refregándose a lo largo de su cuello. Él realmente adoraba a su hijo—. ¿Qué dices? Nunca dejaré de quererte, tus papás siempre van amarte un montón. Yo te amo de aquí hasta más allá del sol.

—También te amo mucho, mucho, muchito papá —dijo antes de plantarle un pequeño beso en el cachete, recuperando de poco a poco su risueño estado de ánimo—. Yo prometo ser bueno, ¡también se lo prometí a papi! ¡Si rompo la promesa comeré muchas zanahorias! —exclamó nombrando a la verdura que tanto detestaba comer.

Ello hizo que la pareja casada y enlazada sonriera, la dulzura sobrepasándolos. Taehyung acarició sus rizos, consiguientemente compartió una mirada cargada de miles de sentimientos imposibles de definir con Jungkook—. ¿Aún crees que puedas cargarlo? ¿o prefieres manejar?

—Todavía puedo cargar su peso, no te preocupes por mí, amor. Pero, creo que estoy lo suficientemente cansado como para manejar el auto sin estrellarnos, ¿conduces tú? Yo iré atrás con Yeon-ye, parece que mi cambio de feromonas lo está poniendo demasiado sensible —el alfa estuvo de acuerdo con su propuesta, y de esa forma es que después de aquella larga espera y plática, finalmente subieron al brillante auto camino al aeropuerto.

Y dentro del vehículo que se movía apacible sobre la carretera, la noche caía en la gran ciudad, las luces de distintos establecimientos y anuncios brillando a través de la luna transparente que los mantenía protegidos de las rabiosas ráfagas de aire; el pequeño cuerpo de su hijo reposaba acunado entre sus brazos, al parecer el sueño intentaba invadirlo.

—¿Sí? —adormilado respondió al llamado de su padre omega.

—¿Ya sabes qué nombre te gustaría ponerle a tu hermanita o hermanito?

—Uhm —frunció los belfos, pensativo, repasando en su mente los nombres que investigó en el celular de su papá, pese que no recordaba a ninguno que le agradara—; no. —Con su diminuta palma, apreció alegremente el lento crecimiento del nuevo integrante de la familia. Notando que el vientre de su papi se encontraba más redondo que hace unas semanas. Aunque todavía no resaltaba a la vista.

—Aún tienes mucho tiempo para pensarlo —aseguró el alfa, quién aprovechando el rojo volteó ligeramente el cuerpo para observar mejor a las personas detrás suyo, y agarró la cobija estrellada, colocándola sobre el pequeño que bostezaba—. Si tienes sueño, puedes dormir. Tú igual, bebé —le habló a su esposo, admirando cortamente la belleza jovial que seguía manteniendo a pesar del correr de los años; y experimentó un terrible impulso de abrazarlo y besarlo cuando él se apoyó contra la diestra que presionó en su rostro—. Te despertaré si estamos cerca.

Separó la boca queriendo articular su respuesta más las palabras se quedaron atrapadas en su garganta, adorando el bajo ruido de la ciudad rodeándolo, la apacible respiración de su hijo, aquella dulce temperatura que transmitía la pequeña mano pegada en su creciente vientre y, el hombre que lo había cautivado de forma excepcional desde el minuto uno, sacando de él las facetas más infantiles como inseguras de sí mismo, pero amándolo sin abandonar sus propias características. Aprendiendo juntos. Y rieron en el momento que las bocinas de la fila de autos detrás suyo resonaron molestos porque se tomaban una luz verde para besarse en medio de la pista—. Conduce, Tae, antes que la policía nos detenga otra vez y perdamos nuestro vuelo.

Tomándole la palabra, el alfa puso en marcha el vehículo, escapando de la rabia de los otros conductores y repleto de felicidad.

Ellos sencillamente, habían encontrado al indicado.


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