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➳Fase Dosღ

Título: Reminiscencia de Cristal.

Personajes: 

Ejirou Kirishima, Izuku Midoriya, Katsuki Bakugou y Lectora. 

Ships:

Katsuki x Lectora.

Advertencias: Ninguna.

Cantidad de palabras: 3680

Imagen: Número 3


El bosque de cristales es un lugar perfecto para las parejas, tranquilo y armonioso, el melifluo natural de los animales lo hace agradable y romántico; el panorama tranquilo e idílico es, significativamente, la primera opción no solo con parejas sino también con familias, niños, amigos y la mayoría de los habitantes.

Aunque, todo lo perfecto tiene su lado negativo.

Nadie nunca se atreve a cruzar el puente de cristal, pues a su otro extremo es considerado temible. Se dice que cruzar el río de cristal por medio de ese puente, puede traer infortunios y perdida de la dirección por lo que es demasiado fácil perderse en él y morir, nadie nunca puede decir con certeza que hay allí excepto una leyenda urbana. Cuenta que, es un lugar donde las almas puras —o también llamados: ángeles sin alas— que no tuvieron la oportunidad de nacer por cualquier causa —o qué hayan nacido y muerto antes de los diez—, acaban en ese lugar en busca de sus alas para ir al cielo y obtener paz. Conviven como una comunidad tranquila, hasta que cumplen su misión sagrada que les otorgue sus alas y sean oficialmente ángeles, estás varían mucho, desde ayudar a un alma hasta llegar a salvarlas; pero solo se puede realizar al cumplir diecisiete años terrestres. La razón en sí, no es acertada y mucho menos concretada por el simple hecho de que es solo una leyenda.

Pero las leyendas son historias con una verdad oculta.

Katsuki parecía más un pequeño demonio que un ángel, él no había tenido la oportunidad de nacer a causa de que su «abuelo» había engañado a la que sería su madre con una droga que la hizo abortar. Para ser apenas una adolescente de diecisiete años, sus padres no estaban de acuerdo con ello y la fémina no estaba dispuesta a abortar, así que el adulto tomó medidas desencadenantes de una depresión y una muerte.

El rubio había decidido ignorar todo aquello y concentrarse en obtener sus alas, como ente espiritual no necesitaba ningún abastecimiento como los humanos aunque le encantaba dormir. Había conocido también a un chico de cabello negro bastante carismático que a veces le costaba su genio, pero que aun así apreciaba y además, una niña translúcida de exóticos ojos ámbar brillante.

Realmente no recuerda mucho de ella, excepto que eran muy buenos amigos. La chica en realidad estaba en medio de la vida y la muerte, en un estado de coma donde prevalecía más la muerte y su estadía en el otro lado del bosque de cristales; pero un día, al cumplir siete su alma empezó a desvanecerse, estaba empezando su cuerpo a recobrar vida y eso significaba que desaparecería de allí.

Tal vez, de manera inconsciente la chica y Katsuki se querían a manera de pareja —claro que, el rubio a su forma—, y el hecho de que un día la fémina de ojos ámbar se esfumara fue algo que, aunque no demostraría ni de coña, le dolía demasiado al chico. Bueno, al menos le consolaba ver que disfrutaba de la vida y era dichosa entre su familia, pero aún conservaba su faceta egoísta.

Años más tarde, a el chico se le fue encomendada su tarea divina para obtener sus muy deseadas alas y fue algo que lo alegró —reitero, muy a su manera—, pues era el primero de sus compañeros y especialmente del odioso pecoso que lo seguía de chico. Aunque no todo era tan dichoso, para su desgracia o su fortuna su amigo y amienemigo lo acompañarían al mismo lugar donde se les tenía asignada su tarea sagrada, pero claro, cada quien por su lado.

La tarea de Katsuki era salvar un alma que estuviera atormentada por el mundo.

«¿Y cómo putas voy a encontrar una?» se pregunta incesante de mala gana como era costumbre, y mucho más cuando se enteró las personas que lo acompañaban, puso los ojos en blanco por décimo segunda vez y bufó demostrando sin pudor su muy evidente inconformidad.

Su objetivo era la prestigiosa academia de héroes: U.A, dónde según sus estudios habían y sobraban las suficientes almas para salvar. Katsuki, sinceramente, hubiese querido una tarea menos estúpida para concretar, tal vez destruirle el culo a un villano salvando al lapso una vida, y listo. Pero no, ¡le tenían que hacer congeniar con la gente! ¡Qué putada más grande! ¡Él solo esperaba que todos se jodieran, o se murieran, mejor aún! Chasqueó la lengua de mala gana.

—Cálmate, Kacchan —dijo sencillo el peliverde, el rubio lo miro como si lo fuera a matar—, e-e-era s-solo una o-opinión... Kacchan.

—¡Métete tus opiniones por el culo, maldito Deku! —gritó furibundo, con una vena sobresaliente de su frente.

—Ya, Katsuki —chistó Ejirou entre dientes, algo incómodo—, no es de hombres hacer un escándalo.

—¡Maldito...! —Apretó los dientes aún más enojado.

Y así, llegaron a la prestigiosa academia donde finalizaron su prueba y empezaron unas semanas después con las clases, y obviamente, con su trabajo extra. Y gracias al cielo, Katsuki logró calmarse un poco. Solo un poco.

«¡Ha pasado un maldito año! —recriminó en su mente—, ¡y no he podido encontrar esa estúpida alma! ¡Maldita sea, los mataré!»

Quizá, luego de un año muy ocupado con su estudio de héroes el rubio era un poco más calmado y menos impulsivo, aunque la diferencia no era mucha al menos ya se controlaba una nimiedad. Y algo es algo. El problema real radica en dos partes: primero, no había encontrado una mísera alma que salvar y segundo, que al parecer había sido flechado por cupido —claro que, nunca lo había razonado, todo fue conclusión de su amigo ahora de cabello rojo—; y eso le cabreaba, ¿Katsuki enamorado? ¡Qué mierda más grande!, pero sí admitía que la chica no era tan fea. Le gustaba, sus amigos lo sabían pero él jamás de los jamases lo admitiría.

Además no había ninguna regla celestial que prohibiera a los ángeles sin alas enamorarse de un terrestre, había problema con los ángeles oficiales, sí, y muchos, pero con ellos no. De igual forma, ¿quién castigaría el amor verdadero? son ángeles de quienes hablamos y sería ilógico castigar a un ser por ello, por un sentimiento verdadero, pues eso es un ángel en esencia, no son influenciados por los pecados terrenales.

La fémina era de cabello castaño claro, piel blanca y unos brillantes ojos ámbar que le recordaban algo, pero no sabía exactamente qué. Sí, estaba cautivado por su personalidad tímida y fuerte, sentía que ella le entendía; así que un día se armó de valor y le pidió una cita. Hecho un manojo de nervios, con la cara roja le gritó de la misma manera que le gritaba a Izuku y aunque ella creyó que moriría, se sorprendió demasiado a su confesión y quedó tan aturdida que el chico terminó respondiendo por ella.

Lugar: El bosque de cristales a las dieciséis horas. Se encontraban a la entrada de los dormitorios para irse juntos.

Empezaron a caminar hablando de cosas triviales, la chica se reía de manera encantadora a causa del mal humor y gritos del chico, a veces una que otra anécdota de parte de ella por lo que cuando fue turno de Katsuki tuvo que recurrir a moldear su infancia como su hubiese vivido en la zona terrenal, no se sentía del todo bien al mentirle pero no tenía opción.

—¡Oye, fea! ¿Quieres un puto helado? —masculló frunciendo un poco más su típico ceño fruncido.

—Eh, los helados no son putos... —habló con sorna inocente.

—Tsk, como sea. —Rodó los ojos—. Quieres, ¿sí o no?

—¡Qué sí, idiota!

—¡No me grites, estúpida! —gruñó malhumorado.

Sin dejarle responder empezó a dirigirse a la heladería al frente del parque donde pidió los helados. Cuando volvió a la banco frente al lago donde se había quedado la fémina le hirvió la sangre al verla rodeada de dos chicos —y qué también le dieron mala espina—, en realidad solo captó en colocarse detrás de ellos y mirarlos reluciendo su muy latente ira.

—Adiós —replicó el rubio con voz neutra y enojada, ellos se voltearon para replicar pero vacilaron al ver al temible Katsuki furibundo—. ¡¿Están sordos, bastardos?! ¡Piérdanse!

—Oye. —Le llamó la chica desde su asiento, mantenía la cabeza gacha y se tapaba sus ojos con las manos—. Gracias... por alejarlos.

—No me lo agradezcas, fea —Chistó mirando a otro lado—. Mejor cómetelo, se va a derretir.

Ella asintió y le obedeció, se exaltó al ver su sabor preferido allí y sonriendo empezó a comer junto al rubio al lapso que retomaban su conversación y toda tristeza se dispersaba.

Katsuki tal vez no lo notó, pero ella era su oportunidad para conseguir sus alas.

«¿Cómo un demonio como tú, puede amar a un ángel...?»

Con el tiempo, ambos empezaron a salir más de seguido y la mayoría de salidas —citas—, eran en el parque del bosque de cristales. Ambos le tenían un gran aprecio al bosque, Katsuki sabía la razón con certeza pero ella, ella solo sentía una gran nostalgia.

Después de leer un poco —con ayuda y recomendación de Izuku—, Katsuki encontró la manera de encontrar un alma para su trabajo. Los ojos son las puertas del alma, ¿cómo había podido siquiera olvidarlo? ¡Imposible!, y sinceramente se sentía algo idiota por ello, y claro, porqué recibió ayuda de Deku, quien estaba a punto de lograr conseguir sus alas. Suspiró, bien, aplicar la técnica que le recomendó el pecoso parecía fácil y ojalá lo fuera.

Pero cuando iba a salir para su cita, se dio cuenta de algo.

¿Qué harás cuando vayas al cielo, y no puedas estar con ella por ser un ángel? Los ángeles no pueden tener pareja humana, su trabajo no lo permite ni la circunstancias.

—Oh mierda —lamentó—, estuve tan bien con ella que no pensé en ello. ¡Qué putada!

«¿Cómo un ángel como tú, puede soportar a un demonio...?»

Sentados en la misma banca, en el mismo lugar, mirando al lago, hablando. Ya se había acostumbrado a eso en las tardes, disfrutar de su cálida presencia y su preciosa risa; estaba tan embelesado con ello que se dejó llevar y se atrevió a atraparla en un beso apasionante y algo brusco. Ella encantada le siguió. Cuando hubo el momento de separase, el rubio se atrevió a verle directamente a sus ambarinos orbes y por error, activo el pequeño truco que le había pasado Izuku.

En ese momento veía el alma de un humano contaminada por un demonio, por ello, en su alma sobresalía un ala demoníaca y un cuerno roto y torcido, con un aura azul y negra. Ella era un alma casi corrompida por un demonio, ella era un alma dañada por el mundo, ella era la clave para sus alas.

Pero era egoísta pensar así, la quería..., no, la amaba tanto que no podría en ese momento anhelar más sus alas que estar con ella. Era un maldito egoísta, y por ello, tal vez bueno o tal vez malo, al distraerse terminó profundamente enamorado de aquella alma mitad demonio.

Vale, si era un humano no había problema. El problema en realidad, está cuando esa alma está contaminada o es en su totalidad un demonio. Los castrarían por incumplir las reglas y desviar su camino. Estaba jodido.

Pero, le encantaba.

Él tiene el encanto de un demonio...

Un tiempo más tarde, él ya sabía todo.

Ella había presenciado el asesinato de su padre, y contada su fuerza de voluntad protegió a su hermano costándole la vida al asesino y a su madre. Todos los días su familia la culpa de ello, todos los días es obligada a perpetrar homicidios si quiere que nadie se dé cuenta, por ello quiere ser heroína, quiere borrar todas las vidas que ha cobrado, quiere dar pago a esas almas que mató por obligación. Su hermano está lejos, lejos de un monstruo como ella. Sumergida en un pozo sin fondo, el olor de su sangre es un gran método para aliviar el dolor que siente al arrebatar una vida. Y a nadie le importó eso, se aprovechaban de su particularidad. Se sentía culpable, pero si no lo hacía matarían a su hermano. Y aun así, era amable y amistosa con todos, los ayudaba y estaba para ellos, pero nadie para ella.

Y entonces, él prometió ayudarla y salvar su alma. Ambos ya sabían la naturaleza del otro, no importaba si le costaba sus alas o su puesto como ángel, si la salvaba a ella, valía la pena.

Su beso, calmó las ansias de venganza de él.

Y tal vez, sus alas la sanen a ella.

—Oye, fea. —La chica alzó su mirada aún en los brazos del chico—; Se mi novia.

Ella, la dulzura de un ángel.

—La única manera es acabar con su tormento —explicó el de cabello rojo—. Tendrás que arrancarle el ala, Katsuki, eso no desaparece tan fácil. —Siguió serio, el rubio lo miraba detenidamente—. Eh, espera, ¿no pensarás siquiera en hacer eso último, o sí?

—Sí, ¿Por?

—Los únicos que pueden hacer eso son los arcángeles, un ángel sin alas como nosotros solo nos traería problemas o la muerte de nuestra alma.

—Tsk, no me digas que hacer pelo de pincho.

—¡No es de hombres ir en contra de las reglas, Katsuki!

Salió de allí sin hacerle el mínimo caso a su mejor amigo. Ejirou dispuesto a ir tras el chico se levanta brusco de la silla, pero una mano en su hombro lo detiene.

—No puedes interferir con eso, Ejirou.

—Perderá sus alas o hasta su alma en esto —contradijo preocupado—. Debes anular esto, sé que eres cupido pero esto se está saliendo de control, Izuku.

—Sé cómo haga mis cosas Ejirou —murmuró cohibido—. Él sabrá que hacer..., haz el favor de confiar en mí.

—Lo trataré —musitó rendido, él tenía razón.

¿Cómo pueden siquiera seguir...?

El rubio había tenido una noche algo agitada y llena de sangre, si los de altos cargos se enteraban puede que nunca consiguiera ser un arcángel y terminase siendo un tétrico ángel de la muerte —puede que su actitud de mierda encaje con ello, pero no le interesaba—. De igual manera, ¿qué importaba? el chico quería quedarse con ella, simple; en realidad, sus alas pesaron a segundo plano.

¿En qué momento pasó a desear más estar con ella que tener sus alas? No quería responder, no debía encontrar contras con su relación y alejarse de la fémina. Se negaba rotundamente.

Con la cabeza gacha, mirando su comida, se había olvidado por completo de que tenía otra de sus muchas citas. Se habían pasado antes por otros lugares —el cine, una caminata y así—, que habían abandonado por completo el bosque y su panorama. Su mente se paseaba por la actuación de anoche, él había matado al demonio —literal— que tanto atormentaba a su novia, se habían vengado. Ahora, pensaba en cómo decirle que tenía el deber de sacar por fuerza esa ala de su alma o terminaría contaminada más de lo que estaba, tampoco tenía certeza de ser capaz, pero quería creer que sí.

—Katsuki —murmuró la fémina sin mirarlo, él puso sumo cuidado—. Sé que quieres quitarme el ala, sé que es la única forma, así que aunque mi mente diga que no, yo...

Ella ni siquiera sabía cómo rayos seguir, así que dejó su comida a un lado y se sentó en el pasto arqueando un poco la espalda y apoyando sus manos en el suelo, se sentó cobre sus pies y cerró los ojos con fuerza. Pero, ella no sabía que ese acto de tal magnitud implicaría tantas adversidades.

—Hazlo —demandó casi segura.

—¿Cómo? —inquirió perplejo.

—¡Hazlo de una maldita vez!

—Si eso es lo que quieres...

—¡Solo hazlo!

—Bien. —Soltó un suspiro, estaba aturdido y nervioso, y en verdad le molestaba.

Invocó nuevamente el hechizo que le había dado Izuku, el alma de la fémina reapareció con una gran ala mucho más grande que la de antes, y ahora había un problema: la segunda ala estaba naciendo. Gruñendo logró sacarla con mucho esfuerzo, pero fue tirado por su fuerza hasta la orilla del lago, jadeante y fatigado, el ala simplemente se esfumó. El alma había quedado con una herida que esperaba que sanara, miró la cara de la fémina, estaba llorando, le había dolido y mucho.

—¿Y-Ya? —preguntó entre lágrimas e hipidos, el negó.

—No seguiré. —Frunció el ceño, lo último que quería era lastimarla.

—N-No te atrevas...

—¡Duele como el puto infierno! ¡¿Eres masoquista?! ¡No quiero hacerte daño! —gritó histérico y enojado, ella bajó la cabeza.

—Duele más... cargar con ellas.

Miró sus ojos suplicantes, y luego sus manos que ardían. Tenían manchas negras y sangre, soltó un suspiro. No se las mostró, o entonces ella hubiera aceptado parar; ya detrás de ella empezó a quitar esa ala.

La chica lloraba de dolor y chillaba, el fruncía el ceño y ejercía toda la fuerza que podía y al parecer en vano pues salió de nuevo volando hasta el río. Iracundo lavó sus heridas manos, y a pesar que ella había pillado la condición de estas y le había pedido detenerse por su bien, hizo caso omiso y volvió a coger el ala negra.

De nuevo aplicó toda su fuerza sacándola, y justo cuando creyó que volvería a ser aventado lejos, recordó todas las lágrimas que ella había derramado a causa de ello, cogió todo su cariño por ella y lo concentró en ese momento. Sus ojos se tornaron blancos, y unas gigantes alas doradas salieron de su espalda; empezó a aletear frunciendo más su ceño y aumentando la fuerza. Entonces, el ala cedió y salió, Katsuki cayó de espaldas con el ala negra que desapareció al igual que sus alas doradas fueron perdiendo plumas hasta perderles por completo.

La chica fatigada y adolorida se levanta del suelo hasta donde está recostado su pareja, le dolía un infierno la espalda y no era muy soportable. Pero al acercarse a su novio, casi se le va el alma al verle con los ojos cerrados, pálido, con sangre en su boca, sus alas de ángel sin plumas y quebradas; no podía... simplemente él no podía.

Pero revisándolo, afirmó su teoría. Aunque sabía lo que conllevaba el siguió, el dio su alma por ella, por salvarla de su oscuridad y eso le pesaría.

Dolía, dolía mucho. Colocó su cabeza en sus piernas, en la mitad del puente que conectaba ambos mundos; ella no sabía que Katsuki se había dado cuenta que era la niña de su infancia que amó con tanto ahínco, sus lágrimas surcaban sus mejillas y caían en el rostro del chico que yacía muerto en alma.

—Siempre te amé, Katsuki —musitó contra su cara—. Justo cuando nos vimos por primera vez en el otro lado del bosque de cristales.

—Yo también te amo, _____.

Anonada, percibió la sonrisa cansada del chico y queriendo decir algo una suave brisa hizo bailar su cabello, se llevó sus lágrimas y al ángel que más y siempre amó con todo su corazón.

¿...Juntos?

Postrada en una camilla, contaba su última anécdota a su hija; entonces entró su nieta con su recién nacido en brazos. La anciana sonrió y sus ojos ambarinos brillaron al ver al bebé, su bisnieto.

—¿Sí, abuela?

Ella sonrió.

—¿Podrías... ponerle... Katsuki? —inquirió viendo con nostalgia los ojos rubí del pequeño. Era tan parecido.

La joven adulta empezó a llorar, amaba mucho a su abuela y asintió afirmando que cumpliría su promesa.

Y después de setenta años, la fémina al fin pudo ir en busca de su difunto ángel, al que nunca olvidó y siempre prometió amar hasta la eternidad.

Un chico miraba furioso el ramo de flores que había comprado —en realidad su mejor amigo—, para su cita de esa tarde, pero la chica no había venido. ¿Cómo se atrevía a dejarlo plantado como idiota en el maldito bosque? ¡Le explotaría el culo cuando la viese!, gruñó de mala gana pero dispuesto a irse una chica tropezó y cayó llevándolo a él con ella al suelo. Estaba de muy mal humor, y eso le había colmado la paciencia.

—¡Mira por donde caminas, perra! —gritó iracundo, por suerte, sus flores no se habían dañado. Pero en realidad no sabría decir si era suerte.

—¡Ay, lo siento! —Le dijo la chica cohibida y avergonzada—. ¡Pero no me llames perra!

Los dos se levantan hasta verse a los ojos, un sentimiento que no sabe cómo descifrar se instala en cada pecho. Ambos se conocía, estaban en el mismo colegio pero en diferente grado, él era popular por su particularidad y haber entrado a una prestigiosa academia, la fémina simplemente había hechos unos cuantos desastres, entrambos habían cruzado una que otra palabra y aun así no sabían sus nombres. El chico se fijó en la caja roja sencilla de sus manos.

—¿Qué es eso?

—Son chocolates, los había comprado para mi cita pero me ha dejado plantada —habló sonrojada y algo nerviosa, curiosa vio las flores de su contrario—. Al parecer te pasa igual.

—¡No estés segura de eso, perra! —Soltó de nuevo con furia, ella sonrió con sorna.

Le entregó los chocolates con la excusa que no tenía que hacer con ellos y no le apetecía comérselos, sonrojado por el acto frunció el ceño y chasqueó la lengua; y cuando la vio mirando distraídamente el lago con algo de brusquedad estampó las flores en su pecho con la misma excusa, provocando un muy fuerte sonrojo en ella.

—Oye. —Llamó su atención, aún con algo de chocolate en la boca—. ¿Cómo te llamas, fea?

—Oh, mi nombre es...

Sus nombres fueron un dejá vú, se les hacía familiar y nostálgico... pero, ¿de qué?

Una nueva historia vuelve a iniciar, una segunda oportunidad para buscar su felicidad.

—¡Te dije funcionaría!

—Tenías razón, era cuestión de ser pacientes

Ambos ángeles se miraron cómplices, orgullosos de haber salvado a dos almas y darles una oportunidad para estar juntos. Renaciendo.

Finღ

Sinceramente, no tenía idea de cómo terminarlo pero ya... Al fin.

Nota:
La lectora, en realidad es un tipo de OC (Ambos combinados), no sabía que ship poner y me ha surgido así no más xd

Es la primera vez que uso a rayita. 

._.

Gracias por leer. :u

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