❤Fase Cuatro♛
Título: Hay amor en el aire.
Personajes: Todoroki Shouto, Izuki Midoriya, Katsuki Bakugou.
Breve mención: All Might, All for one, Inko Midoriya, Momo Yaoyorozu.
Shipps: TodoDeku.
Advertencia: Universo alternativo, Fem! Deku.
Cantidad de palabras: 2425
Personaje asignado: Todoroki Shouto.
En la línea del tiempo donde la edad media y la moderna empezaban a rozarse, la nobleza —más que todo el rey— buscaba incesante una esposa digna para el que sería su sucesor en unos meses; para su desgracia, su primogénito era reacio a esta decisión y siempre que podía iba en contra suya con palabras toscas y llenas de ira, mezcladas con rencor. Shouto no tenía el mas mínimo remordimiento, pues ambos sabían que se lo tenía merecido.
Hacía no más de unos pocos años, la magia era primaria en su nacimiento con personas que no saben siquiera de qué trata. Por ello, concedía a los que sí sabían títulos de honor y un puesto en la nobleza —aunque eran contados—, pero había algunos que era la excepción, pues aún supieran de magia solo los acomodaban en un eslabón menos que la nobleza. Injusto, sí, pero no se podían quejar.
Izuki, pertenecía a la clase más baja de todos los habitantes, su madre trabajaba como cocinera en el palacio y vivían a las afueras del bosque en una pequeña casa. Gracias a sus esfuerzos, de alguna manera, logró heredar una magia que a penas y lograba manejar a no más del veinte por ciento. Aun así, esperaba ansiosa el día en el que por fin su magia fuera aceptada y fuera trasladada a un mejor lugar para ella y su madre, y como todos saben, eso le costó múltiples heridas y lágrimas.
El problema radicaba en qué cada diez años, el árbol de la plaza daba lugar a un polen rosa intangible que se esparcía por toda la ciudad, este polen permitía que el sentido del olfato humano lograse captar la esencia de su pareja del alma, esa que no está destinada pero sí emparejada adrede según las circunstancias, el corazón y la necesidad.
Era gracioso, el término «hay amor en el aire» era literal, y todos eran conscientes de ello.
La peliverde, no podía dejar que pasara de nuevo el incidente de la vez pasada, por ello, habría de fabricar un tapabocas para evitar que el polen que volará a su nariz en la próxima semana y rezando para que su olor pase desapercibido entre su pareja, no estaba lista para enfrentarse a su pareja y eventualmente, su pecado.
El bicolor por su parte estaba algo emocionado por el día, la última vez que lo presenció estaba con su madre viendo cómo todas las parejas eran felices, cómo la vida se reflejaba a través de los orbes de cada individuo, haciendo del reino un lugar lleno de vida. Quizá la idea no le hacía mucha ilusión, pero le había prometido a su madre antes de morir que intentaría buscarla y darle la vida que su madre no pudo vivir.
«Lo siento Sho, pero... hazme una promesa, ¿encontrarás a la chica por mí?
Sí, mamá.»
Aún recuerda la sonrisa cansada de la mujer albina, sus ojos muertos cómo un árbol después de haber sido cortado. Solo lo haría por ella, por su madre, cumpliría su promesa; después de todo, han pasado veinte años desde esa vez, tres veces desde que estaba con su madre presenciando por primera vez al polen rosa, exactamente a los cinco años, y apenas este año se había armado de valor para ir en su búsqueda. Pero, su problema era que el rey Todoroki no le permitiría ir en busca de ella, ambos sabían que si la encontraba y el pueblo se enteraba él no podía hacer nada para impedirlo, y Shouto prefería mil veces estar con ella que con un chica cualquiera, rica, condenada por su padre.
Buscando lo que perdió...
El día se llegó, un curioso catorce de febrero donde el sol era opacado por nubes grisáceas, un día gélido y lo que parecía ser sin mucha emoción, aun así, los pobladores organizaron una pequeña junta en la plaza principal alrededor del árbol gigante que se exhibía allí. Muchos reyes intentaron cortarlo, pero al hacerlo el árbol volvía a la mañana siguiente más fornido y alto que antes, por ello estaba demasiado inconmensurable y ancho pues ya hacía más de veinte años que nadie se atrevía a tumbarlo de nuevo.
El castillo había cerrado las puertas, las ventanas, absolutamente todo para cortar lazos con el exterior, los guardias mantenían sus constantes caminatas vigilando el castillo, especialmente la habitación de príncipe. El bicolor no le interesó mucho formar un plan, simplemente con su hielo logró atrapar los guardias que protegían su aposento y con una fría mirada se fue saliendo por la puerta de atrás que solo utilizaba el personal de servicio, colocó una capa color café oscuro y cubrió su rostro con una capucha de la misma, salió por detrás de los establos y partió al pueblo en su caballo blanco. Al llegar, lo dejó cerca a sabiendas que no iría muy lejos y esperó ansioso la hora donde el árbol ámbar florecería.
A las seis de la tarde, las hojas verdosas se tiñeron de amarillo oro y las flores rojas empezaron a abrirse paulatinamente, el polen empezó a volar y fue cuestión de minutos para que la celebración empezara y con ello la búsqueda de la pareja. El polvillo del gran árbol rozó la nariz del mitad albino, la arrugó y soltó un pequeño estornudo, frunció el ceño, no podía ser alérgico al polen, y entonces un estornudo más le respondió.
Maldiciendo tapó su nariz y respiró unos minutos por su boca, luego se alejó y retiró sus dedos de la nariz. Entonces no era capaz de percibir olores.
—¿En serio? —inquirió decepcionado y algo impotente con su impenetrable cara neutra.
Bufó de mala gana, y trató de ser positivo pero nada se le ocurría. Entonces vio el carruaje de su padre pasando a la mitad de la plaza, pues era costumbre que el rey hiciera presencia ese día y disfrutara de la celebración, viendo bailes y obras de teatro; pero de repente, desde su puesto percibió el aroma de la hierbabuena y la miel, cerró los ojos recordando que así olía su madre, embobado por el olor escuchó los gritos de muchas personas, vio como una chica de cabello verde caía a la mitad del camino, la cual parecía adolorida. El bicolor supo que el aroma dulce era de ella, y entonces congeló el camino entre ella y su padre para protegerla, el rey miró iracundo la multitud cuando su carruaje chocó abruptamente con el hielo frente a él, era un gran pecado utilizar magia sin autorización.
La chica jadeaba en el suelo, su cabello verde le tapaba la cara y la sangre caía por su nariz, cuando el rey deshizo la barrera de hielo, vio que un encapuchado se acercaba a la chica de forma pausada.
—¿Tú bloqueaste mí paso? —preguntó duro e iracundo.
—Sí. —El pueblo chilló asustado, ir en contra del rey y las leyes provocaba un severo castigo, y él ya había cometido dos de ellos.
—¿Cómo te atreves a romper las reglas?
—Lo siento, no iba a permitir que dañaras a mí pareja destinada —contestó gélido, cogiendo a la chica en sus brazos.
El rey iba a replicar con una paciencia casi nula, pero al voltearse la capucha cayó de la cara del chico dejando ver al príncipe totalmente serio y decidido, el mayor se sorprendió al ver a su primogénito en mitad del camino con aquella chica en sus brazos, y el hecho de que él hubiera perpetrado tal injuria.
Y así, Shouto cumplió la promesa con su madre, bueno casi.
Ambos lo encontraron,
Unos meses más tarde, al parecer todo iba bien en el palacio. La relación entre el príncipe Todoroki y la aventurera Midoriya fluía bien, realmente, el pueblo estaba feliz por él, menos el rey que mantenía de mal humor por tal desgracia.
Muy pronto, Shouto sería coronado como el rey.
Muy pronto, ella se casaría con él.
Pero había algo que faltaba, y era que en todo su tiempo como prometidos —a sabiendas que la chica era demasiado inocente y tímida—, nunca se habían besado. El bicolor le daba besos en la mejilla, pero nunca en los labios y menos de parte de ella; tenía en cuenta que su confianza había aumentado, él la amaba sin duda alguna y quería creer que ella también, pero a veces sentía que no era así y eso le preocupaba bastante.
Intentó hablar con Katsuki, que junto a Momo, era a los únicos que conocía desde pequeño. El rubio era comandante principal del ejército del reino, y por ello, ambos debían relacionarse. Se suponía que él conocía a la chica desde pequeño, pero solo recibió un grito y una explosión, bueno, al menos se divirtió haciéndolo enojar.
Y entonces, reparándola atentamente, se dio cuenta que evitaba poner sus labios en contacto de cualquier cosa. Preocupado y decidido volvió dónde el rubio.
—Bakugou, si sabes algo necesito que me lo digas.
—¡¿Y yo que putadas iré a saber, mitad-mitad?! —gruñó de mala gana, peinando su caballo que irónicamente se parecía a él cuanto relinchó de mala gana y trató de patear al rubio. Ya saben lo que dicen, las cosas se parecen a su dueño. El chico le miró, y se dio cuenta que en serio le preocupaba al bicolor aunque siguiera serio—. No es algo que deba decirte yo, bastardo. Eso debería decírtelo la inútil de Izuki.
—Entonces sí sabes algo.
—¡Muérete! —chistó y chasqueó la lengua—. Ella fue hechizada hace tiempo por un error que cometió. ¡Ahora piérdete, y ve a buscarla!
—Gracias, eres muy amable.
—¡No lo soy, bastardo mitad-mitad!
El bicolor entonces fue en busca de la chica, pero buscando en todas partes de dio cuenta que ni en el palacio, ni en su casa estaba. Necesitaba encontrarla, necesitaba verla y saber dónde se encontraba. Y entonces la vio, parada frente al árbol principal de la plaza mirándolo con ojos perdidos.
—Izu, ¿qué haces? —cuestionó confundido el bicolor.
—Sho, yo... lo siento...
—¿Por qué?
La chica se volteó para darle la espalda, no quería que viera como sus ojos se iban tornando gris y volvían al verde vivo de siempre. Meditándolo unos minutos llegó a la conclusión que el bicolor merecía una explicación de su egoísmo, y con voz temblorosa le empezó a contar.
Hacía tiempo, cuando era una niña, ella había tenido la suerte de conocer a una persona que le enseñase sobre magia; esa persona para su desgracia murió a causa de un enfrentamiento con el poder antónimo del mismo que ella poseyó. Su mentor —All Might—, habría luchado con él en busca de defensa y honor en nombre de su mentora y su aprendiz, pero para su desgracia, él murió encerrando a su enemigo en un árbol para siempre. Era una lástima que fuera el mismo árbol que daba felicidad a muchas personas. La pequeña vio como en época del polen, el alma del villano quedaba encarcelada en aquel árbol de hojas ámbar, recitando una maldición para ella. Nunca podría besar, a menos que quisiera ver petrificada a esa persona; la condenó a dar su vida para matarlo o cobrar la vida de quiénes ella amaba con su alma. Su mentor sin poder hacer algo, murió dos días después.
Se alejó de todos lo que quería, hasta de su madre. Evitó a toda costa el tema del árbol y su milagroso polen, por ello huía de él. Con el tiempo se mentalizó que la muerte de su mentor y su maldición era su culpa, su pecado, si ella no hubiera insistido en ir al prado que su mentor le prohibió tal vez, el seguiría con ella.
Para matar perpetuamente a su enemigo —o el enemigo de su mentor, que era casi cómo un padre—, ella debía tocar el árbol y recitar un pequeño hechizo de sus labios malditos. Su energía vital acabaría convirtiendo al árbol y al alma atrapada en piedra que se destruiría de inmediato, por eso, ella unos meses antes —exactamente un año—, ya había completado la mitad y su energía vital subía y bajaba. Si no terminaba lo que empezó, moriría sin acabar su trabajo, y para ello solo faltaban cinco minutos, sino lo hacía rápido muchas personas morirían por su culpa.
—No lo hagas...
—Si no lo hago, y dejo que se cumpla un año... no soportaría verte morir.
—No quiero que lo hagas —musitó el bicolor negándose a perderla.
—Hace unos meses que realicé la mitad del proceso, el día que salí volando frente al carruaje del rey, el día en el que me encontraste.
—Ese día estabas muy grave, ¿entiendes lo que significa volver a intentarlo?
—Sí... Ya di mitad de mi alma, y si no lo hago de igual manera moriré.
—Izuki... —El chico caminó hacia ella con pausa, lánguido y con lágrimas escurriendo de sus ojos. La chica le daba la espalda, y cuando se puso frente a ella se dio cuenta estaba llorando con sus ojos tornados rojos de la irritación.
—¡No quiero dejarte! —chilló entre lágrimas—. ¡Q-Quiero vivir junto a ti para siempre! ¡P-Pero...! Pero prefiero hacerlo a verte morir sabiendo que pude hacer algo. Acabará con todo lo que quiero, y no puedo imaginarme eso... N-No podría.
Shouto la abrazó y oculto su cabeza en su cuello, aspirando el aroma que tanto le gustaba y que estaba a punto de perder. Se aferró a ella con fuerza, al pie del árbol mágico, entonces la peliverde tocó el tronco que empezó a destruirse, y ella que aún era abrazada por el chico mitad albino. Shouto observaba atento como moría aquella planta que marcó su vida, se había llevado a su madre y ahora también a la persona que más amaba con toda su vida.
Entonces, el árbol desapareció e Izuki cayó en los brazos del chico casi muerta, Shouto cayó sentado en el suelo viendo como solo quedaba el talló muerto del árbol ambarino, los ojos de la cansada peliverde estaban entreabiertos con un color gris opaco, su verde vivo había sido apagado. Sonrió con su única fuerza, le sonreía a él, qué egoísta había sido. Pero, así lo quería el destino.
—Te amo, Sho.
—Yo más, Izuki.
A un precio muy alto.
Entonces, Shouto al fin pudo saber a qué sabían los labios de Izuki. Eran tan dulces como ella y tan agrios como ese mismo instante, ella sabiendo que era su último momento correspondió el gesto entre lágrimas. Y de repente, bien consciente de lo que conllevaba, Shouto empezó a convertirse en piedra y luego le siguió Izuki, juntos se habrían de convertir en una estatua.
La estatua del verdadero amor.
La estatua que dio origen al catorce de febrero,
el día de los enamorados.
♦️Fin.♥️
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