PROLOGO
No podía evitarlo. Cada vez que veía a Izuku Midoriya, el mariscal de campo de la preparatoria, mi corazón latía a mil por hora, inundándome de una calidez que apenas sabía manejar.
Lo observaba reír, disfrutar con sus amigos, y todo en él me parecía increíblemente fascinante. Pero hoy, algo nublaba su luz. Izuku tenía en sus manos una carta de uno de sus antiguos ligues, y solo verla me rompía en mil pedazos.
"Me fui a encontrarme a mí mismo, no me busques, porque no planeo volver."
Eso decía la carta. Era doloroso ver esa expresión en su rostro.
Otra vez, alguien había sido estúpido al romperle el corazón a mi lindo pecoso. Su sonrisa, la que usualmente iluminaba cada rincón donde estaba, se había apagado, y la injusticia de eso me quemaba el estómago.
Dios, lo amo demasiado.
Mientras lo veía, mi corazón me gritaba que debía hacer algo. Sentía esa necesidad de protegerlo, de rodearlo con mis brazos y prometerle que nunca más estaría solo.
Mi Izuku.
El pensamiento resonaba en mi mente, y casi podía ver su sonrisa, esa sonrisa que haría lo que fuera por devolverle. No iba a dejar que nadie lo lastimara de nuevo; él merecía ser amado, adorado como el tesoro que era. Yo iba a ser su refugio, su luz, su todo.
Porque cuando se trataba de Izuku, no había otra opción.
Mi corazón le pertenece, y haría cualquier cosa para mantenerlo a salvo y feliz.
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