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O2

— Izuku... — susurra Katsuki, sintiendo cómo su voz se quiebra al pronunciar el nombre del peliverde. Sabía que lo que estaba haciendo era incorrecto, pero en ese momento, la razón se desvanecía en un mar de deseo incontrolable. Con una mano detrás de su cabeza y la otra en su entrepierna, se pierde en pensamientos de su amado.

El eco de la risa de Izuku resuena en su mente, y la imagen de su sonrisa ilumina su imaginación. Era una obsesión que lo consumía por completo; cada vez que pensaba en él, una oleada de deseo lo envolvía, casi ahogándolo.

Se dejó llevar por la fantasía, imaginando el momento en que podría ser el único que le sonriera de esa manera, el único que pudiera tocarlo.

— Ngh, ah... — un gemido escapa de sus labios mientras su mano se mueve con mayor intensidad, subiendo y bajando con frenesí. El roce de su piel contra su propia excitación lo lleva al borde del abismo, una corriente de placer que recorre su espalda como un rayo electrizante. Con la mano libre, agarra un trozo de papel, colocándolo cuidadosamente sobre su miembro, manteniendo el movimiento implacable.

La fricción, el calor y la presión lo llevan más lejos, y siente que su respiración se acelera, sus suspiros se convierten en gritos ahogados de necesidad. Se muerde el labio con fuerza, y arquea la espalda, sintiendo cómo cada centímetro de su cuerpo arde en deseo.

Entonces, con un último movimiento violento, deja escapar todo el líquido en el trozo de papel, un suspiro de placer escapándose de sus labios mientras su cuerpo se estremece.

Respira hondo, intentando recuperar el aliento, sintiendo cómo la sacudida de su clímax lo deja aturdido.

Sin embargo, después de un rato, la frustración crece nuevamente en él. No podía permitir que otros se acercaran a Izuku, no cuando él sabía lo que el chico realmente merecía. 

Con una mezcla de deseo y posesividad, se recompone.

Tenía que actuar.

No podía permanecer de brazos cruzados mientras otros se entrometían en la vida de su peliverde.

Mientras tanto, el peliverde estaba en el pasillo conversando con Shindo, un chico de cabello oscuros que estaba coqueteando abiertamente con él. Aunque Izuku no notaba esto. 

Katsuki, desde una esquina, observaba cómo Shindo se acercaba al chico que tanto le importaba. 

—¿Vas a la fiesta de Halloween? —preguntó Shindo, una sonrisa traviesa en sus labios.

Izuku se encogió de hombros, dudando.

—No sé, quizás. No tengo muchas ganas... —murmuró el peliverde, mirando al suelo pensativo.

—Vamos, sería divertido. ¿Qué tal si voy contigo? —Shindo insistió, acercándose un poco más, mientras apoya su brazo en la pared. 

Katsuki sintió una punzada de celos en su estómago.

La risa de Shindo resonaba en sus oídos, y la forma en que se inclinaba hacia Izuku lo llenaba de rabia. No podía soportar ver cómo ese idiota intentaba ganarse su atención.

—Lo pensaré —respondió Izuku, un poco más animado, pero Katsuki sabía que no podía dejar que eso sucediera.

La conversación se alargó, y cada palabra de Shindo era como un puñal que se hundía más profundo en el corazón de Katsuki. 

Cuando finalmente se despidieron, Katsuki sabia que tenia que hacer algo. 

No podía permitir que se acercara más a su Izuku.

.


.


.

Esa noche, una figura encapuchada se deslizó por el parque, la máscara de fantasma brillando bajo la luz de la luna. En el aire había una tensión palpable, un impulso oscuro que guiaba a la sombra. 

El chico de cabello castaño, que había estado sentado en un banco con su celular, descansando de su ejercicio nocturno. Era el momento perfecto.

Con paso firme, la figura se acercó al banco, el rostro oculto tras la máscara. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, extendió la mano y, en un movimiento rápido, arrebató el celular de las manos de su víctima.

—¡Hey! —gritó el chico, levantando la vista, sorprendido y confundido—. ¿Qué demonios haces?

Sin dar explicaciones, la figura comenzó a correr, arrastrando a Shindo tras él. Instintivamente, el chico se lanzó tras el ladrón, determinado a recuperar su celular. Pero la sombra lo condujo hacia una parte más oscura del parque, donde la luz de la luna apenas iluminaba el camino.

—¡Devuélveme mi celular, idiota! —exclamó Shindo, su voz resonando en la noche, pero solo encontró silencio como respuesta. La figura se detuvo de repente, y en un instante, la atmósfera cambió.

Sin aviso, el ladrón sacó un cuchillo reluciente, la hoja reflejando la luz de la luna. Shindo retrocedió, pero ya era demasiado tarde. Antes de que pudiera reaccionar, el filo del cuchillo se hundió en su estómago con una punzada helada.

Shindo grito, sus ojos abriéndose de par en par, buscando la sombra que se cernía sobre él. Intentó defenderse, pero el dolor era intenso y lo paralizó. La realidad se desvanecía lentamente, y se vio obligado a caer al suelo, arrodillándose.

La figura permaneció allí, inmóvil, y en sus últimos momentos, Shindo levantó la vista, viendo la sombra alzando nuevamente el cuchillo, listo para dar el golpe final.

Todo se vuelve oscuro.

—¡No lo entiendo! —gritó Izuku, la frustración palpable en su voz—. Mira lo que me dijo, Ochako.


Shindo:

Perdona, Izuku, pero estos días me he estado sintiendo mal. Hay muchas cosas pasando en mi vida. 

Tal vez ayer me viste bien, pero por dentro estaba destrozado.

Así que decidí tomarme unos meses para pensar.

No podré ir a la fiesta de Halloween contigo. Lo siento.

Cuando me sienta mejor, te escribiré otra vez, pero por favor... No me hables.


—¿Soy como una maldición? —se lamentó el peliverde—. Todos los chicos con los que salgo, o se van o me terminan porque conocen a otro. ¿Seré yo?

—Ay, Izuku —dijo Ochako, envolviéndolo en un abrazo—. ¿Qué te parece si vamos al cine? Así te despejas un poco. Además, están reestrenando películas por Halloween.

—Sí, claro —respondió él con desánimo. Levantó la vista y, de repente, vio al chico de cabello cenizo—. ¡Bakugou! —llamó, soltando a su amiga y corriendo tras él—. ¿Tienes un momento?

Katsuki tragó saliva, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.

—Claro —respondió, esforzándose por mantener la calma.

—¿Crees que podamos intercambiar números? Así podemos coordinar para el trabajo que tenemos que hacer juntos —sugirió Izuku.

—S-sí, claro —balbuceó, sacando su teléfono con manos temblorosas.

Izuku sonrió, y Katsuki sintió que su mundo se iluminaba por completo. 

—Gracias, Bakugou —dijo Izuku mientras anotaba su número.

Katsuki se sintió nervioso, el pecho lleno de emociones mientras observaba la pantalla de su celular y allí estaba:

La foto sonriente de Izuku. 

  
"Qué lindo".

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