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33| idiots, dementors and others things

TREINTA Y TRES : ❛ DE IDIOTAS, DEMENTORES Y OTRAS COSAS ❜
la orden del fénix !!

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NEGATIVO.

Rœle no comprendía cómo algo que generalmente tenía connotaciones desfavorables podía alegrarla tanto.
Ver esas ocho letras en la prueba le había devuelto el alma al cuerpo.

Habían pasado casi dos semanas desde la caótica madrugada y Rœle daba gracias a Merlín porque el resultado haya sido negativo.

Pero la calma duraba poco.

Tan pronto como recordaba las náuseas, la ausencia de su período y el malestar, su sonrisa se borraba.
Si no estaba embarazada, ¿entonces a qué se debía todo eso?

—Al menos no estás esperando un hijo de Ron —le dijo Harry mientras bajaban las escaleras.

Rœle se detuvo para darle un golpecito en la sien y siguió el descenso.
Harry hizo una mueca de dolor acompañada de un «Ay» silencioso.

—Te salvaste esta vez, Lee. No tendremos que preocuparnos de nada hasta el primero de septiembre —se frotó la frente tratando de apaciguar el dolor—. Apuesto mis gafas a que a finales de curso volveremos a la farmacia.

La pelinegra lo miró mal.

—Cállate.

—Sabía que te molestaba la verdad.

—Harry —le advirtió.

El ojiverde levantó las manos en señal de rendición. Rœle pensó que quizá había sonado muy malhumorada, por lo que decidió aliviar la situación sonriéndole a su mellizo.

—No volveremos a la farmacia —dijo—. Es alentador que me consideres lo suficientemente responsable como para evadir un "ligero percance", pero quizá deba conseguirme a alguien de nuestro curso que venda pociones anticonceptivas baratas.

Lo que ella pretendía que sonara como una broma en realidad terminó por hacer que Harry parara en seco. Volteó a mirarla con seriedad, analizando la expresión burlona en el rostro de la pelinegra.

—Era broma, relájate —dijo para tranquilizarlo—. ¿De verdad me crees tan idiota como para volver a cometer el mismo error luego de lo de ayer?

—Contigo nunca se sabe.

—Tienes diez segundos para arrepentirte y decir que era un chiste —lo apuntó con el dedo índice.

—¿Y si no lo es? —preguntó abriendo la puerta principal.

—Te sacaré los ojos y los usaré de pendientes. Con lo ciego que estás dudo que notes la diferencia entre ver y no hacerlo.

Harry le dio un leve codazo cuando llegó a su lado.

—Tu violencia incrementa con cada día que pasa. Ansío presenciar lo que sucedería si te cruzas con Fleur —dijo cerrando la puerta.

Rœle resopló.

—Si ese día llega necesitarás tus ojos para ver lo que pasa, así que deja de decir tonterías y mejor camina —aconsejó haciendo un ademán hacia el frente.

El Gryffindor soltó una leve risita y se posicionó al lado de su hermana, rodeándole los hombros con un brazo, avanzando hacia el camino que conducía al parque.














ᴓ⤸₊˚ ִֶָ 🌿❜ ✧ ▍
















Sentarse en el pasto no era algo que Rœle hiciera a menudo. De hecho, ni siquiera se encontraba entre la lista de cosas que le gustaba.
Odiaba que el césped se pegara a su ropa casi tanto como detestaba que la hierba hincara en sus piernas descubiertas.

Habría preferido un millar de veces sentarse en alguna de las hamacas pero el calor se lo impedía. Sabía que si intentaba hacerlo acabaría por quemarse. La intensidad con la cual el sol brilló durante tantas horas seguidas hacía que fuera imposible tomar asiento en alguna de las hamacas o agarrar las cadenas.

O bueno, casi imposible.

Con las manos entrelazadas sobre el regazo y las piernas balanceándose en el aire, Harry se mecía con suma serenidad en una hamaca con la vista clavada en el infinito.
Junto a él, reposando en el piso, Rœle arrancaba algunos hierbajos resecos como entretenimiento.
Sumidos en un tranquilo silencio, los mellizos intercambian miradas sonrientes de vez en cuando.

—¿Crees que volvamos a ver a Kirby?

Harry rompió el silencio y descolocó un poco a la ojigris.

Rœle giró sobre su cintura para verlo.

—¿Por qué lo preguntas? —cuestionó arrugando levemente la frente. Después de todo no era como si Harry disfrutara conocer gente nueva.

El susodicho se encogió de hombros.

—Me agradó, es todo.

Ay sí, ajá.

Una sonrisa vergonzosa danzó en los labios del azabache. Bajó la cabeza para esconder el creciente rubor en sus mejillas.

—Fue solo una simple pregunta —aclaró sin mirarla—. Y deja de contestar mis preguntas con más preguntas —le dio una ligera patadita a la altura de la cintura.

Rœle rio diciendo algo que quedó a medias. Toda su atención se volcó en el grupo de adolescentes recién llegados al parque. Algunos vestían como si fueran skaters, otros usaban camisetas de diversos equipos de basketball, soccer o beisball, similares a las que ella se ponía para dormir.

Los Potter cruzaron miradas automáticamente. Sus inquietantes rostros serios no mostraban una sola pizca de la alegría que sintieron momentos atrás.

Pocas personas eran capaces de desmoronar la tranquilidad de los Potter tan fácilmente.

Dudley Dursley era una de esas personas.

Tan insufrible como sus padres (y en camino a convertirse en algo peor que ellos), el chico tenía como hobby arruinar todo aquello que hiciera sonreír a sus primos.
A pesar de tenerlos a pocos metros, Dudley no reparó en la presencia de los Potter.

Harry y Rœle fueron testigos de como el grandote se empeñaba en molestar a un niño, apoyado por sus inmaduros amigos. Risotadas burlonas hacían eco siendo trasportadas por la brisa hasta donde ellos estaban.

Rœle arrancó un puñado de hierbajos, soltando la mayoría y quedándose con uno que usó para intentar entretenerse con otra cosa que no fuera el penoso escenario de Dudley molestando a ese niñito.

—Parece una bola disco —murmuró Rœle haciendo alusión a la camiseta plateada de su estúpido primo.

Harry pensó que era la mejor comparación que había escuchado hasta el momento. La imagen mental de Dudley vestido como una bola disco lo hizo sonreír levemente.

—Pero las bolas disco tienen brillo propio —acotó el ojiesmeralda—. Dudley no brillaría ni aunque lo vaciaran por dentro y reemplazaran sus órganos por estrellas.

Rœle sonrió también.

—Eso fue muy violento de tu parte.

—Contigo se aprende rápido —la sonrisa de Harry se extendió.

Fue entonces que Dudley puso una mano en el hombro del niño y lo empujó bruscamente. El pequeño se tambaleó y cayó sentado, causando una catarata de carcajadas.

Rœle apretó la mandíbula, negada a seguir viendo como el imbécil de Dudley abusaba de su poder.

—Suficiente —gruñó mientras se levantaba.

El pulso de Harry pasó de estable a estar sobrepasado por una taquicardia en milisegundos.

Parpadeó un par de veces antes de reaccionar. Extendió su brazo izquierdo con la intención de detener a Rœle, pero ella ya estaba lejos.

—Tonta, tontísima —susurró parándose de la hamaca.

Rœle, que caminaba a paso decidido, vio como el niño se arrastraba sobre su espalda buscando alejarse de Dudley.

Las estúpidas risas fueron muriendo a medida que ella se acercaba.
Dudley, que estaba dándole la espalda, volteó para encontrarse de frente con Rœle.

La sonrisita de Dudley se ensanchó con burla.

—Miren a quien tenemos aquí. La madre adolescente ha decidido honrarnos con su presencia —anunció en voz alta.

Potter apretó los dientes. Sus gélidos ojos grises se clavaron en Dudley como estacas. Él no supo cuándo ni por qué, pero su sonrisa desapareció.
Rœle desvió la mirada hacia el niño en el suelo.

—Vete —le ordenó en un tono extrañamente calmado.

El pequeño castaño giró, apoyó sus manos en el piso para tomar impulso y se puso de pie torpemente. Pasó corriendo junto a la Slytherin, casi chocando con ella. Todo ocurrió muy rápido pero Rœle juró haber visto lágrimas en los ojos del niño.

—Perfecto, arruinaste nuestra diversión, Potter —declaró echándole la culpa.

—¿Desde cuándo molestar niños de diez años cuenta como diversión? —inquirió levantando ligeramente una ceja.

—Él se lo buscó —alegó Dudley con frustación.

—Cinco contra uno, qué valiente.

Dudley abrió la boca para decir algo más, pero un pensamiento fugaz pasó por su cabeza y su cara se contorsionó en una expresión malvada.

«Cuida lo que vayas a decir, ballena.»

—Resulta hipócrita de tu parte defender niños, Potter —sonrió—. ¿Acaso no abortaste hace como casi dos semanas?

La furia contenida en los ojos de Rœle se suavizó por un instante, siendo reemplazada por un sorpresivo desconcierto. Una oleada de risas inundó el aire. Los amigos de Dudley la observaban y señalaban diciendo cosas que se negó a escuchar.

—¿Qué, le temes a la maternidad? ¿El no haber tenido una mami te afectó en algo? —hizo un puchero—. ¿Dónde está tu mami, eh? ¿Está muerta? ¿Es una Potter muerta?

Como si aquella oración destilara alguna especie de efecto silenciador, Rœle reparó en que había perdido el habla. Abrió la boca, pero ni siquiera balbuceos pudo proferir. No podía defenderse.
Toda valentía la había abandonado.

Antes de que Dudley pudiera arremeter con otra frase siniestra, Harry apareció detrás de la pelinegra con su varita en mano, apuntando al grandullón. El grupo de reidores soltó fuertes carcajadas ante la escena, pero Dudley se quedó estático, con la vista fija en lo que cualquier otra persona podría haber confundido con una ramita cualquiera del parque. Pero ese no era su caso; conocía muy bien el peculiar artefacto y los estragos que podría causar en manos de alguien tan imprudente e impulsivo como el Gryffindor.

Harry respiraba agitadamente, producto de la ira que lo carcomía desde adentro. El azabache estaba conteniéndose para evitar soltarle un puñetazo a Dudley.

«¿Dónde está tu mami? ¿Es una Potter muerta.»

Rœle parpadeó repetidas veces y algunas lágrimas descendieron por sus mejillas, dejándola perpleja. ¿En qué momento empezó a llorar? ¿Había sido ese el desencadenante de las carcajadas? ¿Por qué de pronto se sentía tan débil?

—Repite eso —Harry gruñó entredientes amenazando a Dudley—. Te reto.

La mestiza pestañeó y al abrir los ojos  se encontró rodeada de tinieblas.
Faltaba más de una hora para el anochecer, pero un manto de oscuridad ya cubría el cielo. Nubes de tormenta, negras y grisáceas, habían ahogado el asfixiante sol del verano.

Ráfagas de viento llegaron de todas direcciones, meciéndolos y amenazando con lanzarlos al suelo.
Papeles volaban a su alrededor, Rœle podía escuchar latas arrastrándose a la distancia y a las hamacas chocando entre sí. Los truenos no tardarían en dejarse oír.
Allí, en aquel desolado parque en medio de metros y metros de pasto, era como si fueran náufragos.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Dudley a Harry.

—¡Nada! —exclamó tan confundido como él.

Los amigos de Dudley salieron despavoridos. Uno de ellos pasó corriendo junto a Rœle, chocando contra su hombro y haciendo que por poco perdiera el equilibrio, pero ella no se dio cuenta. Estaba más enfocada en descifrar si lo que veía en las nubes era una cara semihumana o un ser demoníaco.

Podía jurar que tenía cierto parecido con...

—¡RŒLE, VÁMONOS!

El grito de su mellizo la trajo a la realidad de un golpe. Harry tomó la mano de Rœle obligándola a correr, tal como ella había hecho días atrás cuando regresaban de la farmacia. Pero esa madrugada no los acechaba un peligro como el que estaban a minutos de enfrentarse.
Sin dejar de correr, Rœle echó un vistazo hacia atrás. Su corazón dio un vuelco al observar aterrorizada como las nubes negras avanzaban rápidamente.
Pronto sintió la lluvia cayéndole encima, empapándola de bies a cabeza.
El trio se detuvo al encontrar refugio bajo techo. Se trataba de un túnel repleto de graffitis que conectaba con el sendero que los conduciría a casa.

—¡¿Qué carajos hiciste allá?! —el grito de Dudley resonó en las paredes del tunel. Su pregunta iba dirigida a Harry, pero el azabache no mostró interés en responderle.

Tanto él como la chica a su lado estaban más concentrados en las luces parpadeantes.
Hielo y esmeralda se entrelazaron, miradas desbordando inquietud.

¿Por qué el ambiente se sentía tan pesado?

Un escalofrío recorrió la espalda de Rœle, haciéndola consciente del aire helado que los abrazaba.

Aquello no era normal.

Una gélida respiración en la nuca hizo que los Potter giraran rápidamente.
Rœle chilló al ver como una figura oscura envolvía una mano alrededor del cuello de Harry.

Era un dementor. Un jodido dementor.

El ente estampó a Harry contra una pared del tunel, elevándolo unos centímetros del suelo.
Rœle, pese a estar muerta del miedo, palpó nerviosamente sus bolsillos en busca de su varita, desplegándola con un «Expecto Patronum» en la punta de la lengua. Pero nada parecía estar destinado a salir bien esa fatídica tarde.

—¡Dudley, corre! —indicó Harry a duras penas. La voz le salió en un hilillo.

Sin perder un segundo, Dursley giró sobre sí para correr hacia la salida, chocando con Rœle en el proceso. La mestiza observó horrorizada como su varita salía despedida, yendo a parar incluso más lejos que Dudley, quien había resbalado en su afán por huír.
Dos dementores aparecieron al final del tunel. Uno de ellos se lanzó sobre el chico en el piso.
Rœle intentó evadir al dementor restante el tiempo necesario para recuperar su varita.

Y de pronto sintió cómo la felicidad era arrancada de su alma, cómo la alegría se materializaba y viajaba por su torrente sanguíneo hasta sus dedos. Sintió los recuerdos dichosos deslizándose entre sus dedos, escapándoseles de las manos. Estaba vacía. No quedaba nada. ¿Entonces por qué el dementor seguía sobre ella? ¿Acaso quedaba algo por despojar?

«¿Dónde está tu mami, eh? ¿Es una Potter muerta?»

El pecho le dolía.

«¿Dónde está tu mami, Potter?»

Algo húmedo caía por sus mejillas.

«¡JUNE!»

Estaba llorando.

«¡DÉJALO IR! ¡DEJA QUE SE VAYA!»

No luchó.

«¿Cuándo te volviste tan cobarde?»

















━━━AUTHOR'S NOTE: reminder n. 1 de que este acto va a ser una pesadilla viviente para rœle 💀💀💀.

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