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24| the second task

🍃━━━ CAPÍTULO 24 ━━━🍃
LA SEGUNDA PRUEBA

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          DOS GOLPECITOS SECOS HICIERON QUE RŒLE ABRIERA LOS OJOS RÁPIDAMENTE. La pelinegra, un tanto sobresaltada y confundida, se pasó las manos por la cara y después miró hacia todos lados. La única persona aparte de ella era Pansy, que se encontraba a su lado durmiendo con una al menos cinco libros sobre el regazo. ¿Se estaría volviendo loca?

Otros dos golpes se oyeron, provenientes de la entrada de la sala común. Rœle se levantó de su lugar despacio, corriendo en puntitas de pie hacia. La entrada se abrió y la ojigris no vio a nadie, por lo que sacó la cabeza e inspeccionó a los costados.

Nada.

Rœle arrugó el entrecejo. Sí, definitivamente estaba volviéndose loca. Suspiró, girando sobre sus talones para regresar al interior de la sala, pero entonces sintió un jalón de cabello que casi la hizo gritar.
La chica volvió a darse la vuelta, tanteando sus jeans en busca de su varita.

—¡Soy yo, Lee! —exclama apresuradamente el intruso, quien en un movimiento deja al descubierto su cabeza, quedando el resto de su cuerpo bajo lo que Rœle supo que era la capa de invisibilidad.

La Slytherin esperó unos segundos para normalizar su respiración lo mejor que pudiera.

—Acordamos que yo tendría la capa este mes —Rœle señaló a Harry, que negó con la cabeza.

—Tú nunca la usas.

—Pudiste habérmelo pedido... Espera, recuerdo haber guardado la capa entre mis cosas a principio del año pasado —recordó ella.

El azabache se tensó al captar la furia con la que Rœle lo veía.

—¿¡Escarbaste entre mis cosas, James!? —se alteró sin elevar la voz. Harry puso las manos al frente tratando de calmarla.

—Hablemos de esto más tarde, Lee. Ahora necesito que me acompañes a la biblioteca y sigamos buscando —pidió el ojiverde.








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Aloho Mora —susurró Harry y la cerradura de la puerta de la biblioteca se abrió.

Caminaron unos metros hasta cerciorarse de que no había peligro. Rœle fue la que despejó a ambos de la capa y la dejó sobre una silla cercana a la mesa donde estaban sentados. Libros sobre maleficios, encantamientos, sirenas, tritones, monstruos marinos, cualquier cosa que incluyera alguna referencia a la supervivencia bajo el agua.
La mano de Harry se estaba cansando por mantenerla como soporte de su cabeza durante tanto tiempo. Rœle, por otro lado, sentía que su cabeza explotaría en cualquier instante.

El azabache miró el reloj en su muñeca.

—Son las tres de la mañana... —murmuró con la intención de informarselo a la Slytherin, pero ella estaba más ocupada quedándose dormida.

Harry quiso despertarla para seguir buscando, pero acabó quedándose dormido tan solo unos minutos más tarde.

Verde, rojo y pasto. Era lo que Rœle veía en sus sueños. Era extraño, demasiado. La sensación de incomodidad la estaba torturando, se percibía muy real. Escalofríos recorrieron su espalda, al igual que algunos músculos de su cuerpo se tensaron involuntariamente. ¿Seguía soñando? No lo sabía. Ni siquiera se veía capaz de hacer algo que la obligara a despertarse. Desconocía lo que le sucedía. ¿Estaría sufriendo una parálisis del sueño?

Más verde, más rojo, el pasto se veía oscuro y reseco. Nada tenía sentido, pero por alguna razón la chica Potter se hallaba asustada, removiéndose sobre la silla histéricamente aún dormida.
Un zumbido en sus oídos, un pequeño dolor en su vientre y otro cerca de la costilla.

—¡Los Potter deben despertar!

—¡Ya deja de golpearme!

Los párpados de Rœle se desplegaron tan rápidamente que, en cuanto sus ojos hicieron contacto con la luz, dejó escapar un quejido por la molestia.

—¡Dobby tiene que golpear a Harry Potter para que despierte, señor!

La mente de Rœle quedó en blanco por un instante al ver al elfo delante suyo, con sus enormes orbes verdosos clavados en ella y su adormilado hermano.

—¿Dobby? —balbuceó.

—¡El mismo Dobby, señorita Potter! —hizo un movimiento de cabeza afirmativo.

—¿Q-qué haces aquí? —inquirió.

—¡Dobby vino a despertarlos!

Los Potter se miraron entre sí simultáneamente, sintiendo que sus corazones daban un vuelco al notar que se había hecho de día.
Lo primero que Harry hizo fue tantear la mesa en busca de sus gafas. Rœle giró sobre su asiento con la finalidad de retomar la lectura que dejó por la mitad al dormirse.

—No, no, no —murmuró, tratando de leer lo más rápido que sus cansados ojos le permitieran.

Harry la tomó por los hombros sin llegar a voltearla.

—Rœle, se acabó.

—No, tenemos tiempo.

—Rœle...

—¡Maldita sea! —bramó enfurecida, cerrando el libro de golpe. Se llevó las manos a la cabeza, sintiéndose estúpida.

—¡La segunda prueba comienza en diez minutos! ¡Los Potter deben darse prisa! —chilló Dobby.

—¿Diez minutos? —musitó Harry—. ¿Diez minutos? —repitió, comenzando a sentir un peso muerto viajar desde su pecho hasta el estómago.

—¡Vamos, vamos! —los aprisó Dobby, tironeandolos de las mangas de sus abrigos—. ¡Tienen que estar reunidos con los otros campeones en el lago, señores!

Rœle jadeó, llamando la atención de Harry.

—Es muy tarde —habló, desesperanzada—. No vamos a poder hacerlo...

—Encontraremos la manera, siempre lo hacemos...

—Vamos a humillarnos... ¡Oh, por Merlín! ¡Quedaremos en vergüenza frente a Fleur Delacour, esa superficial francesa! —rugió, levantándose de golpe.

Al momento de hacerlo, fue capaz de sentir como húmedo se acentuaba entre sus piernas. Y no se trataba de la humedad que sentía normalmente...
Rœle cerró los ojos, apretando un poco la mandíbula. ¿Por qué? ¿Por qué ese día?

—No puede ser...

—¿Ahora qué te pasa?

—Me vino la regla —dijo como pudo, tapándose la cara con las manos.

Harry parpadeó, no se esperaba esa respuesta.

—Al menos no estás embarazada de Ron.

—¡HARRY POTTER! —bramó escandalizada, girándose violentamente hacia el de ojos verdes.

—¡Nueve minutos! ¡Nueve minutos! —exclamó Dobby.

—Estamos jodidos. Es muy, muy tarde.

—¡Los Potter afrontarán la prueba! ¡Dobby sabía que los Potter no habían encontrado el libro adecuado, así que Dobby lo hizo por ellos! —exclamó con su vocecita.

—¿Y tú sabes en qué consiste la segunda prueba? —le preguntó Harry. Rœle se había ido unos metros más al fondo de la biblioteca, intentando calmarse.

—¡Claro que Dobby lo sabe! Los Potter tienen que entrar al lago, buscar su prenda...

—¿Cómo que prendas?

—... y liberarla de las sirenas y tritones.

—¿A qué te refieres con «prenda»?

El azabache observó detenidamente la ropa que Dobby llevaba puesta. Un jersey rojo oscuro con un diseño muy familiar encogido sobre pantalones cortos.

—Ay no... —susurró—. Rœle, ven aquí, rápido —llamó a la pelinegra. La misma giró el cuello hacia el que llamaba, dejando a la vista su desesperación.

—¿Qué?

—Tienen a Ron...

Rœle dejó de prestarle atención a su problema rojo.

—¿Cómo dices, James?

—¡Lo que Harry Potter más valora, señor! —dijo Dobby, como si ya no fuera muy evidente—. Y pasada una hora...

—«... negras perspectivas»... —recitó Harry, mirando horrorizado a su melliza.

—«... demasiado tarde, ya no habrá salida» —terminó Rœle. El mismo escalofrío la invadió, haciéndola sentir que sus piernas eran de gelatina.








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Quizá lo que más le molestaba a Rœle no era haber tenido que comenzar a menstruar diez minutos antes de un evento importante como la segunda prueba, sino haber pensado en renunciar a todo por un momento.
Se imaginaba la estúpida cara de Fleur Delacour al enterarse de que había decidido que no participaría en la segunda prueba, su estúpida risita y su estúpida voz diciendo «lo sabía, es demasiado joven, nada mas que una niña».

La pelinegra se posicionó junto a su mellizo, mirando fijamente el lago ante ella. Sería un milagro que no se ahogase al acabar el efecto de las branquialgas.

—¿Listo, Expelliarmus? —preguntó Rœle a Harry.

El azabache asintió repetidas veces sin verla.
Ambos se llevaron las branquialgas a la boca y, con el uniforme todavía puesto, comenzaron a avanzar. Rœle se abría paso en el agua con dificultad, pero se había adelantado más que Harry. Masticaba las algas con la mayor rapidez posible, implorando que sucediera algo. Rœle se detuvo por un momento al oír las risotadas de sus compañeros, girando la cabeza hacia atrás solo para encontrarse con que Pansy estaba diciéndoles algo con una notable expresión de molestia. A pesar de eso las burlas no se detuvieron, y casi todas iban dirigidas a Harry.

Rœle comenzó a tiritar. Amaba el frío, pero eso ya era demasiado. Se le estaban congelando las piernas, tenía los pies entumecidos y le dolía el vientre.

—Carajo —maldijo, sabiendo que sentiría las consecuencias unas horas más tarde, sino es que antes.

De pronto, todos los pensamientos que ocupaban la mente de Rœle fueron bloqueados al igual que su garganta por la repentina falta de aire. La pelinegra se llevó las manos al cuello, intentando con todas sus fuerzas respirar una milésima de oxígeno. A su lado, Harry se encontraba en la misma situación, aunque actuando más les esperabamente. La cabeza de Rœle dio vueltas, impidiéndole pensar correctamente.

Pansy se acercó al barandal cuando notó lo que ocurría.

Rœle tropezó con sus propios pies y cayó de lleno al agua. Harry, a pesar de su dificultad para respirar, inconscientemente por poco lanzó un grito de auxilio.
La ojigris se sumergió casi por completo en el lago helado, tragando una bocada de agua para luego asustarse por lo que había hecho. Más después se dio cuenta de que podía respirar de nuevo.
Observó como Harry iba descendiendo hacia ella, con marcas a los costados del cuello y unas pocas en la cara.

¿Ella también se veía así?

Los dos se quedaron viéndose por unos momentos, Harry queriendo reír por la bizarra situación y Rœle un poco conmocionada. Solo rogaba no dejar un rastro de sangre en el agua.

Comenzaron a avanzar a través del lago, en simultáneo. A Rœle le sorprendió la facilidad con que se desplazaba, así como también lo agradable que se había vuelto la temperatura del agua. Lo único que consideraba malo era el silencio que le presionaba los oídos y la rara sensación del agua tocando las branquias en su cuello.

El paisaje era extraño, oscuro y neblinoso. A medida que se iban sumergiendo, el agua se volvía más opaca por la falta de luz, lo que generó más miedo en los dos.










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La repentina aparición de Myrtle por poco hizo que los Potter sufrieran un infarto. La fantasma les dijo dónde continuar su búsqueda.
Cuando Rœle vio el montón de sirenas con tridentes, rodeando lo que parecía ser una pequeña versión submarina de una plaza, tuvo ganas de tirar la toalla y regresar a la superficie, pero saber que Ron estaba ahí se lo impedía. Las sirenas cantaban para atraer a los campeones, cosa que le habría puesto la piel de gallina a los hermanos de no ser porque estaban bajo el agua. Tras ellas se erguía una tosca estatua que representaba a una sirena gigante tallada en una mole de piedra. Había cinco personas ligadas
con cuerdas a la cola de la sirena.

Ron estaba atado entre Hermione y Cho. Al lado de la antes nombrada se hallaba la que parecía ser hermana de Fleur, y junto a esta, para sorpresa de los hermanos, estaba Draco.

«¿Tienes que salvar a Draco?»

Le preguntó Harry por medio de señas que apenas pudo entender. Rœle no respondió. Estaba casi tan sorprendida como él. No podía dejar de mirar a Ron, sintiéndose culpable y con un leve presentimiento de que el pelirrojo no reaccionaría bien cuando se entere de que a su novia le tocó salvar a su enemigo y no a él.
















━━━AUTHOR'S NOTE: estoy considerando hacer un maratón porque faltan menos de ocho capítulos para terminar este acto xd.

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