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11| the first task pt.ii

🍃━━━ CAPÍTULO 11 ━━━🍃
LA PRIMERA PRUEBA PT.2

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          LOS POTTER OBSERVARON CON HORROR COMO CEDRIC ABANDONABA LA TIENDA. Solo significaba una cosa: el siguiente en salir, sería uno de los dos.
Rœle volteó su cabeza para mirar a Harry, el cual se mantenía serio. A pesar de esto, ella supo que el chico estaba gritando internamente.

—No puedo creer que estemos a punto de hacer esto —murmuró el de ojos verdes, retrocediendo para tomar asiento cerca de su cama.

—Pues créelo, hermanito. No tenemos otra opción más que aceptarlo —le dijo la pelinegra, arrastrando una silla para sentarse frente a él.

Harry suspiró pesadamente, quitándose los lentes para acariciar el puente de su nariz. Rœle hizo una mueca, tomando la mano libre de su hermano haciendo que éste la mire.

—Sé que estás nervioso, sé que no puedes verme bien sin tus lentes porque estás prácticamente ciego, pero quiero que sepas que te quiero, Harry.

—¿Por qué me estás diciendo esto? Digo, me gusta sentir que me quieres pero... ¿por qué?

—Es por precaución. Ya sabes, en caso de que uno de los dos muera —respondió sin más. Harry la miró inexpresivo.

—De verdad no sabes como calmar a la gente, Lee —fue lo único que Harry pudo decir ante esa respuesta.

Ella no contestó, solo se acercó a su hermano y lo rodeó con sus brazos, cerrando los ojos para mayor comodidad. Aspiró el aroma del azabache, sonriendo al instante.
Medio Hogwarts estaba en su contra, pero no le importaba, porque si Harry estaba junto a ella, el mundo no parecía tan malo.









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Los aplausos, silbidos y vitoreos llegaron a los oídos de Rœle, haciéndole saber que Cedric había acabado la prueba. Un escalofrío recorrió su espalda, sus piernas comenzaron a  temblar y de un momento a otro sintió un nudo formándose en su estómago. Potter hizo una mueca y acercó su mano a su boca, mordiéndose las uñas.
Harry, quien la observaba desde el borde su cama, estaba igual.

—Ya es hora —murmuró él, poniéndose de pie. Harry la tomó de la mano, se paró de la cama y de un rápido movimiento atrajo a su hermana hacia él, rodeándola con sus brazos. Tal pareciera que el chico no quería que se fuera. Y es que así era.

—Harry, tengo que hacer esto. Mientras más rápido me vaya, más rápido terminará todo  —murmuró la pelinegra.

El azabache no oyó sus palabras. Fue como si todos sus sentidos se hubieran anulado. No quería que su melliza saliera herida. Un nudo se formó en su garganta.

—Prométeme que vas a tener cuidado, Rœle. Si se pone difícil, si necesitas ayuda, usa tu varita. No trates de hacerte la valiente como siempre —le rogó tomándola de las mejillas, obligándola a que lo mire a los ojos—. Prométeme que no harás nada que te ponga en riesgo.

Ella sonrió de lado—¿Qué es la vida sin un poco de peligro? —musitó, causándole escalofríos al de gafas.

—¡RŒLE! —exclamó, mirándola con el ceño fruncido.

La chica solo se encogió de hombros, dirigiéndose hacia la salida de la tienda, donde Barty Crouch la esperaba. Antes de irse, Rœle se dio la vuelta.

—Harry, —llamó a su mellizo. Él posó su verdosa mirada en ella—no me va a pasar nada. Después de todo, ese dragón no es Voldemort —bromeó.

En lugar de romper la tensión, esa simple frase hizo que el corazón de Potter comience a latir a una velocidad descomunal. Rœle abandonó el lugar, mientras que el mestizo se llevaba las manos a la cabeza, cerrando los ojos. Maldecía la hora en que Dumbledore le dijo a Rœle en primer año que, a pesar de no ser Gryffindor, el coraje corría por sus venas. Luego de esa charla, el ego de la ojigris aumentó, haciéndole creer que era capáz de hacer cualquier cosa solo por ser una Potter.



















Dejaron a Rœle en la entrada del camino que la llevaría a enfrentarse cara a cara con la muerte.
Ella siempre admiró a los dragones. Amaba la manera en que escupían fuego, adoraba su belleza, su poder, pero también debía admitir que eran criaturas increíblemente tenaces.
A esa altura, respirar se había vuelto algo difícil. Era como si el aire se hubiese estancado en su garganta y no permitiese el paso del oxígeno.

Potter miró hacia atrás por última vez. Nada. Solo oscuridad. Fue cuando supo que ya no había vuelta atrás. Fue cuando supo realmente en lo que se había metido. Se arrepintió de haber dicho que ese Torneo era una perdida de tiempo, algo para inútiles que necesitaban atención.
Apretó la mandíbula con fuerza. El momento de enfrentar su miedo había llegado.

Ni bien se dejó ver ante el público, todos comenzaron a aplaudir con fuerza y entusiasmo; sobre todo la casa de Slytherin que, a diferencia de su rival, se tomó con tranquilidad e incluso orgullo el hecho de que una de los suyos haya sido seleccionada para participar en uno de los Torneos más importantes de la historia del Mundo Mágico.

Rœle miró hacia arriba, entrecerrando los ojos por la luz.
A pesar de esto, fue capaz de divisar la inconfundible cabellera roja de su novio, revolviéndose con el frío viento.
Los labios de la Slytherin se curvaron en una sonrisa, una sonrisa que desapareció en cuanto sintió un estruendo junto a ella.
Cuando se dio cuenta, estaba a al menos dos metros de donde se hallaba antes. Cayó entre las rocas, lastimando su frente y dos de sus costillas.

No tardó en hacer una mueca de dolor. Los presentes imitaron su acción, murmurando cosas entre ellos. Ron podía jurar que sentía el corazón latirle en la garganta, torturándolo. Rœle se puso de pie con esfuerzo, tratando de no resbalar.
El dragón la miró fijamente, inhalando de manera ruidosa. Los ojos grisáceos de la mestiza se agrandaron.

Rápidamente se echó hacia un costado, rodando entre esas enormes y —en algunos casos— afiladas rocas.
Una llamarada de fuego se deslizó sobre ella, haciéndole sentir mucho calor. Sus ojos se cerraron por inercia. Mientras tanto, Harry caminaba de un lado a otro en la tienda, seguro de que en cualquier momento tendría un pico de estrés.

Tras permanecer un minuto entero escondida, Rœle gateó hasta el borde de la roca que estaba usando como escudo. Su respiración se aceleró otra vez cuando vio el huevo de oro, descansando en medio de algunas rocas.
Se puso de pie pero cayó al resbalar contra la supercie. Un pequeño grito escapó de sus labios, llamando la atención de su no muy buen amigo.

Usando una agilidad que no sabía que tenía, la pelinegra se paró y la cola del animal se estampó contra unas rocas cercanas. Todos gritaron horrorizados. Rœle siguió corriendo, esta vez en dirección al huevo de oro.
El dragón fue más inteligente que ella y, haciendo uso de su cola llena de escamas escarlata, la lanzó a un costado, haciéndola chocar con una pared.

Un alarido de dolor raspó su garganta.
Ron se llevó las manos a la cabeza y acto seguido se dio la vuelta, empujando gente para abrirse camino. Hermione lo tomó del cuello de su abrigo.

—¿¡Qué crees que haces!? —exclamó la castaña.

—Voy a salvar a mi novia, eso hago.

—De verdad estás demente. ¿Cómo piensas hacerlo? ¿Lanzándote frente al dragón?

Weasley miró desesperado a Rœle, quien gemía de dolor escondida entre unas rocas.
El pelirrojo se acercó al barandal.

—¡Usa tu varita, Rœle! —bramó el adolescente.

Todos en las gradas comenzaron a gritar lo mismo. Potter sacó su varita de su bolsillo, temiendo que la misma se haya roto por las caídas.
Para su suerte, la longitud de madera oscura estaba intacta, con uno que otro rasguño. Rœle apuntó hacia el castillo, con su brazo temblando al igual que el resto de su cuerpo.

—¡ACCIO SAETA DE FUEGO DE HARRY! —exclamó.

Al finalizar se puso de pie, sintiendo que sus piernas iban a ceder en cualquier momento. Ya no le era posible caminar correctamente, no después de haberse estrellado contra el suelo tantas veces. Las rodillas le dolían, le costaba mover los brazos y para empeorar la situación, un golpe arriba de su ceja punzaba constantemente.

Se abrazó a sí misma sin saber que hacer. Cerró los ojos nuevamente mientras esperaba su salvación.
De pronto, entre el sonido de los gritos ajenos y los soplidos del dragón, oyó un siseo muy familiar.
Rœle volvió a respirar tranquila, se echó hacia un lado para ver con alegría como la Saeta de Fuego de su hermano se dirigía hacia ella.

Sin embargo, no fue la única que se percató de esto.
La escoba pasó junto a ella y en rápido movimiento, la pelinegra quedó sobre ella, aferrándose con fuerza.
Harry, que había juntado valor para asomarse a ver lo que estaba pasando, sintió que su mandíbula iba a desprenderse cuando vio a su hermana sobre su escoba.
De entre todos los estudiantes, Ron Weasley fue el que más aplaudió, con una sonrisa enorme adornando su rostro.
Sin perder un segundo más, Potter se dirigió hacia el objetivo con el Bola de fuego chino detrás de ella, lanzando llamaradas de fuego en su dirección, llamaradas que jamás llegaron a tocarla.

En ese momento, fue como si su cerebro se hubiese desconectado.
Ya no estaba del todo consciente. Lo poco que sabía, era que había conseguido el Huevo de Oro y que logró salir ilesa de la primera prueba.









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Mientras en la sala común de Gryffindor todos festejaban la victoria de Harry Potter, en las mazmorras de Slytherin los estudiantes se hallaban vitoreando a Rœle. La pelinegra estaba siendo levantada por Theodore Nott y Draco Malfoy, los cuales le sonreían mientras los demás aplaudían a la chica de cabello ébano.
Decir que no estaba disfrutando de los aplausos, halagos y admiraciones sería mentira. Rœle amaba ser el centro de atención, un rasgo que compartía con su buen amigo Draco.

A diferencia de su hermano, ella no abrió él Huevo por Oro por indicaciones de Cedric, el cual lo hizo minutos después de reunirse con sus amigos. Lo poco que Rœle sabía, era que Justin Finch-Fletchley se había desmayado al oír el ruido provocado por el objeto.

Horas más tarde, pocas personas quedaban en la sala común. Algunos leían o simplemente permanecían sentados frente a la chimenea, sin nada mejor que hacer. Un claro ejemplo de esto era Draco, el cual tenía los pies sobre la mesa de café negra frente a él mientras veía hipnotizado el fuego proveniente de la chimenea.
Pasos apresurados detrás de él lo hicieron girar la cabeza hacia la salida de la sala, encontrándose con su amiga.

—Elle, ¿qué haces? —le preguntó curiosos, saliendo de su trance.

Ella giró sobre sus talones para mirarlo—Voy a verme con Ron. Es algo que hacemos todos los sábados a la noche —respondió.

El platinado frunció el ceño—Pero son casi las diez de la noche. Ni siquiera el Gran Comedor está abierto... ¿qué vas a hacer?

La ojigris se sonrojó levemente—Te veo después —fue lo último que dijo.

Segundos más tarde, abandonó la sala común.
Draco, por su parte, se quedó en silencio, negándose mentalmente que sus suposiciones no eran ciertas, tratando de convencerse de que su Rœle no estaba por revolcarse con alguien tan indigno como Ronald Weasley.










━━━AUTHOR'S NOTE: sin palabras ahre. ¿les gusta el rumbo que está tomando el fic? no se valen quejas sobre que rœle no le da bola a draco.

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