12: ADIÓS
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▃ ✦CAPÍTULO 12✦ ▃
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❝ My baby's got a gun, my baby's got a gun
My baby's got a gun, I better run ❞
Helaena conoce a Aegon mejor que a sí misma.
Lo ha conocido como un hermano, como un amigo, como un tío, como un héroe y como un villano. Cruel, amable, dulce, celoso, enojado, borracho y despojado de amor. Las noticias de su embarazo han hecho que su esposo se vuelva receloso y cauteloso con ella. Helaena supone que tiene miedo de que acabe como la primera esposa de su abuelo.
( Por favor, por favor, Viserys )
El vientre ha comenzado ha tomar forma, redondeándose un poco más con cada día que pasa. Alicent se ha convertido en su sombra, levantando sus faldas y tomando sus manos con las suyas; siempre sonríe cuando Helaena la mira. Es algo que ella sospecha que la reina siempre quiso hacer con Rhaenyra, pero nunca pudo por todo el odio y resentimiento que creció entre ellas como flores.
Tal vez Helaena y Aegon no sean reflejos perfectos de sus madres, pero sí llevan algunos cachos de ellas. Porque no todo se olvida y no todo se ignora. Nada se perdona.
—Estoy cansado, esposa — exhala Aegon, aunque no lo suficiente como para servirse otra copa de vino.
—No te meterás en esa cama sin lavarte el hedor de donde hayas estado —dice Helaena, arrebatándole la copa de la mano. Aegon suelta una risita seca y grave.
De cualquier modo, se dirigió a la otra habitación, donde estaba la bañera. Helaena le dio tiempo antes de seguirlo. La criada estaba recogiendo su ropa, y Helaena le indicó con la cabeza que la dejara. Más le valía lavar a su propio esposo antes de que metiera mano a una sirvienta, o algo peor. Especialmente a una a la que ya le había echado el ojo.
Aegon no se movió cuando ella se le acercó, ni siquiera tenía los ojos abiertos, parecía dormirse en el agua caliente de la bañera. El aroma a lavanda de los aceites del agua era un poco abrumador para la nariz, pero sustancialmente más agradable que el olor a suciedad y bebida que normalmente se le pegaba.
Helaena se puso manos a la obra, empezando por el pelo, masajeándole el cuero cabelludo con las manos y quitándole toda la grasa hasta que su cabello plateado volvió a brillar. Eso podría haberle adormecido aún más.
Después de quitarle toda la espuma, enjabonó una toallita y le levantó los brazos para limpiarle desde los hombros hasta los dedos. Helaena permaneció detrás de él, con la cabeza apoyada en su esternón como si fuera una almohada. Le restregó los dedos con más vigor, sin querer imaginar dónde habían estado. Aegon apenas reaccionaba, se dejaba mover por ella como un muñeco de trapo, como el príncipe mimado que era.
Se colocó sobre su pecho y se inclinó ligeramente hacia delante para llegar hasta él, arrastrando la toallita de un lado a otro por su piel bajo el agua. Las mangas de su vestido se estaban empapando, pero el agua aún estaba lo bastante caliente como para que no le molestara tanto.
Su corpiño también se estaba humedeciendo por la nuca. Acercó aún más la cabeza, acomodándose contra su pecho. Helaena sintió que sus mejillas enrojecían, preguntándose si su cuerpo sería capaz de reconocer a su hermano, si su corazón reaccionaría ante el débil recuerdo de él en la cama de bodas.
Su mano se aquietó cuando se distrajo y bajó demasiado, sin esperar toparse con su miembro, erguido sobre su estómago. En todo caso, si era sincera, era lo que más tenía que restregarse. Le pasó el paño por encima, oyéndole aspirar aire entre los dientes.
—Así —dijo él, repentinamente alerta y despierto, con la mano cerrándose en torno a la de ella y el paño perdiéndose en algún lugar mientras le mostraba cómo le gustaría que lo tocara. Helaena se dio cuenta de que Aegon aplicaba su naturaleza perezosa cuando se trataba de sus formas depredadoras, pasar desapercibido, fingir estar muerto y luego atacar cuando menos te lo esperas, incluso cuando sabes que deberías haberlo hecho. Así de listo era su tío, no como Aemond, pero a su manera.
Helaena respiraba con fuerza contra el cuello de él, mientras la mano de ella subía y bajaba por el miembro de él, mientras el agua chapoteaba y ondulaba en la bañera. Aegon gemía descaradamente, con un sonido tan dulce que la hizo estremecerse hasta los huesos. Deseó apartarse, hacer cualquier cosa en lugar de seguirle la corriente, pero cómo iba a hacerlo si lo sentía tan suave y cálido bajo sus manos, como recordaba haberlo abrazado hacía tantos años.
Él contuvo la respiración cuando se corrió, como si quisiera aferrarse a la sensación, almacenándola detrás de su boca, mientras palpitaba en el pliegue de sus dedos, apretándole la mano un momento más. Qué bonito, pensó Helaena. Correrse podría ser lo más bonito que Aegon había hecho nunca.
El agarre de él disminuyó y ella pudo soltar la mano. Tenía la manga empapada. ¿Qué había hecho? Tenía que salir de aquí antes de que él la mirara, antes de que todo aquello se hiciera realidad. Si se daba prisa, él nunca se daría cuenta. Pensaría que todo había sido un sueño. U otra mujer. Y ambos estarían a salvo.
Pero la idea de escaparse así le revolvía el estómago. Después de lo que acababan de hacer... de lo que ella... Helaena le dio un beso en el pelo, como debería haber hecho en primer lugar, como una sobrina debería hacer.
Pidió que se construyera una pequeña capilla dedicada a Los Siete. Allí se arrodillaba y rezaba por la misericordia y el perdón de los dioses.
Pidió a la Madre que le diera fuerzas para superar sus impulsos, que protegiera a su familia y que no la juzgaran con demasiada dureza.
Sobre todo, suplicaba ser liberada, olvidar.
¡Hola, desconocidos!
Espero que les haya gustado el capítulo. Perdón por la demora, me pasaron muchas cosas.
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