08: NUESTRO FRACASO
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▃ ✦CAPÍTULO O8✦ ▃
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❝ And now he's so devoid of color
He don't know what it means ❞
Laenor muere de una forma misteriosa y el viaje de regreso a casa se retrasa. Sería gracioso para Aegon si eso no hubiera acabado con Daemon y Rhaenyra juntos para el gran enojo de sus padres. Es insólito, imprudente e insultante. Pero tiene sentido una vez que recuerda el estado desarreglado de su media hermana cuando llegó con Daemon aquella noche en la que Aemond perdió el ojo.
Pronto Daemon declara que Aegon y Helaena sean enviados a la Fortaleza Roja con el resto de la familia real y accidentalmente, alimenta la ya creciente superioridad moral de Alicent. Rhaenyra se opone, intenta insistir en que Helaena se quede con ellos en Rocadragón, pero Daemon la ignora, le dice que Helaena ya está casada con ese lado de la familia. Aegon no entiende muy bien lo que está pasando; hay un trasfondo en la conversación que no puede seguir, una tensión que habla de años de manipulaciones de las que Aegon no está al tanto.
La única persona que podría detener a Daemon es Viserys, a quien no parece importarle en absoluto. Aegon sabe que Helaena no tiene ningún deseo de volver a la capital sin su madre, pero al menos no tendrá que ver a las hijas de Daemon en un futuro próximo. A diferencia de su esposa, Lucerys no tiene esa opción, pero Aegon sabe que es cuestión de tiempo para que el pequeño bastardo revele sus verdaderos colores.
— ¿Se supone que debo estar agradecido por esto? — pregunta Aemond, girando un zafiro en sus dedos.
Han pasado apenas dos días dentro del barco con estandartes Targaryen que los llevará de vuelta a Desembarco del Rey y hay personas faltantes que no volverán en mucho tiempo (o nunca en algunos casos). A su lado, Aemond está acostado boca arriba con la cabeza apoyada en una almohada extremadamente grande para disminuir el riesgo de que se voltee y se abra la herida de su ojo.
El propio Aegon está dándole una mordida a un pan y gracias a la interrupción de su hermano tiene que dejarlo de lado.
Gira la cabeza y aleja la mirada rápidamente cuando ve las costuras hechas en la cara de Aemond. Claro, la cara de Helaena también tiene un rasguño que dejó alguna de las hijas de Daemon, pero la herida de Helaena no es nada comparada con la de Aemond. Esta herida es grotesca, grande y francamente... asquerosa.
Se sacude las migajas con el dorso de la mano y se lame los labios con un chasquido.
— Tú dijiste y cito: "perdí un ojo, pero gané un dragón". — Aegon ahora lo imita con la voz aguda y estridente a propósito. — Creí que estabas conforme — añade, tratando de hacer caer a su hermano. Quiere que admita que perdió.
— ¡No estoy conforme! — le grita su hermano y luego jadea de dolor.
Aegon lo mira a la cara por fin.
El tonto se ha movido demasiado y ahora está llorando.
Un suspiro se le escapa al mayor, pero igualmente se pone de pie y le aprieta el hombro a su hermano en lo que él espera que sea algo reconfortante. Incluso le dibuja pequeños círculos en la espalda como Helaena a menudo hace con él. Pero, claro, el mocoso solo llora más al sentir su toque.
Una mueca se cuela en sus labios y hace un movimiento para comenzar a alejarse.
Parece que no importa qué haga, nunca puede hacer lo correcto.
( Siempre será rechazado )
Sin embargo, la mano de Aemond se enrolla alrededor de su brazo y le impide realizar cualquier movimiento. La respiración de Aegon se detiene y sus pulmones se comprimen. El agarre de su hermano sobre su piel le dejará moretones, eso lo sabe, pero no le impide disfrutar de la clara necesidad que Aemond ahora tiene por su compañía. Se siente bien ser necesitado. Es bueno ser amado a pesar de que esta faceta de su hermano quedará sepultada pronto bajo el resentimiento.
— Te quedará bien cuando la herida haya sanado — le asegura Aegon a su hermano que sigue sollozando en sus brazos. El ahora único ojo violeta de Aemond lo mira de vuelta y él casi se echa para atrás al ver todo el vitriolo dentro de esa pupila.
Su hermano mutilado y triste, y tan lleno de rabia comienza a hiperventilar. Su cuerpo se estremece como lombriz en agua puerca y Aegon solo puede tragarse su propio resentimiento. Porque ha fallado como hermano mayor, como primogénito y como futuro rey. No pudo proteger a Aemond y eso lo hace odiarlo aún más. Su mayor fracaso ahora es una marca permanente en la cara de este mocoso que se hace llamar su hermano.
— Nunca le hablaré a ninguna de las hijas de Daemon a menos que sea para burlarme. — El murmullo de Aemond es apenas audible, se sorbe los mocos y aprieta el zafiro entre los dedos en busca de fortaleza o de un recordatorio firme de lo ocurrido en Driftmark. — Nunca miraré a esa maldita con algo que no sea odio porque jamás la perdonaré. La castigaré — sisea como una serpiente, arrastrando las palabras y ahogándose con lágrimas —. Y luego saldará su deuda.
Baela Targaryen y la falta de castigo por su transgresión le arderán por siempre a su hermano. No solo por el acto en sí, sino también por la clara ausencia de búsqueda de retribución por parte su padre. Viserys pudo castigar a la hija de Daemon, pero no lo hizo. Pero de nuevo, Viserys es un cobarde, no un estúpido. Al menos no por completo.
El padre de Aegon es muy culto y tiene gente muy inteligente que le aconseja. Sabe lo que está haciendo todo el tiempo. Se casó con Alicent porque la quería. Sabía que casarse con Laena era una mejor opción, pero lo ignoró. Sabía lo que le estaba haciendo a su primogénita cuando la descuidó, mató a su madre, y pasó tiempo con Alicent sabiendo perfectamente lo que Otto tramaba, por lo que dejó a Rhaenyra completamente aislada. Convirtió a Rhaenyra en su heredera, pero apenas habla de ello, dándole esperanza a los Verdes. La idea de que el padre de Aegon sea tonto o inocente es sólo otra forma de exculparle de la culpa, cuando, de hecho, todo es culpa suya.
Aegon no sabe cómo demonios Aemond no se había dado cuenta. Es bueno que sus tontas nociones acerca de la vida se hayan ajustado aunque debe admitir que no quería que fuera de esta forma.
— Podrían cortarte la lengua por decir eso. — Aegon no puede evitar burlarse un poco para restarle importancia a esas palabras tan venenosas. Para olvidarse de sus pensamientos traicioneros.
Una risa rota se le escapa a Aemond y no para hasta que las fuerzas se le escapan ya sea por el cansancio en sí o por la leche de amapola que le dieron hace un rato. Con cuidado, Aegon lo acomoda de nuevo entre sus almohadas y se rehusa a ver la herida por más tiempo. Cierra los ojos y respira. Se limpia la solitaria lágrima antes de que pueda caer sobre la mejilla de su hermano.
Camina hasta la puerta, vaga por el barco y cuando ve a su madre se mete a toda prisa a su propio camarote. Helaena está sentada con las manos enredadas en su propio cabello, deshaciendo sus elaboradas trenzas como cada noche. Ni siquiera se inmuta cuando Aegon se acuesta junto a ella, la jala hacia sí y entierra su cara en su vientre.
Es en estos momentos en los que ambos se fusionan, Helaena se derrite bajo su agarre y él se difumina en ella.
Da gracias porque ella no está llorando como Aemond y no tiene que consolar a nadie pues solo puede consolarse a sí mismo ahora. Quiere extender la mano, tomar el vino de la botella que se subió a bordo de contrabando y ahogarse en su amargo sabor hasta que todo le sepa a gloria. Pero Helaena intercepta su mano antes de que pueda llegar a la botella y entrelaza sus dedos.
Qué corazoncito enfermo, el amor de Aegon siempre se convierte en obsesión.
Es justo que Helaena se mantenga en silencio cuando se despierta a la mañana siguiente con sangre entre las piernas.
La primera sangre de una princesa.
¡Hola, desconocidos!
Este momento me llena de sentimientos. La vulnerabilidad de Aemond y la humanidad de Aegon es sublime para mí. Creo que voy a hacer algunos saltos en el tiempo a partir de ahora.
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