02: ESTAR VIVA
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▃ ✦CAPÍTULO O2✦ ▃
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❝ You're only happy when your sorry head is filled with dope
I hope you make it to the day you're 28 years old ❞
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Helaena lleva once años respirando en esta tierra y todo es colorido y lindo. En su mayoría, claro.
Sabe cosas que nadie más conoce y desconoce cosas que resultan obvias para otros, pero vaya que detesta estar sola sin su madre, padre o hermano menor. Se siente abandonada en estos largos pasillos llenos de fantasmas, hay sombras siniestras que le respiran en la nuca, que la acechan como si ella fuera un cervatillo recién nacido.
Quieren aplastarla desde que tiene memoria.
Sus vestidos son simples, nada elaborado ni de encaje aún. Y tal vez es por eso que todavía tiene permitido mancharlos de tierra cómo y cuándo le plazca. Aun así, sus ganas de llorar solo crecen cuando ve las manchas oscuras en la tela color rosa. Se siente desamparada y sola, muy sola.
Este es el costo de sus travesuras en el jardín con sus amigas las hormigas. Adoraba sus patitas y cómo se deslizaban entre sus dedos de forma tan fácil, tan pacifica. Quisiera ser como ellas; libres, habilidosas y fuertes.
La distraen de todo lo que está mal a su alrededor. Esos pequeños animales son su escape del mundo hacia un lugar mejor en el que todos son felices y se aman; el paraíso. Sin embargo, incluso cuando está con ellos ve cosas que la hacen llorar a mares. Todo ocurre dentro de su cabeza, pero aún así se vuelve inconsolable y gruesas lagrimas tienden a escurrir por sus mejillas.
Cuando eso pasa, su madre trata de tocarla para sacarla de su transe, pero Helaena solo ve más sangre y sufrimiento cada que Rhaenyra la toca, entonces siempre golpea sus manos para alejarla. Es demasiado, demasiado. Lucerys al igual que Rhaenyra trae con él demasiada sangre derramada, y Helaena repite el mismo proceso. Los ama y los detesta de una forma intrínseca que solo aquellos que son capaces de amar sienten.
Cuando Luke la trata de abrazar en esos momentos llenos de angustia, solo puede ver dientes afilados y una gran tormenta. Déjame en paz. No soporta que sus visiones se mezclen entre sí, no cuando nadie parece hacerle caso. Decir que Laenor lo intenta con ella es generoso, ya que en los últimos años el único compañero de su padre ha sido el alcohol.
Su pequeño consuelo es Aegon.
Su tío merodea por los pasillos del castillo a menudo. Él cree que ella no sabe que lo hace a propósito para encontrarla, emboscarla y buscar consuelo en sus brazos. Aegon es su sombra más grande y aterradora con sus bonitos ojos lavanda, piel nívea y cabellos plateados.
( Dos corazones; uno verde y otro negro. Un veneno letal )
— Helaena.
Esta vez no es una excepción.
Aegon prolifera a su lado como el capullo de una flor; sin ella es todo brazos cruzados, labios apretados y expresión aparentemente aburrida. Pero en cuanto la ve, los ojitos le brillan, se le hilvana una sonrisa y sus mejillas se espolvorean de rosado. Como ahora. Siendo mayor que ella por dos años, Aegon se estiró como resorte cuando cumplió los catorce y ahora tiene que bajar la cabeza para poder mirarla a los ojos.
— Te veo — le saluda ella mientras camina hacia Aegon.
— ¿Dónde estabas? ¿Uh? —la mano de su tío se enrosca en su hombro.
Su relación con Aegon es por mucho la más pacífica entre los Negros y los Verdes. Haber salido de la matriz de Rhaenyra ha cambiado todo, cambia los movimientos de las piezas en el tablero. En sus sueños, ser la media hermana de la heredera, carne de su carne y sangre de su sangre no le impiden nada a Rhaenyra (hay fuego y sangre siempre que se atreve a mirar). Pero algunas cosas tienden a permanecer igual.
Aegon tiene los ojos enrojecidos y las mejillas sonrojadas. La Reina Verde últimamente se ha vuelto más estricta. El labio de su tío tiembla sólo un poco. — Te vi con las hormigas.
Mira la marca en la mejilla de Aegon: — Aún no hay cadáveres. Seguimos pudriéndonos.
Aegon sacude la cabeza, toma su mano y la jala a través de los pasillos. En este punto, él ya está acostumbrado a escuchar este tipo de palabras aleatorias por lo cual ya no se inmuta o trata de corregirla como Aemond aún hace a pesar de que ella nunca se detendrá. Oh, dulce Aemond. Tendrá que cerrar un ojo. Helaena aprieta la mano de su tío, necesita un ancla para no ir más lejos de lo debido dentro de su mente.
Cuando están lo suficientemente cerca de las habitaciones de Helaena, Aegon la jala con más fuerza. Tiene prisa y le late el corazón por el miedo de ser descubierto. Helaena se deja hacer y lo sigue sin poner resistencia. El ojivioleta empuja la puerta y le da una mirada traviesa que pronto oculta detrás de su cabello plateado.
Una sonrisa se cuela entre los labios de la princesa y antes de poder decir cualquier cosa, Aegon ya está sobre ella con la cabeza pegada a su cuello. Esta extraña rutina comenzó poco después de que Helaena se metiera bajo las sábanas del príncipe en busca de consuelo por su miedo a las tormentas y a Aegon se le ocurrió que parecía suave. Y un poco como su madre.
A diferencia de Rhaenyra que está llena de fuego, Helaena solo tiene sueños.
Es dócil.
Solo Lucerys sabe de este secreto. Y es por el simple hecho de que Aegon es el único capaz de sacarla de sus episodios; su toque no le genera repulsión. Cuando está con él, su mente se mantiene plácidamente en blanco y no hay bullicio que la atormente.
Helaena no quiere pensar en la gente. Quiere los árboles, los olores y los colores, las sombras cambiantes de la madera, que hablaban un lenguaje que ella entendía. Deseaba poder simplemente desaparecer, vivir como un ave o un zorro a través del invierno y dejar las cosas sin resolver tras ella.
Porque su maldición es tratar constantemente de comunicar lo inexplicable, es decir lo que solo ella siente dentro de sus huesos. Lo que ninguna otra persona podrá sentir jamás.
Palabras. Palabras. Helaena juega con ellas con la esperanza de que alguna combinación logre expresar lo que ella ve tan claramente en sus sueños.
La presión de la cabeza de Aegon contra su pecho es agradable y sencilla. El latido de su corazón contra sus costillas se sincroniza con el de ella. Casi relajante. Helaena le acaricia el pelo, enrolla sus dedos en los hilos de plata.
No parece haber ninguna intención romántica en la forma en que Aegon la abraza. Siempre la ha querido tener a su alcance. Desde que tiene memoria, su tío ha deseado todo lo que el mundo tiene para ofrecer, da igual si le corresponde o no. Arde de amor en partes iguales y se vuelve loco de tristeza y resentimiento cuando no lo obtiene. Más jóvenes. Más vino. Más Helaena.
Siempre quiere más Helaena.
A Aegon le gustan las sirvientas, es un hecho. Las mira, las toca y las deja.
Aegon nunca la deja a ella.
— Helaena — susurra el príncipe con la voz amortiguada. Su nariz roza el cuello de Helaena y ella suspira. — Helaena, mírame. Mírame — siempre parece rogar cuando dice eso.
Se le ocurre que Aegon nunca ha indicado que sienta algo más que afecto fraternal por ella. Helaena sigue siendo la princesa rara que pasa horas en el jardín mientras juega con insectos, y Aegon sigue siendo el príncipe de los ojos melancólicos y sonrisas llenas de malicia. Son familia, pero ella y Aegon son de dos mundos diferentes. Excepto por algunas heridas de su infancia, no comparten más que recuerdos, el amor por la libertad y el buen cariño que sienten por sus respectivos dragones.
— Dame un segundo.
Helaena no puede mirarlo sin querer echarse a llorar. Necesita un segundo. Respira hondo y se obliga a mirarlo, porque sabe que si no lo hace, luego se arrepentirá. Y está cansada de todos sus remordimientos pasados y futuros, así que mira fijamente esos ojos, aunque la maten por dentro.
La necesidad brilla dentro de Aegon, pero Helaena no sabe qué quiere de ella. Nunca lo hace.
— ¿Me amas? — exhala él.
Ah, por fin una pregunta directa.
— Todo lo que haré, lo haré para protegerte. Recuerda esto, Aegon. —Helaena hace una pequeña pausa porque ha visto dos coronas bañadas con sangre demasiadas veces para ser coincidencia. Sabe que una de esas coronas es la suya. —No importa cómo las cosas parezcan cambiar, nunca olvides quién eres...
Los que son sensibles sufren más; pero aman más, sueñan demasiado.
¡Hola, desconocidos!
Como podrán haber notado, los capítulos de este fic son relativamente cortos y serán narrados desde diversas perspectivas.
Debo confesar que este fic es más que nada un estudio de cómo visualizo a Aegon y a Helaena si las cosas fueran ligeramente diferentes. Sin embargo, siempre habrá una parte de Aegon que verá a Hel como un "bicho raro" y una parte de Helaena verá a Aegon como "una bestia".
¿PoV de quién quisieran ahora?
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