CAPÍTULO 8
AMO LA NIEVE, ES DECIR, SOY JACK Frost. Pero a estas personas parece que no les agrada la nieve. En estos dos días -contando el primero en el que hice nevar- solo he visto a Jamie y Sophie jugando. Pero los demás han estado dentro de sus casas.
Recién al tercer día volví a ver movimiento en las calles. Jamie me dijo que un señor en la televisión había dicho que no sabían cuánto tiempo iba a durar la nevada, pero que debían seguir haciendo su vida normal. No esperaban que pasara algo más con el clima. Y debía de concordar con él. No pensaba darles algo más a estas personas. En definitiva, ellos no podían con días como estos.
No entiendo por qué no disfrutan de la nieve, en otros países esperan con ansias el invierno para poder jugar con ella. Claro, ahora mismo es verano en Borja y soy consciente de que estoy causando disturbios, pero eso no significa que no puedan apreciar el favor que les estoy haciendo.
Debido a que no había nada en las calles, al menos nada que me importara ver. Decidí visitar a Bianca, la niñera de Jamie. Ella me llamaba la atención, en especial porque se rehusaba a creer en mí. No puedo creer que haya personas con tan poca fe e imaginación.
La última vez que la vi, fue cuando la seguí el primer día en que creyó que Jamie hablaba con... la nada, como me llama ella. Esa noche casi se besa con un chico, probablemente un acosador y por eso ella lo alejó. En realidad, no le di muchas vueltas al asunto.
Mi objetivo es que Bianca crea en mí e insistiré hasta lograrlo.
EL DÍA DE HOY HE SIDO NOMBRADA la encargada del orfanato, lo cual ha pasado muchas veces antes, generalmente cuando Félix y Roberta se aburren de estar con nosotros y se largan. En esas ocasiones pueden ordenarnos a Abel, Michele, León o a mí que nos quedemos a cargo. Esta vez, yo fui la elegida.
Según ellos, hoy tenían que hacer trámites y no volverían hasta la noche. Debido a que yo quedé a cargo, mis amigos Abel, León y Michelle salieron a trabajar.
En ocasiones como estas podría aprovechar para largarme del maldito orfanato, pero no vale la pena por ahora. Si me voy, Roberta y Félix se van a desquitar con los chicos que viven aquí, los harán trabajar a una edad más temprana para poder cubrir los ingresos que yo proporciono. En cambio, si me voy cuando cumpla los 18 años, no los obligará a trabajar aún, al menos no a los más pequeños y, para ese entonces Nuria y los demás, tendrán 16.
Además, no podría dejar a Ethan solo, no ahora. Me rompe el corazón pensar que en algún momento ya no podré vivir con él. Pero, bueno, todavía faltaban casi dos años para eso.
Tenía que hacer varias tareas ahora que me había quedado en el orfanato y, debido a que no había parado de nevar, tenía que recoger la nieve. La entrada había sido despejada por Michelle y Abel esta mañana. Yo me debía encargar de la que está en el patio trasero. Había tanta nieve que esta estaba ingresando al comedor y cocina, mojando el piso de parquet y levantándolo por la humedad.
—Martha y Sabrina —las llamé, ambas giraron en mi dirección—iré a recoger la nieve que está en el patio. Por favor no dejen que los niños hagan alborotos.
—Entendido mi coronel —respondió Sabrina poniendo su mano recta sobre su frente. Solté una carcajada debido a su comportamiento, fue adorable.
Salí del cuarto que compartíamos, saltando de dos en dos bajé las escaleras, pero me detuve cuando oí a Ethan llamarme.
—Binca —Ethan trataba de bajar las escaleras detrás de mí, regresé para tomarlo en brazos.
—¿Qué sucede, mi vida?
—Quero ir —sonreí, el día de hoy no había querido separarse de mí, así que debí adivinar que no se quedaría con Martha y Sabrina.
—Está bien, pero primero debemos abrigarte, ¿de acuerdo?
Él asintió emocionado. Su sonrisa iluminó mi día, si tan solo pudiera tenerlo conmigo 24/7, todo sería mejor. Pero no, obviamente no puedo llevármelo al trabajo.
Luego de abrigarlo con todo lo que pude encontrar para él y de colocar un piso de juguete (que había obtenido de Jamie hace dos años) sobre la nieve para que él pudiera jugar sin mojarse demasiado, empecé a remover la nieve que luchaba por ingresar al comedor del orfanato. Cada pocos minutos revisaba a Ethan, él trataba de hacer un muñeco de nieve, aunque no tenía mucho éxito, de cualquier forma, era lindo verlo tratar de armar algo que jamás había visto en persona.
Seguí mi labor, mentalmente maldecía a las películas por hacer creer que remover nieve era un trabajo sencillo, no lo es, es muy cansado y aburrido. Jugar con la nieve si es genial, lo otro no. —¡Auch! —me quejé, algo me había caído en la espalda, fue tan fuerte que probablemente dejaría un moretón en la zona afectada.
Lancé la pala a un lado y traté de sobar mi espalda sin éxito. Giré sobre mis pies para buscar al responsable de esto, claramente no podía ser Ethan, no hay forma de que él tuviera la fuerza necesaria para lanzar algo así hacia mí. Retiré mi mano de mi espalda y noté restos de nieve en ella, lo que quiere decir que el arma homicida había sido una bola de nieve.
Repasé los posibles responsables. Primero, Ethan, quien es imposible que lo haya hecho, así que está 100% descartado. Segundo, alguno de los niños del orfanato, podrían haber salido por la puerta de la cocina y tal vez aprovecharon en jugarme alguna broma. Me asomé por la ventana al lado de esa puerta, pero no vi nada, ni siquiera rastros de que alguien hubiese pasado recientemente por ahí. Además, habría escuchado la puerta abrirse.
Cerré los ojos y respiré profundamente. «Tranquila, tal vez fue un ave llevando una bola de nieve y justo la dejó caer sobre ti», dije para mí misma, luego me di cuenta de lo tonto que era eso.
Decidí olvidar el incidente y continuar con mi trabajo, aún quedaba bastante nieve por remover. Recogí la pala del suelo y la incrusté en la espesa nieve, antes de poderla sacar, sentí un golpe más, esta vez en la cabeza.
Sobé mi cabeza, definitivamente tendría un moretón del tamaño de Rusia, maldigo al o la responsable de esto. Observé el patio tratando de localizar a alguien, pero solo estábamos Ethan y yo. El pequeño seguía sentado sobre el piso de juguete, pero esta vez reía.
—¿Qué sucede? —le pregunté, aunque algo me decía que me iba a arrepentir de haberlo hecho.
Cuando el bebé giró su precioso rostro hacia mí, me di cuenta de que no debí hacer esa pregunta. —Él tidó nieve —señalaba hacia su izquierda, es decir, mi derecha.
Con algo de temor o mejor dicho con demasiado temor, trauma y locura pregunté—: ¿Quién?
—El chico.
Oh dios santo, no puede ser me voy a morir ahora mismo.
Mi ojo derecho empezó a temblar del pánico, me sentía en una película de terror. Justo en las escenas antes de que la actriz o actor principal (quienes siempre terminan siendo unos idiotas que toman decisiones lamentables) mueren. —No hay nadie ahí, Ethan.
Di que estás bromeando, Ethan, te lo suplico.
—Shi hay.
No podía ser esto posible todos están locos o ¿soy solo yo? No puede ser que sea solo yo, o ¿es algo que solo los niños (que no tienen preocupaciones reales) pueden ver?
—Es Ja Fos. —Como es un niño pequeño, no podía pronunciar muy bien el nombre, pero sabía a quién se refería y eso era lo peor, que lo entendía.
¡Por favor, díganme que todo esto es una maldita broma! ¿Acaso me va a perseguir ese nombre por toda la eternidad? Cuando tenga hijos en el futuro, ¿también me van a hablar de ese ser inexistente?
—¿Cómo? —Yo sabía que me iba a arrepentir de haberle preguntado, sabía que me tenía que quedar callada, pero no, ahí voy yo a malograrme el día. Lo peor es que el pequeño Ethan se estaba divirtiendo con esta situación. No lo culpo, no siempre me puede ver así de desquiciada.
—Ja Fos, ¿no ves? —volvió a señalar hacia su izquierda—. De la pelcula. —Película, quiso decir, probablemente se refería al villano de Santa Cláusula. Ethan miró hacia mi lado derecho y luego se enfocó en mi otra vez—. No se ve malo.
No podía creer lo que oía, ¿cómo es todo esto posible? No, la verdadera pregunta es, ¿por qué me está pasando a mí? ¿qué hice para merecer esto?
—Tienes que creed en él pada ved.
¿Creer en él? En lo único que creo ahora es en que me tengo que meter lo más pronto posible a un manicomio... claro si es que aún tengo salvación. Probablemente ya no hay esperanzas.
—Está a tu lado, Binca.
Suspiré y luego negué. —No, Ethan, mejor vámonos adentro, ¿sí?
—No, quedo etar aquí, quedo juga con Ja Fos.
—No, no, no, no. —Me acerqué al pequeño y lo tomé en brazos, a pesar de que trató de luchar conmigo, no lo dejé escaparse—. Tenemos que entrar ahora mismo.
Me acerqué a la puerta del comedor, la cual había despejado sólo parcialmente y traté de abrirla, pero no tuve éxito, entonces, noté que la manija estaba congelada, la fina capa de hielo era casi imperceptible. ¿Cómo sólo una pequeña porción de la entrada está así? Gruñí en frustración al forcejear con la puerta y fracasar.
Ethan se rio, tenía sus brazos rodeando mi cuello y miraba detrás de mí. —No saca eso hata que creas en él.
¿Creer en Jack Frost? Eso no existe. Me rehúso a creer en algo que no existe. Esta situación ya me tiene harta. Golpeé una vez más la puerta y esta se abrió. Alivio recorrió todo mi cuerpo cuando vi a León de pie frente a mí.
—¿Qué paso? ¿Por qué tienes esa cara? —Tenía una ceja alzada, trataba de descifrar porqué estaba como una loca.
No tengo idea de cuál era la expresión exacta que llevaba en mi casa, pero me aventuraba por una de pánico. Aunque eso ya ni siquiera me importaba, había sido salvada. No lo pensé dos veces y abracé a León, Ethan quedó apretujado entre ambos, así que me alejé un poco y sonreí a mi salvador.
—¡Gracias! ¡Creí que jamás podría salir de aquí con vida! Pensé que tendría que creer en ese Jack Frost de verdad. —Nunca me sentí tan eufórica como en ese momento.
Aún mantenía mi mano derecha sobre el pecho de León y, a pesar de no estar abrazándolo, aún estábamos muy cerca el uno del otro. Mi corazón empezó a latir desenfrenadamente y el de él también, podía sentirlo. Mi cara debía parecer un tomate.
Fue Ethan quien nos sacó de nuestro trance. —Ja Fos de vedá está.
—¿Ja Fos? —repitió León sin comprender lo que el pequeño decía.
Oh no, gran error. S.O.S. No preguntes por él jamás.
Ethan asintió. —Pelcula.
—¿Pelcula? ¡Oh! Película. Te refieres a Jack Frost.
—Sí, él está —Ethan señalaba a mis espaldas, mientras mantenía la mirada sobre León, parecía muy contento de que alguien por fin le creyera.
—Claro que sí, campeón —León era muy bueno siguiéndole el juego a los pequeños. Se inclinó para tomar a Ethan en sus brazos, dejándome a mí sin el pequeño que me estaba volviendo loca sin querer. Luego, ambos entraron al comedor.
«Bien, me he salvado», suspiré aliviada.
Di un paso al frente, para poder seguir a León e Ethan, pero antes de poder irme, sentí que alguien arrojó algo a mis espaldas y luego una bola de nieve impactó contra la pared a mi lado. Tenía bastante miedo de voltear, así que no lo hice. Entré al comedor y antes de cerrar eché un vistazo al patio.
Gran error.
En la nieve había un palo de madera y sobre él se encontraba un chico de cabello blanco como la nieve. Llevaba una sudadera azul y pantalones marrones. Pero lo que más me sorprendió es que no llevara zapatos.
¿En verdad Bianca? Estas viendo a un chico sobre un palo y ¿te sorprende que no lleve zapatos? Típico de mí, fijándome en lo más intrascendente. Es por eso que mi vida está como está.
Editado: 21/04/18
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