
CAPÍTULO 7
ESTA VEZ FUI LA ÚLTIMA EN levantarse y, cuando lo hice, volví a caer en mi cama. Eran las 6 y media de la mañana. Tenía que bajar antes de que Roberta y Félix fueran a la cocina y se dieran cuenta de que yo no estaba ahí. Cuando no veían a uno de nosotros en el comedor, se ponían peor de lo que son normalmente.
Traté de prepararme mentalmente para el largo día que tenía en frente, pero aun así me levanté de mala gana. Fui al baño y, cuando regresé a mi cuarto, me cambié de ropa, un simple polo y un jean era un atuendo común para mí, compartía ropa con Michelle, pero a ella le quedaba un poco holgada, debido a que era más delgada.
Fui a la ventana del cuarto para abrirla y evaluar cuánto frio hacía, así, tomaría la decisión de usar o no una casaca, pero antes de hacerlo, me di con una gran sorpresa.
¿Podría ser? No... esto jamás ha pasado... nunca.
Por primera vez en toda la vida, la vista desde mi ventana era hermosa. El patio estaba completamente cubierto de nieve, lo cual era raro y bello a la vez. Esto debía ser alguna clase de broma, porque, en primer lugar, es verano y, en segundo lugar, en Borja jamás había nevado y con jamás me refiero a: nunca en toda la existencia de la humanidad.
A pesar de mi extrañez, no pude evitar sonreír al nuevo paisaje.
―Siempre había querido jugar en la nieve.
"Entonces juega".
Esas palabras se formaron justo delante de mí, en el cristal de la ventana. Cada una de las letras apareció como si alguien las hubiera escrito justo ahora.
Por instinto me alejé de la ventana.
Esto no puede ser posible. ―¿Quién es? ―tenía miedo de la respuesta. ¿Qué tal si es un espíritu chocarrero como de los que habla Doña Clotilde?
"Jack Frost".
Oh no, no otra vez no... ¿Jack Frost? ¡Esto no puede ser posible!
―¿Jamie? Esto no es gracioso... ¿cómo lo haces?, ¿cómo has llegado hasta acá?
"No soy Jamie, soy Jack".
―Me estoy volviendo loca, en lugar de un orfanato, debería estar en una institución mental.
"No estás loca".
¡Mierda!
Esto ya era demasiado, no sé quién, ni por qué está haciendo esto, pero no lo aguantaba más. Mi cordura estaba siendo testeada y me rehúso a que se enteren de que estoy loca justo cuando me faltan menos de dos años para tener 18 y largarme de este cuchitril.
Bajé las escaleras tan rápido como pude, fue un milagro que no tropezara y cayera de cara. Cuando entré al comedor, todos ya estaban comiendo, saludaron en mi dirección, mientras yo me sentaba al lado de Michelle.
―No puedo creer que esté nevando ―la voz de mi mejor amiga sonaba tan animada, así como estaba yo, antes de volverme loca y ver letras aparecer en mi ventana.
―¿Podemos salir a jugar en la nieve? ―preguntó Mia.
Todos los niños alentaron esa petición, por lo que se armó un alboroto dentro del comedor. Abel trató de apaciguarlos, o al menos eso es lo que trataba de aparentar. Yo sé que él también quería salir a jugar en la nieve y, no lo culpo, creo que todos queremos hacerlo.
―Nadie va a salir a jugar con nada ―el tono mandatorio de Félix logró que todos guardaran silencio―. Lo que sí pueden hacer es coger estas palas y mover la nieve de la entrada.
Tenía una de las palas en la mano y la extendió para que alguien la tomara. Abel dio un paso al frente y la recibió. ―Si ven a los niños trabajando afuera tendrán problemas. Lo haré yo ―mi amigo ahora sonaba serio, todo índice de querer jugar en la nieve se había desvanecido.
Los demás seguimos comiendo nuestro desayuno o, bueno, todos comían y yo estaba con la mente en otro lugar, no podía concentrarme en mi plato de cereal.
―¿Cómo vamos a ir a trabajar? ―me preguntó ella―. No tenemos ropa para la nieve. Moriremos congeladas.
Me encogí de hombros. ―No lo sé.
No tengo idea de nada, ni siquiera del porqué he empezado a ver palabras aparecer en mí ventana. Ahorita no puedo pensar en lo que ella me está diciendo, mi cordura está en juego.
―¿Te pasa algo? ―la expresión de preocupación en el rostro de mi amiga, me hizo entrever que no estaba ocultando muy bien mi trauma.
«No pienses más en Jack Frost, él no existe», me supliqué.
Pensar en ese ser mitológico me estaba volviendo loca.
―Estoy bien, solo tengo sueño ―le sonreí, luego, traté de seguir comiendo mi plato de cereal.
Media hora después, Michelle y yo estábamos en nuestro cuarto, tratando de buscar ropa abrigadora con la que pudiéramos salir a trabajar y no morir en el intento. O al menos ella lo estaba haciendo. Yo, por otro lado, observaba la ventana de mi cuarto y no podía dejar de pensar en las palabras que habían aparecido. Incluso cuando traté de buscar ropa, no podía quitarme esa escena de la cabeza. Temía que más palabras aparecieran en otros lados. Estar en mi cuarto me daba escalofríos. ¿Podría ser que esa ventana está encantada?
❄
EL CAMINO AL RESTAURANTE FUE muy silencioso y no lo digo por nosotras. Michelle estuvo hablándome todo el maldito tramo desde el orfanato, me refería a que no había nadie en la calle, ni siquiera un alma.
Es nieve, no lava.
―Está cerrado ―dijo de pronto Michelle.
No había ni un carro en el estacionamiento del restaurante, ¿qué estaba pasando? Una nevada no nos va a quitar la vida, ¿no? Aún se puede trabajar y salir a divertirse. Es decir, en todo el trayecto no vi a un solo niño jugar con la nieve.
Me di media vuelta. ―Regresemos.
Apenas pusimos un pie en el orfanato, me arrepentí de haberle dicho que regresáramos. Roberta se nos acercó y nos dio tareas para todo el maldito día. ¿Por qué? Pues, en primer lugar, porque así es ella y, en segundo, porque no íbamos a salir hasta nuevo aviso.
En las noticias habían dicho que las carreteras estarían cerradas y que este clima era una rareza. Lo cual era obvio. ¡Gracias genios de las noticias si ustedes no me decían que el hecho de que nevara en Borja es raro, jamás me lo habría imaginado!
―Al menos ahora te tendré bien vigilada, Bianca ―susurró Félix en mi oído. Inmediatamente sentí escalofríos. No me tocó, pero su aliento bastaba para que me sintiera asquerosa.
No sé qué tiene con nosotras, conmigo y Michelle, pero lo detestaba. Se supone que debe cuidarnos, no traumarnos. Es responsable del orfanato; sin embargo, parece más el acechador.
Terminé de barrer el comedor y fui corriendo a la cocina, quería estar lo más alejada que pudiera de Félix.
Editado: 21/04/18
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro