Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 38


          MI CORAZÓN PALPITABA aceleradamente. Las palabras de León me tomaron desprevenida. Toda la conversación me dijo que era importante y sabía que le gustaba; pero jamás pensé que me amara. No sé cómo reaccionar a esas dos palabras. Nunca nadie (desde mis padres) me había dicho eso. Escucharlo de León me ha asustado y alegrado al mismo tiempo.

Su agarré en mi brazo volvió a ser firme y, de un tirón rápido y grácil, me giró hasta encararlo. Me estabilizó colocando su otra mano en mi cintura. Entonces, sus labios estaban sobre los míos. La mano que cogía mi brazo acunó mi rostro, mientras que la otra se deslizó a mi espalda apegándome hacia él. Sus labios eran suaves, pero el beso era desesperado. Por un segundo pensé en corresponderlo; pero la verdad era que no podía seguir con ese beso. Tengo sentimientos por Jack y no es justo que le haga esto a León mientras no lo quiera de esa manera. No como quiero a Jack.

Alcé mis manos hasta colocarlas sobre su pecho para poder apartarlo suavemente. Al hacerlo, él abrió los ojos y observé una profunda tristeza en ellos. Traté de explicarle porqué lo había detenido; pero él me detuvo.

—No... —dijo en un susurro—, no digas nada. —Soltó un suspiro mientras apoyaba su frente en la mía y tomaba mis manos entre las suyas—. Jamás he tenido una oportunidad, ¿verd-?

Las manos de León soltaron las mías tan bruscamente que me hizo saltar. Entonces noté el motivo, él no me había soltado, Jack lo había apartado de mí. Ahora León estaba en el suelo y Jack sobre él, gritándole y golpeándolo. Jamás lo vi tan molesto antes.

—¡Nunca más la vuelvas a tocar! ¡Nunca! ¡¿Me entiendes?! —gruñó Jack. Cada una de sus palabras me dejaron atónita.

—¡Jack! —le grité—. ¡Detente!

Sin embargo, no lo hizo, siguió golpeándolo. Jack estaba tan cegado por la ira que no me escuchaba.

—¡Detente! —grité una vez más; pero ahora cogí a Jack por los brazos, tratando de apartarlo de León. No tuve éxito, ya que él era demasiado pesado. Cada golpe que le proporcionada a León me dolía. Él estaba bloqueando algunos; pero la ira de Jack podía más. Le tenía miedo, sus ojos no eran los de siempre—. Por favor, Jack, déjalo —le pedí, esta vez rompí en llanto. Las lágrimas caían libremente debido a la impotencia que sentía—. Déjalo, por favor.

Seguí jalando su brazo hasta que por fin lo soltó. Inmediatamente me puse en medio, agachándome frente a León para ayudarlo a ponerse de pie. Sin embargo, no dejó que lo auxiliara, me detuvo alzando su mano, aun así, lo seguí. Se tambaleó un poco y cogí su brazo.

—Estoy bien —aseguró—, estoy bien.

Era claro que no lo estaba. Tenía el ojo izquierdo hinchado, al igual que sus labios y mejillas. Tenía un corte bajo el ojo derecho y otro en su labio inferior.

—Tienes suerte de que Bianca me detuviera —declaró Jack. Su simple voz hizo que me hirviera la sangre, sus palabras me provocaron devolverle la paliza.

—¡¿Qué mierda te pasa, Jack?! ¡No puedes actuar así! —exploté, ambos saltaron del susto al escucharme. Jack; sin embargo, se recuperó rápidamente de la sorpresa y contestó.

—Pasa que este idiota se aprovecha de ti.

Coloqué mis manos en puños, observándolo con una mirada severa.

—León jamás se ha aprovechado de mí, Jack.

—Entonces... ¿tú querías que te besara?

¿Cómo puede preguntarme algo así? ¿No está claro? Aparté a León, pero eso no fue suficiente, él tuvo que golpearlo como si hubiera tratado de matarme.

—Esta es una conversación que no tendré contigo —respondí—. No tienes ningún derecho sobre mí.

—Claro que sí, tú y yo somos...

Pero no acabó la frase, se quedó con la boca abierta, como un completo idiota.

—Cuando puedas terminar esa frase podremos conversar.

—Bianca...

—Basta, Jack.

Me acerqué a León una vez más, él estaba limpiando sus heridas en el lavabo de la cocina. Coloqué mi mano en su espalda, llamando su atención. Cerró el caño y secó su rostro con una toalla, teniendo cuidado de no presionarla mucho sobre su piel.

—Déjame ayudarte —ofrecí. Alcé mi otra mano para quitarle la toalla; pero no me lo permitió.

—Ya dije que estoy bien —soltó. Estaba enojado, la tonalidad de su voz lo delató.

—No hagas esto, León, no te molestes conmigo.

Soltó un suspiro mientras negaba mis palabras. —No estoy molesto contigo, solo te he dicho que estoy bien. Eso es todo.

—Está bien... —acepté; a pesar de que sus palabras no eran convincentes—. Es solo que...

Me detuve antes de terminar la frase. Sus cortadas aún sangraban y no sabía cómo decírselo. Debía llevarlo al segundo piso para curarlo. Sin embargo, antes de proponérselo, Jack interfirió.

—Bianca —me llamó. Siendo sincera, escuchar su voz me era estresante y eso me molestaba. Por días he querido verlo y oírlo. Ahora aparece de la nada y casi mata a León a golpes—. Necesitamos hablar.

—Ahora no, Jack —gruñí.

Seguí a León, quien había salido de la cocina. Aprovechaba mis conversaciones con Jack para alejarse de mí. Me dolía eso, quiero ayudarlo. Cuando por fin lo alcancé él había entrado al baño del segundo piso, cerrando la puerta con seguro e impidiéndome el acceso. No me dejaría curarlo.

—León, deja que te ayude —le pedí.

—Estoy bien, Bianca, gracias —respondió.

—Por favor, León.

Esta vez no respondió.

Me quedé frente a la puerta del baño, con la cabeza apoyada en esta. Soy patética. No puedo ayudar a los guardianes, no puedo ayudar a León. Tomé una bocanada de aire para tranquilizarme y luego lo solté. Noté en ese momento que tenía la blusa manchada de la sangre de León. Decidí cambiarla antes de que él saliera del baño, así que entré a mi cuarto.

Saqué una polera de un cajón y luego removí mi blusa; pero antes de poder cambiarme de ropa, Jack habló.

—Era cierto, ellos te golpearon —dijo, tomándome por sorpresa. Estaba de pie en el marco de la puerta observándome. Mi primer instinto fue cubrirme con la blusa que me acababa de quitar.

Tenía los puños apretados a ambos lados. En una situación como esta, lo primero que haría al verlo así, sería abrazarlo para que dejara de estar molesto. Pero, en esta ocasión, la que estaba enojada y llena de furia era yo, principalmente por tres cosas. La primera razón era por León, porque lo golpeó sin tener una razón válida; la segunda era porque Jack simplemente desapareció de mi vida; y la tercera era porque había entrado a mi cuarto, sin permiso, mientras me cambiaba.

—¡¿Qué diablos haces aquí?! —Ni siquiera lo había visto seguirnos al segundo piso.

—Quería hablar contigo —contestó—. No sabía que te ibas a cambiar. Lo siento...

Cerré los ojos unos segundos tratando de calmarme y no gritarle profanidades. —No, Jack, me refiero a ¿qué diablos haces en el orfanato? Se supone que no ibas a volver, tú mismo lo dijiste, ¿recuerdas? Dijiste que no pertenecías acá.

—Tenía que verte —hizo el ademán de acercarse; pero yo retrocedí. No me importa lo que él quisiera, no iba a cambiar nada. Pareció dolido ante mi reacción; mas no dejé que me afectara—. Conejo vio las vendas. Ellos te lo hicieron. —No sé por qué no pensé que Conejo le mencionaría sobre las vendas, soy una estúpida. Aunque, bueno, tampoco habría creído que él vendría al orfanato solo por esto—. Tenía que venir, Bianca.

—¿Hace falta que Roberta y Félix me den una paliza para que vengas? —alcé una ceja, enfatizando la ironía de la situación—. Eso es genial.

—No, Bianca, no es así —la preocupación en su rostro me conmovió. Sé que no era así, que él se preocupa por mí; pero eso no es suficiente. No había nada que pudiéramos hacer al respecto.

Agaché la cabeza, tratando de contener las lágrimas.

—No importa, Jack, en verdad, no importa. Déjame sola, por favor.


          JAMÁS CREÍ QUE AL LLEGAR AL orfanato me encontraría con León besando a Bianca. Tuve un sinfín de emociones en ese momento, principalmente odio. Odio hacia León. Incluso cuando ella lo alejó y empezaron a conversar, yo ya no me sentía yo. El odio me había ganado y la ira se había apoderado de mí. Solamente quería matarlo. Matarlo por tocarla, matarlo por besarla, matarlo por ser humano, matarlo por ser capaz de estar a su lado.

Entré en razón al oír los lamentos de Bianca. Observé a León frente a mí, ahora con la cara magullada y cubierta de sangre. Sentía dolor en mi mano derecha debido a todos los golpes que le había proporcionado; pero estoy seguro de que ese dolor no es nada comparado al de él.

Me separé a regañadientes, ya que aún tenía ganas de propinarle varios golpes. Bianca tomó esa oportunidad para ayudarlo a ponerse de pie, aunque León no aceptó la ayuda. Tal vez debió hacerlo, pues se estaba tambaleando. Internamente, deseaba que jamás la volviese a tocar, no estoy seguro de qué haría si lo veo haciéndolo.

—Tienes suerte de que Bianca me detuviera.

Le debe quedar claro a León que yo dejé de golpearlo por ella, si no hubiese estado, habría quedado en uno de esos hospitales humanos.

—¡¿Qué mierda te pasa, Jack?! ¡No puedes actuar así! —el grito de Bianca me tomó desprevenido, en especial por el odio que irradiaba de ella.

Fruncí el ceño. Yo solo la estaba defendiendo de León, eso era todo. No tiene porqué molestarse conmigo.

—Pasa que este idiota se aprovecha de ti —gruñí. León se estaba yendo hacia el lavabo de la cocina, claramente dejándome en manos de la ira de Bianca. Solo quería que él desapareciera de su vida.

—León jamás se ha aprovechado de mí, Jack —sus dientes rechinaron al hablar. Me pregunté en ese momento si ella se había molestado más porque interrumpí su conversación o porque golpeé a León.

¿Es posible que ella haya querido continuar con el beso?

¿Vi mal?

No puede ser, Bianca no puede gustar de alguien como León.

—Entonces... ¿tú querías que te besara?

Su expresión se tornó a una de incredulidad, tenía ambas cejas levantadas y temí su respuesta.

—Esta es una conversación que no tendré contigo —respondió. Si es posible, ahora está mucho más molesta que antes—. No tienes ningún derecho sobre mí.

—Claro que sí, tú y yo somos...

Me di cuenta de que no sabía cómo terminar esa frase y me arrepentí de haberla iniciado. ¿Qué somos? Nos gustamos, eso es obvio; pero... ¿qué más? Ella es humana y yo... yo también, ahora lo soy. No, no sé cómo terminar la frase y Bianca se dio cuenta de mi lucha interna.

—Cuando puedas terminar esa frase podremos conversar.

—Bianca... —la llamé.

—Basta, Jack.

Se acercó a León, quien parecía incapaz de limpiar bien sus heridas. Sabía que era un inútil. Bianca trató de ayudarlo y me molesté al ver su interacción. Para mí, él se estaba haciendo el mártir, él se aprovechó de Bianca y la besó sin su consentimiento. ¿Por qué ha terminado como si yo fuera el malo de la historia?

No, no voy a dejar esto así. Necesito conversar con ella y explicarle mis acciones. Ella debe saber cómo me siento.

—Bianca, necesitamos hablar —le dije. Al oírme, pude ver cómo se ensombrecieron sus ojos.

—Ahora no, Jack.

Ambos fueron al segundo piso, Bianca corriendo detrás de León, porque el idiota sigue haciéndose el mártir y ella le cree todo. Luego de tomar una bocanada de aire para tranquilizarme y no intentar matarlo por segunda vez en el día, subí tras ellos.

Al llegar noté que él se había encerrado en el baño. Bianca, por otro lado, estaba entrando en su cuarto, este era el momento perfecto para conversar con ella sin ser interrumpidos. La puerta estaba entreabierta, así que solo la empujé. Ahí, vi a Bianca sacar una polera de un cajón. Luego, desabrochó los botones de su blusa y la dejó deslizarse por sus brazos hasta dejarla a un lado. No esperaba que ella se desvistiera y, habría prestado más atención a ello si no hubiese visto las vendas que cubrían su abdomen y espalda.

Conejo tenía razón.

—Era cierto, ellos te golpearon.

Las palabras salieron sin esfuerzo, aunque sí sonaba consternado y molesto. Bianca había sido golpeada y yo no había estado aquí para defenderla. No podía dejar de ver las vendas, algunas partes tenían pequeñas manchas rojas casi imperceptibles. No pude seguirla viendo, ya que se tapó con su blusa, abrazándola a su torso para que dejara de mirarla.

—¡¿Qué diablos haces aquí?! —esperaba que me gritara, lo tenía merecido por haber entrado en un momento como este.

—Quería hablar contigo. No sabía que te ibas a cambiar. Lo siento...

—No, Jack, me refiero a ¿qué diablos haces en el orfanato? Se supone que no ibas a volver, tú mismo lo dijiste, ¿recuerdas? Dijiste que no pertenecías acá.

No tengo idea de cómo refutar eso. Quería decirle que yo pertenezco adonde ella esté, el problema es que yo no me puedo dar ese lujo.

—Tenía que verte —cuando di un paso hacia adelante, ella retrocedió, así que me detuve. No quería incomodarla más de lo que ya estaba—. Conejo vio las vendas. Ellos te lo hicieron —con «ellos» me refería a Roberta y Félix, no hay nadie más vil que esos dos y detesto no haber estado ahí para ella—. Tenía que venir, Bianca.

Sonrió irónicamente antes de hablar. —¿Hace falta que Roberta y Félix me den una paliza para que vengas?, eso es genial.

—No, Bianca, no es así.

Desvió la mirada, sus hombros temblaron, como si estuviese llorando.

—No importa, Jack, en verdad, no importa. Déjame sola, por favor —al decir eso se quebró y el llanto fue evidente.

Escucharla así fue como recibir una estaca en el corazón. Di tres largos pasos hasta cerrar la distancia entre nosotros y la envolví en mis brazos, atrayendo su rostro a mi pecho.

—Suéltame —lo dijo tan bajo que apenas lo oí. Pero no me alejé, no la dejaría sola otra vez—. No quiero que me toques. —Me trató de apartar colocando una mano en mi pecho; pero no pudo. Decidí que le daría un poco de espacio, solo unos cuantos centímetros, pues no estaba preparado para alejarme más.

Froté sus hombros, intentando calmarla. Si tan solo me hubiera quedado, las cosas no habrían cambiado, estaríamos juntos. ¿Por qué me quedé en casa de Jamie?

—No sabes cuánto me arrepiento —admití con un tono de derrota, no sabía cómo enmendar la situación—. Debí haber regresado contigo ese día... yo... fui un idiota.

—No quiero hablar ahora. —Colocó una mano en su cabeza y cerró los ojos. Se tambaleó en su lugar, así que la ayudé a estabilizarse y la dirigí a su cama.

—¿Estás bien?

Asintió aún con los ojos cerrados. —Sí, solo me mareé por un momento.

Aprovechando que no podía verme, observé sus vendajes. El agarre en su blusa solo tapada la parte delantera, por lo que podía notar su espalda y una mancha roja que sobresaltaba entre los pequeños puntos de su vendaje. Debieron haberle golpeado más en esa zona. Sentí dolor en mis manos en esos momentos, fue cuando me di cuenta de que había estado clavando mis uñas en las palmas.

No dejaré que le vuelvan a hacer algo así. Me encargaré de cuidarla. Ella no volverá a sufrir.

—Voy a quedarme —me decidí. Lo dije tanto para ella como para mí. Mi decisión estaba tomada y no habría nadie que pueda hacerme cambiar de opinión—. No dejaré que ellos vuelvan a hacerte esto.

En cuanto escuchó que me quedaría abrió los ojos. El color verdoso de estos, rodeado del rojo que se había formado por sus lágrimas, hacía que estuviese más determinado respecto a mi decisión.

—No puedes quedarte —murmuró—. ¿Qué excusa darías?

—Eso no importa, Bianca —respondí—. Si yo no me quedo te van a volver a hacer esto y no dejaré que suceda, no mientras viva.

Acaricié su mejilla logrando que ella inclinara su rostro por mi toque. No mucho después se separó bruscamente.

—No te preocupes por esas trivialidades —resopló—. Ninguno de los dos me va a seguir golpeando, necesitan que trabaje. Soy un activo valioso para ellos, traigo muchas ganancias.

Probablemente dijo eso para tranquilizarme; pero lo único que logró fue enfurecerme más.

—No es necesario que te quedes, yo la cuidaré —la voz de León destruyó mi momento con Bianca. Hice todo lo posible por no golpearlo.

—Esto no te incumbe. Vete —traté de sonar apacible, aunque mis expresiones no debieron ayudar.

Ambos empezamos a pelear sobre quien debería irse, fueron al menos cinco minutos en que ambos intercambiamos razones hasta que Bianca decidió callarnos.

—Quiero que los dos se larguen en este instante —gruñó—. Quiero cambiar mis vendas en paz.


          ME TOMÓ UN POCO DE ESFUERZO lograr que ambos salieran del cuarto, principalmente porque Jack quería ayudarme y León no dejaría que nos quedásemos solos. Tampoco dejaría que alguno de ellos me ayudara, podía hacer esto sola.

Froté mis ojos, pensando que de esa manera podría borrar los sucesos de mi mente. Está de más decir que no tuve éxito. Es simple, Jack me vuelve loca.

No mentiré, quiero a Jack; pero también lo odio. No sé si algún día podré eliminar los sentimientos que tengo hacia él. Es decir, sería tan fácil olvidarlo si tan solo no me viera directamente a los ojos. Eso de verlo dos segundos y enamorarse, sí funciona. Y tiene un efecto muy fuerte en mí.

No quiero perder a Jack.

Esas cinco palabras las repetí un millón de veces en mi cabeza. Es gracioso, porque es imposible perder algo que no tienes. Yo no tengo a Jack.

Todos los pensamientos se arremolinaban en mi mente y hacían que me doliera la cabeza. Nuevas interrogantes aparecían, lo cual complicaba más a mí, ya atareada, mente. Por ejemplo, Fay. No sabemos qué sucedió con ella. Yo creo que Pitch la secuestró y que la utilizará de carnada contra los guardianes.

Sacudí mi cabeza, apartando todos los pensamientos de mi cabeza. Removí las vendas, algunas heridas sangraban poco, la única en carne viva era la de la hebilla. La venda se había pegado ahí, y cuando la removí me quejé tan alto que Jack me escuchó.

—¿Estás bien? —preguntó desde el otro lado de la puerta.

—Sí, estoy bien.

—¿Necesitas ayuda?

—Ni pienses en entrar, ¡Frost!

Ponerme nuevas vendas fue una total odisea; pero tuve éxito al final. Una vez que estuve lista, salí del cuarto.


          —NO DEBISTE REGRESAR —HABLÓ León una vez que estuvimos fuera del cuarto de Bianca.

Estaba recostado en la puerta del baño con los brazos cruzados sobre su pecho. Quisiera tener mi cayado para poder congelarlo en ese mismo momento. La mirada de superioridad con la que me veía me enfurecía. Se comportaba como si yo no le hubiese golpeado hace media hora en el suelo de la cocina.

—Roberta y Félix seguirán haciéndole la vida imposible contigo aquí —declaró—. Si te vas antes de que ellos lleguen, puedo tomar cualquier castigo que le den.

Di un paso al frente de manera amenazante; sin embargo, León no se inmutó.

—Ah, ¿sí? ¿En dónde estabas cuando le hicieron eso? —Apunté hacia la puerta cerrada del cuarto de Bianca—. Si estás tan dispuesto a que te golpeen por ella, entonces debiste haber hecho algo antes, ¿no te parece?

—¡Jódete! Yo jamás la he dejado de lado. Tú te fuiste en la primera oportunidad que tuviste —acusó.

La sangre hervía dentro de mí. Jamás dejé a Bianca para que la golpearan y la situación es más complicada de lo que él cree. No tiene ningún derecho para acusarme de algo así.

—No tienes idea de lo que estás diciendo, no sabes por lo que estamos pasando —gruñí.

Esta vez él dio un paso adelante, acortando el espacio y volviendo más cargado el ambiente. Podía notar que un nuevo golpe se formaría en el estúpido rostro de León una vez que mi puño impactara con este.

—¡Me importa una mierda por lo que estés pasando! —gritó—. Sabías que algo así le podía pasar, sabes cómo son ellos y aun así te largaste.

Tomé el polo de León con ambas manos y lo empujé hacia la pared. No me importaba si esta vez lo mataba a golpes, no dejaría que dijera eso... aunque tuviera razón.

—¡Mierda! —gritó Bianca desde su cuarto. Inmediatamente solté a León y me acerqué a su puerta.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—Sí, estoy bien.

A pesar de haber respondido afirmativamente, la tonalidad de su voz indicaba que no lo estaba y eso me hizo preocupar.

—¿Necesitas ayuda?

Cogí la manija de la puerta, preparado para entrar en cuanto ella admitiera que me necesitaba. Sin embargo, eso no sucedió.

—Ni pienses en entrar, ¡Frost! —gritó.

Solté un largo suspiro. Había sido rechazado por Bianca otra vez. Si ella no me quería dentro para ayudarla con sus heridas, no insistiría. Es capaz de matarme si entro sin su permiso otra vez.

—Deberías irte —insistió León por millonésima vez—. No perteneces aquí.

Me giré una vez más para encararlo, él estaba cerca y ambos intercambiamos miradas llenas de repudio y rencor. Estaba claro, ninguno confiaba en el otro. Cada vez estaba más decidido, no me iría de este orfanato.

—¿Qué está pasando acá? —Abel apareció de repente. Cerraba la puerta del cuarto de los más pequeños detrás de él mientras nos veía a León y a mí con el ceño fruncido. Ambos nos separamos y cuando eso sucedió, Abel dirigió su atención a mí—. ¿Cuándo volviste, Jack? Pensé que no regresarías más.

—No regresará —intervino León—. De hecho, ya se está yendo.

Empujé a León con mi hombro, como si con ese gesto deshiciera sus palabras. —Vine por Bianca y no me iré otra vez —afirmé.

Nuevamente, León y yo intercambiamos miradas de puro rencor.

—¿Pueden detenerse? —la voz de Abel, a pesar de ser baja, sonó muy firme y severa—. Ambos son un par de idiotas que no hacen más que molestar a Bianca.

Abrí la boca para hablar; pero él alzó una mano para detenerme y eso hice. No conozco a Abel de toda la vida como León; pero sé que, si él tiene que decir algo sobre Bianca, entonces es importante. Él la considera una hermana y, aunque no confío en León, sí confío en Abel.

—Jack, te fuiste dos días enteros y nadie sabía nada de ti. Bueno, solo Bianca y por ese motivo fue castigada, supongo que ya sabías eso.

—No creí que...

—No me importa lo que creyeras, Jackson —la severidad en su voz me hacía recordar a las veces en que Norte se molestaba.

Nadie me había llamado Jackson en años, ni siquiera entiendo cómo averiguó mi nombre.

—Si piensas quedarte —continuó—, no le volverás a hacer daño a Bianca. Ha sufrido más por el hecho de que no estuvieras, que por las heridas en su espalda.

Luego de que yo asintiera, derrotado por la realidad en sus palabras, se dirigió a León.

—Y tú, Leonardo...

El mencionado gruñó al escuchar esa palabra. —No me llamo Leonardo, ¿cuántas veces te lo tengo que decir?

—No me importa eso, no tienes un nombre largo que pueda usar, así que te inventé uno para poder reprenderte, acepta la realidad —sentenció Abel.

Me reí al escucharlos hablar; pero me callé al notar la mirada de Abel en mí.

—Como decía, Leonardo, estoy decepcionado de ti. Ya hemos hablado sobre esto antes, no puedes meterte en una relación. Respeta las elecciones de Bianca —estuve a punto de sonreír hasta que concluyó la frase—, a pesar de que su elección sea un inútil bueno para nada que se larga sin decir una sola palabra.

Dio dos pasos hacia nosotros y ambos retrocedimos instintivamente.

—Te juro, Jackson, por el amor que le tengo a Michelle, que, si le rompes el corazón a Bianca, yo mismo te golpearé a latigazos en ese maldito sótano, ¿entiendes?

Asentí.

—Y tú, Leonardo, más vale que no me entere de que estás haciendo que esta relación sea aún más complicada. No te metas en esto.

Asintió.

—Bien, aclarado esto, solo me queda pedirles que no discutan tan alto, ya que no quiero que los niños se den cuenta de que se quieren sacar los ojos —Abel sonrió al decir eso; pero ambos, León y yo, intercambiamos miradas de miedo.

La puerta del cuarto de Bianca se abrió en ese momento. Todos giramos a ella y cuando vio a Abel, le sonrió.

—La cena está lista —le dijo— solo falta acomodar el comedor.

Abel asintió. —Muchas gracias, Dobby. —La abrazó teniendo cuidado de no hacerle daño en sus heridas—. Si estos miserables te molestan, me avisas, ¿sí?

Bianca sonrió y asintió. —Gracias, Abel.

Una vez que él desapareció dentro del cuarto de los niños, Bianca giró hacia nosotros. Primero viendo a León. —Necesito hablar con Jack, a solas.

Sé que mi sonrisa fue demasiado grande al escuchar esas seis palabras. Primero, porque quería hablar conmigo sin el idiota de León; y segundo, porque el idiota estaba molesto por ello.

—Sólo será un momento, León.

Él estaba molesto y no había nada que Bianca pudiera decir para tranquilizarlo. —Me da igual, puedes quedarte con él si quieres.

—Por favor, no hagas eso —le pidió ella—. Hay un tema que tenemos que tratar. No es nada de lo que crees.

Eso me bajó el ánimo y a León lo tranquilizó.

Maldito.

En cuanto ambos estuvimos dentro de su cuarto, Bianca empezó a hablar, sin darme la oportunidad de explicarle nada.

—No he podido convencer a Michelle, aún. Ella es un hueso más duro de roer que yo —admitió—. Necesito más tiempo. Dile a Norte que tiene que esperar. También dile a Conejo que no vuelva al restaurante, la próxima vez que lo haga se convertirá en el «Menú del día». Eso es todo, puedes regresar a casa de Jamie.

—Bianca, necesito hablar contigo —le pedí, exasperado porque sentía que ella me estaba sacando de su vida de a poco y no podía soportarlo—. Necesito hablar sobre nosotros.

—Ahora no hay nada que tratar sobre... nosotros... —sentenció—. Lo que tenemos que hacer es convencer a Michelle de creer.

En ese momento abrió la puerta de su cuarto, tropezándose con León quien estaba ahí, escuchando nuestra conversación. Maldito hijo de puta.

—¿Hacer creer a Michelle? ¿Quién es Norte? ¿Quién es Conejo?



Editado: 19/07/18

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro