CAPÍTULO 37
LO DIJE ANTES Y LO DIRÉ OTRA VEZ. Odio a Conejo. Odio a ese Critter desarrollado que no hace nada más que meterse en los asuntos que no le importan, es decir, mis asuntos. Estoy empezando a creer que el apodo de Critter es muy simple para alguien como él, después de todo, Conejo es peor que un Critter.
Han pasado dos días en los que no he visto a Bianca y admito haber sido lo suficientemente tonto como para no buscarla en ningún momento. Lo quise hacer; pero temía que me odiara si me volvía a ver. Fui, soy cobarde, lo sé.
Hoy; sin embargo, estaba decidido. La buscaría en el restaurante. El problema es que no contaba con que Conejo estaría escuchando mi conversación con Norte. Antes de salir a verla, Conejo me noqueó, dejándome inconsciente en el ex cuarto de Bianca. Cuando desperté, me di cuenta de que estaba atado a una silla y que tenía un calcetín en la boca. No podía pedir ayuda, nadie escuchaba mis quejidos y Conejo no estaba por ningún lado.
El maldito Critter con complejo de Gremlin me las iba a pagar cuando regresara.
Varios minutos después, la puerta de la habitación se abrió y Conejo entró con una expresión extraña; pero eso no me importaba, solo quería golpearlo.
—Ya regresé —anunció, como si no me hubiera dado cuenta de eso ya.
Dio un salto hasta colocarse sobre mis piernas, las traté de mover para botarlo, pero no pude hacerlo. Quisiera lanzarle un rayo de hielo y congelarlo hasta el final del mundo.
—He hablado con Bianca.
Eso captó mi atención. Nunca pensé que él iría a buscar a Bianca en mi lugar, sólo creí que evitaría mi encuentro. Es aún más vil de lo que creí. Ahora estaba furioso. Soy yo quien debió hablar con Bianca, quien debió verla y disculparse por ser tan «yo».
—Aún no ha conseguido al segundo creyente —comentó—. Parecía estar indispuesta, tenía unas vendas en su estómago y eso me preocupó.
¿Vendas? Si Bianca utiliza vendas, solo puede significar que Roberta y Félix le han hecho algo. Temía que mis pensamientos fueran la respuesta a eso, no quiero saber que ella ha sufrido y que yo no he estado ahí para protegerla.
—Dijo que estaba tratando de bajar de peso —continuó Conejo, había cruzado sus patas sobre su pecho mientras explicaba lo sucedido—. Pero creo que solo me quería ocultar la verdad. Tú, que has estado en el orfanato con ella, ¿sabes si algo podría dañarle?
Asentí.
Mi respuesta fue suficiente para enfurecer a Conejo, quien no perdió el tiempo y mordió mi hombro tan fuerte que me dejaría una marca.
—¡Eres aún más idiota de lo que pensé! —explotó, podía imaginar humo saliendo de sus orejas por la molestia que tenía—. ¡¿Sabías que ella podría salir dañada de ese lugar y aun así la dejaste ir sola?! ¡¿Estás demente?!
Solté un suspiró de derrota. Tenía toda la razón, jamás debí dejarla ir. Sé que ella jamás hubiese querido dejar a los niños con los que vivía, así que, lo menos que podía hacer era ir con Bianca, para no dejarla a merced de Félix y Roberta.
—¡Me dan ganas de cortarte la cabeza! —gruñó—. ¿Acaso ella no te importa?
«Claro que me importa», quise responder, pero debido a que aún tenía el calcetín en la boca, me era imposible. Conejo, al ver mi situación decidió removerlo, sentía la boca seca debido a esa cosa.
—Ahora responde —ordenó.
—No hay nada, ni nadie, que me importe más —respondí con seriedad.
Conejo me observó como si tratara de convencerse de que yo decía la verdad, que Bianca es lo más importante para mí. Mantuve su mirada, demostrándole que iba en serio. Finalmente, asintió.
—Bien, ¿qué piensas hacer?
—Buscarla, si es que me sueltas.
—Ya es muy tarde —dijo, rechazando por completo mi respuesta—. No creo que hagas ningún bien yendo tras ella en estos momentos. Probablemente ya está en el orfanato.
Fruncí el ceño y apreté los dientes haciéndolos chirriar. Detesto la idea de Bianca en ese orfanato, podrían golpearla otra vez. No, no dejaré que le hagan más daño.
—Solo quítame estas cuerdas —le ordené—. Necesito hablar con ella. Iba a hacer eso esta tarde, pero me ataste, ¿recuerdas?
—Me molesté, porque debiste ir a buscarla mucho antes, estúpido ex bloque de hielo insensible. Por eso te até, para darte un escarmiento.
Maldito canguro miniatura.
Desató las cuerdas de mis piernas y muñecas, froté estas últimas, ya que habían estado demasiado ajustadas. Al ponerme de pie boté a Conejo, pues seguía sobre mi regazo. No perdí tiempo en disculparme y salí de la casa tan rápido que no respondí a lo que sea que Tooth me preguntó. Tenía que llegar a ese orfanato.
EL ORFANATO SIN ROBERTA Y FÉLIX era un paraíso. No había gritos, no había tensión por su presencia, nadie tenía miedo. Es como si su sola existencia dentro de este lugar levantara una aura oscura que nos mantenía siempre al borde, pendiendo de un hilo invisible. Ahora que ninguno llegaba, podíamos respirar paz. Todos los niños estaban tranquilos, jugando en sus cuartos o durmiendo si estaban cansados.
En la cocina sólo estaba yo. Abel estaba entreteniendo a los niños. León y Michelle aún no regresaban al orfanato, lo cual era una lástima. Necesito conversar con mi mejor amiga sobre los guardianes. No me rendiré hasta lograrlo.
—¿Bianca?
La voz detrás de mí me exaltó. Al girar, me encontré con León, quien estaba de pie en la entrada de la cocina observándome detenidamente. Me sentí expuesta, siento que él sabe algo que yo no. Me encogí en mi lugar, esperando a que dijera algo más; sin embargo, permaneció en silencio.
—Hola —saludé con una media sonrisa. Creí que así cortaría la tensión que se había creado entre nosotros; pero él no devolvió la sonrisa. Parecía preocupado por algo.
—¿Puedo hablar contigo? —pidió dando un paso al frente, ingresando por completo a la cocina.
Me pregunté de qué querría hablar conmigo, en los últimos dos días no lo he visto mucho y, si soy sincera, lo extrañaba. Solo había una forma de saber sobre qué tema quería conversar, así que terminé asintiendo a su petición.
Se acercó a mí hasta sentarse en la encimera de la cocina, siempre nos sentamos ahí cuando hablamos; pero, esta vez, no tenía las fuerzas necesarias para subir a la encimera, aún me dolían mis heridas. Me quedé de pie a su lado y eso le desconcertó. Terminó bajándose de esta y señalando el piso para que nos sentemos ahí, así que eso hice.
—¿Qué ha sucedido contigo en los últimos días? —preguntó, yendo directamente al punto.
Me encogí de hombros, no había sucedido nada que le quisiera decir. Es decir, si León se entera de los golpes (aunque lo más probable es que ya lo sepa) se enfurecerá y no quiero fastidiarlo con una trivialidad como esa, hay cosas más importantes de las que me debo preocupar.
Michelle es un ejemplo.
—Nada —respondí con un tono monótono—. ¿Por qué lo preguntas?
—Te noto extraña —contestó, nuevamente no se iba con rodeos—. ¿Ha pasado algo con... ya sabes... —soltó un suspiro y entre dientes terminó la pregunta—, la escarcha andante?
—No, todo está bien —mentí.
El silencio nos invadió, cada uno sumergido en sus pensamientos. La pregunta de León me había hecho pensar en esa «escarcha andante» que ahora no tiene poderes y en todos los guardianes que cuentan conmigo para volver a la normalidad.
—Se lo que te hicieron anteayer —murmuró León, lo dijo tan bajo que casi no capto sus palabras. Estaba cabizbajo, casi derrotado, como si a él le hubieran hecho daño en lugar de a mí. Sabía que León estaría enterado de ese suceso, aun así, no quería tocar el tema, ni confirmar el hecho.
—¿De qué hablas, León? No sucedió nada en estos días —respondí rechazando sus sospechas y fracasando en el intento.
—No trates de negarlo, Bianca —fruncía el ceño, ahora me observaba, aunque notaba el dolor en su mirada—. Te escuché hablando con Michelle. Además, era imposible no notarlo, has estado mal —frotó su cara con desesperación como si de esa manera pudiese borrar lo ocurrido—. No había querido sacar el tema hasta que pudiera encontrarte a solas. Por favor, Bianca, dime ¿qué sucedió?, ¿por qué lo hicieron?
—No sucedió nada. —Era estúpido seguir negándolo cuando era obvio; pero soy demasiado testaruda.
—Puedo ver tus vendas —señaló mientras posaba su mano en mi espalda. Noté que mi polo se había elevado cuando me senté en el suelo. Los dedos de León acariciaban delicadamente mi espalda, sus ojos estaban fijos en el vendaje, un sentimiento de dolor y pena se reflejaban en ellos.
Desvié la mirada, incapaz de seguir mintiéndole; pero no tenía otra opción. —No es nada, las puse porque quiero bajar de peso.
Con su otra mano giró mi mentón, obligándome a encararlo. La acción no había sido brusca, fue tan delicada como sus dedos acariciando mi espalda. —Repítelo mirándome a los ojos —demandó.
Hice lo que me pidió, fijé mi mirada en la suya, mas no tuve el valor de decirle la mentira. Era una excusa demasiado estúpida y no puedo dársela. Si trato de mentir, León estará decepcionado y ya me siento lo suficientemente mal viéndolo así ahora.
Me separé de su agarre, desviando la mirada una vez más. —No es nada, estoy bien. No te preocupes por esto.
Sus manos se cerraron en puños sobre su regazo, ninguno mantenía la mirada del otro.
—¿Por qué lo hicieron? —preguntó. Antes de responder él siguió hablando, ahora encarándome y tomando mis manos entre las suyas—. Ya sabes que puedes echarme toda la culpa. Yo siempre voy a recibir tus castigos, Bianca.
—No tienes por qué hacer eso.
—Sí, tengo que. Eres la persona más importante para mí.
Las palabras de León eran tan sinceras que me dejó sin aliento. No sabía cómo responderle. Él es importante para mí, demasiado; pero los sentimientos que yo tengo hacia él no son los mismos que él tiene por mí y eso me destruye por dentro.
Me solté de su agarre delicadamente, no quería ser brusca con él. Me puse de pie, porque estar en el suelo se había tornado demasiado abrumador de un momento a otro. Lo oí seguirme, ahora estábamos frente a frente.
—León...
Me cortó antes de que tuviera la oportunidad de responder.
—Solo dime qué sucedió, por favor.
Inventar una mentira sobre el porqué me golpeó Roberta no era una opción, no con León. Así que le conté la verdad. Le dije que Jack no iba a volver y que por ese motivo los dos «cuidadores» del orfanato estaban de un humor de perros. No mencioné nada sobre encontrar a una persona que empezara a creer en los guardianes, porque no quiero involucrar a León en esto.
—¿Ya no estás saliendo con él? —preguntó al cabo de unos minutos.
La palabra «saliendo» resultaba muy graciosa. Jack mintió sobre nuestra relación, en realidad nunca estuvimos juntos, ahora menos que nunca. Cualquier relación que pude tener con Jack es más que complicada y no tengo ganas de hablar sobre ella o su inexistencia.
—Es más complicado que eso... —respondí al final. Me sentía tan tonta por la situación. No me apetecía hablar sobre Jack, menos con León.
—¿Qué ha sucedido? —dio un paso hacia adelante, haciéndome retroceder y chocar con la pared de la cocina. Él se mantuvo a una distancia prudente.
—Nada, León. Yo soy capaz de solucionar mis problemas.
—Jamás dije que no lo fueras. Bianca, solo quiero ayudarte. Déjame ser quien esté ahí para ti. Porque eso es lo que quiero, estar contigo, siempre a tu lado —admitió.
Bajé la mirada cobardemente, incapaz de verlo en estos momentos.
Tomó una bocanada de aire, esperando a que respondiera algo, cuando no lo hice, soltó el aire y habló.
—¿Qué ha pasado entre ustedes?
Relamí mis labios mientras trataba de responder esa pregunta en mi cabeza. No tenía por qué contestarle a León; pero me era cruelmente gracioso que yo no pudiera encontrar una respuesta simple y concreta.
—Nada —dije al final.
—¿Regresará? —percibía un tono de esperanza en su voz, mientras que mi corazón dolía por esa pregunta, cuya respuesta conocía; pero odiaba.
—No, Jack... —carraspeé—. Él no volverá.
—¿Terminaron?
Apreté los labios, molesta con tantas preguntas consecutivas. Alcé la vista una vez más, encontrándome con sus ojos. No había notado que se había acercado más a mí mientras me cuestionaba. Me enderecé en mi lugar, preparada para terminar esta conversación.
—¿Por qué diablos me preguntas todo esto? —gruñí—. Pensé que lo odiabas.
Dio un paso al frente, la ferocidad en su mirada cuando mencioné su odio por Jack me tomó desprevenida.
—Lo odio —afirmó—. Por eso te estoy preguntando, Bianca. Detesto verte así, tan triste. Has estado mal los últimos días y lo odio. Saber lo que te hicieron en el sótano, que estás herida y no pude hacer nada por evitarlo, me mata. Desearía ser yo quien recibió los golpes. Tu no mereces sufrir.
Se quedó en silencio un tiempo, yo tampoco dije nada. No sabía cómo responder.
—Lo odio más porque te tiene y no sabe lo que tu significas verdaderamente. No sabe lo afortunado que es.
—No quiero hablar más de él.
Cerré mis ojos para evitar que las lágrimas que se acumulaban en estos cayeran. Escuchar cada una de las palabras de León me hacía doler. Me alejé de él, ganando espacio para respirar y bloquear todos los pensamientos que ahora tenía en la cabeza. No necesito esto. Mi única preocupación es que Michelle crea en los guardianes.
León, por otro lado, no estaba preparado para dejarme. Tomó mi brazo, evitando mi huida.
—Por favor, Bianca. Háblame.
—No puedo hablar ahora, León —respondí—. Debo de alistar el comedor para la cena.
Quería terminar con esto.
El agarre en mi brazo se aflojó solo un poco. Estaba preparada para zafarme cuando León dijo dos palabras que me detuvieron y me dejaron sin aliento.
—Te amo.
Editado: 19/07/18
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