CAPÍTULO 32
SOLO TENGO QUE DECIR UNA COSA.
El orfanato es una verdadera mierda.
Una semana lejos de toda la porquería que se vive en ese endemoniado lugar había sido suficiente para bloquear sus malos tratos. Traté de pensar lo menos que pude en ellos y, ahora que estaba de vuelta, los aguanto menos que antes. No sé si son más brutales o si yo me he vuelto más blanda. En cualquiera de los casos, obtengo el mismo resultado, me quiero ir. Detesto ver a esos dos. Deseaba que ellos desaparecieran y que personas calificadas puedan hacerse cargo de los niños.
Los niños.
Lo único bueno de volver es estar con mis amigos y los pequeños del orfanato. Ellos eran una familia para mí, por eso deseaba lo mejor. No quiero que permanezcan toda su vida en este orfanato, ese es mi destino hasta cumplir dieciocho y no se lo deseo a nadie.
El día que regresé, Félix se encargó de recordarme lo asqueroso y vulgar que era. Incluso lo comparé con Pitch, llegando a una conclusión que me parecía imposible. Prefiero mil veces a Pitch Black, con todo y pesadillas. Incluso prefiero esos cuasi esqueletos. Félix es así de desagradable.
La primera semana de mi regreso, fueron los peores días. Roberta se encargó de hacerme la vida imposible, me obligaba a hacer labores estúpidas, como cortar el césped del patio a mano, sin utilizar las tijeras. No es broma, me encantaría que lo fuera, pero no. Así de insufrible ha estado. Lo peor es que ella me quitó gran parte de la propina que el señor Bennett me había dado por cuidar de sus hijos. Ni siquiera pude ahorrar la tercera parte de lo que pensé que tendría.
Mi rutina, además de esas insufribles labores, volvió a ser la misma. Debía de trabajar en el restaurante con Michelle y luego iba a cuidar niños. Alexia era una de las pequeñas que casi siempre cuidaba y al volver a verla, me di cuenta de que había crecido bastante. Los niños crecen demasiado rápido.
Para corroborarlo, debo mencionar que volver a ver a Ethan fue uno de los momentos más gratos. El pequeño estaba más regordete que nunca. ¡Me encanta!
Por otro lado, León no dejaba de coquetear conmigo. No era para nada descarado e insoportable. En cambio, era dulce, atento, gracioso, entre mil cosas más. Era tan difícil rechazarlo cuando solo me trataba como si fuera lo más preciado en su vida. Traté de apartarlo, pero él seguía actuando igual, al final me di por vencida, lo cual no quiere decir que iba a salir con él. Simplemente no podía. Aunque, prácticamente parecía mi pareja. León se empeñaba por ayudarme con las labores insufribles que me daba Roberta. Con él corté el césped. También me recogía del trabajo todas las noches, luego de que cuidaba a los niños. Me defendía de Félix siempre, no dejaba que se me acercara y, cuando lo hacía, me sacaba de las incómodas situaciones en las que me encontraba. Hace unos días lo golpeó por tratar de tocarme y casi le rompe la nariz. Desgraciadamente no le pasó nada.
Había algo que siempre estaba en mis pensamientos. Algo de lo que no podía olvidarme por más que intentara.
Ese algo era Jack.
Ni él ni los guardianes aparecieron. No he sabido nada de ninguno y tampoco volví a ver la arena de Sandy por las noches. Si no fuera por Ethan, que una vez me preguntó por «Ja Fos», creería que todo había sido un sueño. Ya no tenía a Jamie para hablarme de ellos, así que cada día se me hacía más fácil creer que todo había un sueño. El problema es que sé que no lo fue.
Los guardianes son reales. Solo no sé dónde están o qué pasó con ellos.
Por lo demás, mi vida ha vuelto a la normalidad.
La normalidad es una simple mierda.
Extraño tanto a Conejo. Quisiera tenerlo al frente para poder hacerle cosquillas detrás de las orejas. Estoy dispuesta a hacer sus estúpidas hamburguesas y a escucharlo pedir por ellas un millón de veces. Incluso le compraría zanahorias y le diría que sus túneles son mejores que el trineo de Norte. Haría lo que fuese por volverlos a ver.
Ahora que habían entrado en mi vida, los necesito de vuelta.
Es como si una parte de mí se completó el día en que los conocí.
Ahora sólo me quedan recuerdos.
❄
HABÍA PASADO CASI UN MES DESDE la última vez que vi a los guardianes, desde la pelea contra Pitch Black y desde que los pequeños Bennett se habían ido de Borja. La rutina en la que vivía ya era algo normal otra vez. Es como si esa semana no hubiese sucedido nunca.
Estaba haciendo el desayuno con Abel. Seré un poco más específica. Yo estaba haciendo el desayuno y Abel estaba robando bocados de pan, huevo, avena, etcétera. El chico no se saciaba con nada. No había algo que yo terminara de preparar y que él no comiera para «corroborar» que estuviera delicioso. Era la misma comida de todos los días y siempre sabía igual. Lo que pasaba era que él no aguantaba el hambre.
—Si no quieres que te golpee con una olla deja de robarte la comida —amenacé cuando él alargó la mano para quitarme el cereal que había sacado de la despensa.
Él hizo un puchero, fingiendo tristeza ante mi reacción. Abel era bueno para hacerse el mártir. —Lo siento, no puedo evitarlo. Soy un chico en crecimiento.
—Deja de hacer esa cara, no me afecta, lo sabes.
Era mentira, Abel podía poner esa cara y yo siempre le hacía caso. Es un chico que está acostumbrado a que yo lo engría. Es como si fuera mi hermano menor, pero él es mayor. Nuestra relación es muy cómica, en realidad. Pero qué puedo decir, adoro a Abel.
Abel me abrazó y revolvió mi cabello. —Sólo un poco de cereal, por favor.
Rodé los ojos. —Ya, ya, deja de hacerte el mártir. Come cereal si quieres, pero no te daré nada más.
Me solté de su agarre, pero, en cuanto lo hice, él se agachó para estar al mismo nivel que yo.
—Ni siquiera un poco de leche para acompañarlo —pidió.
Suspiré exasperada. La mirada de Abel me era imposible de ignorar. —Te odio.
Con eso, él sabía que lo dejaría comer lo que él quisiese. El hecho es que Abel bien podría esperar cinco minutos para comer junto con todos en el comedor, pero él adoraba sacarme de quicio en las mañanas. Está acostumbrado a que yo le haga caso, puesto que Michelle solo lo ignora. Desde que volví hace un mes, Abel a estado más pegado a mí, por eso no deja de joderme antes del desayuno.
—No lo dices en serio —respondió con la boca llena de comida.
—Ugh, cierra la boca, se va a meter una mosca.
—Estoy seguro de que no sentiría su sabor —dijo con una sonrisa en el rostro.
—Eres un asqueroso.
—Y así me quieres.
Detestaba que tuviera razón. Aun siendo un asqueroso de primera, lo quería.
Las carcajadas de Abel retumbaron por todo el lugar cuando no respondí. Sabía muy bien el efecto que él tenía en mí. —Sigo sin entender cómo pudimos sobrevivir sin ti una semana entera, Dobby.
—Ya pasó un mes desde eso —le recordé—. Y deja de decirme Dobby.
Exactamente ocho minutos después, todos los niños estaban en el comedor. La mesa era lo suficientemente grande como para que pudiéramos comer todos, aunque estuviésemos un poco apretujados. Abel se había servido un gran plato de avena, a pesar de que acababa de terminar un tazón lleno de cereal. León lo miraba de reojo, aún después de tantos años, no entendíamos cómo Abel tenía tanto espacio en el estómago.
—Deberías dejar un poco para los demás, ¿no? —murmuró León.
—Ya todos comieron —respondió Abel—, no podemos desperdiciar los deliciosos alimentos que nos ha preparado Bianca.
León miró en mi dirección, me atrapó escuchando su conversación. Aunque claro, no era privada, ya que estaban al frente de Michelle y de mí.
—Aquí es donde vivirás. Ya luego te diré qué harás para pagar tu estadía —la voz de Roberta se oyó por sobre la bulla del comedor. Como ya todos habían terminado de desayunar, estaban conversando, era el único momento que teníamos libre antes de empezar nuestras labores.
—¿Un niño nuevo? —pregunté en voz alta, aunque no estaba dirigido a nadie es particular, por eso nadie contestó.
—Esta maldita lo va hacer trabajar desde ya —renegó Michelle. Casi nunca había niños nuevos, hace años que no traían a uno, pero detestábamos que los explotaran tan rápido, al menos debían dejar que se adapten a esta mierda de vida.
—¿Acaso no hace eso siempre? —Abel sonaba molesto. Todos sentíamos lo mismo respecto al trato de Roberta.
—Tienes razón —coincidió Michelle.
Nadie se movió de su lugar. Todos estábamos esperando a que Roberta entrara con la nueva o el nuevo. Lo presentaría y luego le diría lo que tenía que hacer para poder «ganar» un techo donde vivir. Como si vivir aquí fuese una ganancia.
—Ya te dije que yo no soy lo que tú crees —gruñó.
Me paré rápidamente de la silla, botándola en el proceso. Escuché el sonido que esta provocó al impactar contra el suelo, fue fuerte, pero no me importó. Mi mente estaba en otro lado.
—Bianca, ¿qué te pasa? —Michelle sonaba desconcertada y preocupada. Mi acción fue muy ajena a mí. Pero no me molesté en responder.
Rodeé la mesa lo más rápido que pude. No hice caso a las voces de mis amigos, no sé qué decían. Solo estaba esperando. Viendo la puerta del comedor. Estaba nerviosa de abrirla yo misma, antes de decidirme a hacerlo, esta se abrió. Roberta fue la primera que entró, pero jalaba a alguien tras ella. Un chico. Un chico con cabello castaño y brillantes ojos pardos. Usaba una polera azul y pantalones de color marrón.
No usaba zapatos.
—¿Bianca? —la voz de Michelle sonaba tan distante.
No pensé en mis movimientos. Solo sé que un momento estaba de pie frente a una desconcertada Roberta y luego me encontraba abrazando a Jack. Jack Frost. Envolví mis brazos en su cuello, no quería dejarlo ir porque temía que esto fuera una mentira. Que no estuviera aquí. Su cabello y ojos eran de otro color, pero era el mismo chico.
Sus brazos envolvieron mi cintura. Me apretó a él, probablemente pensaba lo mismo, que esto era un sueño. Otro de los miles de sueños que he tenido el pasado mes. No nos dijimos nada, el contacto era todo lo que necesitábamos ahora mismo.
—¡¿Qué es esto?! —gritó Roberta casi de inmediato.
Jack fue apartado de mí y detesté dejar de sentirlo a mi alrededor. Roberta lo tenía de la capucha, la mirada con la que Jack veía al «engendro del demonio» era épica. Me preguntaba por qué no le lanzaba un rayo de hielo y se iba. Aunque, claro, ella se volvería loca.
Esa no es una mala idea.
—Bianca, ¿de dónde conoces a este mocoso? —refunfuñó Roberta. La mueca en su rostro mostraba su molestia ante la situación. Ella no era más alta que Jack, probablemente del mismo tamaño, pero lo mantenía con la capucha levantada y él trataba de zafarse.
La situación frente a mí se me hacía demasiado extraña, irreal.
—¿Lo puedes ver?
—Pero claro que puedo, ¿me crees idiota o qué?
Hice todo lo humanamente posible por no responder esa pregunta.
—¡Dime, ¿dónde conociste a este mocoso?! —volvió a gritar, solo que esta vez escupió en el proceso. Di un paso hacia atrás, pero igual cayeron gotas sobre mi ropa. Estoy asqueada.
—Él e-es el jardinero... de la casa... del señor Bennett.
No puedo creer que me haya inventado algo tan rápido. Supongo que el hecho de que Roberta esté viendo a Jack en este momento hace que mis mentiras sean una maravilla. Solo hay algo que no vi venir y me arrepentí en cuanto observé a Roberta samaquear a Jack.
—Así que has estado ganando dinero. ¿Cuánto tienes?
Casi podía ver el símbolo del dólar en los ojos de Roberta. Todo era dinero para ella.
—Nada, no tengo nada —respondió de mala gana. Con un movimiento diferente, logró zafarse del agarre que Roberta tenía sobre su capucha. En cuanto estuvo libre tomó mi mano. Su mirada era una preocupada y asustada a la vez, pero sabía que no era por Roberta. Había algo más—. Necesito hablar contigo —susurró.
Y yo necesito hablar con él, pero no tuve tiempo de decírselo.
—¡Eres un insolente, igual que todos los demás! —se quejó Roberta—. ¿Qué habré hecho para merecer a estos chiquillos idiotas?
Se escucharon quejas en todo el comedor. Ninguno podía creer que Roberta sea tan estúpida. ¿Se cree que ella la está pasando mal con nosotros? La anciana esa no tiene ni una pizca de vergüenza.
Cómo quisiera lanzarle uno de los huevos de Conejo.
—Bianca —llamó Jack, su voz me sacó de mi trance asesino—. Ha habido un problema.
—¿Qué pasó?
Nuevamente, antes de que pudiera decirme algo, Roberta nos llamó la atención. Ella no iba a dejarnos en paz, no hasta que se encargara de decirle a Jack todo lo que tendría que hacer de aquí en adelante.
—¡Bianca y Jack! Los dos vienen conmigo ahora mismo —ordenó.
Roberta me jaló del brazo y a Jack de la capucha. Él se tropezó un par de veces, así que traté de ayudarlo a mantener el balance. No es como si Roberta nos estuviese llevando a otro mundo, nos dirigió a su dormitorio, que estaba a poca distancia del comedor.
Una vez adentro, empezó a gritar como si no hubiera un mañana. No tiene sentido repetir todo lo que nos dijo. Lo más resaltante es que Jack tendría que «trabajar» con Abel y León en el taller. Lo que ella no sabes es que Jack no hará nada de eso, se va a ir antes de que lo puedan explotar.
Cuando nos dejó libres y con eso me refiero a que nos dijo que teníamos que hacer los deberes de la casa antes de ir a nuestros respectivos «trabajos», le dije a Jack que me siguiera. Aún escuchaba bulla en el comedor y cocina, por lo que especulaba que todos estaban ahí. Necesitaba conversar con Jack en privado, el único lugar que se me vino a la mente fue mi cuarto en el segundo piso. Al entrar a ese, me alegré de que estuviera vacío.
—Majin Boo es peor de cerca —se quejó Jack, mientras se dejaba caer en mi cama, dudaba que supiera que esa me pertenecía.
Asumí que, con Majin Boo, se refería a Roberta, así que no lo cuestioné por eso.
Asentí cansadamente. Roberta es todo un drama. —Lo sé y, te daría la bienvenida a mi mundo, pero sé que no te vas a quedar mucho tiempo.
Me senté a su lado, en cuanto lo hice, él se incorporó para encararme. Tenía una expresión seria.
—No estoy seguro de eso.
Arqueé una ceja, estaba confundida por esa respuesta. —¿Por qué? ¿Acaso has decidido que la vida en un orfanato es mejor que la vida con guardianes? —me burlé, quería tranquilizar el ambiente, pero no lo logré.
Jack tapó su boca, pensando en cómo decir lo que tenía en mente. Luego relamió sus labios, esa acción me distrajo, pero volví en sí cuando habló. —Bianca, no tengo poderes.
Eso no tiene sentido.
—¿De qué hablas? ¿Cómo que no tienes poderes?
—Luego de la batalla contra Pitch, desperté en algún lugar de Borja —contó—. No sabía quién era, ni dónde estaba. Estaba desorientado, nadie hablaba conmigo y pensé que estaba loco. Es como si no existiera, pero las personas podían verme.
» Estuve así mucho tiempo, Bianca. Por fin recordé quién era hace dos días. No sé cómo, pero los recuerdos de todo lo que sucedió llegaron a mí. El problema es que no tengo poderes y mi apariencia ha vuelto a ser la que tenía cuando era humano. Y creo que por eso los demás pueden verme.
Me quedé estupefacta. ¿Un mes sin saber quién era? Y yo pensaba que habían decidido olvidarse de nosotros.
—Cuando recordé, lo primero que hice fue buscarte. Creí que te encontraría en la casa de Jamie, pero estaba vacía. Mi siguiente opción fue venir aquí, pero las calles de Borja son muy confusas y me perdía entre tanto callejón. Roberta me encontró cuando estaba por llegar acá. Por mi apariencia, asumió que yo era un huérfano y ahora estoy aquí.
Quiero ayudarlo, pero no sé cómo hacerlo. No tiene poderes, lo que quiere decir que no puede volar al taller de Norte y pedirle ayuda. A menos de que Norte no esté allá.
—Entonces, tampoco sabes qué sucedió con los demás guardianes.
—No —la desolación con la que dijo esa simple palabra me rompió el corazón. Odiaba verlo triste y vulnerable, Jack siempre es un bromista y está alegre o fastidiando a todos, jamás está cabizbajo.
Acaricié su mejilla. Su mirada había estado perdida hasta que sintió el tacto e, inmediatamente, se fijó en mí. Podía notar el miedo en sus ojos, pero también lujuria. El brillo en sus ojos era igual, sin importar el color de estos. Su sonrisa también era la misma.
—Lo único bueno es que te encontré, Bianca.
Sentir sus labios sobre los míos era lo que necesitaba desde hace semanas. Un mes sin vernos había provocado que este beso sea urgente, lleno de necesidad, necesidad de tenernos cerca. Sus manos rodearon mi cintura, alzándome y sentándome sobre su regazo, todo sin perder el contacto de nuestros labios. Mis dedos jugaron con su cabello castaño, la suavidad de este seguía siendo la misma. Mordió mi labio inferior y gemí ante la acción. Aprovechó eso para deslizar su lengua dentro de mi boca. Sus manos acariciaron la piel expuesta sobre mis jeans, el ambiente se había tornado caliente. Había necesitado sus caricias, no puedo creer que hayamos pasado un mes separados.
—¡Bianca!
El grito de Michelle y los sonidos de sorpresa que lo acompañaron nos hicieron separar. Me deslicé fuera del regazo de Jack, sentándome en la cama. Estaba agitada, por lo que no podía decir ninguna palabra sobre lo que acababa de suceder.
En el cuarto se encontraban Abel, León, Michelle, Martha, Sabrina y Paul. Estos últimos son los mayores después de nosotros y en el último mes han estado metiéndose en los asuntos que, hasta el año pasado, nos concernían a nosotros cuatro. Habían empezado a madurar y estaba feliz por eso, pero no porque nos encontraran a Jack y a mí en una posición como esta.
—Creo que merecemos una explicación —Michelle estaba con los brazos cruzados y me miraba con una pizca de humor en sus ojos, aunque su postura decía todo lo contrario.
Michelle sabe que yo jamás besaría a alguien así porque sí, pero debía mantener esa postura reprobatoria frente a los demás. Estoy segura de que después me haría un interrogatorio sobre Jack. No estaba segura sobre qué debía inventar. Tal vez solo debería decirle que me gusta el supuesto jardinero del señor Bennett. Eso es tan raro.
—¿Explicación? —repetí.
—Sí, ¿quién es él? —preguntó Paul apuntando a Jack. La molestia en su voz no pasó desapercibida por nadie.
—No puedo creer que estés besando a alguien desconocido —me reprendió Abel. Él sí parecía decepcionado de mí.
—Soy Jack Frost —se presentó él. Se puso de pie y extendió su mano hacia Abel, mi amigo la miró con desconfianza y luego la tomó. Por la mueca de Jack, sé que Abel apretó su mano demasiado fuerte. Aun así, Jack no se quejó.
—¿Te llamas igual que el de la película? —preguntó Martha. Ella lo miraba con interés, pero no como si le atrajera, sino porque era raro ver a alguien nuevo, menos un nuevo que esté besándome.
—No, es un apodo —mentí. No podía decirles que sí era igual que el de la película, ya que no tenía sentido alguno—. Como son igual de pálidos, le dicen así, pero en verdad se llama Jack Fro-Frontela.
—¿Frontela? —cuestionó León. Sé que él recordaba bien a Jack y que lo reconocía.
Hasta ahora había evitado su mirada, podía ver el dolor en su rostro, me sentía mal por ser la responsable de eso. No quería que León me odiara porque me gustaba Jack. No es mi culpa, simplemente pasó.
—Sí, ¿no habías escuchado ese apellido? —No es como si Jack esperara que León respondiera. Esa pregunta la había soltado más como una amenaza, para que no dijera quién era él realmente.
—Admito que existen apellidos bastante extraños —fue la respuesta de León.
—¿Hace cuánto salen? —preguntó Sabrina. Ella no despegaba los ojos de Jack, a diferencia de Martha, Sabrina sí veía con gusto a Jack. No pude evitar sentir celos. Acaba de vernos besándonos, ¿por qué es tan descarada?
—Comienzos de año —respondió Jack, rodeó mi cintura y su mano descansó sobre mi cadera.
Ni siquiera me dio tiempo de pensar una respuesta y él lo había dicho como si nada, como si en verdad hubiésemos salido desde esa fecha. Pero no, jamás hablamos de eso.
Al ver que me había quedado inmóvil. Jack, mi «novio», aparentemente, posó un beso sobre mi cien. —¿No es así?
¿Por qué está haciendo esto?
De todas formas, se va a ir en cuanto regresen sus poderes, bueno, si es que regresan y sé que lo harán. El mundo no puede estar sin Jack Frost.
HE ESPERADO SIGLOS PARA QUE LOS niños empiecen a creer en mí y así puedan verme. Cuando me volví guardián, los primeros en creer en mí fueron los del grupo de Jamie. Luego, poco a poco me vieron algunos niños más, pero jamás fueron muchos. Ni siquiera cien niños en el mundo creen en mí. Ahora, no puedo creer que la razón por la que nuevos niños me ven es porque soy algo así como un humano. Ya no tengo poderes y, de no ser por Bianca estaría totalmente perdido.
No recuerdo exactamente cómo sucedieron las cosas luego de la batalla que tuvimos contra Pitch. Sé que todos entramos a la niebla, pero luego todo está en blanco. Tuve la sensación de que todo a mi alrededor se desvaneció y como si la vida en sí dejara de tener sentido. Al despertar, me encontraba en lugar desconocido, claro, en ese momento para mí todo era nuevo, porque no recordaba quién era yo.
Por varios días estuve deambulando por Borja, me sentía como un pez fuera del agua. No encajaba entre todos y sabía que yo debía hacer algo, solo no sabía qué. Hice muchas cosas para sobrevivir, entre ellas robar, pero era eso o morir de hambre. Una mañana, al despertar, recordé todo.
Yo soy Jack Frost.
Ese fue el primer pensamiento que vino a mi mente, luego, los acontecimientos de toda mi vida me golpearon demasiado rápido. Cuando por fin me di cuenta de que no tenía poderes entré en pánico, mi cayado no estaba y, noté que mis ojos y cabello eran tal cual cuando era humano. No encontraba sentido a esta nueva situación, pero debía resolver el problema en el que me hallaba, principalmente porque no sabía dónde estaban los guardianes y Bianca.
Sabía que estaba en Borja, las calles se me hacían conocidas, pero no encontraba bien mi camino por ellas. Busqué a Bianca por dos días, tenía la esperanza de no solo encontrarla a ella, sino a los guardianes, pero no tuve suerte. La arena de Sandy no aparecía por las noches y no tuve la suerte de toparme con las haditas de Tooth y estaba preocupado. La Aurora Boreal no había sido activada en todo ese tiempo y no estaba seguro de si era porque todo estaba bien o porque los demás se encontraban en las mismas condiciones que yo.
Busqué el orfanato y la casa de Jamie. En el segundo no había nadie y, antes de encontrar el orfanato, Snorlax me halló a mí.
Ahora estoy en el orfanato de mierda, tal como lo llama Bianca.
Bianca.
Si no fuera por ella, me sentiría terrible. Lo único que me ayuda a sobrellevar mi nueva condición es ella. De hecho, siento que estoy donde debo estar. El único problema son los demás habitantes del orfanato, no solo lo digo por Jabba The Hut y Jaffar. Es decir, los huérfanos que son mayores son una pesadilla, mientras que los niños son geniales.
Sé que a León le gusta Bianca, eso ha ocasionado que solo tenga una mueca de disgusto cada vez que me ve, ahora bien, lo que él piense me tiene sin cuidado, son los demás los que me preocupan. El resto me mira con odio, como si yo les hubiese hecho algo terrible y, no he hecho nada. Solo dije que salía con Bianca, pero ellos me observan como si estuviese cometiendo un pecado mortal. No sé si es porque prefieren a León o por si sienten que les estoy quitando a su «hermana postiza».
Abel, quien es el mejor amigo de Bianca, no deja de meterse conmigo. Me mira con desconfianza y más de una vez ha apartado a Bianca de mí. Pensaría que le gusta si no estuviese seguro de que está enamorado de Michelle. Lo bueno es que, en los últimos dos días, Abel se ha vuelto más civilizado y ya no me separa de Bianca cuando nos encuentra juntos.
—Los humanos son peores que hace unos siglos —susurré a Bianca. No quería que mi queja la oyeran todos, en especial cuando estábamos cenando.
—No seas así —me reprochó, Bianca tenía una mueca de disgusto—. Has llegado de la nada y les has dicho que tenemos una relación.
—¿Qué otra cosa más les podía decir? Fuiste tú la que se me abalanzó cuando entré por esa puerta —alcé una ceja y le mostré una sonrisa pícara. Puedo recordar cuando me abrazó ese día y cuando nos besamos después.
Sí, fue un buen reencuentro.
—Habías desaparecido por casi un mes —acotó.
—Eso no fue por mi culpa —y desgraciadamente no sé quién fue el responsable.
Desvió la mirada hacia su comida, la había hecho enfadar. —Bueno, entonces lamento haberme puesto feliz de verte.
—No te recientas. Me agradó mucho el abrazo de bienvenida —rodeé su cintura, acercando mi cuerpo al de ella, para poder susurrarle unas palabras al oído—: Y, también el beso que nos dimos en tu cuarto.
Sentí cómo mi comentario la hizo estremecerse. Me encanta hacerla sentir así, que mis palabras tengan efecto en ella. Vi que, trataba de oprimir una sonrisa, no quería que me diera cuenta de las sensaciones que le trasmitía.
—Eres hermosa cuando te sonrojas —mis labios rozaron el lóbulo de su oreja cuando dije esas palabras. Luego, antes de que alguien notara nuestro comportamiento, me enderecé en mi asiento.
—Te odio —murmuró.
Traté de reprimir la risa, pero no pude. Su cara estaba completamente roja y adoro ver ese rubor en sus mejillas y orejas.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Félix, el palo con patas. Desde que llegué al orfanato, él no ha dejado de mangonearme, se creía superior a mí. Si tan solo tuviera mis poderes, le lanzaría un rayo de hielo.
—Tu cara —contesté.
Todos los niños empezaron a reírse, pero cuando vieron la cara que él puso se detuvieron. Lo admito, Jaffar puede parecer intimidante, pero a mí no me da miedo. Lo único que siento por él es repugnancia. No entiendo cómo pueden existir personas como él y Majin Boo.
Félix inmediatamente se puso de pie, observándome con deje de «superioridad», como si eso lo hiciera parecer más amenazante. —Te crees muy listo, ¿no? ¿Sabes lo que les hacemos a los que se creen muy listos?
Me encogí de hombros. —No, tampoco me importa. Así que no te molestes en decírmelo.
Notaba que Bianca estaba tensa, así que coloqué una mano en su muslo para tranquilizarla. Seguí comiendo, sin darle importancia a las amenazas vacías de uno de los encargados del orfanato. No tenía ganas de seguir discutiendo.
Estaba tan distraído por la comida y por el contacto que ahora tenía sobre Bianca, que no me percaté de la presencia que se encontraba detrás de mí. Bianca apretó mi mano y alcé la vista. Sus ojos estaban abiertos como platos, observándome con temor. Fue ahí cuando escuché a Félix.
—Sígueme —ordenó.
—Es nuevo Félix, déjalo pasar por esta vez —pidió Bianca. Jamás la había visto tan asustada. Ni siquiera cuando nos encontramos con Pitch. De hecho, me atrevo a decir que Pitch nunca ha hecho que Bianca tuviera tal expresión.
—¿Quieres tomar su lugar? —podía ver la lujuria en los ojos de Félix y odiaba que viera a Bianca de esa manera.
Sobre mi cadáver.
—¡No! —respondí tan rápido que me atoré.
No tenía idea de lo que este hijo de puta quería hacer, pero no iba a permitir que tocara a Bianca. Ni hoy, ni nunca.
—Entonces camina, mocoso. —Tomó mi brazo y me arrastró afuera del comedor. Él era más alto que yo y por eso se creía mejor. Me llevaba con el mínimo esfuerzo hacia la habitación de Roberta.
—¿Qué diablos quieres? —le pregunté una vez que estábamos fuera de vista. Traté de zafarme, pero el agarre que tenía sobre mí era demasiado fuerte. No entiendo de dónde saca esa fuerza, ¿será de flaqueza?
—Entra —su voz era autoritaria.
Le hice caso, porque estaba seguro de que, si yo no lo hacía, él iría por Bianca y esa no era una opción. Dentro del cuarto de Roberta, había una puerta que resaltaba de las demás, no es porque fuera de un color diferente, tal vez era porque se veía desgastada. Él la abrió y ambos ingresamos. Bajamos por unas escaleras muy estrechas, me di cuenta de que estábamos en el sótano.
—Aprenderás a no meterte conmigo.
Ahí se encontraba Roberta, quien me miraba con una mezcla de odio y fascinación, en sus manos tenía un...
Mierda.
Editado: 25/06/18
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