CAPÍTULO 19
—¡SUÉLTAME JACK! —GRITÓ—. TE ordeno que me bajes ahora mismo. Aún tengo la espada y no dudaré en usarla.
No me molesté en responder. Debía cruzar el portal antes de que desapareciera, así que me apresuré. Bianca no dejaba de quejarse. Aun cuando lo traspasamos, ella seguía pataleando, por suerte no había tratado de apuñalarme con la espada.
Una vez en el taller, noté que todas las luces estaban apagadas. No podía ver a ninguno de los niños y tampoco a los guardianes. Me preguntaba si todo había sido una trampa, tal vez los humanoides habían tomado el taller y los tenían a todos encerrados. Aunque era poco probable, en tal caso, Manny ya hubiese hablado conmigo.
—Me bajarás ya o ¿qué? —me reprochó Bianca.
Sabía que, si no le hacía caso ahora, seguiría fastidiándome por un buen tiempo. Así que la bajé de mi espalda y luego ella me golpeó en el brazo, justo donde tenía la herida.
—¿Por qué hiciste eso? —pregunté sobando el lugar dañado, aún estoy convaleciente. Bianca, no tiene compasión por nadie. Sí, ella también tiene la mano vendada, pero no me golpeó con esa.
—Agradece que no use esta espada, Frost —gruñó—. La próxima vez no seré tan condescendiente.
Rodé los ojos. —Como tú digas.
Recogí mi cayado del suelo y caminé por el salón del globo. En esta época del año era de noche en el polo, es por ello que la única luz que entraba era la de la luna. Llamé a los guardianes y a los niños, pero no escuché ninguna respuesta. Giré hacia Bianca para pedirle que viniera conmigo a recorrer el taller, ya que no planeaba dejarla sola por si los humanoides aparecían. Pero, cuando hice eso, sentí que algo me tomó de las piernas, por lo que terminé colgando de cabeza, solté mi cayado en el proceso. Mi sudadera estaba cubriendo parte de mi cara, así que no podía divisar lo que me tenía colgando. Luego, pasó lo peor, alguien vertió sobre mí una cubeta de agua hirviendo.
Puedo soportar muchas cosas, pero todo lo que tenga que ver con el calor, me mata. ¿A quién se le ocurre usar agua hirviendo? ¿Los humanoides averiguaron mi debilidad?
—¡Esto es por llenar mi cuarto de nieve! —gruñó Norte. Él estaba de pie frente a mí, aunque lo único que podía ver eran sus botas.
¿Qué diablos? ¿Encendieron las luces boreales por esto?
Me siento completamente usado.
—¿Estás loco, Norte? ¡Me puedes matar! —le grité, trataba de mover mi sudadera fuera de mi cabeza para mandarle una mirada llena de rencor. Sí, le hice una broma, pero no lo quemé con agua infernal.
—¿Tú crees que una avalancha de nieve no podría matarme a mí? —rebatió—. Los yetis estuvieron sacando la nieve hasta hoy en la mañana. He tenido que quedarme en la madriguera de Conejo todo este tiempo, ya que tu nieve pasó por las tuberías y llenó todo el taller.
Alcé las cejas en sorpresa, jamás pensé que algo así sucedería. Estoy orgulloso de mí mismo. —¿De verdad? —empecé a reír a carcajadas—. Mi broma salió mejor de lo que pensaba.
Noté el ceño fruncido de Norte, lo cual significa que está verdaderamente molesto conmigo. Bueno, regresaré a la lista de los que se portan mal.
—Phil, lánzale más agua hirviendo —ordenó él al líder de los yetis.
Al oír la palabra «hirviendo» casi me da paro cardiaco. No soportaría que me lancen otra cubeta de esas. —No, por favor. Me puedes matar, en serio.
—Pues a mí no me importa —esa era la voz de Conejo. ¿Por qué tenía que estar él aquí? No tengo ganas de ver a Bugs Bunny. La dirección de su voz provenía detrás de mí, por ello noté que él era quien me tenía cogido de ambas piernas.
Detesto a ese maldito animal mutante.
Lo peor de todo es que, antes de que yo pudiera decirle algo, me lanzaron más agua hirviendo. Me dolía cada parte de mi cuerpo. Podía sentir que las vendas que tenía se estaban desenrollando.
—¡Pero yo a ti no te he hecho nada! —le grité a Conejo. Si hubiese querido, habría llenado su madriguera de nieve, pero he sido lo suficientemente considerado como para no hacerlo... aún.
—Es por todo lo que me puedes hacer en el futuro —¿habrá leído mis pensamientos?—y también porque me gusta verte sufrir. Y por la Pascua del 68.
Me froté la cara para quitarme el agua que estaba ahí. No podía ver bien con el agua chorreando por mis ojos. Me preguntaba hasta cuándo pensaban torturarme.
En ese momento, Tooth se acercó volando hacia mí. Ni siquiera había notado que ella estaba acá. —Lo siento, Jack, pero no me dejaron intervenir —se disculpó, parecía verdaderamente preocupada. Luego, empezó a observarme de arriba abajo... o ¿de abajo a arriba? Es decir, yo todavía seguía de cabeza—. Wow... has estado haciendo abdominales, ¿verdad?
No entendí a qué venía la pregunta, pero era cierto, he estado trabajando en mí últimamente. Así que, simplemente, asentí.
—Apuesto a que has estado rompiendo corazones —dijo con una sonrisa en el rostro.
En realidad, no necesariamente... porque las chicas no me ven, excepto por Fay y Bianca. Bianca. Había olvidado que ella estaba acá, el agua hirviendo me tenía distraído. Vi por detrás de Norte, donde ella estaba de pie, observándome detenidamente. Formé una sonrisa en el rostro cuando nuestras miradas se cruzaron; ella inmediatamente apartó la vista, pero podía notar ambas mejillas sonrosadas.
«Así que te gusta lo que ves», lo habría dicho en voz alta para que ella se sonrojara aún más, pero con todos los guardianes aquí, decidí que no era buena idea.
Entonces, me di cuenta de que Bianca me estaba viendo flotar en el aire y no ha gritado del susto. Tal vez las cosas extrañas ya no le afectan tanto y por eso decidió que era mejor observarme mientras estoy en esta posición.
¿Sabes Bianca? Deberías estarme ayudando, en lugar de estar contemplándome.
¿A quién trato de engañar? No me molesta que me vea.
Escuché risitas a lo lejos. Luego, aparecieron Jamie y Sophie. La segunda corrió hacia Conejo y, el primero fue hacia Norte, ambos se veían muy emocionados por estar aquí. No cualquier niño tiene la oportunidad de visitar el Taller de Santa Claus. De hecho, ningún niño tiene esa oportunidad.
Conejo, al ver a Sophie, se puso tan contento que me dejó caer de cabeza al suelo. Debido a que los niños estaban acá decidí no mandarlo a la mierda, pero más tarde me las pagaría. Me está haciendo quedar mal enfrente de Bianca.
—Jack, ¿me puedes decir qué hacen ellos acá? —pidió Norte. Él había cargado a Jamie, luego señaló a Bianca detrás de él, por fin se había dado cuenta de que ella estaba acá—. Y, ¿por qué está esa chica ahí parada?
Cuando estuve de pie nuevamente, recogí mi cayado. Inmediatamente me sentí mejor. —Es una larga historia —respondí encogiéndome de hombros.
Antes de que Norte pudiera reprocharme por la situación, Bianca dio un paso al frente, estaba nerviosa. —Jack, ¿puedes dejar de hablar sólo?
Flashback a cuando le dijo lo mismo a Jamie. Ahora sé cómo se sentía el pobre niño.
—No estoy hablando sólo.
En serio, esta situación es como volver a comenzar todo de nuevo. Bianca es una persona demasiado difícil cuando se trata de creer en cosas sobrenaturales... ¿qué tan difícil puede ser? Ok, sé cuál es el punto, pero existimos. Supéralo Bianca.
Di un paso hacia ella, al menos ella no retrocedió. —Los guardianes están aquí. ¿Recuerdas quiénes eran? —Decidí que era mejor responder por ella, ya que Bianca estaba estupefacta, como si le hubiera cacheteado por decir que los guardianes estaban ahí cuando ella no los podía ver—. Santa Claus, el Conejo de Pascua, el Hada de los dientes y Sandman.
Frotó su cien, claramente cansada de seguir con esta situación. —Sí, Jamie ya me habló sobre ellos. —Sus ojos se posaron en mí antes de decir lo siguiente, era una advertencia—: No tengo intenciones de escuchar más.
—¿Qué te cuesta?
Se cruzó de brazos, dando un paso hacia atrás. —Aun me queda orgullo y no pienso perderlo al tratar de creer en seres mitológicos.
Ella parecía ofendida, pero no se da cuenta de que, a quienes ofendía, era a nosotros, los guardines.
—No vas a perder... —me detuve en medio de la oración. Esta conversación ya la ha tenido conmigo y con Jamie. Esto es estresante—. En algún momento tienes que haber creído en ellos —traté de ir por otra ruta—. ¿Qué pasó para que dejaras de creer?
Soltó una risa sin humor antes de responder—: Oh, no lo sé. Tal vez... ¿maduré?
Norte le hizo una señal a Phil para que se lleve a Jamie y Sophie. Él sabía, tanto como yo, que esto se iba a complicar. En especial porque Bianca aún no había dicho nada al vernos a los tres flotar.
Cuando los niños se fueron, continué hablando con ella. —Tiene que haber alguna razón además de esa. Yo te estoy diciendo que son reales.
—¿A dónde fueron los niños? —preguntó, dando un paso al frente para seguirlos, pero me puse delante de ella.
—Ellos están bien, confía en mí. —Bianca me observó, asintió y retrocedió—. Dime, por favor, ¿qué sucedió? ¿Por qué dejaste de creer?
Colocó su cabelló detrás de sus orejas y me miró con una sonrisa ladeada. —Ok, ¿quieres saber? Te lo diré.
Por su expresión ya no estaba seguro de querer saber. Los guardianes parecían atentos a lo que ella estuviera por decir. Incluso Sandy se había unido a nosotros.
Bianca dio un paso hacia mí y empezó a contar con sus dedos. —Uno. Santa Claus jamás me trajo un regalo y, en verdad, ni siquiera importa, pero ya sabes... es la esperanza de un niño eso de recibir un maldito regalo en Navidad y que el viejo barbudo se coma las galletas y la leche.
La expresión de Norte se entristeció. —¿Nunca recibiste nada? —Trató de posar una mano sobre el hombro de Bianca, pero la traspasó. Repetí la pregunta de Norte para que ella pudiera responderle.
—Solo de mis papás, antes de que... —Suspiró y luego agitó su cabeza, como si quisiera olvidar lo que estaba pensando—. Dos. El Conejo de Pascua. No sé qué decirte. Nunca celebré la Pascua tratando de buscar un huevo por ahí escondido... y sé que quienes trataron, no encontraron nunca uno. Créeme, Abel estaba decepcionado.
—¡¿Qué diablos?! ¿Escucharon eso? —Conejo se acercó a nosotros saltando—. Siempre escondo los huevos de pascua. Siempre.
Bianca, por supuesto, no lo escuchó, así que siguió hablando. —Tres. El Hada de los Dientes. Yo creía en el Ratón de los Dientes. Claro, eso fue hasta que, un día, vi a mi mamá sacar el diente de abajo de mi almohada y dejar una moneda en su lugar. Un mes después encontré la caja donde guardaba los dientes que se me salían. Así que... sí, fue un sueño destruido.
—Eso no puede ser —Tooth sonaba muy triste.
—¿Sandman? —pregunté. El aludido esperó atento la respuesta de Bianca.
Antes de responder, ella suspiró. Lo que significaba que estaba cansada de explicar estas «trivialidades». —Cuatro. No tengo idea de quién es ese tal Sandman. Jamás escuché hablar de él hasta que Jamie lo mencionó el otro día. —Sandy formó un signo de interrogación sobre su cabeza.
Norte caminaba de un lugar a otro, mientras hablaba consigo mismo. —Es imposible que ninguno de nosotros haya llegado a ella... esto no puede ser.
—Bianca —la llamé—. Ellos están aquí, escuchando todo lo que dices... y están sorprendidos. ¿Podrías hacer el esfuerzo de creer en ellos?
TRATABA DE COMPRENDER POR QUÉ era tan importante que crea en esos seres llamados guardianes. No tiene sentido alguno. Se supone que todos ellos son solo cuentos que sirven para hacer películas y libros. Eso es todo, no importan para nada más. Tal vez, incluso para hacer algún fanfiction; por Michelle he escuchado que esos son populares.
Por desgracia, los brillantes ojos azules de Jack, no me dejaban, así que me sentía presionada por creer en estos seres mitológicos.
A ver... haré un esfuerzo. Creer en ellos. Vamos, Bianca, tú puedes. Eso es obviamente una de las cosas que tienes en tu lista de pendientes. La número 35 es «Creer en los guardianes de los que te habla Jack». ¡Qué va! ¿Cómo voy a, simplemente, creer en todos los cuentos de los niños? Esto se me hacía imposible. Ya estoy creyendo en Jack, eso me basta y sobra.
—Confía en mí, Bianca —pidió.
Lo peor de todo es que ahora sí confío en Jack. Gracias a él Jamie regresó. Por ello le estaré eternamente agradecida. Así que, supongo que puedo hacer el intento de creer en los guardianes.
Aquí voy...
Cerré mis ojos y tomé una bocanada de aire. Lo primero que hice, fue imaginar al típico Santa Claus que sale en las películas de niños. Luego, imaginé a un tierno conejo con huevos de colores en una canasta. Imaginé a un hada como Campanita, pequeña y estresante, pero linda a la vez. Finalmente, traté de imaginar a ese tal Sandman, lamentablemente no tenía ningún recuerdo de él, ni siquiera de películas, así que fui más racional al imaginarlo. «Sand» significa arena en español y «man» es hombre. Así que pensé en un hombre de arena.
Eso tendría que servir, ¿no?
No sé qué esperaba con todo eso. La imagen de esos cuatro seres en mi cabeza era perturbadora. Pero si todos decían que eran reales, debía hacer el intento. Además, ¿qué es lo peor que puede pasar? Si no los veo, me van a dejar en paz, porque hice el intento. Y, si sí los veo... estaré jodida.
Dejé soltar el aire y abrí mis ojos. Esperaba ver a Jack ante mí, pero no. En su lugar estaba un señor demasiado alto, Usaba ropa extraña con tonalidades rojas y negras. Sus grandes ojos azules llamaban la atención, al igual que la larga barba blanca que se extendía hasta la mitad de su torso. Me pregunté si él era Santa Claus, es decir, solo con la barba podría uno pensar que lo es. A menos de que sea Dumbledore.
Desvié la mirada de él, ya que me estaba poniendo incómoda. Al hacerlo, noté a una mujer. No, una mejor descripción es decir que es una mujer mitad pájaro. Su cuerpo estaba cubierto de plumas de varios colores, pero el que predominaba era el verde. Tenía alas, las cuales se movían tan rápido como las de un colibrí.
Al lado de ella, se encontraba un hombre pequeño. A diferencia de ella y del señor de barba blanca, él estaba cubierto de arena dorada. Brillaba bajo la luz de la luna, era cautivante. Tenía una expresión encantadora en el rostro. A simple vista, parecía alguien agradable.
Escuché un ruido a mi lado izquierdo. Inmediatamente giré, pero me quedé estupefacta al observar a la criatura frente a mí. Cuando reaccioné, sé que parecía otra persona.
—¡Oh mi dios! ¡Eres lo más hermoso que vi en mi vida! —grité mientras me acercaba a una criatura mucho más alta que yo. Parecía un conejo gigante, tenía grandes y hermosas orejas. Sus ojos eran verdes, como una piedra preciosa. Es lo más adorable que existe, es por ello que no me resistí y le rasqué detrás de las orejas. En respuesta, él empezó a mover su pata—. ¡Qué tierno eres!
Me di cuenta que, detrás de este bello conejo, se encontraba Jack y él estaba viendo al conejo con el ceño fruncido. Tenía los brazos cruzados y casi podía ver humo salir de su cabeza (como si fuera una caricatura), por alguna razón estaba molesto. De todas formas, no me importaba, así que seguí haciéndole cosquillas al conejito.
¡Es tan adorable!
—Creo que es hora de que dejes al canguro en paz —gruñó Jack. Se estaba acercando a nosotros, aún permanecía su ceño fruncido.
—¡No me llames canguro, mocoso! —vociferó el conejo gigante. Me tomó desprevenida que él pudiera hablar, pero, bueno, estamos en una situación donde cualquier cosa es posible.
Aun así, me vi preguntando—: ¿Cómo es que puedes hablar?
—¿Cómo es que tú puedes hablar? —refutó. Una mirada de suficiencia estaba implantada en su rostro.
—Porque soy un ser humano —respondí. No sabía qué más decirle, era obvio. Él es un animal, un adorable animal, pero eso es lo que es.
—No soy un simple animal. —Por un momento pensé que estaba leyendo mis pensamientos, pero me di cuenta de que sólo fue una coincidencia—. Creo que es eso lo que está pasando por tu cabeza —añadió, mientras colocaba una de sus patas sobre mi cabeza.
Estaba maravillada. Un conejo gigante que habla. —¿Me podrías decir quién eres?
Una sonrisa se formó en su rostro. —Creo que eso ya lo dedujiste.
Sí, lamentablemente lo hice.
—Eres el... —sé que me voy a arrepentir de todo esto—, ...Conejo de Pascua.
—Así es. —Se enderezó en su lugar e infló su pecho. Claramente estaba muy orgulloso de sí mismo.
Es un conejo vanidoso, pero es tan tierno que puedo dejarlo pasar. —Eres tan diferente a lo que imaginé —admití—, pensé que serías un conejito barrigón y no un conejo versión Rambo.
Cuando mencioné a Rambo, él movió sus orejitas como si no me entendiera, de hecho, creo que no entendió. En verdad, este conejo es de lo más tierno del universo. —¡Eres tan adorable! —Volví a hacerle cosquillas detrás de las orejas.
Él empezó a retorcerse por las cosquillas. Sé que disfrutaba la atención, en ese sentido se parecía a Jack. Hablando del rey de roma, él me separó del conejo cuando vio que estaba haciéndole cosquillas otra vez.
—Creo que ya es suficiente —gruñó.
Me solté del agarre que había impuesto en mi brazo y lo encaré. —¿Cuál es tu problema?
—Nada —replicó—. Lo que pasa es que hay temas más importantes que debemos tratar.
Esta vez, el señor alto que parecía ser un Santa militar, habló—: Así es, como el hecho de que estos tres jovencitos estén aquí.
—¡No! Lo importante aquí es que yo no tenga sus dientes. —La mujer pájaro se acercó a mí con unos pajaritos. Eran como ella, pero en miniatura. Sin poder darme tiempo a reaccionar, ella había abierto mi boca y estaba inspeccionando mi dentadura.
Qué incomodo...
—¿Aun tienes tus dientes? ¿Me los puedes dar? ¡Oh! Soy el Hada de los Dientes. Me puedes llamar Tooth, estas son mis ayudantes. Él que está un poco gruñón hoy es Norte, tú lo conoces como Santa. El chiquitín de allá es Sandy. Y, bueno, al que adoras es Conejo. ¿Cómo te llamas tú?
Ok, es demasiada información para procesar en tan poco tiempo. No se demoró ni 10 segundos en decir todo eso... literalmente.
—Tooth, estás hablando demasiado rápido —le regañó Jack—. Ella se llama Bianca.
Él se acercó a mí y sacudió mis hombros. Trataba de hacerme reaccionar, pero yo aún seguía tratando de recordar lo que ella me había dicho.
—Ya, ya déjame. Me vas a marear —le reproché.
El Hada de los Dientes, o, como había dicho ella, Tooth, se acercó a mí nuevamente. —Lo siento, a veces hablo muy rápido... en especial cuando tengo muchas preguntas y...
—Lo estás haciendo otra vez —le señaló Conejo. Suspiré tranquila, porque no estaba preparada para otro parloteo de esa Hada.
—Ups —se encogió de hombros y se fue a un lado para hablar con sus ayudantes.
Santa Claus aprovechó esa oportunidad para presentarse. —Me llamo Nicholas St. North, pero puedes llamarme Norte. Me da gusto conocerte, Bianca.
—Sí, igualmente.
Luego de la introducción, toda su atención fue a parar a Jack, la expresión de aprecio que mostró hacia mí, cambio completamente al dirigirse a Jack. —¿Por qué los has traído al Polo Norte? Sabes que está prohibido traer humanos.
—¡¿Qué se supone que debía hacer?! —clamó Jack—. Hoy día nos atacaron unas criaturas que parecían seres humanos y eran muy fuertes. Si los dejaba en su casa, podían volver a atacarlos, así que los traje conmigo.
Silencio invadió el... taller de Norte. El primero en hacer algún movimiento fue el hombrecito de arena, quien formó un signo de interrogación sobre su cabeza. Me pregunto si es mudo, es decir, hasta ahora no ha dicho ni una sola palabra.
—Eran una mezcla de colores negro y rojo... cuando los destruías se desintegraban, pero no al instante —explicó Jack con un dejo de asco en la voz. Hablar de esos cuasi esqueletos era desagradable, el solo pensar en ellos me ponía la piel de gallina.
—Y lanzaban armas —agregué. Todos voltearon en mi dirección. Me cohibí cuando tuve toda su atención.
—¿Armas? —repitió el conejo, que, por alguna razón, se llamaba solo Conejo. Pero, no estoy aquí para juzgar.
Asentí. —Las formaban de sus extremidades... hirieron a Jack.
—Pero ya estoy bien —añadió al instante. No fue de su agrado que dijera eso en voz alta.
Norte pidió que contáramos todo lo que había pasado, quería detalles. Así que fue Jack quien lo contó todo, yo simplemente escuché. Incluso mencionó que yo le había salvado la vida y que había decapitado al último de los cuasi esqueletos. Creí que lo omitiría, pero no lo hizo. Lo cual me sorprendió.
—Sabes pelear —señaló Norte. Parecía orgulloso de mí, de que pudiera luchar, pero él no podía estar más equivocado.
Estuve a punto de reírme en su cara, por suerte, mantuve la calma. —No, claro que no. Fue la única vez que he hecho algo así —y espero que sea la última.
—Dicen que tenían colmillos y sus ojos eran rojos —apuntó Norte. Ambos asentimos, había olvidado sus colmillos, estaba tan inquieta por las armas que salían de sus brazos que no me preocupé tanto por lo otro—. Nunca he visto criaturas así.
—Yo tampoco y por eso los traje —aclaró Jack—. No quería dejarlos ahí solos... esas cosas podían regresar.
—Hiciste bien. —Cuando Norte dijo eso me sentí aliviada. No estoy segura del porqué... supongo que es porque es Santa y él se fija quienes han sido buenos y quienes han sido malos.
Sentí que alguien tomó mi mano izquierda. Me di cuenta de que era Conejo, quien analizaba la venda que aún cubría la herida de la espada. —¿Te lo hicieron ellos? —preguntó.
Negué. —Me corté cuando hallé la espada, pero no es una herida profunda.
Él asintió, parecía preocupado. —¡Jack! —gritó, lo cual me hizo dar un brinco en mi lugar—. ¿Acaso no puedes cuidar de ellos bien? ¡No sirves para nada, cubo de hielo!
Su insulto me causó demasiada gracia, reí tanto que me empezó a doler el estómago. —Cubo de hielo —repetí cuando me calmé—. Tu y yo nos vamos a llevar demasiado bien.
Conejo acarició mi cabeza, la sonrisa en su rostro no se borró en ningún momento.
—Ajá, sí —Jack, en cambio, tenía una cara de los mil demonios—. Como sea, ¿por qué prendiste las luces? —Sabía que hablaba con Norte, pero su mirada no se separaba de mí.
—Ah, porque nunca regresaste y te quería dar un castigo —confesó Norte.
Nacieron dos preguntas a partir de eso. ¿Por qué Norte le quería dar un castigo a Jack? ¿Era por eso que le caía mucha agua caliente? Debía de estar hirviendo porque cada vez que le caía a él salía un montón de humo. Frío y calor... no muy compatibles.
—Y se supone que tú eres el maduro aquí —murmuró Jack.
Editado: 27/04/18
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro