Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 1


—¡SANTA CLAUS NO EXISTE! —EL grito de Roberta prácticamente retumbaba por todo el lugar. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano por no taparme los oídos en ese instante.

La miraba fruncir el ceño y, la verdad no lograba entender por qué tenía que decir algo así de cruel. Sí, yo sé que él no existe, soy consciente de ello. Es decir, jamás recibí un regalo en mi vida, al menos no de parte de él, pero ¿por qué decirle algo así a los demás niños? Ellos aún creen en Santa.

—Ahora, pónganse a fregar los pisos —nos ordenó a todos, casi podía ver chispas saliendo de su cabeza. Se dio media vuelta y con sonoros pasos salió de la habitación, cerrando fuertemente la puerta tras ella.

—¿En verdad no existe? —me preguntó la pequeña Mia.

Sus ojos esperanzados me daban algo de lástima. —Él existe, nunca dejes de creer. —Sin embargo, lo que en verdad debí decir es que Santa Claus no existe, pero no podía hacerlo. No seré responsable de romperle la ilusión a un niño.

—¿Vendrá hoy? —La esperanza en sus ojos seguía ahí, ¿cómo decirle que no? Simplemente asentí en respuesta, los niños son mi debilidad.

Esa noche era Navidad, técnicamente noche buena. Y, aquí, en el orfanato tenemos una pequeña tradición. Cada noche buena, luego de que Roberta y Félix «los malditos controladores del orfanato» revisan todos los cuartos y se aseguran de que todos estamos dormidos; nos escabullimos hasta el cuarto de los más pequeños para celebrar la Navidad todos juntos a media noche.

Esta noche no era diferente, cuando dio la hora indicada todos salimos de nuestros cuartos y fuimos a hurtadillas hasta donde dormían los menores del orfanato. Al entrar Michelle, Abel, León y yo (considerados los mayores y responsables del orfanato) notamos que todos ya estaban ahí y con todos me refería a los 20 que vivíamos en este condenado lugar. Esperamos juntos a que dieran las doce de la noche. Nos saludamos, conversamos y contamos historias sobre Santa Claus.

A pesar de que sé que, ninguno de los cuentos infantiles es real, aún me gustan las historias que se cuentan sobre ellos. Están llenas de esperanza y eso es justo lo que los niños necesitan.

León hablaba sobre Santa Clausula, ya saben, la película. No teníamos otras cosas de qué conversar. Los más pequeños no habían visto películas sobre Santa Claus, así que nosotros les contábamos lo que sabíamos sobre él.

Creo que es hora de contarles un poco sobre mí, porque ya voy hablando con ustedes varios párrafos y no tienen ni idea de quién soy. Mi nombre es Bianca Gannett y tengo 16 años, vivo en este maldito infierno desde los 5. Antes de eso vivía con mis padres, pero un lamentable accidente, donde solo sobreviví yo, ocasionó que terminara viviendo en el orfanato, ya que, al no tener más parientes «suerte la mía», no tenía a donde más ir.

Y, ¡aquí estoy! En un orfanato de mierda.

Mi yo pre-orfanato tenía una vida feliz, o al menos eso es lo que recuerdo. Mis navidades eran hermosas y claro que creía en Santa Claus, pero solo en mi corazón. Tenía esta tonta idea de que mis padres eran sus ayudantes y era por eso que tenía mis regalos antes del 25 cada noche buena, pero claramente estaba equivocada, mi infancia fue una mentira total. Al igual que la de cualquier otro niño en este mundo. Pero a cierta edad nos damos cuenta de la realidad y seguimos viviendo.

—Bianca, ¿por qué no nos cuentas la película que viste este año? —Michelle, mi mejor amiga, me dio un codazo en el estómago para llamar mi atención.

Traté de no lanzarle una mirada de reproche, porque estaba siendo observada por los niños y no quería asustarlos.

Este año había visto una película que me había encantado a pesar de no creer en Santa, se llamaba Operación Regalo. Cuando veía películas me olvidaba de la realidad y eso era un buen escape para la patética vida que me ha tocado. Digo patética porque, no solo tengo que estar en este orfanato hasta cumplir los 18 años (cuando por fin seré libre), sino que debo de trabajar para "pagar mi cuota de estadía", al menos es así como el ogro de Roberta lo llama.

Para mi suerte, los trabajos que conseguí eran buenos. Soy mesera de un pequeño restaurante cerca del orfanato. Todos los días trabajo ahí de 8 de la mañana a 4 de la tarde. Luego empiezo a hacer el trabajo que en verdad me agradaba. Cuido niños. Soy una gran niñera y bueno, los pequeños me adoran. Es así como he podido ver Operación Regalo y otras películas. Una de las niñas que cuido se llama Alexia y a ella le encanta ir al cine así que es una ventaja para mí, tengo la oportunidad de visitar el cine de vez en cuando.

—¿Athu viene con Santa? —la vocecita de Ethan me trajo al presente. Él es uno de mis favoritos, tiene tan solo cuatro años y es hermoso, es tan rechoncho que dan ganas de apachurrarlo todo el día. Además, el hecho de que aún hubiese palabras que no pudiera pronunciar tan bien lo hacía más adorable.

Lamentablemente, antes de que yo pudiera contestar, Abel me ganó—: Es solo una película Ethan. —Estoy a punto de golpear al mastodonte de Abel. Y si ustedes hubieran visto el rostro de Ethan en ese momento, lo habrían querido golpear también. La expresión del pequeño me rompió el corazón.

Como a veces decido tomar decisiones apresuradas y no racionales (porque es más interesante y satisfactorio de ese modo) empujé a Abel y éste se cayó de espaldas sobre una de las camas de los niños.

—Lo que Abel quiere decir —lo que este neandertal quiere decir—es que tal vez Arthur solo sale en esa película, pero no es del todo real. Yo creo que Santa Claus es el que viene a visitar a los niños, pero lo hace sin ayuda de nadie.

—¿Y los duendes no van con ellos? —preguntó Mia, haciendo referencia a la película

—¿Qué tal si los esperamos hoy y vemos qué pasa? —sugirió Piero otro de los niños del orfanato.

Esto se va a descontrolar.

Negué. —Claro que no, ustedes ya deben irse a dormir. —Todos los niños hicieron pucheros, pero eso no me afectaba—. Mañana tienen que ponerse a estudiar —les informé mientras tomaba a Mia en brazos y la llevaba hasta su cama, la cual compartía con Diana.

—¿Para qué estudiamos? —preguntó Piero—. Nadie nos va a tomar un examen ni nada de eso.

—No estudias para que alguien te tome un examen, Pierito, estudias para volverte más y más inteligente —respondió Michelle, quien estaba sacando a Abel de la cama de los niños, el muy tonto no se había movido desde que lo empujé.

León, por otro lado, cargó a Ethan en sus brazos y lo dejó en su cama, me encantaba ver esa imagen. León era tan lindo, no sé ni cómo explicarlo, es tierno, bueno, inteligente, gracioso y leal. Es perfecto.

—Deja de mirarlo así, se va a gastar —me susurró Michelle.

—No estoy viendo a nadie —me defendí, aunque ambas sabíamos que estaba babeando por León. Solo espero que él no se haya percatado de ello.

Michelle empezó a reír por mi reacción. A veces pienso que yo soy su payaso andante, no entiendo cómo puede divertirse siempre a mi costa, es decir, tan graciosa no soy. Solo cuando salió de la habitación dejó de reír, ya que no debía hacer ruido al regresar a nuestro cuarto. Nosotras dormíamos en la habitación de chicas que tenían entre 10 y 18 años (literalmente, hay un cartel que dice eso pegado en la puerta del cuarto), solo había cuatro más con las que compartíamos cuarto.

Una vez en nuestro cuarto, empezamos a hablar sobre cómo dejaríamos los regalos en el cuarto de los niños. Siempre esperábamos a que ellos estuvieran dormidos para colocarlos sobre el pie de su cama. Así pensaban que era Santa Claus.

—Entonces —Nuria se acercó a mí, ella acaba de cumplir 12 años, ha estado aquí desde hace dos años—. ¿A qué hora dejaremos los regalos en el cuarto de los niños?

—En una hora ya deben de estar bien dormidos —respondió Michelle, estaba echada sobre su estómago en su cama, mientras leía por millonésima vez Jane Eyre.

—¿Qué consiguieron esta vez? ¿Más juguetes usados? —el tono despectivo de Nuria no pasó desapercibido.

—¿Por qué lo dices con ese tono? —le retó Michelle, había cerrado su libro y ahora observaba a Nuria con el ceño fruncido—. Sabes que no tenemos dinero para comprar algo nuevo.

Este tema de los regalos siempre nos bajoneaba. No podemos comprar cosas nuevas, por lo que recibimos algo así como donaciones. Por ejemplo, Alexia (la niña que cuido) tiene muchos juguetes que no utiliza y me los da a mí para que se los dé a los niños con los que vivo. También, hay veces que las madres de los niños que cuido me dan cosas que ellas mismas no usan y eso lo repartimos entre los más grandes, lamentablemente, este año no se ha dado el caso, así que no tendré regalos, lo cual está bien, no me molesta en absoluto.

—No se peleen —les pedí a ambas chicas que habían iniciado una guerra de miradas—. Nuria, hacemos lo que podemos.

Ella se cruzó de brazos. —Ellos algún día se enterarán de que Santa Claus no es real.

«Bueno, duh.» —Lo sé, pero por ahora debemos mantener a esos niños con la esperanza de que sí lo es. Es lo único que tienen.

A veces no entiendo por qué ella es así.

—A mí no me molesta que me hayan mentido por varios años —comentó Tati—. Me alegraba recibir algo, aunque sea usado.

Tati o Tatiana es un amor, tiene tan solo 11 años, ha vivido aquí por seis y siempre fue muy tranquila, aún lo es. Siempre mira el lado positivo de todo.

—¿Lo ves? —dijo Michelle a Nuria—. Alguien valora lo que hacemos.

Antes de que Nuria pudiera responder, alguien toco la puerta.

Tock, tock, tock, tock... silencio... tock, tock.

Empiezo a creer que no tenemos imaginación alguna.

—¿Lista? —me preguntó Michelle antes de abrir la puerta, asentí, estaba emocionada.

El sonido significaba los chicos habían venido por nosotras para poder repartir los regalos en el cuarto de los niños. Con «los chicos» me refería a Abel y León, los cuatro siempre repartíamos los juguetes a los más pequeños, era algo así como nuestra responsabilidad por ser los mayores en el orfanato. Yo tengo 16 y los demás 17 años.

Observar a los niños dormir me encantaba, se les veían tan pacíficos eran una dulzura. A veces, cuando están despiertos parecen demonios, pero no por eso los quiero menos.

—Esta es la mejor parte, ¿no? —susurró León en mi oído, sentirlo cerca hizo que me estremeciera «pero de una buena manera»—. Parecen unos ángeles.

Giré mi cabeza en su dirección. Gran error. Nos separaban tan solo unos centímetros, podía sentir su aliento. Nuestras miradas no se despegaban del otro y, sabía que él también estaba pensando lo mismo que yo. Un beso sería perfecto, pero era imposible, sería complicado. O al menos eso me digo siempre para no caer en la vergüenza si él me rechaza.

—Bien, tortolos. —Michelle se acercó a nosotros, colocando un brazo sobre el hombro de cada uno de nosotros, el repentino toque nos sacó del trance. Noté que ella tenía una sonrisa burlona en el rostro—.  ¿Vamos a hacer nuestro trabajo como los ayudantes de Santa no autorizados o qué?

Casi había olvidado los regalos. ¿Cómo puede ser que León me haga olvidar todo lo de mi alrededor? Es casi una droga.

Los siguientes minutos repartimos los regalos. Era gracioso ver a Abel caminar de puntitas por el cuarto, tenía muchas ganas de ponerle cabe, solamente para divertirme un rato, pero no podía. Porque lo conozco, sé que él caería fuertemente y despertaría a los niños haciendo un drama de su caída.

Una vez que todo estuvo listo, regresamos a nuestros cuartos, siempre con cuidado de no hacer ruido. Michelle entró a la habitación, pero antes de que yo pudiera hacerlo, León me llamó. Inmediatamente me puse nerviosa.

—¿Podemos hablar un momento? —Sus bellos ojos azules brillaban, aunque no sé cómo, porque todo era oscuridad, de todas formas, no podía apartar la mirada de ellos.

Asentí, porque quería conversar con él, pero, desgraciadamente, no pudimos.

—¡¿Quién está despierto a estas horas?! —la horrible voz de Roberta resonó por todo el orfanato y eso que ella estaba en el primer piso.

Esta vez mi piel se puso de gallina. Podía imaginar todo lo que nos haría por encontrarnos aquí. Maldita Roberta, es una abusiva, la detesto, odio este maldito lugar.

—Vete, yo tomaré la culpa —León me estaba empujando hacia la puerta de mi cuarto, ni siquiera había esperado a que yo respondiera.

—No. —Me detuve antes de entrar, pero él abrió la puerta de mi cuarto y me dejó ahí dentro. Sonrió antes de cerrar la puerta, pero yo estaba completamente perpleja.

Escuché los sonoros pasos de Roberta y su grito cuando encontró a León fuera de su cuarto a esas horas de la noche. —¡León, ¿qué diablos haces aquí?!

—Solo fui al baño —fue su respuesta, sonaba casual.

—¿Para ir al baño haces tanta bulla? —Esta vez no respondió—. Regresa a tu cuarto ahora mismo.

Rápidamente, me eché en mi cama, dormía en la parte de debajo de un camarote que compartía con Michelle. Me hice la dormida cuando oí a Roberta entrar y verificar que todos estábamos acostados.

Eso solo hizo que me diera cuenta de que ella revisaría cada uno de los cuartos, encontraría los regalos al pie de la cama de los niños. Solo espero que no les grite a ellos, los pequeños no tienen la culpa de nada.

No veo la hora de largarme de este lugar.

¡Maldita Roberta!

¡Maldito Félix!

¡Maldito orfanato!



Editado: 21/04/18

Espero que hayan disfrutado este primer capítulo.

xoxo,

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro