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19

Una niña de cabellos rosados iba de nuevo al sótano de Yuta, tenía prohibido ir ahí cuando Yuta no la llevaba, le había comentado el mayor que si un día la veía ahí sin su consentimiento, tendría un castigo. Pero Yuta dormía en este momento, no podía pasarle nada. Con su pijama de ositos y el libro que había leído recientemente, llegó al sótano. Se puso a explorar a sus futuros hermanos, así los consideraba ella. Unos más grandes que otros, unos del tamaño de un niño real. Sin embargo, uno llamó su atención porque era casi del tamaño de un embrión humano, jamás había visto algo tan pequeño en su vida. Eso la conmovió mucho y la hizo querer protegerlo. Estaba pequeñín.

—Eres un hermano muy lindo y tierno —ladeó su cabeza con una sonrisa — ¿Te gusta leer? ¿Quieres que te lea? —Onda acercó un banquito a lado de la incubadora y abrió el libro —. Hoy leeremos el cuento de La Bella y la Bestia.

Y así, cada madrugada, Onda iba a leerle a ese androide que apenas se formaba, cuento tras cuento, novela tras novela, incluso le comentaba de sus descontentos en los finales de los libros o de los antagonistas, también de sus ilusiones al querer tener un príncipe azul como el de las protagonistas. Lo hizo casi a diario hasta que el embrión ya se había convertido en un niño de dos años. Lamentablemente Onda dejó de ir porque con cada día, su energía iba disminuyendo, se sentía cada vez más enferma, su cabello caía, y sus inseguridades con su apariencia aumentaban. Pero lo que ella no sabía, es que alguien sí que se alegraba de escucharla casi todos los días, que con eso su energía aumentaba y lo hacía crecer más rápido, todas esas historias, esos personajes, se quedaron almacenados en su memoria y los repetía una y otra vez, eso le daba fuerzas para seguir adelante, aún así, ella no se encontrara más.

(...)

—¡Onda! —abrió los ojos exaltada.

—Ay, perdón, te asusté —dijo Renjun riendo mientras observaba sus ojos —. Desde que llegaste aquí digo que eres la versión femenina de Jaemin, resultan familiares, capaz porque igual son híbridos —dio una sonrisa calida y Onda se sonrojó un poco —. Ya está el desayuno.

Onda se levantó del sofá, fue a lavarse y se sentó a la mesa. No podía comer mucho al igual que Jaemin, así que este siempre le compartía de sus galletas de chispas de chocolate.

—Hoy llegará Nakamoto, Onda —habló el padre de Renjun —. Estaban muy preocupados, no debiste salir sin avisar, corriste con suerte, Onda.

—¿Qué tal si te hubieras perdido? —preguntó ahora la madre de Renjun — Que bueno que nos hayas encontrado.

—De nuevo les pido una disculpa, fui imprudente, pero realmente creí que podía obtener algo de Jaemin. Creo obtuve una bonita amistad —le sonrió —. Gracias por haberme recibido —dio una pequeña revetencia —. No volveré a molestarlos.

—¿Pero de qué hablas? Tú puedes venir cuando quieras —dijo Jaemin.

—¡Sí! Eres recibida, Onda. Nos caíste muy bien —dijo Renjun.

Aunque la compañía de ambos chicos haya sido de utilidad para la chica de una forma emocional, en realidad no había otra cosa que podía hacer, ¿qué esperaba? ¿Matar a Jaemin? ¿Beber de su sangre? No. Solo fue a conocer a una gran persona, unas grandes personas, amigos, amigos que no la juzgaban por sus gustos, pero más agradecía que no la juzgaban por su apariencia. Horas pasaron y seguían conviviendo hasta que el sonido del timbre se escuchó. Era Yuta junto a Taeyong. Ambos fueron muy bien recibidos en la casa, Taeyong directamente fue a abrazar a Onda y le preguntó cómo estaba. Tomaron té y se sentaron todos a conversar. El tema que siempre surgía era el porqué Jaemin seguía viviendo.

—Es que, es un misterio... Jaemin, te seré franco... Deberías de estar muerto.

Jaemin miró a su creador con una mirada en donde las lágrimas luchaban por no salir.

—No te cuidaron correctamente al principio, pero ahora puedo ver que estás increíble. Traje más galletas para después, le agregué algo más —sonrió —. Me alegra que ambos se hayan llevado bien, consideraré venir más seguido para monitorearte y Onda podrá venir conmigo.

—¡¿De verdad?! —preguntó la chica dando un saltito. Yuta asintió con la cabeza y ella fue a darle un abrazo — ¡Gracias! Me siento muy a gusto cuando estoy con Renjun y Jaemin.

Así fue como la amistad entre Jaemin, Renjun y Onda creció. Cada vez que Onda los visitaba, Renjun le regalaba uno de sus cuentos escritos por él mismo. No sabía el porqué, pero cuando leía los cuentos de Renjun, ella sentía que algo dentro de ella se curaba, eso era un hecho. Pues en solo unos meses, sus cicatrices comenzaron a sanar, su cabello comenzó a crecer, y las comparaciones de ella con las chicas de revista iban desapareciendo. Apreciaba más las cosas pequeñas de la vida, las letras que leía en cada libro, y la naturaleza que abordaba alrededor de su casa, lejana a la ciudad. Ese cielo azul, el aire fresco, el agua cristalina del río. Su vida comenzó a florecer cada vez más con el tiempo.

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