¿La cita definitiva?
Apenas se está tragando al sol el horizonte
y el mar donde saltando en las olas
se refleja. En poco llegaran tan solas
la luna y las estrellas. Y a este son y sonte,
aquí espero a que la noche se me monte,
porque es la bella hora en que consolas
mi alma con tus sin pares formas españolas.
Y si en cambio sea la lluvia que me confronte,
bajo ella esperaré hasta que el cielo
entre truenos y relámpagos, de oscuro
a claro se rompa en otro día, y anhelo
tan solo volver a verte en el blanco puro
de las nubes y el nadando a mar azul sin celo
haciendo de vivir algo menos duro.
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Buenaventura a 20 de enero de 2022
Señora mía:
No te despidas que apenas la vida comienza. No me digas adiós ahora porque hay mucho que nos espera. En el aeropuerto de Bogotá, donde estuviste en aquel febrero que antes mencioné en otra de mis cartas, cuando partías de regreso a tu España natal, se cayó tu diario. Esa parte de ti está conmigo. Lo sé todo. Pienso devolvértelo. Por eso, por favor, no me digas adiós ahora, no en este momento cuando empiezas a acercarte más a mis ojos que te miran, a mis manos que acarician tus secretos y la voz de la curiosidad que más latente que al palpitar palpita.
Hasta este punto, lo que hemos vivido tan lejos y tan cerca, ha sido envidiable para la aburrida vida que ambos llevamos. Sin más ni más, quiero decirte que reservé un lugar donde vamos a tener una reunión mucho más íntima que la anterior, una pista más viva, un paso más próximo a la verdad.
Alguien pasará por ti a las siete horas este sábado en el Guggenheim. De ahí el destino será: Cabañas en los árboles, Zuhaitz-etxeak. Esperaré ahí. Llevaré una parte importante del diario.
Suyo afectísimo,
quien te admira
desde siempre.
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