Después de una larga espera...
La distancia es relativa entrambos,
el tiempo está escrito y a este
mundo hemos venido a recordarnos.
Una letra no es entre este y oeste;
una letra abierta, una vocal
la O etimológica, el ojo mío observa
y te quita las ropas en total,
a ti, que me eres milagrosa reserva
sangre de vino que tan viva ha
bajo la ornamenta de tu atavío.
A ti felina o Felicia ser ha'
y fermosa que eres para el"Oyn" mío;
que de ostra pienso se me pone mega
y por tu piel alfa yo puedo omega.
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Buenaventura, 3 de diciembre de 2021
En la mañana.
A la fermosa señora que anda con mis ojos por inenarrables lares,
Ha tardado en llegar tu carta. Y sin embargo, no he perdido la esperanza de recibirla. Hay mucho, estoy seguro, en la dilación que siempre cobra con pena la espera. No te niego pues, mi señora, que de menos he echado en tu cuerpo tus manos que no habían devuelto las mías.
En el soneto que encabeza esta mi carta, lo he empezado con la distancia y el tiempo. Estamos más cerca de lo que tú crees. ¿No me digas que no has tomado Buenaventura por una obvia distracción geográfica? Empero, es menester que yo reconozca que, en este punto, debo abrirme un poco.
Buenaventura, mi casa.
Ando huyendo de mi casa.
Ando huyendo del ruido y la furia.
El Ruido y La Furia están en todas partes.
Ese deterioro de los Compson que contó William Faulkner,
es el demonio que no hemos logrado exorcizar
y que está gobernando este mundo de nadie.
Ando huyendo de mi casa,
donde el ruido es alto,
donde la furia mata.
Vive hundida mi casa
y en esta marea de locura,
la gente levanta su casa.
En Buenaventura se sigue comiendo mierda, Malaventura por ahí por donde se mueve tanta...
El Ruido y La Furia suenan tan duro en la soledad.
Y estar lejos,
estar cerca,
la soledad es con todos y con nadie.
Pues, estar cerca y estar lejos
crea una alta resonancia...
esta soledad mía es tan ruidosa.
Una soledad demasiado ruidosa
como la de Bohumil Hrabal.
La soledad está con uno
y en esta sociedad al margen vive uno...
Las guerras, señor,
las guerras del alma.
Es una guerra la vida,
es una guerra el silencio.
Tiene un precio alto e insignificante la muerte,
¿y cuán valioso es el amor?
Buenaventura, mi casa.
Ando huyendo de mi casa.
Me gusta la noche
cuando ya dejan de sonar las balas;
y llueve.
Amo el sonido de la lluvia en el techo.
Las lágrimas del cielo deslizándose en el techo.
Me gusta la noche
cuando ya dejan de sonar las balas;
y no llueve.
Entonces, pueden ladrar los perros,
croar los sapos,
cantar los primeros gallos,
cortejar los grillos
y hasta pelear en paz los borrachos.
Ay, Buenaventura, mi casa.
Ando huyendo de mi casa
y aquí estoy.
En la noche.
El fechado día que llegó tu carta, ayer; el fechado día de la que escribo, hoy... Ayer no pude ver el cielo, solo pude imaginarlo. Sé que no llovió. De lo contrario, hubiera escuchado ese sonido que tanto me gusta y que a veces me espanta.
Digo pues que imaginé el cielo, que siempre es diferente a pesar de estar siempre igual. Y como ha pasado un cuánto tiempo, he tenido de ver muchas veces el alba, salir y no salir el sol por el este en ese cielo nuevo, igual; un cielo lleno de juventud y con promesas de buen tiempo. He visto las nubes desiguales buscando formas donde no las hay. He visto las nubes que evidentemente crean formas. Las nubes visten el cielo, el polvo es su maquillaje y los gases el perfume que respiro. Las nubes se desplazan durante el día y la noche. Y en ese periodo de tiempo, el cielo cambia de ropa de diferentes colores; el cielo se quita la ropa, se baña y se vuelve a colorear. Las nubes se vuelven a la andanza... Pero, yo no vi el cielo ayer, tuve que imaginarlo. Ayer llegó tu carta y yo la leí. Pude ver cómo venias vestida. Muy bien ataviada, como ese día que te arreglaste esperando devotos / caminaste felina y arañaste el asfalto / No eres ingenua y no serán sueños rotos / Y yo te vi arreglada esperando devotos / que ¿quién soy? Soy hombre alto / no me gustan las arañas te mando con esta carta flores de loto...
Y yo leía tu carta. Se movían las letras, se movían tus manos acariciando mis ojos. Y yo te invito a seguir por el sendero de esta curiosidad que es mutua, no se trata de una curiosidad impertinente porque aquí no habrá muertos como el gato, ni como Anselmo ni como Lotario. Entonces, yo sigo imaginándome el cielo, ¡qué celaje habrá sido hoy! ¡Cuán hermosa has de haber vestido! Y yo me imagino tu ropa. Las nubes se van corriendo tan lento como las horas. Estoy perdido en la excitación. Las nubes se van corriendo y se va cayendo tu ropa, el cielo se va abriendo, dejando mezquinos escotes.
Sigo leyendo tu carta porque todavía no puedo tocarte (prefiero observar), y ese espectáculo sigue ocurriendo como un acto de rutina. Ya es de tarde y se van acabando las horas de luz, el cielo joven que se va desvistiendo, día tras días, año tras año, su piel no es la misma; el cielo pare estrellas y rayitos de sol, en el cielo nace la luna y también llueve.
Amo la lluvia. Todavía no te puedo tocar. Sigues desvistiéndote mientras mis ojos persiguen tus letras, esas estrías que odias como a la cicatriz de la cesárea o la grasa que es esa vida que se ha acumulado en tu cuerpo. Ya estás desnuda y empieza a llover. Yo no veo como caen las gotas, las veo en tu cuerpo y escucho el sonido de la lluvia. Llueve en tu cuerpo imperfecto y estándar como lo has dicho. Ya estás desnuda y yo te miro de hito en hito como me gusta ver el cielo. Y como la lluvia amo, me es imposible no imaginarme, una flor, tu rosa sola y expuesta, tu rosa, rosa que se hace más rosa y después de tanto sus pétalos en mis ojos... ah que rosa la cosa, la carne durmiente que despierta con caricias y en la boca resuma cuando se comen los pétalos de esa rosa. Rosa, es ostra deliciosa...
Mas, por otra parte, es menester anotar que me he ido por llamarte fermosa y no hermosa (todavía con mi fiebre del castellano antiguo que disgustas) aunque ambas cosas son lo mismo. "Tildes" pongo con grafema f y no de fea sino de fermosa hermosa, porque, al cabo al cabo, beauty is in the eye of the holder. Y déjame si el seis veo con los pies sobre el piso cuando debería estar sobre su cabeza, y bien puedes vos verlo como es y no como un nueve. Y sin embargo, es menester citar el sesenta y nueve, porque el infinito está en ese número (que bien esconde un significado que debe gustarte y no es lo que pensar has). Mas, dejando esta posición de los pies del uno de cara a la cara del otro, menester es contemplar las cosas en otras posiciones.
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Madrugada de 4 de diciembre
Estás desnuda y bella como un ocaso, ocaso no de vieja, sino de buena y es verdad que ya mucha gente no depara el cielo ni los atardeceres. ¿Que qué es lo que yo veo en usted? Ya me lo supongo dicho con lo del 69 y otras anteriores cosas. Y así como lo de la curiosidad impertinente, que impertinente no es esta como la que se narran en El Quijote, me tomé la molestia de leer —de una sentada— La Mujer Rota y ¡Por Dios que no vas a terminar así!
Y sin embargo, creo que ya me he extendido bastante así como es menester encontrar término a esta misiva. Sigues desnuda frente a mí, lo más emocionante es que no puedes verme y que en cualquier momento puedes descubrirme. Sigues desnuda frente a mí y, al cabo al cabo, cuando empecé a escribir fue que empecé a acariciarte; de ver tus manos, de verte sin los atuendos de fenicia y de quitarme yo el "Lebbaade" ante lo que para mí es la belleza que me alborota la sangre. Ante su desnudez y sus formas soy débil, ante sus ropas también. Y así como es usted un enemigo que de su sola hermosura a un escuadrón de caballeros pudiere vencer, o que los hombres puedan llover del techo como los hacia caer Remedios La Bella... mis ojos sí se mueren por usted. Por usted que bien me parece una Helena y que me importa un culo Troya. Por usted que pondría a mi cargo las Iglesias solo para hacerme con los más poderes de contemplarla porque usted me es como Ana Bolena. Y fíjese que de esta no decían que fuera hermosa. Por usted que me es Cleopatra, Jazebel y Feodorovna. Ay, por la mujer se acaban imperios, se inician guerras y también se acaban, cambian creencias y hasta se enamora el diablo. Y tan poderosa reconozco es la mujer, que a un poder así es al que a usted yo me le...
Debo ser brusco en morder mi propia lengua y adrede, porque aquí nunca termino. La propuesta que quería hacerte es una cita, pero no es una cita como a las que estás acostumbrada... ¡Ah! Y tanto tiempo, yo sé que algo ha pasado. Tantas dudas. ¿Acaso estuviste a punto de destapar todo con tu marido? ¿Por qué sí? O ¿por qué no? ¿No sería bueno vivir y solo ser Linda aunque yo no sea un perfecto Jacob König? Dijo Cohelo que si no has amado no has vivido. Y yo tengo por sabido que uno ama de muchas formas.
Suyo afectísimo,
Quien la admira siempre.
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