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Uno

Me estoy cagando.

Literal.

Llevo aproximadamente cuarenta minutos conduciendo mientras busco un baño en el que pueda cagar.

Disculpen mi mal vocabulario y el uso de palabras soeces, pero, por favor, traten de ponerse en mi lugar para que puedan entender que no es tan fácil encontrarse en una situación tan complicada y desesperante. ¡¿Qué más puedo hacer?! Estoy haciendo mi mayor esfuerzo para lograr sostenerlo un poco más de tiempo dentro de mi cuerpo, reteniendo un estornudo desde hace unos minutos mientras le rezo al cielo para que no me obligue a soltarlo.

A estas horas de la madrugada es difícil encontrar algún local abierto, mucho menos a mitad de la nada y peor por estos días. ¡Navidad debería ser una ocasión especial para pasarla bien en familia y divertirnos con nuestros amigos y seres queridos! Pero, para mí, al parecer se convertirá en una fecha que recordaré como el día en el que di todo mi ser para aguantar hasta el final de mi cruel agonía. 

Ahora sólo me queda rogarle a todos los dioses que mi mente recuerde, en busca de que alguno de ellos se apiade de mi alma y me ayude a salir de esta. 

Prometo de corazón convertirme en la mejor versión de mí si el resultado de esto viene de manera positiva.

Debí hacerle caso a mi madre cuando me dijo "Antes de salir, ve al baño". Y aun así no quise hacerle caso. En mi defensa, no es mi culpa que mis tíos me retaran a comerme tres platos de bulgogi acompañados de dos vasos de leche.

Además, no pensé que tendría que regresar tan pronto a la academia, siendo que ni siquiera han pasado todas las fechas festivas. No es mi culpa que los profesores hayan sumado mal mi promedio y que ahora tenga que volver a hacer el examen final, justo dentro de unas horas.

¡¿Por qué tendría que repetirlo cuando el problema lo causaron ellos y no yo?! 

Lastimosamente, no junté el valor suficiente para demostrarle mi descontento al personal de la academia, borrando el mensaje que tenía pensando enviarles cuando me arrepentí y decidí mejor no hacerlo, convirtiéndome en una persona llena de paz y amor.

Mierda.

Literal x2.

Cierro mis ojos con fuerza al sentir un retorcijón sacudir todo mi estómago, pero los abro de inmediato cuando recuerdo que me encuentro a mitad de la carretera y lo menos que quiero es provocar un accidente.

Lo siento en la punta como si se tratase de un constante piquete que me presiona mil veces por segundo, sé perfectamente que se encuentra en la salida y pronto protestará con finalmente cruzar el muro que no le permite ser libre de una maldita vez.

Dudo unos instantes entre bajar del auto e ir a cagar al monte o seguir conduciendo hasta encontrar un baño. Me decido por la segunda.

1.- A pesar de ser la madrugada del 25 de diciembre, hay muchas personas emborrachándose por aquí: no me gustaría que un borracho me mire el trasero.

2.- No tengo papel.

Empiezo a soltar fuertes suspiros cuando presiento que ya no podré sostenerlo más, sintiendo que en el cualquier momento inesperado podría salir una flatulencia con premio desde mi interior.

Ya en la brecha final, encuentro una gasolinera 24 horas como si fuese un regalo divino del Dios. Le agradezco al cielo en voz baja y salgo del auto, no sin antes asegurarme de llevar las llaves conmigo.

Otra cosa buena es que como cumplí la mayoría de edad hace más de un año y puedo conducir libremente mi auto sin correr el riesgo de que me detengan por no llevar documentación. Tal y como esa vez cuando tenía dieciséis años, mis amigos me estaban enseñando a conducir y estuve a punto de terminar en la comisaría cuando el oficial de policía empezó a sospechar de la autenticidad de mi licencia del conducir.

No lo voy a negar, portaba una licencia falsa que mis amigos y yo habíamos impreso en un internet café cercano a la academia. 

Supongo que mi situación actual se debe a un castigo divino mandado por Dios por haber mentido en aquel tiempo.

Sin querer pensar más en ello, me encamino con rapidez hasta la entrada de la gasolinera mientras doy pasos con mis piernas cruzadas para evitar así cualquier tipo de accidente. Entro al local y busco los baños con desesperantes miradas, levanto mi mano en dirección al cajero para no dejar de lado mis modales.

Suspiro felizmente cuando finalmente localizo los baños, camino con rapidez hacia estos pero me detengo al ver algo que me llama la atención por completo. 

¡El papel higiénico se encuentra en oferta! Creo que nunca en mi vida había visto un rebaja como esta. Sin duda, será una ganga total para todo aquel que lo necesite. 

 Otro retorcijón se hace presente en mi estómago, haciéndome dejar el papel higiénico en su respectivo estante y recordar a lo que venía y el porqué de mi presencia en este lugar. Paso directo al baño, entro a uno de los cubículos y comienzo a hacer lo mío.

Sin sentarme en el asiento, claro. No es cómo que quiera contraer norovirus o cualquier enfermedad similar. Aparte, no se sabe que clase de personas podrían entrar aquí y qué tipo de cosas podrían hacer.

En efecto: tenía tanta prisa en entrar que no me di cuenta de que en otro de los cubículos habían dos personas haciendo eso.

Y no estoy hablando de cagar.

Pasan aproximadamente diez minutos y los sonidos se vuelven cada vez más desagradables, escucho cómo alguien abre la puerta con brusquedad y empieza a insultar con notorio enojo a los dos del otro cubículo.

Me quedo pendiente de la pelea.

De hecho, hace ya bastante terminé y cuidadosamente tiré de la cadena, pero no quiero interrumpirlos y tampoco es como que quisiera perderme la oportunidad de saber el desenlace de este curioso asunto.

Se parece a las novelas que mis tías me suelen obligar a ver, quizás escriba sobre esto cuando tenga tiempo libre y mande el guion a alguna televisora.

Porque siempre es importante pensar en tu futuro, sin importar tu situación o el lugar donde te encuentres.

Estoy por limpiarme cuando caigo en un pequeño detalle que me hace temblar desde lo más profundo de mi ser.

No hay papel.

Me decido entre irme sin limpiarme o llamar a un delivery para que me traiga papel.

¡¿Cómo podría hacerlo?! Las dos me resultan ideas desagradables que podrían hacerme pasar más vergüenza de la que he pasado durante toda mi vida. 

Descarto la primer idea al tan solo pensarla, así que solo me queda otra la otra opción.

Dirijo mi mano hacia la bolsa trasera de mi pantalón hasta que caigo en cuenta de otro pequeño detalle.

Olvidé mi celular en el auto.

Cagadal.

Literal x3.

Al parecer, la pelea ya ha terminado. Solo quedan los pequeños suspiros de frustración y tristeza por parte de una chica.

Al parecer, esto es lo único que me queda.

— Oye... ¿Me pasas el papel? 


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