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Capítulo 40 Mal Presentimiento

Recuerdo que en el vestíbulo de la casa había una pequeña mesa donde allí reposaban un florero, colgados de la pared izquierda portarretratos con fotos mías y de mí madre, al entrar al pequeño salón muebles de buena calidad de color blanco y marrón con decoraciones de flores con mesitas de centro. Todo estaba destrozado, literalmente todo, la mesa con el florero estaba caída en el suelo y la vasija totalmente rota, las paredes tenían rasguños de algún animal feroz y los retratos estaban en el suelo con vidrios por doquier.

Salió de mis ojos una lágrima al ver todo en el estado en el que estaba, trague saliva y seguí caminando, los muebles del salón estaban totalmente dañados y rasguñadas, otros estaban partidos en mil pesados. Recuerdo que en las cuatros paredes del salón estaban cuadros y dibujos que le hacia a mamá estaban rasgados y quemados, no era el apartamento que yo deje, no, eran ruinas, no habían dejado absolutamente nada.

-¡Dios mío!- sollozó cubriéndome la boca con mí mano, aún no salía de mí sorpresa.

-Vampiros- hablaron Macristen y Aaron en unísono.

-¿Cómo lo saben?- preguntamos mis hermanas y yo.

-Neófitos estaban desesperados querían sangre, tal vez Betzzaveth les ofreció a cambio de que encontrarán el libro.

-Aún se siente su putrefacto olor en el aire- dijo mí hermano.

-Anais ven a ver esto- me llama Elif desde el otro pasillo en el que estaba la puerta de mí habitación.

Camine, mejor dicho corrí hasta allí, donde mí sorpresa fue aún peor, mí habitación estaba intacta y cuando digo intacta es literal. Era como sí hubiera respetado ese lugar, como sí fuera sagrado para ellos todo estaba tal y como lo había dejado, mire la puerta de la habitación de mí madre con mucha cautela la abrí que por el contrario de la mía estaba totalmente destrozada, la cama estaba hecha pedazos, el armario estaba totalmente roto y con las extrañas marcas de rasguños, la ropa estaba tirada por toda la habitación juntos a todos los libros que mí madre tenía.

Las paredes tenía un rastro singular que las dividía en dos en forma horizontal, la marca era una especie de quemadura y un polvillo blanco en el suelo que ambientaba el espacio con un olor como a petunias, odiaba ese olor además de que me hacía picar la nariz. Toda la casa estaba en pedazos menos mí habitación, era raro ya que se tomaron la molestia de hacer trizas todo menos ese lugar... ¿por qué no lo hicieron? ¿qué se los impedía?.

-¿Por qué no tocaron tú habitación?- preguntó Elif. Y la respuesta a esa pregunta tampoco la sabía.

-Runas de protección- escuche decir a mí tía, salí de la habitación ella estaba mirando y repasando con sus dedos unas figuras que tenía mí puerta y la pared por fuera del mí habitación- Las runas de tú madre eran irrompibles lo digo porque ni siquiera el cazador más antiguo de la hermandad logró romperlas, Maggie gravo runas en tú habitación por sí algún día se les ocurrían atacar aquí, contigo en la casa.

-Sí ella gravo runas es porque mí seguridad y tal vez en mí habitación se encuentre el βιβλία των νεκρών - dije entrando al cuarto.

Mí madre en el trascurso de mí vida me llego a dar muchos libros, tantos que podía poner una biblioteca. La gran mayoría los conservaba, abrí mí armario que era un gran closet saque uno de los cajones y empecé a buscar libro por libro. Apile los que pude y los puse en mí cama, luego saque un baúl pequeño de debajo de la cama y saque de adentro los que tenía allí, se podía decir que en toda mí habitación habían libros, saque una pequeña pila también de uno de los cajones de mí tocador en total reuní cinco filas en mí cama.

- ¿Tía tienes una foto del libro?- pregunte a mí tía mientras ellos me observaba.

-Sí, creo- tomó su celular y empezó a buscar- mira éste es, le saque está foto a un viejo retrato que tenía en un álbum pensé que sería de ayuda.

El libro era raro y me desmoralice totalmente al verlo, no recordaba un libro así en los míos pero no perdía nada con buscarlo, tenía una carátula café claro como inclinándose a un amarillo pálido. No era como lo esperaba más bien parecía un diario, empecé a buscar en cada fila, libro por libro y hasta busque en más partes de mí habitación para ver sí encontraba algo, pero no, el libro no estaba aquí. Tal vez sólo había grabado las runas para protegerme, un grito fuerte retumbo en toda la casa uno que me puso la piel de gallina pues esa voz aguda era de Tessandra, Aaron que estaba junto al Elif corrió hacía la cocina pues de allí venía el grito.

-¡Maldición!- exclamó ella corriendo a mis brazos, Macristen junto a mí hermano siguieron de largo hasta la cocina.

-¿Qué sucedió?- pregunté.

-Había alguien observándonos- su cuerpo daba breves temblores y su voz estaba apuntó de llorar.

-Vámonos aquí ya no están seguros- hablo Aaron.

-Mandaré al equipo a peinar la zona y a examinar la casa.


Dos días después

-Venimos a ayudarte y vamos a salir regañados- dijo Tessandra haciendo pucheros.

Han pasado dos días en los que mis hermanos y yo (por ordenes del cónclave y mí tía) hemos pasado encerrados en una pequeña cabaña a las afueras de la ciudad, sí, era mejor mantener la mayor discreción posible. Mientras escuchaba las quejas de mis hermanos Caminábamos rumbo a Jet que los llevaría a casa, no he podido hablar con mis mejores amigos y ellos no saben que estoy aquí y por ahora es mejor que sea así.

-Anais ¿estás segura qué no nos quieres matar tú?- pregunto Aaron, si, saben a que se van a atener con Marco.

-Le dejaré ese honor a Claudia y a Marco- conteste burlona.

Elif había venido todo el camino cayada, sumida en sus pensamientos en contadas ocasiones se había quedado mirando un punto fijo, como si algo la atormentara. Como sí quisiera hablar y algo se lo impidiera, no la culpo, han pasado tantas cosas en estos últimos días que yo también estoy estresada y más que estresada cansada de la situación. Ojalá resolviéramos todo esto rápido pero... Tampoco he podido recordar nada y no es porque no quiero, porque en serio me esfuerzo sólo que aún no puedo.

-Ana- me llama Elif.

-¿Sí?- dije cuando ya habíamos llegado al avión.

-Tengo un mal presentimiento- dijo en un susurro para que nadie nos escuchará- en serio es algo que... Es una preocupación en el pecho.

-¿Qué crees que sea?- pregunté.

-No lo sé, sólo cuidate ¿sí?- asentí sin mediar palabra y entonces paso algo que no me lo esperaban, ella me abrazo muy fuerte tan fuerte como sí fuera la última vez que me vería, se separo de mí y subió las pequeñas escaleras hasta la entrada.

-Hermana, cuidate te queremos de vuelta en casa- dijo Tess y Sonreí.

Uno a uno fueron subiendo las escaleras y perdiéndose de mí vista al entrar, solté un suspiro, por lo menos había logrado que se fuera sin tener que pelear con ellos camine fuera de la pista junto a mí tía. La verdad había quedado con un presentimiento raro y más que raro preocupante, es decir, Elif... Ella no diría eso por que sí, ni tampoco se quedaría pensativa, callada y absorbida por sus pensamiento de un momento a otro. Está mañana ella estaba bien y creo que ya estaba empezando a arrepentirme de haber dejado que se fueran.

Al subir al auto miré por última vez el Jet que empezaba a poner en marcha los motores. Macristen hizo lo mismo y empezó salir de aeropuerto y adentrarse en las calles de Baldío, el atardecer se estaba empezando a esconder por el horizonte para darle lado a la hermosa y oscura noche, mientras pasábamos por el trafico ninguna de las dos medio palabra alguna, sabía que no era fácil todo esto y más por que de un mes para acá pensé que mí vida volvería a ser normal, no había vuelto a saber nada de la bruja hija puta y sus secuaces pero... Todo volvió como al principió.

Desearía que Derek estuviera aquí, él sabría como guiarme y aconsejarme, tendría su apoyo y también su cariño. Pero desde que había vuelto a Europa no había vuelto a saber de él y tampoco había llamado a mí tía a preguntar por mí, eso me decepcionaba, pero tampoco podía ignorar la falta que me hacía, me había acostumbrado a sus ojos, el calor de su cuerpo en las noches. Estaba total y locamente acostumbrada a él.

No me había percatado de a donde íbamos hasta que mí tía giro en la esquina que conduce a la casa, fruncí el ceño pues hasta hace dos días ella me había dicho que ahí no era un lugar seguro para mí, aunque también cabía la posibilidad de que tal vez fuéramos a un lugar cerca de allí. Cosa que no era tan cierta, porque Macristen parqueo el auto al frente.

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