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12 Rompiendo el silencio

   —Hola, me das una mimosa y un hablemos por favor. No me hablas hace más de 2 días ¿Tan grave fue lo que hice?

   —Le dice a Theia, sentándose frente a ella en la barra del bar— Hola, no nos queda un hablemos por favor.

   —Entonces no quiero nada —se levanta para irse.

  —Theia la toma de la mano antes de dejarla marchar— Ya llega mi reemplazo ¿Puedes esperarme en aquella mesa y hablamos?

   —Claro.

   —Hermosa la peli negra de ojos color miel de aquella mesa ¿No crees? —se acerca un cliente apoyándose en la barra. Me muerdo la lengua, tragándome las ganas de mandarlo a la mierda— ¿Crees que espera a alguien?

   —Estoy segura que sí.

   —No importa, mándale lo que sea que este tomando de mi parte y se lo llevas por favor con el número en la servilleta —mi turno está por terminar pero igual se lo haré y llevaré, quiero ver su cara cuando mi chica se quede conmigo.

   —Llega Amaia— ¿Al fin vas a hablarle? —la saludo, mientras preparo el trago que me pidio el hombre para Eva.

   —Claro que sí, ha venido a buscarme.

   —Me parece perfecto a mi también me cae mejor ella que tu amigo y ya te dije que yo en su lugar hubiese hecho lo mismo —charlaban mientras cambiaban el turno— ve a hablar con ella, ve, ve de una vez.

   —Okay ahora voy a llevarle esto —se sienta en la mesa frente a Eva— esto te manda el hombre de la barra con su número —levanta su vaso y brinda por ella, dispuesto a acercarse— es mejor que hagas algo o vendrá a la mesa.

   —Claro que lo haré —corre el trago pasa por encima de la mesa y me besa, primero un beso superficial se convierte en uno con lengua— creo que eso le dejará las cosas claras a varios en el bar. ¿Ahora me hablaras o seguirás en modo avión conmigo? —toma la servilleta con el número y la hace trizas.

   —No me gustó lo que pasó la última vez entre ustedes dos estuviste mal...

   —Porque Jacques fue la caballerosidad encarnada...

   —¿Me dejas terminar? —Eva agacha la cabeza— ya hablé con él y no voy a tolerar faltas de respeto suyas, ni ningún tipo de violencia, ni hacía mí, ni entre ustedes. Ya que no se toleran prefiero pasar más tiempo en tu casa o quedarme a dormir a que te quedes y tenga que ver como los dos niños se pelean en silencio con miradas matadoras.

   —¿Ósea que ya no estás enojada?

   —No tan, enojada.

   —¿Sabes que te he extrañado? Y que dejamos algo pendiente en mí oficina —acaricio la palma de mi mano— ven —me levanté para sentarme en el sillón a su lado— no me apliques la ley del hielo que me vuelve loca, no duermo, no como, y no puedo hacer nada si ocupas cada rincón de mí mente teniéndote lejos —coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja— quiero volver a besarte ¿Te da vergüenza si lo vuelvo a hacer?

   —Recién lo hiciste sin preguntar.
  
—Solo quería marcar de quien soy y de quien eres tú.

   —¿Alguna vez te dije que ese uniforme de camisa y chaleco me encantan como te quedan?

   —Sería con esta —acercándose un poco más— la primera vez.

   —Sonríe y se aleja— Tengo que irme —suelta de repente y toma su cartera— ¿Vienes? —le estira la mano y salen.

   —¿A dónde vamos?

   —El clima está hermoso para caminar por la orilla de la playa y mira esa luna como nos sonríe en el cielo, sería un pecado mortal no caminar por la playa escuchando el sonido de las olas.

   —Pero estás con tacos y tu pantalón, estás hermosa así vestida.

   —Mi amor la ropa se lava y no me importa ensuciarme entera con tal se caminar contigo a la orilla del Mar, de la mano.

   —¿Mi amor?

   —¿No te gusta? —traga con dificultad— es la primera vez que llamo a alguien así.

   —Pero no has tenido relaciones antes.

   —Pero ninguna fue mi amor —sonríe ampliamente.

   —También eres mi amor, Eva —se coloca frente a ella— te quiero tanto —un poco del brillo en los ojos de Eva se opacó— me gustas mucho.

   —También me gustas Theia —no le correspondió el te quiero porque ella la ama.

   Siguen caminando de la mano, abrazadas de la cintura y la rubia apoya la cabeza en el hombro de la doctora. Se sientan en la arena, con Eva apoyándose de espaldas sobre el pecho de la chef, quien le acaricia los brazos mientras besa su cuello.

   —¿Alguna vez habías visto algo tan hermoso? —pregunta Eva.

   —No, hasta que te conocí.

   —Hablaba del mar, la luna y la playa.

   —Lo sé, pero eres más hermosa que todo eso junto. Me dan ganas de meter los pies en el agua...

   —Ven se levanta y le estira la mano— vamos a hacerlo.

   —Pero y la ropa, se mojará.

   —Es obvio es agua, pero después se secará y tú y yo tendremos una anécdota que contar y algo que recordaremos juntas. La que llega última a la orilla invita el helado.

   Comienzan a correr riendo hasta llegar a la orilla, la rubia la alcanza y se sube en su espalda, la carga hasta tocar el agua. Llegan a la orilla y se juntan para entrelazar su manos. Quiso contarle que ella es su alma gemela, sentía que era el momento, al verla tan hermosa y radiante con esa hermosa sonrisa a la luz de la luna con el mar y la playa de fondo, quiso así en pasado, porque no lo hizo.

   —Eva jamás en mi vida había sido tan feliz como ahora contigo —entrelazan sus manos— y mentí —la esperanza  se ve en los ojos de Eva, tal vez le diga la verdad y tal vez ahora aún a tiempo ella pueda perdonarla— hace un rato, yo no te quiero Eva... —la miró fijo a los ojos algo asustada— yo te amo, te amo tanto que me asusta, porque nunca había sentido algo así por alguien, se que solo llevamos 3 meses saliendo pero es lo que siento y no es necesario que lo digas de vuelta solo...

   —Theia —Eva comienza a llorar y la rubia se preocupa— son lágrimas de felicidad —llora entre risitas— también te amo, creo que te amo desde la primera vez que te vi. Nunca había sentido algo así por alguien, quiero verte todos los días, invades mi pensamiento las 24hs, amo despertar y ser lo primero que ven mis ojos, amo verte así sean 10 min al día, amo tus comidas que me preparas con tanto amor.

   —Entonces las dos nos amamos, pero tenemos miedo por cuanto nos amamos, supongo que si somos un poco tontas.

   —Supongo que si —seca sus lágrimas— te amo Eva —unen sus labios con la luna en la distancia como el primer testigo de la primera vez, que se dijeron te amo.

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