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Cap. 15.- Hablando con la verdad

—Mi ropa te quedará un poco grande, pero creo que por aquí tengo algo que podría ser lo más cercano a tu talla.

Subieron a la habitación de Lenard y ahora el joven estaba rebuscando una prenda en su armario. No le había sido nada fácil convencer al otro de quedarse, pero su insistencia lo hizo entrar en razón, además de que no había forma de que lo dejara irse solo cuando lucía así de triste.

—¡Esta es perfecta! —Anunció mientras ofrecía una camisa color verde que había encontrado en su guardarropa.

—Gracias —musitó el chico tomándola e inmediatamente comenzó a ponérsela. Estaba sentado al pie de la cama, mientras el mayor lo veía desde una silla para que quedaran frente a frente —por favor, deja de mirarme.

Su voz se escuchaba extremadamente decaída.

—¿Quieres contarme lo que pasa?

Negando con la cabeza, Dan se abrazó así mismo agachando la mirada, sin embargo no intentó huir, así que ya era un avance por lo que ahí había una oportunidad para aclarar lo sucedido.

—Bien, entonces hablaré yo primero —el joven pasó la mano por su cabello, no había hablado así con nadie, pero quería ser sincero— mi verdadero nombre es Leonardo, pero estaba muy dolido y triste, por lo mismo quise dejar atrás todo mi pasado, así que opté por un nuevo comienzo y me presenté ante las nuevas personas que me rodean, como Lenard. Tengo 22 años, mi ex novio es un patán y lo peor de todo, es que yo solía ser exactamente igual a él. Ignacio y yo solíamos ser perfectos el uno para el otro. Superficiales, alcohólicos, prepotentes, desobligados y estúpidos.

Al escuchar aquello, Dan alzó su mirada y Lenard pudo ver que tenía su atención por completo.

—Hace dos años, mis padres salieron en nuestra avioneta privada en un corto viaje de negocios, era un día muy lluvioso con mucho viento. El motor falló, la avioneta se desplomó y tanto el piloto como mis padres fallecieron —su voz se escuchó tambalear, como si fuera a quebrarse— perder a mis padres ha sido la peor experiencia de mi vida.

El joven se tomó un breve momento para continuar hablando.

—Fue hasta que me quedé completamente solo, sin nadie que me quisiera realmente que me pude dar cuenta del error que estaba cometiendo con mi actitud y mis acciones. Los extraño muchísimo, no hay día en que no me hagan falta y me arrepiento profundamente de haber desperdiciado mi tiempo en fiestas, en amistades vacías, todo ese tiempo lo perdí en lugar de pasarlo con ellos. Nada de lo que yo haga puede reponer ese tiempo, por eso ahora trato de ser una mejor persona, alguien de quien mis padres pudieran sentirse orgulloso.

Luego señaló al rededor abriendo sus manos en grande.

—¿De qué me sirve tener todo esto, si no tengo a las personas que más amo conmigo?

El corazón de Dan se sintió roto al ver la tristeza en aquellos bellos ojos color miel.

—Este lugar es enorme, tengo dinero suficiente como para hacer lo que yo quiera, no tengo que preocuparme por un trabajo, puedo comprar tantas cosas...

Los ojos de Lenard se pusieron aguados, su corazón dolía con remordimiento y pena al recordar su vieja vida.

—Nada de lo que yo haga me va a devolver a mis padres, nada de lo que pueda comprar se compara con recibir su amor y sus consejos. Me quedé muy solo, no tengo más familiares.

Formando una sonrisa triste en su rostro, Lenard limpió con su mano derecha una lágrima que se escurría por su mejilla.

—Un día de tantos, escuché en la radio sobre el albergue, anunciaban que el gobierno había terminado con los fondos y que sería clausurado. No supe por qué, pero me dio mucha curiosidad y fui a conocer el lugar, vi niños chicos, jovenes y adultos de distintas edades haciendo fila para poder entrar. No es un hotel, no es un hogar, pero es una mínima ayuda, un lugar para no dormir en la calle con un pequeño plato para comer en todo un día, es una esperanza para las personas humildes que son invisibles para los demás.

Sin dejar de hablar, se puso de pie y  mostró su celular a Dan, tenía abierta una aplicación, su banca electrónica, alli se visualizaban todos los movimientos de su cuenta, en él se reflejaban unos depósitos con el concepto de "albergue". Luego dejó su teléfono a un lado y regresó a la silla.

—Así fue como decidí ayudar y me convertí en un donador anónimo. Cada mes doy cierta cantidad y poco a poco fui entrando en la administración, conseguí un poco de voluntarios y bueno, así es como llegamos al día de hoy. Ayudando a las personas, empecé a curar mi tristeza y a cambiar mi vida para bien.

—Entiendo que no quieras que sepan que eres tú quien da la ayuda, pero jamás podría pensar que pudieras ser como Ignacio. Él es muy malo —replicó Dan acomodándose en aquella mullida cama, removiéndose un poco— tú no eres así.

—Lo fuí Dany, pero ya no soy esa persona ahora —afirmó con una sonrisa nostálgica.

—Eres muy bueno ahora, Lenard.

Después de su comentario, tragó en seco y mordió su labio inferior buscando el valor para hablar con la verdad. Si Lenard le había abierto su corazón para confiarle lo que pasaba con su vida, él podía hacer lo mismo.

—Yo soy un chico trans. Mi madre falleció cuando era un niño, actualmente vivo con mi papá. Él y mi tío son toda la familia que tengo y aunque no ha sido fácil, sé que cuento con su apoyo. El día de mi cumpleaños fue muy importante para mí,  ese día entendí finalmente que debo amarme por lo que hay en mi corazón y esos sentimientos se proyectan en las demás personas. Si yo me quiero como soy, salir al mundo deja de ser tan pesado y doloroso. Con esfuerzo renové mi espíritu y mis ganas de vivir y ser feliz.

Dan se humedeció los labios, estaba muy nervioso, pero al mismo tiempo, sentía un enorme peso quitarse de su pecho.

—También elegí seguir un tratamiento médico, en unos meses se irán notando los cambios en mi cuerpo; igual me darán fecha para una cirugía, me haré una mastectomía —suspiró— tengo un largo camino por recorrer. Anhelo llevar una vida tranquila. Cuando te conocí guardé silencio porque quería que conocieras al verdadero yo, y si te decía que me conociste el día en que me obligaron a portar el uniforme de porrista vendrían preguntas que no estaba listo para responder.

Con un suspiro, ambos se miraron a los ojos con intensidad, sin moverse desde donde estaban.

—No quería que me vieras como muchas personas lo hacen, algunos con lástima y otros más, me juzgan por querer cambiar mi cuerpo, porque es más fácil dictaminar lo que deben de hacer los demás y se olvidan de verse a sí mismos. Varios de mis compañeros de clase se burlan de mí muy seguido. Mis únicos amigos son Tony y su hermana. Yo... solo quería una oportunidad de conocerte, pero... si no estás de acuerdo lo entenderé.

Lenard se puso de pie, tomó asiento a su lado, lo tomó por la barbilla.

—Dany, desde el primer momento en que te vi a los ojos, llamaste mi atención, no lo puedo explicar pero me llegaste al corazón —con su pulgar lo acarició en los labios— te voy a admitir, que ese día que te conocí, cuando llegaste al albergue herido y triste, me sentí muy confundido por la atracción que sentí. Y ahora que entiendo todo lo que ha pasado, lo que menos quiero es alejarme. Soy un hombre afortunado por que hayas llegado a mi vida, tú eres muy especial para mí —acercó su rostro al de Dan y fue bajando su tono de voz— por favor, no huyas, dame una oportunidad para estar a tu lado, te prometo que no te voy a fallar.

Finalmente, sus labios tibios se posaron sobre los del otro. Era una suave caricia como el viento que apenas mueve una hoja, un roce delicado como el algodón de azúcar sobre su boca. Lenard besó a Dan tiernamente, temeroso de asustarlo y de que huyera de allí.

Al sentirse correspondido, el joven aumentó la intensidad de aquel beso, impulsado por el deleitable sabor de aquella boca. Lo besó con necesidad y cariño.

El otro era torpe para seguirlo, eso dio a Lenard la conciencia de que era la primera vez que daba un beso, aquello lo enloqueció, sentirse el primero y el único era un sentimiento inexplicable. Deslizó su mano por la esbelta figura de Dan y lo pegó más hacia él.

Se separaron un momento, solo porque el oxígeno era muy necesario para sobrevivir. Dan tomó aire, su respiración era agitada, el toque de su amor platónico le daba excitantes escalofríos a su piel. Respiraba acelerado, ansioso por dejarse deshacer y rehacer por él, su hombre perfecto, aquel salido de un sueño.

Aspiró con fuerza y se embriagó del olor del perfume de Lenard, ese aroma era delicioso. Cerró sus ojos un breve momento y se besaron de nuevo, esta vez más fuerte y más confiados, poco a poco el joven lo derrumbó sobre la cama, quedando sobre Dan.

Lo tomó de las manos, alzándoselas a los lados, así tenía un perfecto acceso a él.

Lo llenó de besos en el cuello, hasta hacerlo estremecer, temblar con estas nuevas sensaciones de placer; luego besó de nuevo su boca devorándola, demandando un poco más, y dejándose llevar por el momento besó su barbilla y luego regresó a su cuello.

Dan no pudo evitarlo, un sonido extraño salió de lo profundo de su garganta, un quejido que no sabía que podía emitir.

—Leny... es...espera.

El joven se detuvo inmediatamente, su respiración acelerada le cortaba un poco las palabras.

—¿Te hago daño?

—Para nada —Dan negó con la cabeza— es solo que...

—Nunca has estado con nadie —dijo el otro terminando la oración.

—Nunca —y ahí estaba ese sonrojo de nuevo, Lenard podría vivir siempre admirando sus tiernas expresiones— pero no era eso lo que te quería decir, yo... no quiero que me veas.

—Dany, mírame a los ojos. Sé que es muy pronto para decirlo pero yo te quiero, no necesito más para saberlo, puedo sentirlo desde el primer momento en el que te conocí. No pienso rendirme ni alejarme de ti. El amor a primera vista existe, y tú eres la prueba de ello.

—¿De verdad crees en el amor a primera vista?

—Sí. No lo dudes tanto, no puedes pasar la vida preocupado por todo. Mira a mis padres, ellos gozaban perfecta salud y los perdí en un abrir y cerrar de ojos. A veces perdemos el tiempo en cosas que no lo valen —Lenard le acarició la mejilla— yo quiero estar contigo, creo que merecemos darnos esa oportunidad. No quiero que sufras ni te estés mortificando. Si tú me lo permites, no me separaré de ti y te acompañaré en todo momento, en todo lo que quieras hacer. Eres un chico hermoso ahora y lo seguirás siendo después.

El joven se sentó en el mullido colchón.

—Te esperaré el tiempo que necesites. Vamos, te invito al cine —sonrió. 

—No —respondió Dan y de un brinco se sentó a horcajadas sobre Lenard y comenzó a besarlo apasionadamente, como si se hubiera desatado una cuerda invisible, se mostró con un hambre voraz e insaciable que ni él mismo sabía que tenía dentro.

Lenard lo dejó liberarse, tomar el control un momento.

Con muchos besos, Dan exploró el cuerpo de Lenard ansiosamente. Empezó por su rostro y deslizó sus manos por aquel tonificado dorso, sin dejar de besarlo. Sobre su ropa, llegó hasta la parte más íntima del otro jóven.

Lenard suspiró entre caricias, el deseo era mutuo, así como el calor que comenzaba a hacer un nido en su corazón.

—Dany, debemos deternos —sugirió Lenard con la respiración entrecortada y la piel caliente— no tenemos protección.

Dan sonrió travieso, era una sonrisa que no le había visto jamás. Incluso se mordió los labios un poco nervioso por lo que iba a decir.

—Sí tenemos —le mostró el preservativo que traía en el bolsillo de su pantalón— Tony me lo dio antes de que llegaras a buscarme.

—Creo que Tony es mi nuevo mejor amigo —Lenard no podía quitar la sonrisa de su cara.

Una vez dicho aquello, no hubo pensamientos de dudas, ni miedos, Dan dió tirones a la camisa de Lenard hasta hacerla volar lejos de ellos y se quitó la camisa verde que él mismo se había puesto momentos antes.

Sonriendo, Lenard lo tomó entre sus brazos levantándose levemente para quedar de nuevo sobre Dan. Lo llenó de besos y pequeñas mordidas dulces, con sus manos lo llenó de caricias y por las siguientes horas, el silencio que abundaba en aquella mansión fue sustituido por gemidos y promesas de un amor incondicional y sin prejuicios.

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