Cap. 13.- Quiero conocerte
—Lenard no va a venir.
—Que si va a venir.
—Ya son las 11.05hrs, no llegó. Ya es muy tarde.
—Ok. Hay que desquitarnos. Saquemos nuestro rifle y disparemos contra todos los impuntuales que existan en el mundo ¡Arrasemos con todo! —Tony hizo de su mano, un arma imaginaria— ¡Pium, pium! ¡Mueran todooooos! —luego puso una mano en su pecho— ¡Ohhh me han dado un tiro! —Se aferró al pecho de Dan y fingió una voz moribunda— Amigo... Mi última voluntad es que esperes a... Ese buenísimo Dios griego al que los mortales llaman Lenard y lo secuestres en tu casa, amordázalo y no lo dejes ir porque está muy bueno.
Luego se dejó caer al pasto y cerró los ojos falsamente muerto.
—No puedo dejar de preguntarme cómo terminé con un amigo tan idiota —Dan puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos— ponte de pie o te patearé el trasero. Todavía me las debes por lo de ayer. Eres un chismoso.
Poniéndose de pie, Tony rió al recordar sus travesuras.
—Querido, si no fuera por mí no hubieras conseguido esta cita.
—Pues te recuerdo que no conseguí nada porque Lenard acaba de dejarme plantado.
—Él vendra, no lo dudo. Y por cierto, te traje un regalito —Tony rebuscó entre el bolsillo de su pantalón y luego tomó la mano de Dan, en ella le dejó un preservativo— sin globito no hay fiesta, que no se te olvide.
—¡¿Pero que cosas crees que voy a hacer en una primera cita?!
Tony comenzó a reír a carcajadas cuando vió el rostro de Dan colorado hasta las orejas. Intentó devolverle el preservativo pero corrió lejos de él para que no pudiera hacerlo.
—Cálmate, dramático ¡Te estoy haciendo un favor!
—¡Ningún favor! ¡Lenard de seguro piensa que soy un psicópata por tu culpa!
—No pienso que seas un psicópata, Dany —Lenard había llegado de nuevo sin ser detectado antes.
—¿Es que acaso eres medio ninja? —Tony no se iba a quedar con la duda— Siempre llegas sin hacer ningún ruido.
—Tal vez no hago ruido porque verlos discutir es muy divertido.
—Me cae bien este chico, me cae muuuuy bien —Tony caminaba hacia Lenard con toda la intención de tocarlo.
—¡Ni lo pienses! —Dan le dio un tirón a su amigo al mismo tiempo que escondía en uno de sus bolsillos el preservativo para que Lenard no lo viera— ¿Nos vamos?
—Como tú quieras, tengo disponible todo lo que queda del día para estar contigo.
—Perfecto. Nos vamos entonces.
—¡Adiós, Tony! —Se despidió Lenard siguiendo a Dan.
—¡Adioooos! —Tony agitaba su mano en despedida— Y más te vale que cuides a mi amigo o tendremos serios problemas tú y yo.
—No te preocupes tigre, lo devolveré entero.
—¡Más te vale! ¡Lo revisaré de pies a cabeza cuando vuelva!
Dan iba caminando con las mejillas en un tono rosa, a un lado de Lenard. No podía siquiera mirarlo, tampoco sabía qué decir.
—Me parece muy tierno tu rostro sonrojado.
Dan alzó su mirada, abrió en grande sus ojos negros, detrás de aquellas espesas y largas pestañas, tragó en seco.
—Pensándolo bien, te vez aún mejor así.
—No me digas esas cosas por favor —pasó las manos por su cabello de forma nerviosa.
—No puedo evitarlo. Me siento muy alagado de que me dediques tanto de tu tiempo, eso me hace querer saber más de ti.
—Aaaapenas, me conoces de antier —tartamudeó.
—Formalmente sí, pero no es totalmente cierto, ayer pude comprobarlo —Lenard se detuvo— en un principio no estaba seguro, pero ya no tengo dudas. Sé que eres tú. Te sentabas todos los días en la tarde, te veía desde el comedor. De inicio pensé que eras familiar de alguna de las personas que llega al albergue, me pasó por la mente la idea de que le mirabas en la distancia considerando entrar o no. Pasabas ahí varias horas y te ibas antes de que yo saliera. Todos los días llegabas aunque solo fuera un rato y cuando miro tus ojos, no sé porqué pero siento que ya te he visto antes. Tus ojos no son comunes, son como los de alguien que ha sufrido mucho pero que no se rinde jamás. Sé que he visto esos ojos en algún otro momento, solo que aún no lo recuerdo.
Dan estaba pálido, según él, Lenard nunca se había dado cuenta de que lo visitaba a diario.
—No pongas esa cara, de verdad me siento muy halagado, no creí jamás que alguien pudiera tener un interés así en mí.
—¿No te enoja que te estuviera espiando?
—Creo que nada de lo que hagas podría enojarme, Dany —Lenard escuchó sonar su teléfono y lo tomó para ver que era— ¡Oh rayos!
—¿Qué pasa? —Preguntó Dan, tratando de contener las ganas de salir huyendo lejos. En definitiva, ser espía no era lo suyo.
—Hay algo mal con una transferencia que hice al banco esta mañana —el joven se giró sobre sus talones, hizo la parada al primer taxi vacío que vio— tengo que entrar a la plataforma desde mi computadora, no voy a poder corregir el error desde mi celular, lo siento mucho, debo de ir con urgencia.
Un taxi se detuvo, Lenard abrió la puerta.
—No te preocupes, te veo en el albergue más tarde —al responder, no pudo evitar lucir desilusionado y quiso darse la vuelta para irse.
—No Dany, perdóname por no ir a donde había planeado, quería llevarte al cine. Acompáñame a mi casa por favor, debo solucionar esto primero.
—No te preocupes, no es necesario.
Lenard suspiró y lo tomó por la muñeca derecha.
—Ven conmigo, por favor. No voy a tardar, luego podemos ir a donde tú quieras.
El más pequeño lo dudó unos segundos, pero luego asintió. No podía engañarse, no quería separarse del otro asi que juntos subieron al taxi.
Unos diez minutos después, estaban llegando a una zona residencial, era una casa muy grande, estaban ahora bajando de la unidad.
—¿Vives aquí? —Dan no podía esconder su sorpresa— ¡Este lugar es enorme!
Lenard pareció ir entre pensamientos nostálgicos y tristes.
—Esto no lo sabe nadie. Lo que hablemos hoy solo puede quedar entre tú y yo. Por lo menos por ahora, todavía no estoy listo para que las demás personas de mi alrededor sepan quién soy en verdad.
Estaban ya frente a la enorme puerta de entrada.
—Si no quieres que le cuente a nadie sobre ti, no lo haré. Yo entiendo muy bien lo que es tener reservas en la vida. Cada quien tiene su razones para ser como es.
—Eres un chico muy listo —Lenard pellizcó con ternura la mejilla derecha de Dan y disfrutó el sonrojo que le causaba solo con aquel leve toque. Abrió la puerta y entraron.
Sin explicar nada, Lenard caminó hasta un enorme estudio, en silencio el otro iba detrás de él.
Lo acompañó sigilosamente y lo observó sentarse en una silla enorme ubicada detrás de un escritorio de madera fina, prendió el equipo de cómputo y mientras Lenard estaba ocupado, Dan paseó por aquella habitación.
Había muebles con libros en las paredes, como si fuera una biblioteca personal. Una alfombra color vino cubría el piso, había también un enorme sillón color oscuro en una de las esquinas del lugar. Dan recordó entonces la plática que escuchó aquel día, donde aquel chico decía que eran de una clase social muy alta, de pronto ese pensamiento lo hizo sentirse muy poquita cosa y se dio cuenta de que era un gran error estar ahí.
Se dio la vuelta muy lentamente, sintiendo cómo se formaba un nudo en su garganta.
—¿A dónde vas? —Preguntó el joven sin quitar su vista de la pantalla— Ya casi termino con esto.
—Lo siento Lenard, perdóname. Es un error que yo esté aquí —el chico se dio la vuelta y salió de aquel estudio, caminó a paso apresurado para irse a su casa. Tiró de la enorme puerta tan rápido como pudo y la cerró.
Pocos segundos después, llegó Lenard y vio que Dan se había ido. Se sintió solo y roto, nuevamente en aquel lugar que alguna vez fue su amado hogar, pero ahora solo era un enorme lugar vacío, solitario, frío... Se dio la vuelta y se dejó caer como un bulto en un sillón de la sala de estar.
Tal vez su destino era estar solo y aquel pensamiento removía todos sentimientos tristes dentro de su pecho.
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