Cap. 11.- El mejor regalo
Poco rato después, Dan estaba detrás de una enorme olla de sopa, sirviendo una porción a cada persona en la fila que estaba en espera de su turno; a su lado, estaba Lenard, poniendo orden, principalmente apoyando a las personas de la tercera edad con dificultades para moverse, para ubicarlos en algún asiento para que pudieran comer.
De soslayo, Dan miraba con admiración a todo lo que su amor platónico hacía. La determinación de aquel joven era genuina e inspiradora. Él mismo se sentía inspirado, las personas eran amables, le sonreían, le agradecían el pequeño plato de sopa caliente. En ningún momento sintió rechazo por parte de nadie, todo lo contrario, eso logró que su corazón se sintiera entibiarse contento. Las personas en general le habían tratado de menos por tanto tiempo, que este sentimiento era nuevo, al parecer todo había cambiado el día de hoy y eso era un lindo regalo de cumpleaños.
También se dio cuenta de que no era su aspecto físico lo que le transmitía una energía positiva, era su decisión de aceptarse tal cual es, dejando a un lado el temor y la inseguridad. Era como renacer.
Lenard se despedía de un ancianita que recién acomodó en un asiento y venía de regreso hacia él. Los pensamientos que tenía mientras observaba los movimientos del joven, se interrumpieron cuando una infantil y pequeña vocecita llamó su atención.
—Oye chico nuevo, ¿te gusta Leny? —era un chiquitín como de unos 7 años.
—¡Claro que no! —respondió con el rostro sonrosado por la vergüenza— mejor ve a terminar de comer, se enfriará tu sopa.
—Puedo comer aquí de pie mirándote —el niño metió un trozo de pan a su boca mientras reía con picardía— yo creo creeeeo que sí sí que sí te gusta Leny.
—¿Pero qué cosas dices? ¡Eso no es cierto! —Exclamó mientras servía sopa a las personas de una larga fila.
—¿De qué me perdí? —Lenard recién llegaba hasta ellos.
—De nada —contestó Dan sin mirarlo.
—A Dany le gustas —respondió el niño al mismo tiempo.
Lenard no pudo evitarlo y comenzó a reír divertido.
—¡Pero qué cosas dices, Nico! Dan ni siquiera me conoce. Deja de atormentarlo en su primer día —el jóven revolvió el cabello del niño mientras todavía reía.
—Me llamo Dan, no Dany —refunfuñó el otro.
—Dany va más acorde a ti, es algo tierno —opinó Lenard, son esa bella y amplia sonrisa.
Por un par de segundos, Dan lo miró con los ojos muy abiertos y casi se atragantó con sus propias palabras ya que no sabía qué cosa responder ante un comentario como ese.
—¿Ves? —Nico habló una vez más señalandolo— Se le cae la baba cuando te ve.
—¡Eso no es cierto! —Su rostro estaba tan rojo, que pronto empezó a desear que se lo tragara la tierra y siguió sirviendo sopa con las manos temblorosas.
—Nico, ve a sentarte —pidió Lenard al chiquillo quien sonriendo se retiró a su asiento— es un pequeño travieso.
—Yo diría un pequeño metiche.
—Eso también —Lenard rió de nuevo.
Dos horas después, ya entraba el turno nocturno y era hora de limpiar para poder dar como concluída esa jornada.
Para su sorpresa, era su amor quien se encargaba de lavar todos los utensilios de cocina, los vasos, cubiertos y platos en donde las personas habían comido y también tenía que barrer y trapear el comedor. Sus otros compañeros solo hicieron el levantamiento de todos los trastos para llevarlos a la enorme tarja, levantaron la basura y tiraron los desechos. Eran las 7pm y fue entonces que Dan entendió porqué Lenard salía hasta las 9 de la noche. El joven era el último en salir.
—Estuviste excelente Dany, espero que vuelvas mañana, me ayudaste mucho. Te lo agradezco de todo corazón —abrió el grifo para iniciar a lavar las ollas de comida— se nota que eres muy buena persona.
Un segundo antes de que su mano con la venda se mojara, la delgada mano de Dan estaba sosteniendo la suya.
—Tu mano está herida, permíteme que te ayude.
—Pero ya es tarde —replicó el otro sin apartar su mano de ese suave tacto— es tu cumpleaños, de seguro tu familia te está esperando.
Dan se encogió de hombros con una tímida sonrisa.
—Eso es cierto, pero también sé que me entenderán —soltó aquella mano sintiéndose muy torpe y dio un paso alejándose— anda, ve a limpiar lo demás mientras yo lavo aquí.
A las 8 de la noche ambos chicos iban juntos, saliendo del albergue.
—Sigo pensando que hoy debiste hacer otra cosa por ser tu cumpleaños.
—Créeme que hoy hice mucho. Ha sido un día maravilloso.
Ambos chicos se detuvieron en la calle, estaban uno frente al otro. Lenard traía una mochila que pareciera vacía, estaba rebuscando algo dentro. Cuando lo encontró, sacó el objeto, era una bolsa de papel color café.
—Me compré esto en la mañana, toma. Uno debe de recibir algo en su cumpleaños.
—Oh no tienes que molestarte, en serio —Dan tomó la bolsa y la abrió para ver su contenido. Dentro había lo que en algún momento fue un pastelillo de chocolate. Porque este estaba todo aplastado. Al observarlo, empezó a reír.
Lenard se acercó a él a mirar el contenido y también empezó a reír cuando vio el pequeño postre aplastado.
—De verdad que hace rato no estaba como si un camión le hubiera pasado encima —Lenard quiso tomar la bolsa de nuevo pero Dan la jaló.
—La intención es lo que cuenta, me lo quedaré, gracias.
El corazón de Dan latía contento, su único impulso era el de acercarse a Lenard y que lo envolviera entre sus brazos. Hubo un breve momento de silencio.
—Pero está aplastado —replicó— quiero darte algo por tu cumpleaños.
—Si me quieres regalar algo podría ser, que no te enojes conmigo.
—¿Por qué me enojaría contigo?, eso no tiene sentido —Lenard no dejaba de sonreír, le gustaba ver las mejillas sonrosadas de Dan, como si le asustara hablarle pero aún así lo hiciera.
—Por esto —Dan dio un pequeño brinco tomando al otro por el cuello con sus manos y estampó sus labios en la mejilla de Lenard. Fue apenas un segundo para no darle al otro tiempo a reaccionar. Luego lo soltó y salió corriendo lejos de allí.
Lenard lo miró sonriente desaparecer de su vista, mientras llevaba una mano a su mejilla, donde Dan le había besado. Y con esa misma sonrisa, retornó a su hogar.
Antes de llegar a su casa, Dan se reclinó sobre un poste de luz, respiraba agitado por la carrera que había dado, tocó sus labios, todavía podía sentir la piel tibia de ese hermoso joven en su boca. Sonrió emocionado y suspiró enamorado.
Caminó dichoso hacia su casa y en breve llegó. Al abrir la puerta vio a su padre con su gesto molesto, pero en cuanto lo observó de pies a cabeza esa furia cambió al asombro. El hombre se acercó, lo tomó por las mejillas apretándolo un poco, observando su cabello, ahora muy corto.
—¿Dana?
—Soy Dan, papá —sonrió.
Su padre se giró brevemente hacia su hermano quien se acercó inmediatamente. Su padre lo soltó y ambos hombres lo miraron de arriba a abajo.
—Este soy yo papá... bueno, por lo menos es el comienzo a tomar las riendas de mi vida, es hora de que todos dejen de decidir por mí, quiero ser feliz y no se puede si me la paso pensando en lo que quieren los demás que yo haga. Hoy aprendí tanto de mí mismo, que el cambio más grande ha sido en mi corazón.
Su padre lo abrazó con los ojos húmedos y con gran sentimiento.
—Perdóname hijo, tenías la razón todo este tiempo. Este es quien en verdad eres y voy a apoyarte en todo lo que necesites. No te volveré a fallar nunca más.
—Ven acá, sobrino —su tío también lo abrazó con mucho afecto— te traje tu regalo de cumpleaños. Bueno, es de parte de nosotros dos.
Cuando se terminó el abrazo, tomó el regalo y ansioso lo abrió, era su expediente médico. Por unos momentos, el chico no entendió qué significado tenía.
—Hablé con la secretaria cuando te fuiste, ahora tu nombre está escrito correctamente —dijo su tío— dentro vienen todos los documentos de autorización firmados por tu padre. Ya sé que esta mañana tú firmaste uno, pero que tu padre diera su firma, es nuestro compromiso contigo de que no estás solo en este camino.
—Somos tu familia y estaremos en todo lo que venga, juntos —añadió su papá.
—Muchos estudios que se te hicieron ya vencieron sobrino, hay que hacer reprogramación de citas y otros pendientes. Ya tienes nociones de cómo es el proceso y esta vez, no habrá ningún impedimento para tu tratamiento. Y bueno, ya lo sabes, en este proceso la paciencia será tu mejor amiga.
Dan dio un enorme grito de alegría y empezó a brincar emocionado, se abalanzó sobre su tío y luego sobre su padre abrazándolos uno por uno y luego abrazando con todas sus fuerzas a la bolsa de regalo que contenía su documentación.
—Cuando todo tu expediente esté completo y actualizado, te prometo que no volveré a poner ningún obstáculo para nada y yo personalemente realizaré tu cirugía. Sabes también que todo el proceso no será de la noche a la mañana, pero te aseguro que no importa el tiempo que pase, nunca estarás solo.
En todo este tiempo, Dan jamás se sintió tan feliz, como se sentía el día de hoy. Había sido un día perfecto.
—¡Este es el mejor cumpleaños de todos!
—Te amo hijo, no volveré a fallarte. Solo quiero lo mejor para tí, tengo mucho que aprender todavía.
—Papá...
Dan no pudo evitarlo y lloró de alegría, no pudo decirle nada más a su padre. El hombre le dio un fuerte abrazo, demostrándole con ese gesto a su hijo, que el amor que le tenía era mucho más grande que todos sus prejuicios.
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