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Cap. 10.- Aprendiendo a ayudar

Cuando Dan cruzó la puerta de entrada del albergue, ya tenían el cupo lleno, avanzó dentro y se encontró con la chica que le había ayudado en aquella ocasión, era una pelirroja de cabello rizado muy simpática y agradable.

—¡Hola, buenas tardes! —Saludó ella con coquetería caminando hacia él.

—Hola —respondió Dan con una pequeña y tímida sonrisa.

—¿Qué puedo hacer por ti, cariño?

Era curiosa la forma de hablar de aquella chica ya que era muy joven, quizás de unos veinticuatro o veinticinco años.

—Vengo a....

<<Ver a Lenard>> pensó, pero no podía decirle eso.

—Quiero a preguntar, si de casualidad necesitan voluntarios. Me gustaría participar.

Parecía que a la chica le encantaba esa idea, se emocionó mucho en cuanto lo escuchó.

—¡Eso es fantástico! Siempre necesitamos ayuda. Sobre todo si se trata de chicos tan guapos como tú —le guiñó un ojo.

—Oh muchas gracias —extendió su mano tratando de contener las ganas de salir corriendo lejos de allí— mi nombre es Dan.

—Llámame Maggs, cariño —el saludo fue correspondido de forma efusiva y coqueta.

Dan quiso terminar con esa incómoda presentación pero la chica no soltaba su mano.

—Solo por curiosidad, ¿tienes novia?

Usando un poco de fuerza logró soltar su mano.

—Soy soltero —la chica sonrió como haciendo una telenovela en su cabeza por lo que tenía que detenerla así que agregó: —Pero mi corazón ya está ocupado.

Era necesario hacer aquella aclaratoria para que no hubiesen malos entendidos en un futuro. Magss hizo una mueca un tanto graciosa, como un puchero.

—¡Moriré sola y con veinte gatos! ¡Es tan injusto!

A como pudo, Dan soportó las ganas de reírse de aquella chica, la miró apenas conteniendo una carcajada.

—Mejor voy por Lenard, espéralo allí dentro —le señaló la oficina/consultorio donde había estado la vez anterior— regreso en un abrir y cerrar de ojos, cariño.

Ahora sí, había llegado el momento. Su corazón cambió su ritmo a uno desenfrenado, sus piernas temblaban por dentro, incluso sentía calor.

Le faltaba el aire y las ganas de correr lejos de ahí eran una tentación enorme. Tratando de respirar profundo, se sentó en la camilla y esperó, mientras luchaba con su cuerpo por agarrar oxígeno.

—Hola, buenas tardes.

Con lentitud y tagando saliva de forma nerviosa, alzó su mirada. Lenard estaba frente a él y el mundo se congeló. No podía pronunciar palabra alguna.

Al no obtener una respuesta, el otro volvió a hablar.

—Maggs me dijo que querías iniciar con nosotros como voluntario en el albergue.

Dan asintió y miró hacia el suelo, sintiéndose tímido y torpe. Su valor había salido por la ventana más cercana.

—¡Bien! —Habló el otro con entusiasmo— Necesitamos mucha ayuda. No nos damos abasto. Yo dirijo a los voluntarios —dio un paso acercándose— mucho gusto, mi nombre es Lenard.

El recién nombrado extendió su mano en un saludo amistoso.

Y por unos momentos, Dan pensó en salir corriendo, arrepentido de estar allí, pero al verle la mano, su miedo se cambió y se reemplazó por la preocupación.

En vez de estrecharlo con la suya para corresponder el saludo, tomó la del otro chico y la giró un poco para observarla a detenimiento. Pasó sus dedos sobre aquellos nudillos, estaban cubiertos con una venda. Eso lo hizo recordar con tristeza que la noche anterior lo vio golpear la caceta telefónica.

—Te lastimaste...

Despacio, Lenard retiró su mano, avergonzado de haberse herido él mismo.

—Me caí ayer y me herí un poco, no es nada grave.

Al escucharlo hablar, sabía que le estaba mintiendo, pero no podía hacer ningún comentario al respecto ya que eso significaría tener que decirle que lo había estado espiando y que sabía los motivos por los que golpeó la caceta telefónica.

—¿Y fuiste a que te revisara un médico?

—No es necesario, estoy muy bien —Lenard caminó hacia la puerta— vamos, todavía no termino de servir la cena, me vendría muy bien tu ayuda.

A su lado, Dan salió a caminar metiendo sus dos manos en los bolsillos del pantalón, iba en silencio, meditando la situación y observando a detalle todo el lugar.

—Aún no me has dicho tu nombre —comentó para romper el hielo.

—Soy Dan —respondió con la mirada hacia el suelo, tímido de la cercanía del hermoso chico a su lado.

—Eres algo reservado, ¿verdad? —sonrió.

—Un poco —Dan alzó la mirada— lo que sucede es que no estoy acostumbrado a interactuar mucho con las personas y hoy ha sido un cumpleaños de lo más extraño.

—Espera —Lenard se detuvo, Dan hizo lo mismo— ¿hoy es tu cumpleaños?

—Bueno sí. Hoy cumplo la mayoría de edad. Es un día de lo más peculiar para mí.

—¿Y decidiste venir aquí justo el día de hoy en vez de estar celebrando tu cumpleaños?

—Para mí, venir aquí es una forma de celebrarlo —se encogió de hombros.

Lenard continuó el camino pasando la mano por su cabello, alborotándolo mientras pensaba en las palabras del chico a su lado.

—Nunca conocí a alguien como tú.

—No tienes una idea.

Juntos llegaron hasta un amplio espacio, que era un comedor, habían filas de tablones largos y sillas plásticas, en las cuales se iban acomodando las personas que habían ingresado para poder pasar la noche.

Lenard le explicó que los voluntarios se dividían en tres grupos.

Los del grupo matutino se encargaban de organizar la salida de las personas a las 6am todos los días. Luego de que estuviera desocupado el lugar, realizaban la limpieza de los múltiples dormitorios, sanitarios y cocinaban la cena que ofrecerán en la noche.

Los del grupo de la tarde organizaban a las personas que hacían fila para entrar, de tal modo que hubiera un máximo de cien pesonas por noche. Les ofrecían una cena sencilla, para después guiarlos a los dormitorios para que las personas se distribuyan entre los colchones y colchonetas con los que contaban.

Una vez hecho esto, regresaban al comedor para realizar la limpieza del mismo, lavar los trastes donde las personas consumieron alimento y también limpiar la cocina y todos los utensilios que se hubieren ensuciado cuando se prepararon los alimentos.

Ya el turno nocturno, se encargaba de estar pendiente que durante la noche las personas hicieran eso "dormir" y no hubieran faltas de respeto de ningún tipo entre nadie.

Dan escuchó atentamente cada palabra que salió de la boca de Lenard. Aquel, no solo era un chico atractivo, sino alguien a cargo de una misión muy importante que requería esfuerzo y corazón.

En ese momento lo supo, aunque Lenard nunca tuviera ojos para él, estaba en el lugar correcto. Todo este tiempo la había pasado tan mal, sufriendo entre sus propios problemas, que poco o nada le importaban los problemas de los demás.

Al estar allí, rodeado de todos aquellos más vulnerables y en situación de calle, recibiendo apenas una cena muy sencilla y un pequeño espacio para resguardarse del frío de la noche, se dio cuenta de que él no era el único con problemas y que con algo de esfuerzo, podría ayudar a otras personas.

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