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🍂VEINTIUNO (FIN)

CAPÍTULO VEINTIUNO 🍂
🍃El verano y la llegada del otoño.

Los días pasaban como hojas de otoño siendo arrastradas por el viento. Se iban volando y en menos de lo esperada ya era la graduación.

Me acerqué al micrófono, lista para dar el discurso de graduación. Había preparado unas palabras, algo grande y significativo para el momento especial. Era especial, era terminar una etapa de nuestras vidas y quizás las palabras que había preparado por días se quedarían para siempre en sus mentes y en el video de graduación.

Miré a la audiencia, compañeros que conocía desde niña, caras conocidas, demostrando felicidad, tristeza, indiferencia (aunque en el fondo sabía que estaban igual de felices y tristes). Un claro ejemplo de ello era Dylan. Había pasado todo el fin de semana conmigo, mientras yo escribía el discurso y él mostraba indiferencia, pero cada vez que leía el discurso, él me ayudaba con unas palabras.

Tenía un par de hojas entre mis manos, pero al verlo entre la audiencia, saber lo mucho que improvisaba y lo bien que todo le salía, decidí improvisar.

Empecé mi discurso con una formalidad y un nerviosismo al improvisar; todas las miradas estaban puestas en mí; directivos, padres de familia, compañeros, Oliver, Dylan, Dylan mirándome sorprendido y al escucharme vi cómo se le formó esa sonrisa pícara y pude leer entre sus labios cómo decía "esa es mi chica".

Mi corazón estaba acelerado y las palabras salían de mi boca como si mi mente ya tuviera todo planificado. La Gwen de hace unos meses estaría mirándome con desaprobación al ver que estaba improvisando y no estaba dando el mejor de todos los discursos que el pueblo y el colegio hayan escuchado.

La Gwen de hace unos meses pensaba que iría a Harvard.

La Gwen de hace unos meses no creería que estaría saliendo con el chico más vago e improvisado de todo el pueblo.

—Quiero terminar esto diciéndoles que no tengo planeado lo que nos espera, que no sé lo que pasará; nadie lo sabe y ese es el punto de descubrir quienes somos y cuál es nuestro camino. No todo será fácil. Habrá obstáculos que serán oportunidades para crecer, para saber quienes somos. Y aunque había preparado algo más elaborado, creo que lo mejor que puedo decir es "no tengan miedo".

Con una sonrisa me separé del micrófono y recibí aplausos de todos los presentes. Regresé al asiento junto a mis demás compañeros y esperé atenta a que me llamaran para recibir mi diploma. Al escuchar mi nombre volví a escuchar los mismos aplausos y volví a subir al escenario a recoger mi diploma con honores.

Terminé siendo la número uno de mi clase.

Miré hacia Dylan cuando lo llamaron a él, se levantó despreocupado y aunque llevaba la toga y el birrete, podía distinguir que su aspecto desaliñado seguía presente. La toga parecía un poco arrugada y el birrete estaba algo chueco sobre su cabello negro. A pesar de su aspecto, todo fuera de lugar, sus ojos verdes brillaban con algo de picardía. Creo que ni siquiera él se imaginaba que estaba a punto de recibir su diploma, que a diferencia de la mía no tendría ningún honor; es más, estaba segura de que a las justas había alcanzado el promedio para graduarse. Subió al escenario con un encanto y al pasar por mi lado el muy descarado me guiñó un ojo.

Después de todo se había graduado.

Sonreí cuando lo vi que se puso a mi lado, y la piel se me puso de gallina al sentir la delicadeza de sus dedos acariciando los míos. Mantuve la compostura ante todos los estremecimientos que me causaba ese pequeño gesto.

La ceremonia siguió avanzando y al tener todos nuestro tan esperado diploma, el bullicio de celebración nos envolvió. Los birretes empezaron a tirarse al aire y no me quedó de otra que lanzarlo y vivir el momento sin pensar en lo que haría después.

Poco después el bullicio terminó y siguieron las fotos. Dylan se fue por otra parte, mientras mamá y Ellie no dejaban de tomarme fotografías y lanzarme rosas, diciéndole a cada persona que pasaba que recordara mi cara porque sería una de las mejores neurocirujanas.

Pose una vez más, avisandoles que era la última foto y gracias al dios de las ciencias que así fue. Miré a mi alrededor, viendo que yo no era la única, siendo agobiada por fotografías. Mi mirada se encontró con Oliver, que al igual que yo ya había acabado con su sesión de fotos. Miré a Ellie y le hice unas señas avisándole lo que iba a hacer.

Hablar con Oliver y arreglar un desastre.

—Felicidades por la graduación —dije llamando su atención y noté lo distante en su expresión al darse cuenta que era yo.

—Felicidades a ti también —dijo más por compromiso.

No tenía su atención y el hecho de que no me miraba era un claro hecho de que me estaba diciendo que me fuera. Pero debía de decirle algo antes.

—Escucha… Dylan y yo… —Ni siquiera sabía cómo empezar—. Él no tiene la culpa…

—No quiero hablar de eso, Gwen —Volvió a mirarme con una seriedad que nunca había visto.

—Vale, yo solo quería decirte…

Me dejó con las palabras en la boca y se fue con un grupito de amigos, su equipo de fútbol, a los cuales a muchos les di tutorías y al verme me saludaron con una sonrisa de agradecimiento.

—Bueno, está un poco ardido —Ellie llegó a mi lado y, por sus palabras, supe que había estado lo suficientemente cerca para escuchar lo que había pasado con Dylan—. Y la palabra poco se queda muy corta.

Estaba molesto y razón no le faltaba. Aunque no habían sido mis intenciones, había jugado con él.

Pero tampoco quería que por mi culpa él y Dylan dejarán de ser amigos por mi culpa. El pueblo era pequeño y hace tres años que venía ayudando a Oliver con los estudios. Los conocía de lejos y sabía lo grandes amigos que eran desde pequeños.

No podían pelear por mi culpa.

Pero ya lo habían hecho.

—Ahí viene Dylan, tranquilízate. Ya lo resolverán como hombres machos y peludos —dijo Ellie con una risita al decir lo último antes de irse y dejarme sola.

Dylan llegó a mi lado y pasó uno de sus largos brazos por mis hombros.

—¿Quiero presentarte a alguien? —”¿A quién?" le iba a preguntar, pero detrás de él pude visualizar a una señora y a un señor que se parecían mucho a Dylan—. Son un poco intensos, no te asustes.

—Si eres Gwen, eres más linda de como te contaba Dylan —Su madre (supuse por el parecido que era su mamá) me abrazó con fuerza, apartándome de su hijo—. Gracias por hacer que entre en razón y se gradue —susurró en mi oído para que solamente yo escuchara.

—Mamá, déjala respirar un momento —Dylan la apartó de mí y él fue el que me envolvió en un pequeño abrazo.

—¿Qué les parece si les tomamos una foto? —preguntó su padre.

Más fotos; ya me dolía la cara de sonreír para las fotos, pero no sabía cómo decirles que no a sus papás. Miré a Dylan y él entendió lo que le decían mis ojos. Empezó a negarles las fotografías a sus padres.

—Me parece muy bien una foto —habló mi madre, llegando, y esas palabras de ella fueron lo suficiente para que Dylan aceptara.

Ambos nos pusimos a cada lado del otro, volví a sonreír mirando a la cámara y, sin previo aviso, Dylan me tomó de la cintura y de una manera dramática me hizo hacia atrás, imitando un clásico beso que se daban en esas películas de romance. Me sorprendí por su acción, también me avergoncé al tener adelante a nuestras familias, pero todo fue opacado por sus labios besándome de una linda manera.

Se escucharon aplausos de los presentes, mientras la cámara capturaba aquel beso perfecto y espontáneo.



























🍂🍂🍂


































Seguía sin ser fanática de las fiestas, pero ante tanta insistencia de Ellie, Dylan y mamá, acepté ir al baile de graduación. Lo que significó un día lleno de compras con mamá y Ellie. Un día completo donde elegí un bello vestido, y al día siguiente también fue un día completo de chicas en el spa. Mamá decía que también era mi regalo de cumpleaños y, a decir verdad, me relajé.

No solía hacer algo extravagante en mi cumpleaños, solo una cena entre el abuelo, mamá, los doctores, Ellie y yo. Nada especial, aunque, para mí, era más que suficiente. Quizá sonará aburrido, pero esas noches eran nuestras, llenas de pequeñas tradiciones y risas compartidas. Sin embargo, esta vez mamá prometió que sería diferente, algo más especial, algo que recordaría para siempre y vaya que lo fue.

Al bajar las escaleras, me encontré con Dylan, esperándome al pie. Su mirada tenía un brillo, como si estuviera viendo algo que no podía creer del todo y me estaba mirando a mí. Su sonrisa se ensanchó al verme, y noté que sus ojos, normalmente tan llenos de travesura, brillaban con una dulzura que me hizo sentir única. Era como si todo el mundo hubiera desaparecido, dejando solo a él y a mí en ese momento.

—Te ves hermosa —dijo con voz suave, mientras extendía su mano hacia mí. Sentí que el rubor subía a mis mejillas, y no pude evitar sonreír mientras tomaba su mano. El contacto de sus dedos fue suficiente para confirmarme que mamá tenía razón. Iba a recordar esta noche para siempre.

Escuché el clic de una cámara antes de que pudiera responder por su cumplido. Giré la cabeza para encontrar a mamá y Ellie, ambas con una sonrisa de oreja a oreja, capturando el momento como si fuera un tesoro. Me reí, y Dylan, sin soltar mi mano, se inclinó hacia la cámara, plantando un beso rápido en mi mejilla justo cuando volví a escuchar un clic.

—Perfecto —dijo mamá, satisfecha.

—Que viva el amor —dijo Ellie alzando una lata de cerveza que no sé de dónde había sacado. Todo rastro de amor en su rostro se acabó cuando señaló a Dylan—. Sé donde vives, cuídala y estaremos todos felices.

—La traeré sana, salva —dijo Dylan, tomándome de la mano.

Tiré de él para salir de la casa y así salvarnos de más fotos o palabras incómodas, pero no fui lo suficientemente rápida.

—¡No se olviden de usar protección! —gritó mamá, avergonzándome y haciendo reír a Ellie.

—¡Mamá!

—Solo lo digo, por si acaso.

Ni siquiera miré a Dylan, solo salí de mi casa aún teniéndolo de la mano. Al salir y alzar la mirada, vi una limusina, brillante y elegante, estacionada justo en frente de la casa. Me quedé sin palabras, mirando el lujoso vehículo mientras trataba de procesar lo que estaba viendo.

—¿Cómo… cómo conseguiste esto? —pregunté, volteando hacia Dylan con una mezcla de incredulidad y asombro.

Él sonrió con picardía, esa sonrisa que siempre tenía cuando estaba a punto de hacer algo inesperado.

—Un mago nunca revela sus secretos —respondió, guiñandome un ojo y abriendo la puerta de la limusina, haciendo una reverencia exagerada—Después de usted, ma dame.

Nos subimos y, mientras la puerta se cerraba tras nosotros, sentí una oleada de emoción. Estaba pasando algo más grande que un simple cumpleaños o una graduación. Algo que solo se da una vez en la vida, y yo estaba lista para vivirlo al máximo, junto a él.

Dentro del coche, Dylan se inclinó hacia mí, y depositó una corona encima de mi cabeza. Él también se puso una y luego me tendió un obsequio.

—Feliz cumpleaños, terroncito —susurró, sus ojos fijos en los míos con una intensidad que hizo que mi corazón latiera más rápido—. Espero que este sea el mejor de todos.

El sonido de sus palabras resonó dentro de mí, llenándome de una calidez indescriptible.

—Ya lo es —respondí en un murmullo, agradeciendo en silencio que él fuera parte de ese día.

Llegamos a donde se celebraba la fiesta de graduación, un salón iluminado con luces doradas que parpadeaban en la distancia. Al bajar del coche, sentí el aire de la noche acariciar mi piel, mezclado con el murmullo de la música que ya llenaba el lugar.

Dylan me ofreció su brazo y juntos fuimos cruzando la entrada, donde una alfombra roja nos guiaba hacia adentro. No pude evitar sonreír ante lo ridículamente elegante que todo se sentía, como si estuviéramos en una de esas galas que solo se ven en las películas.

—Oye, Gwendolyn —me llamó, ni siquiera le corregí.

—¿Qué pasa?

Dylan se inclinó un poco más cerca, bajando la voz en un tono conspirador.

—Sí decides subirte a una mesa para enseñar tus pasos prohibidos, no olvides llamarme que tengo mucho flow que mostrar.

—Eres insoportable. ¿Te lo han dicho?

—Soy tu insoportable, Gwendolyn.






























🍂🍂🍂





































El verano llegó con un aire diferente, más cálido y lleno de expectativas. Tenía planeado hacer voluntariado en el hospital y me llevé una sorpresa cuando me encontré a Dylan ahí. Su excusa fue que no tenía nada más importante que hacer. Trabajar juntos era lo último que me esperaba, pero me hizo bien ver una cara conocida.

Conocía el hospital, y el ajetreo constante, la mezcla de emociones intensas, se convirtió en un escenario de una gran dosis de realidad.

Los largos turnos y las situaciones inesperadas no me intimidaban; más bien, era un desafío para aprender más y dar lo mejor de mí misma.

Dylan, por su parte, me sorprendió por su capacidad para adaptarse. Aunque a primera vista no parecía ser el tipo de persona que disfrutaría de un entorno tan exigente, demostró que tenía una fortaleza interna que no siempre dejaba ver. Sus bromas habituales se transformaban en palabras de aliento para los pacientes y su sonrisa despreocupada se volvía un faro de esperanza para aquellos que la necesitaban.

Habían momentos en los que, después de un día agotador, se sentaban en la azotea del hospital, mirando el atardecer, siendo nosotros mismos, y aunque Dylan no era el que planeaba las cosas, fue el primero en hacer una agenda para las horas en las que podríamos llamarnos o irnos a visitar una vez llegara el otoño.

El verano no fue solo trabajo en el hospital; también fue un tiempo de citas, diversión y momentos espontáneos que llenaron sus días de memorias inolvidables.

Cuando no estábamos en el hospital, aprovechabamos para pasar tiempo juntos y dejarnos llevar por la libertad del verano. Sin planificar demasiado, explorabamos el pueblo como si fueran turistas en su propio hogar.

Había días en los que simplemente nos subíamos al coche de Dylan, él me enseñaba a conducir por un par de horas y luego conducía él sin rumbo fijo, siguiendo sólo su instinto y la música que sonaba en la radio. Una de esas tardes, terminamos en un pequeño pueblo al que ninguno de los dos había ido antes. Las calles estaban tranquilas, y el aroma del mar nos envolvía  mientras caminábamos por el muelle, compartiendo un helado y riendo sin preocupaciones.

Una noche, decidimos hacer una visita nocturna a la ciudad. Paseamos por las calles de la gran manzana, visitamos una galería de arte que permanecía abierta hasta tarde y terminamos en una azotea, con vistas a la ciudad iluminada. Dylan, siempre impredecible, sacó un pequeño altavoz de su mochila y, entre risas, comenzamos a bailar bajo las estrellas, con el viento jugando con su cabello y las luces de la ciudad como testigos y teniendo un deja vu de la primera fiesta a la que fui y él me salvó. Esa vez no lo pude besar, pero esa nueva noche en la azotea de un edificio pude besarlo todas las veces que quise.

Sin embargo, no todo fue aventura. Hubo tardes tranquilas en la que nos sentábamos en un parque, simplemente disfrutando de la compañía del otro. Solía llevar un libro de poesía que leía en voz alta para él, quien hacía sus propias interpretaciones que me hacían reír. Otras veces, nos quedamos en casa, cocinando juntos. Aunque ninguno de los dos era un chef experto, la cocina se llenaba de risas, harina y alguna que otra batalla de comida.

Y luego hicimos otro viaje inesperado a la ciudad. Sin pensarlo demasiado, pasamos el día recorriendo museos, probando comidas en pequeños restaurantes escondidos y, al anochecer, fuimos a un concierto al aire libre, donde las canciones se convirtieron en la banda sonora de un día perfecto. Todo el fin de semana fue perfecto y cuando regresamos, exhaustos pero felices, supe que nunca olvidaría ese verano y deseaba que el siguiente fuera igual de bueno.

Fue un tiempo sin presiones, sin planes definidos, solo nosotros dos, disfrutando de cada instante, sin preocuparnos por el futuro, solo viviendo el presente.

Y el presente trajo consigo las hojas que caían de los árboles, mi estación favorita y un adiós que debía de decir.

—¿Quieres que llame a alguien? —pregunté —¿A la doctora Jenifer? ¿A una enfermera?

—No… estoy bien —susurró Emma, apenas si se le escuchaba.

Me acerqué a ella y le apreté su mano; estaba fría y eso me partía el corazón. Sabía muy bien que no debía encariñarme. Mamá me lo había dicho y lo había cumplido, salvo con Emma. Me recordaba a mí.

—¿No tienes una cita con tu guapo novio? No, no quiero que lo hagas esperar por mí.

—Es mi trabajo. Me quedaré contigo.

Emma iba a replicar, pero tosió. La ayudé a recostarse y le di un poco de agua en un vaso.

Mi turno ya había acabado. Estaba a horas de irme. Aún así, seguía en el hospital.

No podía imaginarme lo mal que se sentía estar en cama todo el tiempo; no tenía a nadie, acababa de perder a su familia en un accidente en la carretera, ella había quedado con vida, pero necesitaba un trasplante.

—Necesito un corazón… ¿Crees que lo tendré? —preguntó.

—Lo tendrás. Estarás bien…, la mejor cirujana cardiotorácica ha venido para tu cirugía; tienen un donante, estarás bien.
Apreté su mano.

—¿Estarás allí?

—Quisiera estarlo, pero mi vuelo sale hoy en la noche. Y yo ni siquiera curso mi primer año.

Me dio una media sonrisa. Sus labios estaban secos.

—Serás la mejor.

—Y tú saldrás con esta. Ya verás.

Podía notar las lágrimas en sus ojos. Tenía miedo. Apreté con fuerza su mano, reconfortandola. Había sufrido mucho y aún así seguía allí después de haber perdido a sus padres y hermana.

—Gwen —Sonreí al escuchar la voz de Dylan. Volteé a verlo y allí estaba él, con un ramo de flores.

Se acercó a mí y me dejó un beso en mi mejilla. Vi cómo sacó una flor del ramo y se lo dio a Emma; luego me entregó a mí el ramo. Él era un amor.

—Hola, ¿estás bien?

—A la espera de un corazón —Le respondió Emma queriendo hacernos reír. Era bueno que tuviera su sentido del humor—. Pero ya, déjenme aquí.

—La verdad que no importa, Emma.

—Estaremos aquí contigo.

—Vayan. En serio, déjenme. Estaré bien —pidió.

—Estará bien, Gwen. Yo la veré —Mamá llegó—Ve.

Miré a Dylan. Y él se encogió de hombros dándome a entender que era mi decisión.

—Está bien —Di mi brazo a torcer, pues sabía que Emma seguiría insistiendo, además estaría en buenas manos.

Recogí mis cosas. Y colgué mi mochila en mi hombro. Me acerqué a Emma y dejé un beso en su frente.

—Te deje mi número en el segundo cajón. Llámame a cualquier hora.

Ella asintió, solo era una niña de 10 años.

Cogí a Dylan de la mano y antes de salir del cuarto regresé a mirar a Emma.

—Sí tienes problemas con las matemáticas, te puedo ayudar.

Le di una última sonrisa y me fui. Caminé por los pasillos del hospital, recibiendo abrazos de despedida.

Al salir del edificio y subir al auto de Dylan, él fue el primero en hablar.

—Eres famosa.

—Me conocen desde niña —murmuré y le di una última mirada al hospital.

—¿A dónde quieres ir?

—A ver al abuelo —susurré.

Dylan me esperó en el coche. Me senté en el pasto y dejé unas flores para el abuelo.

—Hola ¿Cómo estás? —No recibía respuesta, pero aun así siempre se lo preguntaba—. Ya no vendré muy a menudo a verte. Me iré a Oxford. Mi vuelo sale en la noche. Venía a despedirme. No vendré a verte por un buen tiempo, pero siempre te llevaré conmigo. Mamá se quedará por unas semanas. Estoy segura de que tú la cuidarás desde el cielo y no te preocupes. Sabes que Gus Gus aún no nos quiere dejar, no irá conmigo y no se quedará con mamá. Ya sabes que Gus Gus no le duraría ni una semana con mi madre; es por eso que le pedí a Dylan que se quedara con él. Lo cuidará, me lo prometió.

Continúe hablando con él, de todo lo que haría y lo asombroso que sería esta nueva aventura.

Vi la hora en mi celular y ya supe que era momento de volver. Me subí al auto y miré a Dylan. Ya teníamos las horas contadas y ninguno de los dos decía nada. No nos queríamos despedir.

—¿Qué hiciste hoy? —le pregunté para hacer conversación.

—Ayudé a mamá a hacer las compras y hablé con Oliver. Ya empezará la universidad en unos días.

La última vez que vi a Oliver fue en la graduación. Me sentí aliviada al saber que seguía hablando con Dylan. Me alegraba que todo estuviera bien entre los dos.

Iniciamos una conversación, hablando de lo más normal como si mañana no estuviéramos separados por un océano, como si mañana nos volviéramos a ver.

Conversamos y fuimos a almorzar, luego a por un helado. Cualquiera que nos mirara, pensaría que éramos una pareja de adolescentes en una cita. Cuando en realidad eran nuestras últimas horas juntos antes de partir en busca de nuestros sueños.

Dylan me había contado que sus clases empezaban en unas semanas. Me había ofrecido ayudarlo con papeleos y todas esas cosas importantes, pero él me había dicho que ya tenía todo bajo control.

Las horas pasaron y cuando menos quería, ya me encontraba en el aeropuerto. Mamá se había tomado su tiempo para ir a despedirse; el doctor Connor estaba con ella. Ellie estaba a mi lado al igual que Dylan.

¿Cómo tendría que decir adiós?

Ya era momento de despedirse.

Primero fue el doctor Connor. Me atrajo hacia sus brazos y susurró:

—Ya verás que en un parpadeo volverás para hacer tu internado.

Ellie fue la siguiente en acercarse. Me abrazó y me insultó, dándome cariño.

—Perra, no te olvides de mí.

—Eso no lo haré, Ellie.

Mamá fue la siguiente. Me abrazó y apretujó mis mejillas—Mi niña —Se estaba aguantando las ganas de llorar y, para qué mentir, yo también —Promete que te cuidarás.

—Nos veremos en unas semanas.

—Prometelo Gwen.

—Lo prometo.

Dejé un beso en su mejilla.

Y por último Dylan se acercó.

Vamos; no llores.

—¿Creo que es momento de decir adiós?

—Un hasta luego —le corregí con una risita que se desvaneció al escuchar que ya era momento de ir a la sala de embarque, antes de abordar el avión.

Si bien era cierto que habíamos planeado la manera de no perder el contacto en el tiempo que estuviéramos separados, ambos teníamos ese pequeño temor de pensar que nuestra historia de amor era una de esas cortas que podías leer en una tarde.

—Tengo un regalo para ti —murmuró y de su bolsillo sacó un llavero—. Una vez escuché que querías vivir en una casa de chocolate, y pues no puedo cumplirte el sueño, pero fue lo más parecido que encontré.

Me tendió el llavero, era una casita de chocolate de porcelana.

—Sigues siendo insoportable —le dije y él no tardó en unir mis labios con los suyos—. Mi insoportable.

Sus labios, acariciando los míos, contenían miles de promesas; no nos queríamos separar, pero una voz por los altavoces cortó el momento.

"Pasajeros del vuelo 789 con destino a Londres, por favor, diríjanse a la puerta de embarque".

Dylan se separó suavemente.

—Hasta luego, Gwendolyn.

—Hasta luego, chat de lein ble bleis.

Nos dimos un apretón de manos. Mirándonos fijamente, hasta que él me abrazó. Desearía que se volviera infinito. Un eterno abrazo.

El abrazo no se volvió eterno.

—Ahora vete y regresa con un título.

—Y tú me invitas cuando sea la premier de una de tus películas.

Las lágrimas ya estaban al borde de derramarse; había soñado tanto con irme a la universidad, pero nunca planeé decir adiós a alguien especial.

—No vayas a llorar.

—No estoy llorando, tú estás llorando.

—Vete, Gwendolyn y no vayas a voltear. Si volteas eres un huevo podrido.

Esbocé una sonrisa entre lágrimas. Me aparté de Dylan, dando unos pasos hacia atrás.

—Regresó en verano —le dije antes de dar media vuelta y caminar hacia la puerta de embarque.

Quería mirar hacia atrás, darle un último vistazo. Pero en mi mente escuchaba su voz diciéndome "Recuerda, si volteas, eres un huevo podrido". No podía permitirme mirar atrás, no podía ceder.

Con cada paso hacia adelante, las lágrimas comenzaron a caer, silenciosas pero firmes. Agarraba con fuerzas el llavero que me regaló y al tomar asiento en el avión, acaricié el llavero y sonreí al ver que había un dibujito de una chica rubia. Era yo.

Volteé al llavero y me di cuenta de que había unas palabras escritas.

"No me olvides" decía en la parte trasera.

Dylan era la clase de chico que no se podía olvidar.





























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Holiiii  pues hemos llegado al final

Antes que nada gracias por acompañarme en este viaje junto a Gwen y Dylan. Este ha sido un proyecto muy especial para mí, y estoy tan agradecida de haber podido compartirlo con ustedes. Sus comentarios y apoyo han hecho que esta historia siga en pie.

Pero esto no es un adiós, sino un hasta luego. Gwen y Dylan aún tienen mucho por vivir. Estén atentos porque, aunque esta historia llega a su fin, siempre habrá nuevas aventuras esperando a ser contadas.

Mientras tanto, espero que esta historia haya tocado sus corazones tanto como lo hizo con el mío. No olviden seguir sus sueños, tal como Gwen y Dylan lo están haciendo.

Espero les haya gustado esta historia tanto como a mi me gustó escribirla.

Cuéntenme cuál fue su parte favorita.

¿Qué personaje les gusto más?

¿Quedaron enamoradas de Dylan?

¿Qué creen que pasó con Dylan y Gwen en un futuro?

¿Desde que parte del mundo me lees?

Muchísimas gracias por llegar a hasta aquí y si te gusta como escribo, te invito a pasarte por mis otras historias. También a seguirme para que no te pierdas de nada, seguiré escribiendo y trayendo más historias a esta plataforma. Muchísimas gracias

Con cariño, Antonella

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