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🍂VEINTE

Entré a la cocina, encontrándome a mamá preparando el desayuno. Me había quedado unas horas despierta en la madrugada, informándome sobre Oxford y lo que ofrecía. Llegué a la conclusión de que era algo que quería. 
 
Miré a mamá y me acerqué a ayudarla a poner la mesa. 
 
—Mamá, quería hablar contigo —comencé, mi madre se volvió hacia mí y me sonrió dándome confianza—. Sé que el plan era Harvard, pero he estado investigando y la universidad de Oxford me ofrece grandes cosas; tiene excelentes programas. 
 
Mamá se mantuvo en silencio por unos minutos, me miró y habló: 
 
—Así que Oxford —mencionó como si lo estuviera pensando—. Fue una de las universidades a las que presentaste solicitud ¿verdad? 
 
—Así es, y fui aceptada —Jugué nerviosa con un mechón de mi cabello. 
 
—Es un gran paso —dijo y mirándome a los ojos, agregó—. Te irás a Reino Unido. 
 
—Lo sé, en cuestión de dinero… 
 
—No te preocupes por eso, tu abuelo y padre te dejaron un buen fondo para tus estudios, además que yo también tengo ahorrado. 
 
Tomó mi mano y me acarició, dándome alivio y apoyo. 
 
—Gracias, mamá —Besé su mejilla—. Iniciaré con todos los trámites y una plaza para una residencia, los boletos y haré una lista. 
 
—El abuelo estaría muy orgulloso de ti, cariño —dijo y me sentí orgullosa por eso, de estar siguiendo mis sueños luego de una dolorosa caída. 
 
Mamá me abrazó y supimos que era algo que necesitábamos. Un abrazo de madre e hija era la mejor medicina para cualquier malestar. 
 
—Oye, sé que empiezas una nueva etapa… pero… —Vi un rastro de lágrimas en sus ojos—. Te importa si te acompaño, obviamente tendrás tu espacio, vivirás en el campus y yo buscaré un apartamento en la ciudad, buscaré un trabajo en algún hospital y podremos vernos los fines de semana… si quieres. 
 
Tener a mamá en una nueva etapa era algo que seguro muchos no querían, pero era diferente para mí. Yo veía a mamá como un gran ejemplo, una mentora como en algún momento lo fue mi abuelo. También la veía como mamá, no la típica mamá que controlaba, más bien la mamá que te daba buenos consejos cuando lo necesitabas. Sabía que ella me daría mi espacio, siempre me lo dio, las horas de su trabajo apenas si nos veíamos, pero eso no significaba que nunca había estado para mí; era todo lo contrario. 
 
—Acepto tú no. 
 
—Obviamente que sí, siempre y cuando estés dispuesta a dejar el hospital. 
 
—Creo que ya le di muchos años de mi vida al hospital. Necesito nuevos aires y un nuevo trabajo. 
 
—Pues hay que hacer las maletas, nos vamos. 
 
Desayunamos, charlando sobre nuestra vida y lo que haríamos. Era emocionante, algo nuevo para mí, el primer gran paso de lo que soñé. Sabía que siempre daría lo mejor de mí y que me esforzaría lo máximo y que también tendría un abrazo de mamá a tan solo un viaje en coche. 
 
Mamá fue a dejarme a la escuela y luego me despedí de ella, quien iba a su trabajo, planteando decirles la gran y devastadora noticia a sus jefes. 
 
Las clases pasaron y mi emoción por ir a un nuevo país, que en otoño ya estaría sentada en un salón, escuchando a doctores con gran experiencia, pasó. Mientras más me emocionaba, también creaba un sentimiento de nostalgia al pensar en dejar a Dylan. 
 
No había pensado en él, no hasta que empecé a imaginarme mi nueva vida y él no estaba ahí, pero también quería que estuviera ahí. 
 
Estaba experimentando esa nostalgia de la que hablaban las demás niñas al dejar a su novio de la escuela. Pero Dylan no era mi novio, pero me gustaba; quería que fuera mi novio y aun así tampoco lo quería, porque él tenía el plan de Nueva York y yo tenía el plan de Oxford. 
 
—Novios a distancia —sugirió Ellie, luego de que le contara mi nuevo plan y llegáramos al punto de Dylan. 
 
—Pero… 
 
—Nada de peros, Gwen. Lo has hecho estudiar, un gran avance. Está loco por ti. 
 
Pero éramos muy diferentes, él ya tenía una gran experiencia y yo solo me había besado con una sola persona y era él. 
 
—Anda a ver a tu hombre y habla con él ¿Vale? 
 
—No es mi… 
 
—Venga, perra. Anda —Ellie me dejó sola, dándome un gran beso en la mejilla y una palmada en la espalda. 
 
Miré mi teléfono y Dylan seguía sin responder mis mensajes. Tampoco había contestado mis llamadas. Quería saber cómo le había ido en el proyecto y eso ya había sido hace 2 clases atrás, pero no tenía ni una respuesta. 
 
Caminé por el pasillo a ver si me lo encontraba, pero nada. Las personas seguían mirándome raro; suponía que aún no se les olvidaba mi bailecito en la fiesta. 
 
Vi un rostro conocido; era Oliver y mejor amigo de Dylan; supuse que debía de estar cerca por ahí. Mi mirada chocó con la de Oliver; se seguía viendo tan lindo, pero la idea de él y yo ya no existía. 
 
—Hola… 
 
Paso de largo, dejándome con las palabras en la boca. 
 
Seguí mi camino, a pasos rápidos, buscando a Dylan y cuando lo vi de espaldas (porque era imposible no reconocerlo) corrí hacia él, llamándolo. Lo agarré de la mano, para detenerlo, y me puse al frente de él. 
 
—¿Podemos hablar? 
 
Dylan evitaba mirarme, pero no fue suficiente para no ver el gran moretón en su pómulo derecho y el corte en su labio. 
 
—¿Qué te pasó? 
 
—Un poste me dio duro —ironizó—. Y me tengo que ir porque llegó tarde a mi castigo. 
 
Me rodeó y siguió pasando de mí; apresuré el paso y me puse a su lado, siguiéndolo. 
 
—¿Estás castigado? ¿Te has ido a los golpes con alguien? 
 
—Qué buena detective. 
 
—¿Con quién? 
 
—Un gran poste. 
 
—En serio, dímelo. 
 
—Ya te lo dije. 
 
—No te creo, dímelo. 
 
Nos detuvimos y lo arrinconé con la mirada. Dylan suspiró, como si estuviera planteándose la idea de decírmelo o no. 
 
—Oliver —dijo—. Nos vio la otra noche y ató cabos. Me lo merecía —añadió, encogiéndose de hombros. 
 
Preocupada estiré mi mano hacia su rostro, toque el moretón viendo cómo Dylan cerraba los ojos y arrugaba el rostro. Había sido mi culpa. 
 
—Sígueme —Lo agarré de la mano y tiré de él llevándolo al baño de chicas más cercano. No había nadie (gracias a dios). 
 
Dylan abrió la boca y por su sonrisa supe que iba a decir uno de sus comentarios típicos de él. 
 
—No digas nada, solo relájate y apóyate ahí. 
 
Dylan era muy alto y por más que yo también era alta, aun así al lado de él me veía pequeña. 
 
Saqué un pequeño botiquín de mi mochila y comencé a curarlo con cuidado. Dylan observaba en silencio y con una expresión de dolor. 
 
—¿Llevas siempre un botiquín? —preguntó cuando terminé. 
 
—Siempre —contesté. 
 
—Gracias —murmuró él.
 
Me incliné y le dejé un beso improvisado en la mejilla. Fui separándome y sonriendo cuando él me agarró de las mejillas y tiró de mí, uniendo sus labios con los míos. Nos unimos en un beso, lento y con una sonrisa de por medio. Él seguía apoyado en el lavabo y tiró más de mí para estar más cerca. Sus manos en mi cintura apretaban más por cada segundo que pasaba; las dejó ahí y por mi mente pasó la pregunta de si él quería llegar a algo más.
 
—Debo de irme —susurró separándose y acariciando mi mejilla. 
 
—Si quieres puedo hablar con Oliver —sugerí y él de inmediato negó. 
 
—Está cabreado, hablaré yo con él. No te preocupes —Ambos salimos del baño y antes de que cada uno tomara su camino, Dylan me llamó —¿Qué era lo que querías decirme? 
 
—Nada. 
 
Nada era igual a mucho. 

🍃🍃🍃

Era la noche de la obra de teatro y me resultaba raro venir. Había bastante gente, a decir verdad, y me fue difícil encontrar asientos, todo lo contrario a Ellie quien movió sus contactos para encontrar butacas en primera fila. 
 
—¿Las rosas se dan antes o después? —pregunté señalando con el mentón el ramo de rosas que había comprado para Dylan. 
 
—Después, creo —dijo Ellie a la vez que las luces se atenuaron y salía un presentador dando una pequeña introducción. 
 
Las luces se atenuaron y el telón se levantó, revelando un hermoso escenario victoriano. La música comenzó y, poco a poco, los personajes tomaron vida. Pero mi atención estaba fija en un solo punto: Dylan Chatdelaine.
 
Desde su primera aparición en el escenario, fue como si todo el teatro se hubiera quedado en silencio solo para él. Su presencia era magnética; cada movimiento estaba lleno de gracia y emoción. Su voz resonaba clara y segura, llenando el espacio con una intensidad que me hacía olvidar todo lo demás. Era Laurie en carne y hueso, con su encanto y su vulnerabilidad.
 
Me di cuenta de que apenas parpadeaba, temerosa de perderme un solo instante. Cada vez que interactuaba con las otras actrices, especialmente con Jo, podía sentir la profundidad de sus emociones. Sus ojos brillaban con una mezcla de amor y anhelo, y su risa, aunque ensayada, sonaba tan auténtica que era imposible no sonreír con él.
 
En una de las escenas más emotivas, cuando Laurie confiesa su amor a Jo, sentí un nudo en la garganta al recordar cuando en los ensayos me lo dijo a mí, solo a mí, y esa vez Dylan estaba entregando todo de sí, y su dolor era tan palpable que podía sentirlo en mi propia piel. Fue entonces cuando sucedió. En un breve momento, sus ojos recorrieron la audiencia y se encontraron con los míos.
 
Por un segundo, el mundo dejó de girar. Su mirada se suavizó y pude ver un destello de reconocimiento. Una sonrisa apenas perceptible se dibujó en sus labios antes de que volviera a concentrarse en su actuación. Ese pequeño gesto fue suficiente para hacerme sentir una calidez indescriptible.
 
El resto de la obra pasó en un borrón de emociones. Cada escena, cada diálogo, me parecía más poderoso que el anterior. Y cada vez que Dylan estaba en el escenario, mi corazón latía un poco más rápido y más cuando posaba su mirada en mí. 
 
Cuando finalmente el telón cayó y los actores salieron a recibir sus merecidos aplausos, me levanté de mi asiento y aplaudí con todas mis fuerzas. Dylan se adelantó, tomó una reverencia y, una vez más, sus ojos encontraron los míos. Esta vez, su sonrisa fue plena y sincera, y supe en ese momento que todo el esfuerzo y dedicación que había puesto en esa actuación había valido la pena.
 
—Es hora de que vayas a ver a tu hombre —murmuró Ellie, golpeando su hombro con el mío. 
 
No quería parecer pesada en ir a verlo, pero quería verlo y decirle que lo ha hecho de maravilla. 
 
Con el ramo de rosas me dirigí detrás de bambalinas. Al llegar, todo era un caos entre los actores y productores celebrando. Busqué a Dylan con la mirada y creo que él fue el que me encontró, ya que venía caminando hacia mí y al estar demasiado cerca, me atrajo en un abrazo. 
 
—Lo has hecho de maravilla. 
 
—Gracias —Me sonrió, no de esa forma sarcástica y arrogante; era llena de felicidad y sinceridad. 
 
—Para ti —Le tendí las rosas y él las aceptó. Vi como su sonrisa cambió a la típica de él. 
 
—Se supone que yo debo de llevarte las flores, Gwendolyn. 
 
Negué sonriendo y le iba a soltar algo listillo, pero los gritos de felicidad de sus compañeras me impidieron decirlo. Retrocedí tres pasos al ver como se acercaron a abrazarlo. Vi la sonrisa entre todos, la familiaridad con la que hablaban y la alegría en su rostro. Una de ellas, una chica de cabello castaño y rizado, se inclinó y le dio un beso en la mejilla. La escena pasó en cámara lenta y pude reconocerla como la chica que interpretaba a Jo, la misma con la que la vi besarse la vez pasada. 
 
Inconscientemente estaba apretando los labios y cuando vi que Dylan me miró, sonreí acompañándolo en la emoción. Poco a poco las compañeras se fueron yendo y él me tomó de la mano y me acercó, envolviéndome en un abrazo. 
 
Me besó la mejilla y toda punzada de malestar desapareció al sentir sus labios en mi oído y al escucharlo susurrar: 
 
—Mis besos favoritos son los tuyos. 
 
Mis pulmones se llenaron de aire y respiré aliviada. Le devolví el beso en la mejilla, sintiendo una oleada de nervios al estar cerca de él. 
 
—Me alegra que hayas venido. 
 
Sonreí y le di un empujoncito al escuchar como el resto de sus compañeros lo llamaban para una foto grupal. 
 
—Ve. 
 
Dylan avanzaba a pasos apresurados, y no pude evitar notar cómo todo el mundo parecía adorarlo, llamándolo con insistencia y emoción. Me acerqué, curiosa por la escena, y vi que una de las chicas intentaba colocar una cámara en una de las sillas para tomar una foto, pero no lograba mantener el ángulo correcto.
 
—Si quieres, puedo tomarla yo —ofrecí, acercándome un poco más.
 
—¿De verdad? —Su voz salió aliviada, reflejando el agradecimiento en sus ojos.
 
—La hago yo —insistí con una sonrisa.
 
—Muchísimas gracias —dijo, entregándome la cámara con una expresión de auténtica gratitud.
 
Tomé la cámara y ajusté el encuadre, asegurándome de que todos estuvieran en la foto. Dylan se colocó en el centro, rodeado de sus compañeros, y me dedicó una mirada agradecida antes de sonreír para la cámara. 
 
—En tres, dos, uno —anuncié, capturando el momento con un par de disparos.
 
Al devolver la cámara, recibí más agradecimientos y sonrisas. La chica que había tenido problemas con la cámara me dedicó una mirada especialmente cálida.
 
—Gracias de nuevo, realmente me salvaste —dijo, antes de volverse hacia el grupo para revisar las fotos.
 
Dylan se acercó a mí y tomó mi mano, su pulgar acariciando suavemente el dorso de la mía.
 
—Eres increíble, Gwen —murmuró, su voz cargada de gratitud y algo más que no podía definir del todo.
 
Me encogí de hombros, tratando de restarle importancia, pero la calidez de su toque hizo que mi corazón latiera más rápido. Nos quedamos así un momento, antes de que él rompiera el silencio.
 
—¿Vienes a la fiesta de celebración? —preguntó con una sonrisa que iluminaba su rostro.
 
Las fiestas no eran del todo algo que me entusiasmara, es más, tuve suficiente con la última a la que fui. 
 
—Mhm… —Sonreí sin mostrar mis dientes y empecé a negar. 
 
—Venga, si eres el alma de la fiesta —Sonrió burlón y sabía que estaba recordando mi escenita en la mesa—. Prometo que si te subes a otra mesa, esta vez te acompañaré yo. Tengo unos movimientos… 
 
—Eres insoportable —repliqué, rodando los ojos. 
 
—Y dale con eso de insoportable ¿Vienes? —insistió, un tono suave, pero tenía esa pizca de diversión. 
 
Sabía que negarme haría que Dylan insistiera e insistiera. No me apetecía nada ir, pero pasar tiempo con él era algo que quería. 
 
—Bien, iré —cedí fácilmente y reí al ver como Dylan saltaba como niño en feria. 
 
—Vengo enseguida, debo de ponerme más guapo —Me guiñó coqueto y se fue hacia un pasillo que supuse eran los camerinos. 
 
Tomé asiento en una de las sillas libres y vi como poco a poco todos iban a cambiarse. Al salir regresaban con la misma sonrisa de antes y con ropa normal. La mayoría me saludaba y decía mi nombre como si me conociera, cuando en realidad nunca habíamos cruzado palabras.
 
Dylan no tardó mucho en salir y cuando estuvo a unos metros de mí, dio una vuelta y sonrió coqueto. Estaba guapo y él lo sabía. 
 
—¿Nos vamos? 
 
—Vamos —respondí, tomando su mano con una sonrisa.
 
Tomados de la mano, nos dirigimos hacia su coche. Una vez allí, Dylan abrió la puerta del lado del pasajero para que entrara, y luego rodeó el vehículo para subirse al asiento del conductor. 
 
Antes de que encendiera el coche, sentí un nudo en el estómago. Sabía que debía decirle lo de Oxford. Este era el momento. Respiré hondo y, antes de que pudiera girar la llave, le toqué suavemente el brazo.
 
—Dylan, espera, necesito hablar contigo antes —dije, dispuesta a contarle sobre mi oportunidad. 
 
Él giró la cabeza hacia mí, sus ojos llenos de curiosidad y una pizca de preocupación que se escondía detrás de su sonrisa. 
 
—¿Qué pasa, Gwen? —preguntó, entrecerrando los ojos ligeramente.
 
—Es sobre lo que hablamos la vez pasada —comencé, mordiéndome el labio. 
 
—¿Sobre lo insoportable que soy? —preguntó con las intenciones de aligerar el ambiente. 
 
—En parte —Le seguí el juego. 
 
—Eso quiere decir que volveremos a besarnos. 
 
Me encogí de hombros y él se quitó el cinturón de seguridad para acercarse más a mí y besarme. Sus labios eran suaves y ya los sentía familiares, mi corazón no dejaba de acelerarse y tuve que darle un empujoncito para poder hablar. 
 
—En unos días es la graduación… 
 
Volvió a besarme, era como si no quisiera tener esa conversación. 
 
—Escuché que darás un discurso. ¿Ya lo escribiste? 
 
—Ya lo hice —contesté y lo volví a empujar. 
 
—Sigue el verano y luego las clases en la universidad, y tenías razón, tenía varias universidades a las cuales confirmar plaza —dije, teniendo la atención de Dylan. 
 
—¿Has elegido una? 
 
—Oxford. 
 
El silencio se hizo pesado en el coche. Pude ver cómo las emociones pasaban por su rostro: sorpresa, confusión, y algo más que no pude identificar.
 
—¿Cuándo? —preguntó finalmente, su voz más suave de lo que esperaba.
 
—En otoño —respondí, evitando su mirada por un momento.
 
—Wow... —murmuró, pasándose una mano por el cabello—. Eso es... increíble, Gwen. Estoy tan orgulloso de ti.
 
—¿De verdad? —pregunté, finalmente encontrando el valor para mirarlo.
 
—Sí, claro. Si eres un cerebrito.
 
Sentí un nudo en la garganta, pero intenté sonreír.
 
Me iría en otoño, en unos meses y aún no sabía qué hacer con Dylan. Le quería, pero he soñado tanto con ser la mejor neurocirujana y Oxford me ofrecía una gran oportunidad en la carrera de medicina… Aun así, sentía un pequeño pinchazo al pensar en Dylan. 
 
—¿Qué pasará entre nosotros? —pregunté. 
 
Sabía que no éramos nada, no lo habíamos hablado, pero lo éramos todo.  

Él asintió lentamente, luego tomó mi mano y la apretó suavemente.
 
—No importa la distancia.
 
Le devolví el apretón, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza.
 
—Puedo hacer un cronograma, ¿vale?, puedo venir para fiestas, iré a visitar a New York —respondí, deseando con todas mis fuerzas que fuera cierto. 
 
—Y yo también puedo ir a verte cuando tenga días libres… 



















▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰▰

Xoxo. Holiii un nuevo capítulo

Lamento haber desaparecido

Ya estamos muy cerca del final

¿Qué creen que pasará? Teorías lxs leo

Hablemos acá del capítulo

Nos leemos pronto

Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12
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